_
_
_
_
_

“Estamos en el amanecer de una segunda revolución tecnológica”

La docente y autora catalana defiende la importancia de la fantasía como arma para superar el miedo a la mecánica cuántica

Sonia Fernández-Vidal, momentos antes de la entrevista.
Sonia Fernández-Vidal, momentos antes de la entrevista.Jaime Villanueva

A Sonia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978) le cuesta encontrar una definición unívoca de sí misma.  Formada profesionalmente como científica con un doctorado en Física, esta encantadora catalana llegó a trabajar en algunos de los laboratorios más prestigiosos del mundo, como el CERN de Ginebra y Los Álamos en Estados Unidos. En 2011 descubrió también la divulgación. Su primer libro, La puerta de los tres cerrojos, una novela que desvela a niños y adultos el misterioso mundo de la física cuántica, fue todo un éxito de público y crítica. La incursión en el campo de la literatura no fue un hecho puntual. A la primera novela siguieron otras cuatro publicaciones: La senda de las cuatro fuerzas, continuación de su obra primera; Quantic Love; Desayuno con partículas y El universo en tus manos.

Más información
El difícil camino de lo micro a lo macroscópico
Max Born, el Nobel humilde de la mecánica cuántica
“Los materiales topológicos permitirán resolver ecuaciones imposibles”

Ahora Fernández-Vidal pasa sus jornadas entre la docencia en la Universidad Autónoma de Barcelona y la gestión de la consultora tecnológica Gauss & Neumann, fundada hace diez años con su marido. La revista Forbes la ha incluido en el listado de 2017 de las 100 personas más creativas del mundo. Ya tiene planeado para el año que viene el tercer capítulo de la saga de La puerta de los tres cerrojos. Mientras tanto, ha dado a la luz a su primer hijo, que a sus tan solo cinco meses de edad, a ratos escucha la entrevista de su madre con EL PAÍS y a ratos se deja acunar por su padre en la cafetería del hotel donde se alojan como invitados de la Feria del Libro de Madrid.

Pregunta. Además de física, emprendedora y escritora, ahora también es madre. ¿Cómo lo compagina?

Respuesta. Durmiendo muy poco [se ríe]. Hasta ahora he ido combinando todo como podía. A partir de ahora ya veremos, porque el de madre sí que es un cuarto papel realmente absorbente. Pero pienso que el tiempo es relativo, como diría Albert Einstein. Cuando tienes muchas cosas que hacer es como cuando vas muy rápido y el tiempo se estira. Este es uno de los efectos de la relatividad: el tiempo transcurre más despacio y así es como me da tiempo a hacerlo todo.

P. ¿En cuál de sus actividades profesionales disfruta más?

R. Todas tienen algunas características muy parecidas. Muchos piensan que la ciencia es solo estructura, pero cuando haces investigación eres como un explorador, estás moviéndote por territorios donde nadie ha estado antes, es totalmente apasionante. Hay una parte inicial muy creativa, que es cuando la idea germina. Después está la parte más de disciplina, que es sentarse, estructurar el trabajo y hacer todas las ecuaciones. Y finalmente se escriben los artículos científicos o las tesis. En la escritura es parecido. Los puntos en común son la creatividad y la disciplina. No solo es importante que haya ideas, sino también que se materialicen.

Los puntos en común de la ciencia y de la literatura son la creatividad y la disciplina

P. ¿Y en la empresa?

R. En la empresa hay una parte bastante estructurada. Hay innovación, pero también una fase, que a mí también me gusta, un poco más aterrizada: trabajar con un equipo y conseguir sacar el máximo resultado.

P. ¿De pequeña era más de ciencia o más de letras?

R. Siempre tuve muy claro que quería ser científica. Cuando llegué al instituto y descubrí la física, entendí que quería dedicarme a eso, porque me parecía que daba una respuesta a todas mis preguntas. Era muy curiosa y quería saber el porqué de todo. A la vez también era muy lectora. También me gustaba la filosofía, me pareció muy próxima a la parte de la física que a mí me gusta, la teórica. Al final, estás buscando el origen del universo. Desde la noche de los tiempos nos hemos preguntado por qué estamos aquí, cuál es el sentido de todo, pero para mí la filosofía era una herramienta para complementar la ciencia.

