Papa Francisco llega a un país herido
Bernardo Barranco V.
Proceso Edición Especial no. 52
El papa Francisco visita un país deprimido, con una economía aletargada que frustra las expectativas de millones de mexicanos, especialmente la de los jóvenes. Francisco tendrá contacto con un pueblo agobiado por la violencia y la inseguridad. Saludará a uno de los presidentes menos valorados y más criticados en la historia reciente del país. Y estará ante una clase política tan ineficiente como complaciente con su propia corrupción e impunidad. Como él mismo sentenciara a su amigo Vera en un e- mail privado: “la cosa esta de horror” refiriéndose a nuestra realidad.
Francisco llega al corazón de la temida “mexicanización”. El pueblo sin duda, se volcará ante un personaje porque está ávido de líderes auténticos. La aceptación y popularidad de Francisco en México se sustenta en que predica no solo los principios del evangelio sino que insiste en la dimensión ética y en la justicia social. Francisco recibirá el trato de un defensor de principios humanistas que contrasta con los débiles liderazgos seculares, ambiguos y de doble moral de los políticos mexicanos.
Francisco encontrará una generosa y jubilosa recepción de la población mexicana, que abarrotará las calles, explanadas y espacios en los que hará acto de presencia. A diferencia de los viajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el papa Francisco contará con el interés y simpatía de amplios sectores católicos que se habían alejado de la Iglesia y de cierta cordialidad de aquellos segmentos intelectuales laicos que ven con simpatía sus posturas y actitudes. Por el contrario, la derecha católica, especialmente la recalcitrante, se mostrará expectante y cautelosa ante un pontífice del que recela.
Una agenda social
De la agenda del papa en México se desprenden temas cantados. Identidad, mexicanidad y culto guadalupano en la homilía de la Basílica. Derechos humanos y reivindicación de los indígenas en San Cristóbal de las Casas; familia en Tuxtla. Escenarios de la violencia y la condición de los jóvenes en Morelia; y migración en Ciudad Juárez. Por ello pensamos que el tema social será predominante en una visita pontifical largamente esperada.
Sin embargo, que no será una visita de protocolo ni de color de rosa. Por el contrario, muchos pronunciamientos serán incómodos para la clase política que hará oídos sordos y aplaudirá con mucho entusiasmo al Papa visitante. La administración del presidente tampoco la tendrá sencilla. El mismo Enrique Peña en su twitter ha resaltado los temas sociales que seguramente abordará Francisco. Si bien se ha notificado que el papa tomará contacto con intelectuales, obreros, empresarios, presos, indígenas, jóvenes y religiosos. Llama la atención que no esté contemplado ningún encuentro con víctimas de abuso sexual clerical ni mucho menos las víctimas de Maciel y de los Legionarios. El tema es uno de los silencios en la agenda de Francisco.
Vicisitudes entre el gobierno de Peña Nieto y Francisco
Hay que reconocer que las relaciones entre la administración de Peña Nieto y el Papa han atravesado por algunos contratiempos que conviene recordar. De inicio el presidente Peña quiso tender puentes sin éxito con el Papa utilizando el tema de la pobreza. Pensó impresionar con su proyecto y programas para combatir la pobreza. No lo logró. Ni el Vaticano ni el Papa se entusiasmaron, porque es una mala adaptación del proyecto brasileño contra el hambre. Dicho programa fue impulsado en su momento por el activista social Herert José de Souza conocido como Betinho católico muy reconocido, e implementado por el dominico Frei Betto, durante la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos se inspiraron en el también dominico Joseph Lebret, director del instituto Economía y Humanismo que tuvo gran auge en los años 60 del siglo pasado.
El segundo polo de tensión gira en torno a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos. De manera inusual, el Papa se ha referido dos veces en audiencias públicas al trágico evento. En una de sus alocuciones insinúa la responsabilidad corrupta de las autoridades. Tmbién, envió al nuncio Christophe Pierre atender directamente a los padres, oficiar misa y decirles que el papa Francisco estaba con ellos. Incluso Newsweek en español, a fines de septiembre y siguiendo a Raymundo Riva Palacio, señaló que una de la razones por las que se atoró la visita a México, como antesala a la gira por Estados Unidos, fue que el gobierno mexicano no vio con agrado su intención de realizar una misa en la normal rural de Ayotzinapa.
Un tercer factor de incomodidad, es que la violencia imperante en el país ha alcanzado a la Iglesia. Tan solo en la administración del presidente Peña han sido asesinados 11 sacerdotes y cuatro de ellos en Tierra Caliente que comprende parte de Michoacán, Guerrero y Estado de México. Existe una honda preocupación porque México es el primer país en el mundo occidental con el mayor número de sacerdotes asesinados; el promedio en los últimos veinte años es cerca de 40.
Un cuarto punto de tensión: fue la filtración de un dicho de Bergoglio sobre la «mexicanización de Argentina»; en efecto, de manera sorpresiva la opinión pública conoció un e-mail personal de Francisco, en el que expresó al diputado argentino Vera su preocupación por el rumbo de violencia de aquel país sudamericano y pidió evitar la “mexicanización» de su país natal. La expresión del Papa caló hondo no sólo en las autoridades, sino en diversos sectores de la sociedad y de la clase política. Bergoglio revela a su amigo la fuente de su afirmación: los obispos mexicanos. «Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror», dijo. La cancillería mexicana reaccionó con mesura, expresando «tristeza y preocupación» por la filtración pero ahí quedó el asunto.
