jueves, 20 de abril de 2017

Desempoderamiento lingüístico un artículo de nuestro libro SIN PODER






Ya puedes encontrarte en alguna esquina, o a la sombra de algún árbol con el libro SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. coordinado por Javier Encina y Ainhoa Ezeiza. 

Vamos a ir dando algunas pinceladas de los artículos que componen este libro.

Información sobre el libro http://desempoderamiento.blogspot.com.es/2017/03/sin-poder-primer-libro-de-la-tetralogia.html








Desempoderamiento lingüístico. 
Ainhoa Ezeiza, Nahia Delgado y Javier Encina

Señores: la lengua no es de nadie; esa máquina de maravillosa complejidad que ustedes mismos usan, ‘con la cual suele el pueblo fablar a su vezino’, no es de nadie; no ya la lengua común, que no aparece en la realidad más que como lenguas de Babel, pero ni siquiera una de esas lenguas o idiomas es de nadie, y no hay académico ni emperador que pueda mandar en su maquinaria, ni cambiar por decreto ni la más menuda regla, por ejemplo, de oposiciones entre fonemas y neutralización combinatoria de oposiciones que en ella rijan.
La escritura, la cultura, la organización gubernativa, la escolar, las leyes, las opiniones, ésas sí que tienen dueño; y el dueño es el de siempre: el jefe, sus secretarios, sus sacerdotes, la persona que se cree que sabe lo que dice.

Agustín GARCÍA CALVO (2015:7)

En nuestra opinión la lengua es común, un bien común (de nadie o de tod@s, según quien lo formule), la lengua es principalmente lo oral (no confundir con lo leído en voz alta, u otras variantes...). El idioma es público (del Estado) y su comercialización, su conversión al lenguaje de masas, es privada (del Mercado).
La Escritura, la Cultura, la Escuela... tienen dueño: el Estado o el Mercado; y su afán es simplificar lo complejo, no sencillizarlo. Y quieren simplificarlo porque así el Mercado puede convertirlo en cultura de masas y vender más, y el Estado puede convertirlo en cultura nacional y controlar más; incluso la alianza puede ser mayor y no entrar en competencia lo masivo con lo nacional y crear una cultura nacional de masas: como hacen los populismos... Después de simplificar lo complejo se ponen a la tarea de complicar lo sencillo, no complejizarlo. Y lo complican con sus Leyes de Educación y Cultura (¡más control!), con sus Productos Masivos para Universitari@s, con su lenguaje iniciático (y su correspondiente Diccionario..., ¡más negocio!).
El desempoderamiento lingüístico no es más que hacer esa dejación de poder que evite que el Estado y el Mercado destruyan la lengua, ¡¡¡que es común!!!, abrir ese espacio donde lo oral se ponga en valor, preservar los espacios y tiempos cotidianos para que pueda haber intercambios horizontales entre lo oral y lo escrito y sus derivados. Esas formas de trenzar que tienen las culturas populares...



A modo de epílogo: Escritura y oralidad

La oralidad no es la forma de expresión de las personas que no saben escribir, es de las que, por su posición asimétrica con respecto al poder, solo pueden transmitir sus historias verbalmente; es la forma de las personas desposeídas: por no tener dinero, por no ejercer el poder político, por no pertenecer al género, la edad o la cultura dominante...

¿Cómo se ha impuesto una idea de lengua como un conjunto de estructuras lógicas y definidas? ¿Cómo han conseguido imponer el concepto de idioma, de uniformidad, de estructura, de sistema lingüístico, si la lengua no es de nadie y es común? ¿Cómo se ha transmitido la idea de que unos pocos pueden gobernar sobre ella? Es en la escuela, por medio de la escolaridad obligatoria, donde unas pocas personas mandan sobre otras y deciden lo que es correcto y lo que es incorrecto. Así pues, las escuelas son un territorio de amaestramiento con un empeño muy notable por enseñar a leer y a escribir a la edad más temprana posible. En ese empeño, incluso los cuentos son leídos y repetidos repetitivamente, y así se elimina la gran diversidad de la cultura oral.

Tal y como plantea Ivan ILLICH (2015:39 y 32), “en una sociedad oral, un enunciado pasado solo puede ser evocado a través de otro similar. Aun en las sociedades en que se adoptan notaciones no alfabéticas, el discurso no pierde sus alas: una vez pronunciado, ya se ha ido para siempre. La notación pictórica o ideográfica le sugiere al lector una idea para la que él debe, cada vez, encontrar una palabra. El texto alfabético fija el sonido. Cuando es leído, las frases pasadas del dictator se vuelven presentes. Ha nacido una nueva clase de material de construcción para el presente: está compuesto por las palabras reales de hablantes desaparecidos hace tiempo (...).

En una cultura oral, no puede haber ninguna 'palabra' como las que acostumbramos buscar en el diccionario. En esa clase de cultura, lo que está entre pausas puede ser una sílaba o una cláusula, pero no nuestro átomo, la palabra. Todas las emisiones parecen tener alas, pues antes casi de acabar de pronunciarlas, ya se han ido para siempre. La idea de fijar estos acontecimientos en una línea, de momificarlos para su posterior resurrección, no puede siquiera suscitarse. Por lo tanto, la memoria, en una cultura oral, no se puede concebir como un depósito ni como una tablilla de cera”.

Según Jesús MARTÍN-BARBERO (2015:51), “hay un 'lugar' donde la diversidad de las escrituras estalla y se convierte en conflicto de culturas, ese lugar es la escuela. Pero la escuela escamotea su conflicto con la cultura audiovisual reduciéndolo a los efectos morales, traduciéndolo al discurso de las lamentaciones sobre unos medios (…) que roban el tiempo libre de los jóvenes, manipulan su ingenuidad e idealismo, inoculan superficialidad y conformismo haciéndolos reacios a cualquier tarea seria, desvalorizan el libro y la lectura exigente. Traducido a estos términos, el conflicto hablaría únicamente de la lucha de la escuela contra la pseudo-cultura del entretenimiento, que sería la de la pasividad conformista y ese nuevo analfabetismo que encubren la proliferación de imágenes y la música-ruido”.

Letra que es ley, abstracción, burocracia y planificación: sumisión de la posible vida indefinida a una norma fija, intemporal, que diría Agustín García Calvo. “Espíritu que es, para todas las culturas del verbo, soplo, oralidad, expulsión de aire en un pronunciar que crea. En su modo oral, la lengua es órgano y palabra, liga ‘lo fisiológico y lo psicológico (y lo lógico), da primacía al ritmo y a la pausa, subordina lo oratorio a lo respiratorio, la representación a la acción, la idea a la emoción, en expresión de Duméry. En ella, hasta el silencio es elocuente” (Emmanuel LIZCANO, 1984:10).

Con dinámicas que parten de lo común, podemos poner en valor lo oral, sus complejidades que dejan de tratar el habla como “comunicación” y pasan de comprender el mensaje a comprender al hablante, a la gente. Es decir, poner en primer plano las formas de relación y que las estructuras lingüísticas y sus contenidos queden en un segundo plano como herramienta para que la gente pueda darle uso. ¿De quién es la lengua?

No hay comentarios:

Publicar un comentario