LA SEÑORA ABBOT, EL NOMBRE DEL VIOLINISTA Y LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA DE UN REGALO (I)

Este es uno de los relatos que forman parte, por orden, de la serie La señora Abbot:
La señora Abbot, el doctor en casa...
Efectivamente un violinista...3
El panadero y su falso positivo...
Alcohol, no gracias...1
Alcohol, no gracias...2
Alcohol, no gracias...3
El amanecer willkommen...
La señora Abbot y el pan...1
La señora Abbot y el pan...2
La señora Abbot y el pan...3
La señora Abbot y el pan...4
La señora Abbot, el nombre del violinista...1
La señora Abbot, el nombre del violinista...2
La perspectiva hace la forma...
¿Por dónde iba...?
Ventajas y desventajas...1
Ventajas y desventajas...2
La perfecta alineación de unos zapatos...
El trastorno borderline...
La señora Abbot se va de vacaciones
El crucero cruzado, información inesperada...
El triatlón, la función musical para público especializado...
La señora Abbot, la pajarita que jugaba al póker y el momento...
Muchas pajaritas para tan poca isla...
Logaritmos neperianos...
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor I
La señora Abbot: Jana, si vuelves, limítate a los detalles, por favor II
La señora Abbot y el patrón inevitable de lo que vendrá.
La señora Abbot: tejiendo el inconsciente y sus patronistas.

La señora Abbot salió temprano.
Solía hacer la rutina matutina común. Acicalarse, pasear a su perro Rothi y pasarse a por el pan en la "Boutique de los cimientos". Este nombre, absolutamente inusual para una panadería, provenía de la dificultad que se encontraron los dueños a la hora de cimentar el edificio en el que se convertiría posteriormente la panadería, heladería y cafetería de tres plantas. 
Matías y Aurelia, panaderos de toda la vida, heredaron este edificio de una tía abuela de Matías fallecida sin hijos.
Así el imperio del pan pudo extenderse por toda la ciudad. Tenían seis despachos repartidos por aquella enorme urbe de la que era vecina nuestra protagonista.
Como cada mañana, se dirigía hacia la panadería para comprar tres barras: una normal, otra de pueblo y la tercera de agua.
Al solicitar el turno, se encontró de pronto con que se lo cedía su vecino... el violinista.

-¡Buenos días Jana!
-Buenos días...- dijo sorprendida y en decadente silabeo dando a entender que no sabía su nombre.
-James, mi nombre es James-respondió poniéndose la mano en el pecho.
-Pues eso, James...-contestó confusa.

En su último encuentro, en el que mantuvieron una conversación escueta sobre puntos trascendentales de sus respectivos "potenciales", Jana recordaba la expulsión directa del porche por parte de James desde detrás de la puerta, aduciendo que no podían verles juntos, por seguridad. Sin embargo, ahora estaban al lado el uno del otro, en zona poco neutral.
Aquel híbrido de local de ocio y restauración de tres pisos repleto de personas, no era lo que se podría considerar como lugar seguro atendiendo al criterio del violinista.

-¿Qué tal Jana Abbot?-preguntó con cierto cinismo al hacerlo.
-Bien...pero...¿no se supone que no podemos hablar?- insistió en interrogarle en voz baja evitando aparentar que mantenían una conversación- o ¿que no pueden vernos juntos?, aunque no entiendo muy bien por qué, puesto que ahora...

Sin ningún tipo de tapujo James interrumpió su discurso.

-Ahórratelo. Aquello solo es en el caso de que nuestros encuentros sean intencionados. Si son casuales, como el de hoy, no existe problema alguno de intercambio conversacional, si es lo que te preocupa- explicó.
-Bien, me alegra saber algo más.
-Ya has hablado con él, ¿verdad?- preguntó tímidamente intentando que ninguna persona más les escuchase y pudiese hilar el sentido de su conversación.
-¿Cómo sabes...?
-No puedo responderte a eso ahora mismo, pero podemos seguir hablando después. ¿Vas hacia casa?
-Sí... De acuerdo...- contestó confusa.
¿Tenía otra opción si quería poder comenzar a encajar las piezas de aquel puzle?




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