P. ¿Entonces ciencia y humanismo van de la mano?

R. La educación se ha fragmentado mucho. Humanismo y ciencia parecen dos campos totalmente distintos. Es hora que establezcamos puentes de unión y volvamos a conectarlos porque el uno sin la otra no puede sobrevivir. Hay que formarse como ser humano completo. No se puede ser un buen científico sin ser un buen humanista a la vez.

P. ¿Consigue transmitir este mensaje a sus estudiantes?

R. Totalmente. Y al final también me lo intento aplicar a mí misma. Me gusta mucho hacerles pensar a mis estudiantes, llevarlos al campo de la filosofía y de la ética. Es muy importante que ellos se sepan preguntar para qué van a servir sus investigaciones, cuál es el sentido de lo que están haciendo.

P. ¿Cómo cambia nuestras vidas la física cuántica?

No se puede ser un buen científico sin ser un buen humanista a la vez

R. Muchas veces, cuando hablamos de física cuántica pienso que los que escuchan deben pensar que los físicos cuánticos estamos en una torre de marfil, haciendo cosas alocadas que no tienen nada que ver con el día a día. Pero no hay nada más lejos de la realidad. Más de un tercio de nuestra economía está basada en la física cuántica. Cualquier aparato que tenga un transistor, como esta grabadora o este móvil; las puertas que se abren de manera automática en el supermercado; el microondas: todas son tecnologías desarrolladas gracias a la física cuántica. Definiría esto como la primera revolución cuántica.

P. ¿Y qué pasará ahora?

R. Estamos en el amanecer de una segunda revolución tecnológica. Me refiero, por ejemplo, a los ordenadores cuánticos, que todos estamos esperando. En este ámbito se ha avanzado mucho más rápido de lo que se había llegado a prever. Cuando yo estaba estudiando el doctorado en información cuántica, la hoja de ruta para llegar a desarrollar el ordenador cuántico era de muchos más años que ahora. También el hecho de que empresas privadas como Google, Microsoft, o IBM estén invirtiendo para ser los primeros en tener este anhelado ordenador cuántico está haciendo que la carrera vaya mucho más rápido.

P. ¿Cómo funciona un ordenador cuántico?

R. Los ordenadores clásicos funcionan con bits, es decir, con un sistema binario por el que pasa corriente o no pasa corriente, y por lo tanto se produce un 0 o 1. De esta manera, se hace toda la computación, todos los algoritmos. En cambio, los ordenadores cuánticos utilizan cúbits, es decir, el principio de la superposición. Este principio nos dice que podemos tener en vez de 0 o 1, 0 y 1 simultáneamente.

P. ¿Y cómo funciona el principio de la superposición?

R. Si nosotros saliéramos ahora de esta cafetería, podríamos girar o bien hacia la izquierda o bien hacia la derecha. Tendríamos que escoger una de estas dos opciones. Sin embargo, si viviéramos en el mundo cuántico, podríamos estar recorriendo los dos caminos simultáneamente. Pongo otro ejemplo. Una de las interpretaciones de este principio afirma que podríamos estar a la vez en universos paralelos. En uno estaríamos vivos y en otro, muertos; en uno giraríamos a la izquierda y en el otro a la derecha. Aplicando este modelo a los ordenadores cuánticos, en un universo tendríamos el 1 y en el otro el 0. Es decir, es como si un ordenador estuviera computando a la vez en múltiples universos. Por lo tanto, el poder de computación que tiene un ordenador cuántico es mucho mayor que el de la suma de todos los ordenadores que hay ahora mismo en la tierra. Sería jugar otra liga.

Un ordenador cuántico es mucho más potente que la suma de todos los ordenadores de la Tierra

P. ¿En qué campo sería esto más relevante?

R. Un ordenador cuántico puede desencriptar en un momento todos los mensajes encriptados.

P. ¿Cómo lo podría hacer?

R. La encriptación actual funciona con dos números primos muy grandes que se multiplican entre sí. Esta operación es relativamente sencilla de hacer. Pero la opuesta, que se llama factorizar, es decir, a partir de un número grande saber qué dos números primos daban como resultado este número, es muy complicada. Para un ordenador cuántico factorizar es muy sencillo. Lo haría en menos que chiscas los dedos. Toda la información encriptada de los bancos o de los centros de seguridad estaría totalmente en peligro.

