Casas AD

Puro TEATRO

Con las piedras del alcázar familiar destruido, Manuel Morales de Jódar levantó El Palacio de San Benito, su casa-hotel en Cazalla de la Sierra, que llenó de tesoros heredados, iconos y secretos.
Belén Imaz

"Se trata de una reimplantación, no de una restauración”, dice Fernando Amores, el profesor de arqueología de la Universidad de Sevilla sobre El Palacio de San Benito, en Cazalla de la Sierra, Sevilla. Y es que la casa de sus amigos, el decorador Manuel Morales de Jódar y el anticuario Carlos Marañón, pese a ser de mediados del milenio pasado también es de nueva construcción. ¿Es eso posible? “Aquí sí. En los 60 mi abuela vendió el palacio familiar para que en su lugar se levantasen pisos, afortunadamente el constructor y la gente del pueblo guardaron sus piedras, los portones y las vigas. Cuando falleció mi madre, y heredé, decidí recuperar aquella mansión como un homenaje a ella y a la región”, cuenta Morales de Jódar.

Belén Imaz

Eligió el lugar, junto a la deteriorada ermita del XVI que da nombre a la propiedad –obra de Hernán Ruiz II, que firma la parte superior de la Giralda, y Felipe y Martín de Gainza, autores de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla–, a la que sumó un nuevo alcázar, erigido con los materiales del original ya desaparecido, una empresa que le ocupó de 1997 a 2002. “Para el suelo busqué barro del XVIII, también de ese siglo son las columnas y las puertas. Los tapices son de Aubusson y la vajilla inglesa de la colección de mi abuela”, prosigue, que ahora está redecorando el Palazzo Contarini Polignac del Gran Canal de Venecia. Solo aceptó piezas originales. Unas llegaron de las trece veces que ha heredado; otras de sus trabajos y de su marido anticuario, ambos entienden que su casa-hotel también es su showroom.

Esta arquitectura de 2.200 metros cuadrados asciende por una montaña coronada por la capilla. Desde el recibidor, una escalinata distribuye los salones, un patio con columnas, las siete habitaciones y el acceso a los jardines o la alberca con caños que caen desde doce metros de altura. “Está chapada con azulejos que recuerdan la visita de Felipe V al pueblo, cuando se hospedó en las haciendas solariegas de mi familia”, explica el interiorista. La propiedad está sembrada de recuerdos de aquellos ilustres que pasaron por Cazalla de la Sierra y que sus anfitriones se encargan de señalar.

Belén Imaz

“El recorrido es teatral, como si estuvieras sentado en el palco real y desde ahí vas adentrándote en una función. Así aparece el escudo y las cadenas de la entrada, que fueron de la princesa Isabel de Portugal que esperó aquí a Carlos I, o las butacas, que se construyeron para la visita de Isabel II al alcalde de Sevilla”. Pero también una biblioteca de estilo victoriano o una suite dedicada a Frederick Castet. “Fue el jefe de modistas de Balenciaga y de Dior, y también un gran amigo. Como peletero fue pionero, descubrió el avestruz. De esa piel tenemos su primera manta y otra de lomos de lobo, y sus libros autografiados por sus amigos, como Cocteau. Lo que no conservo es el Rolls-Royce que me dejó, cada vez que algo se rompía era un dineral”. Un arrebato práctico que no sigue a la hora de decorar. “Para hacer hoteles que recuerdan oficinas con sus plásticos y melaminas hay otros interioristas. Yo pretendo hacer sentir a mis invitados lo que fue la vida palaciega”.

Ver más artículos

Postal AD: Sevilla Vistas monumentales