Políticos confesionales
A diferencia de la visita de Benedicto XVI en 2012, ya no habrá el pretexto para limitar los contenidos y referencias político sociales que pronuncie Francisco en México. Como se recordará Ratzinger arribó en medio de un proceso electoral presidencial, y se acotaron la referencias que podrían tener un uso político. Francisco tendrá ahora la suficiente libertad para abordar a profundidad aquellos temas que considere necesarios.
La primera manifestación protagónica vino de los legisladores. Bajo el influjo de un repentino golpe de fervor religioso, los legisladores de San Lázaro y la Cámara de Senadores, emprendieron gestiones para obtener un encuentro con el pontífice. Incluso hubo querellas por la sede. El presidente del Senado, Roberto Gil Zuarth, declaró que “se debe restablecer y fortalecer el diálogo entre la política y los hechos religiosos… Creemos que es un buen momento para que este diálogo fortifique no sólo nuestra visión de la política y de las políticas públicas sino también la esperanza de los mexicanos”. Dicho posicionamiento amerita un análisis. Y ante la pregunta de si la presencia del Papa era pertinente, respondió que era una visita de Estado, y agregó: «Hay que reconocer que más que un líder religioso el pontífice es un representante de un Estado». Los legisladores no sólo zarandean la tradición laica, sino, por esnobismo, quieren emular a los congresistas estadunidenses. Lo curioso es que 13 años atrás, cuando el presidente Vicente Fox besó el anillo papa de Juan Pablo II, ante el alboroto provocado, los panistas justificaron que era una visita pastoral del papa y, por tanto, Fox ejerció su libertad religiosa para postrase ante el máximo representante de su Iglesia. Otra curiosidad: los obispos mexicanos objetaron la iniciativa legislativa.
Ya Eugenio Lira Rugarcía, secretario de la Conferencia del Episcopado Mexicano y coordinador de la visita, se había manifestado renuente ante la iniciativa para que Papa se presente ante el Congreso. Con sensatez el Francisco declinó la invitación. Es claro que el Papa Francisco es renuente a las presiones de los círculos de poder y sobre todo que su imagen sea usada o manipulada para legitimar algún grupo político de poder.
En el último lustro la clase política ha dado señales de “confesionalizarse”, amenazando la laicidad y una larga historia de separación de esferas entre las Iglesias y el Estado. Presenciamos diversos signos públicos que permiten observar las manifestaciones religiosas de políticos que antes permanecían en el ámbito privado; o estamos ante la impostura de una clase política cínica que quiere aparentar conducirse con una ética religiosa ante una ciudadanía que le reprocha excesos en el abuso del poder, impunidad y corrupción
Obispos en zona de confort
Francisco va a encarar un episcopado adormecido y hasta pasivo frente a sus reformas. El Papa demanda una mayor pastoralidad y empeño misionero. El episcopado mexicano está clasificado como uno de los más conservadores de América Latina. La falta de entusiasmo de los obispos mexicanos al llamado de Francisco, radica que están instalados en una zona de confort sobre todo ante el poder. Los obispos se hospedan con desahogo conviviendo con los poderes facticos. La jerarquía se ha apostado en la comodidad de los privilegios que le ofrece, de facto, el sistema político mexicano. Por ello, Francisco, viene a sacudir a la clase clerical para que asuma una nueva actitud pastoral que ha venido demandando con insistencia a la Iglesia.
La caída de católicos es significativa en México como en toda América Latina. En la década del setenta cuando vino por primera vez Juan Pablo II a México, el porcentaje de católicos, según el censo era de 96.2% para el 2010 según el Inegi; es notable su disminución a 82.7%. Sin embargo hay otras estimaciones cuyos resultados son aún más bajas. El Centro de Estudios sobre la Iglesia Católica de la Universidad de Georgetown estima que entre 2010 y 2014, el número de personas que se dice católica bajó a un 69.6%. El censo último arroja que los creyentes no católicos son poco más del 15%. La secretaría de gobernación tiene un registro de más de 4 mil asociaciones evangélicas y protestantes así como 43 mil ministros de culto.
Los movimientos de corte pentecostal han venido ganando terreno de manera notable en el país. En los tiempos del primer viaje de Juan Pablo, Girolamo Prigione representante papal y después nuncio, declaraba: “las sectas eran como las moscas se les aniquila a periodicazos”. Hoy la Iglesia católica está rebasada por la reciente diversidad y presencia de Iglesias evangélicas que están ganando batallas proselitistas entre los sectores populares.
Además de cierta apatía clerical, hay algunos prelados mexicanos que no sólo no comulgan con la orientación reformista del actual pontífice sino la combaten. Están jugando la contra y se alían en Roma con muchos integrantes de la curia para atrincherarse en la resistencia. Tal es el caso del cardenal Norberto Rivera y algunos otros obispos que se sienten más seguros con absolutizar la agenda moral de Iglesia, condenando a los homosexuales, las nuevas parejas y el aborto. Sin duda Francisco vendrá a marcar línea y orientar contenidos, sacudir a morosos y dar la cara a sus opositores.
Francisco -el papa que viene del sur- mostró en su encíclica Laudato Si, mostró una particular sensibilidad por la inequidad y la exclusión civilizatoria de la modernidad contemporánea. Sin modificar normas ni doctrina no absolutiza la agenda moral de condena a la sociedad contemporánea sino que recupera la agenda de la justicia social, de los derechos humanos y de la opción por los pobres. Francisco reprocha a la Iglesia católica la falta de pastoralidad, la invita para abrir sus puertas a una población mexicana que vive en el desamparo y en medio de un tsunami de decepción provocado por una crisis ética sin precedentes que este país viene arrastrando.