Rumbo a la esclavitud digital

¿El futuro del trabajo o un viaje al pasado?

 

Caramelos, música a la carta, precios fijos y la elección de la gama del auto en el que el pasajero desea viajar, son parte de las ofertas que pone a disposición Cabify. Al igual que Uber, Rappi, Glovo e Iguanafix, la empresa se encuentra englobada dentro de la llamada economía colaborativa y esta semana sus trabajadores realizaron la primer huelga frente a las oficinas de la calle Pico. Las plataformas digitales conectan al usuario con el trabajador requerido. Los CEOs de estas aplicaciones niegan tener empleados y se conforman en llamarse meros intermediarios. Encubren la relación laboral, evaden impuestos y cargas sociales. Hay quienes dicen que estas aplicaciones son el futuro de trabajo, pero más bien suena a un viaje al siglo pasado. Veamos.

El proceso para el usuario es sencillo. Descarga la aplicación, crea un usuario y paga con efectivo o tarjeta de crédito. Fácil, rápido y a veces más económico. Ahora bien, ¿cuál es el trasfondo de estas aplicaciones que llegaron para simplificar los deseos de los ciudadanos? Aunque existen todos los requisitos para configurar una relación de dependencia, las plataformas clasifican a los trabajadores como independientes o cuentapropistas. Esta categorización es estructuralmente opuesta a la creación de lazos, vínculos y unión entre los trabajadores de la empresa. Lo que debe leerse conjuntamente con la alta tasa de rotación del personal que tienen estas plataformas. El promedio del tiempo que los trabajadores se quedan en las plataformas digitales, por lo general no excede los seis meses. Esto responde a la precarización laboral a la cual se enfrentan los empleados a pocos días de ingresar a trabajar, ya que al principio hay una suerte de encantamiento en donde la empresa realiza el trabajo duro de seducción para que el trabajador crea en falsas promesas de libertad laboral y salario digno. Al superar esta primer etapa y fastidiosos por el corrimiento del velo que esconde condiciones laborales precarias y perjudiciales comienza, en muchos casos, el paseo por otras aplicaciones de la economía de plataforma. De Uber a Cabify, de Cabify a Easy Taxi, de Rappi a Glovo, de Glovo a PedidosYa. Con mayores o menores niveles de displacer, los reclamos se repiten y los comportamientos o respuestas de las empresas son análogas. Usualmente ponen a disposición canales de comunicación inefectivos (emails o chats internos) y pocas veces hacen eco de los agravios que sufren los trabajadores.

En este marco las trabas que les imponen para la creación de alianzas, llaman a considerar nuevas formas de organización de los trabajadores. On-demand y organizados. Esta semana la Organización Mundial del Trabajo (OIT) publicó un informe sobre “Representación, Voz y Negociación Colectiva en la Economía de Plataforma”. Según el artículo y los casos en estudio, los obstáculos con los que se encuentran los trabajadores deberían enfrentarse: promoviendo intereses comunes para superar la competencia entre trabajadores, determinando sitios de aglomeración —ya sea virtual o preferentemente real— para superar el aislamiento, identificando a la parte negociadora y determinando la fuente de poder para realizar una demanda colectiva.

Los reclamos suelen iniciarse cuando los trabajadores avizoran modificaciones en la aplicación. Habitualmente, estas conllevan bajas en las tarifas que pueden resultar en recortes de hasta un 50% en las ganancias de los trabajadores, como es el caso de Cabify. “Es una prueba piloto”, contestó uno de los representantes técnicos de la empresa de movilidad cuando los conductores se acercaron a la compañía para exigir que retrocedan en la nueva actualización. Cuando las protestas por los pagos parecen ser el principal motivo que aqueja a los trabajadores, también se escuchan voces que expresan el desamparo al cual los expone la economía colaborativa en distintas situaciones. “Tuve un accidente con el auto llevando un pasajero, llame a la empresa para avisar y nadie me brindó atención, estaba preocupado porque después del choque me quedé sin mi fuente de trabajo y la única respuesta que tuve de Cabify fue que no me iban a eliminar de la aplicación, que no me preocupe. No me ayudo nadie y al usuario tampoco”, contó un conductor en un claro ejemplo que expone la falta de cobertura de riesgos.  

Los trabajadores de estas aplicaciones no tienen jornadas de trabajo y suelen trabajar todos los días, sin franco. “Para llegar a quince mil pesos por mes, debemos trabajar aproximadamente setenta horas semanales y además deberíamos tener más tiempo de descanso porque en el auto llevamos pasajeros y eso es una responsabilidad”, dijo otro chofer y aclaró que ellos tienen que poner a disposición su auto, pagar la nafta, los datos móviles, el seguro y el mantenimiento, entre otros gastos. Los empleadores, que niegan serlo, además ejercen facultades de control sobre los repartidores o conductores, conociendo mediante un sistema GPS la ubicación de los repartidores mientras estén logueados, y de sanción, como la inhabilitación o bloqueo de la aplicación (despido).

Las empresas de la economía de plataforma están siendo demandadas en el mundo. Estas aplicaciones vulneran derechos laborales encubriendo a sus trabajadores como autónomos. En España, la Inspección del Trabajo exigió a Deliveroo —la empresa con más presencia en Europa— a dar de alta a cientos de repartidores y a pagar 1,3 millones de euros a la Seguridad Social por sus falsos autónomos en Barcelona. En Inglaterra, la misma empresa pagó indemnizaciones millonarias para evitar ir a juicio con cincuenta trabajadores que demandaron que al registrarlos como independientes no les pagaron el salario mínimo ni vacaciones. En Argentina hace unos pocos meses se instalaron y las huelgas no tardaron en iniciarse.

 

 

 

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