P. ¿Entonces quien pueda controlar estas tecnologías tendrá mucho poder?

R. Quién llega primero a eso tendrá una llave para acceder a mucha información. Aunque existe un sistema de encriptación que es cuántico también [se basa en el mismo principio de la superposición]. Y no es una sorpresa que ID Quantique, uno de los primeros que lo comercializó, estuviera en Suiza, que es donde están todos los bancos. Todas estas tecnologías están ahora empezando a nacer. Y la física cuántica, aunque sea muy desconocida, será cada vez más cotidiana. Lo bueno es que hay muchísimas universidades y muchas empresas que trabajan en ello y será una libre competencia.

P. ¿Si usted volviera a la investigación, qué aspecto todavía desconocido del mundo cuántico le gustaría desencriptar?

R. En la física moderna hay dos grandes pilares: la teoría cuántica y la teoría de la relatividad de Einstein. La física cuántica describe lo más pequeño, desde las partículas subatómicas. La teoría de la relatividad describe el movimiento de las grandes galaxias en el cosmos. La teoría cuántica se tiene que cumplir siempre, y la relatividad se cumple siempre también: en física tenemos dos siempres distintos. No hay manera de ir de lo más pequeño a lo más grande siguiendo una línea recta, ni una fórmula que lo consiga explicar todo. Esa es la gran quimera de la ciencia: encontrar, si es que existe, esa ecuación que nos permita explicar desde la partícula más pequeña hasta la galaxia más grande.

P. Da la impresión de que la física cuántica pueda dejar muy desconcertada a la gente que no está especializada en este tema. ¿Cómo se supera este desconcierto?

Los recortes en investigación nos han llevado diez años hacia atrás

R. Mi estrategia fue precisamente escribir un libro de física cuántica, pero para niños pequeños. En realidad, cuando tuve la idea de escribir el libro, estaba pensando en los adultos. Por eso lo escribí para niños, para que los lectores pudiesen acercarse sin miedo. Hay dos factores: lo primero es romper la barrera del miedo; lo segundo es saber utilizar la fantasía, porque la física cuántica nos describe un mundo muy extraño. Las partículas fundamentales pueden atravesar paredes, pueden estar en dos sitios a la vez, se teleportan de un sitio u otro… Eso choca mucho con la parte racional de nuestro cerebro. Sin embargo, cuando entras desde una parte de nuestra neurología donde residen la creatividad y la fantasía, es mucho más fácil transmitir todo este conocimiento. Pasa un poco como Mary Poppins: con un trozo de azúcar entra mejor.

P. ¿La creatividad se puede practicar?

R. Creo que se puede instruir. Cuando somos pequeños todos nacemos con una capacidad de creatividad tremenda. El gran drama es que la vamos enterrando. Lo que hay que hacer es desenterrarla. Es como un río subterráneo. Y en ese sentido sí, la creatividad se practica. Hay que permitir que brote y estar atentos, buscarla, para que vuelva a surgir. A la hora de escribir esos libros tuve que volver a ser niña, en cierto modo. Volver a fascinarme, a pasármelo bien y a permitir que la imaginación volase.

P. ¿En diez años se ve más dando clases, escribiendo o investigando?

R. Me gustaría seguir enseñando. Las clases en la universidad son una de las cosas que echaría muchísimo de menos. Y seguir escribiendo probablemente también, porque me hace seguir viva, con ilusión, y ejercitando esa creatividad. Me gustaría hacer ciencia ficción para adultos.

P. ¿En España es más difícil ser científico o ser escritor?

R. Probablemente he buscado dos de las vocaciones menos agradecidas en este país [se ríe]. Lo que para mí es un drama es el problema que está viviendo la investigación. Los recortes de los últimos años han sido realmente dramáticos. El parón que hemos hecho nos ha llevado diez años hacia atrás. Seguimos con la creencia de que solo los países ricos invierten en investigación, sin darnos cuenta de que los países son ricos precisamente porque invierten en investigación. Y hasta que no tengamos esa idea bien asumida, probablemente las cosas no cambiarán.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_