Ensayo
Entre el arte de narrar y de escribir
1) Se aprende a escribir; a narrar no.
2) Se goza narrando; la vida se complica cuando se escribe. Porque narrar es connatural al hombre; escribir es antinatura.
3) El narrador fabrica novelas como un carpintero sillas. Arma la historia en su cabeza y la cuenta de principio a fin. Recursos suyos que han costado sangre los hace suyos al instante de estar redactando. No le importa nada más que proseguir su historia. Estructura y estilo no le quitan el sueño. Pasa por encima de ellos. Lo que le obsesiona es no dejar cabos sueltos. Que cada pieza encaje donde debe ir. Su trabajo es no permitir que el lector se distraiga. No soltarlo.
4) El escritor avanza a cuentagotas. Cada línea la sopesa, la pondera, la juzga. No como si fuera oro molido, sino pan recién horneado. Delante de sí, las líneas escriturales van tejiendo una urdimbre, que bien le recuerdan el trabajo de un jornalero. El escritor avanza y retrocede, retrocede y avanza. Siempre está inconforme. A disgusto. De pronto, una palabra lo despierta justo cuando el sueño se había apoderado de él. Da vueltas en la cama. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha. Imposible. Termina por levantarse y corregir aquel endiablado término.
5) No se piense por esto que narrar es sencillo. El narrador emula el arte de Bach, que hizo acopio de todo lo que en su momento constituía la música para cristalizar su obra. En ese sentido, Bach no fue un revolucionario; fue un compilador. Aunque no le bastó ser un compilador enciclopédico, pues dotó con su propia voz al legado que el mundo musical esperaba con los oídos abiertos. En otras palabras, le tocó el trabajo sucio.
6) El narrador nato cuenta porque una fuerza interior lo obliga a contar, no a romper.
7) El escritor nato no se conforma con narrar, tiene que abrir horizontes, forjar rupturas, establecer fronteras, anteponer puntos de arranque.
8) El narrador suele mirar directamente a las cámaras; el escritor prefiere no ser retratado.
9) Jack London, Rafael Sabatini, Emilio Salgari; Charles Dickens, Ernest Hemingway, Luis Spota, han sido narradores innatos. Autores de historias memorables, suscitaron la algarabía de cientos de miles de lectores. Propiciaron que el hombre de la calle disfrutara de los libros como del sol y la lluvia. Algo que habrá de agradecerse, por los siglos de los siglos.
10) Si se piensa en el Ulises, James Joyce fue un pésimo narrador. Pero un gran escritor. Un escritor para escritores. No para lectores. La humanidad aún no acaba de digerirlo —y quién sabe si algún día lo haga —y es legítimo preguntarse: ¿cuántos lectores darían la vida por Faulkner, como la darían por Yasunari Kabawata o por Marguerite Yourcenar?
11) Pocos pueden ser escritores y narradores al mismo tiempo. Cuando menos vienen tres a la cabeza: Homero, Dostoievski y Poe.
12) Pobre del narrador que aspire ser escritor. Llorará sangre. Aunque nadie con la cabeza bien puesta sobre los hombros lo intentaría.
13) A un escritor, el arte de narrar le resulta un pasatiempo aburrido. Porque además ni puede ejercitarlo. No se le da por sus prejuicios intelectuales.
14) Cuántos escritores se mueren con el deseo de haber escrito una novela que mantuviera a los lectores en vilo, entre la vida y la muerte. De haber escrito una novela que el lector no pudiese dejar bajo ningún pretexto.
15) El éxito es meta del narrador. Obras maestras las hay lo mismo en el ámbito del narrador que del escritor. Aunque es más probable que el narrador se lo haya propuesto; no así el escritor. Por considerarlo inalcanzable.
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