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Bogotá

Más de 20 jóvenes pasaron de pandilleros a guías turísticos en Bogotá

El recorrido dura dos horas y finaliza en el mirador del barrio, que queda junto a la entrada del cerro de Guadalupe.

El recorrido dura dos horas y finaliza en el mirador del barrio, que queda junto a la entrada del cerro de Guadalupe.

Foto:Juan Manuel Vargas / EL TIEMPO

En el barrio Egipto, dejaron las armas. Ahora le cambian la cara a este sector del centro de Bogotá.

Hay una frase que repiten al unísono los integrantes del proyecto turístico Rompiendo Fronteras, en el barrio Egipto: “Cuando nacimos ya teníamos enemigos”.

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Así resumen el conflicto intergeneracional que, según ellos, ha durado más de 50 años y ha enfrentado a varias pandillas del histórico barrio del centro de la capital. De las bandas conocidas como ‘los Pilos’ y ‘los Gasolinos’ queda un grupo de jóvenes que hoy se hace llamar la Diezma, porque habitan en la calle 10.ª y buscan en el turismo una nueva opción de vida.
La décima es una frontera invisible del barrio. Si cruzan a la calle 9.ª se exponen a agresiones físicas, o hasta la muerte. Corren la misma suerte si suben a los cerros y atraviesan la carrera 5 este. Lo mismo les puede pasar a miembros de otras pandillas si ingresan a la calle 10.ª. Por eso, los más de 20 integrantes de la Diezma quieren cambiar esa historia de violencia que vivieron sus padres, tíos, abuelos y compañeros que hoy están muertos.
Desde finales de julio emprendieron un proyecto de senderismo urbano, con el apoyo de la Universidad Externado, la junta de acción comunal de Egipto y el clúster de Turismo de La Candelaria, entre otros.

‘Yo me veo distinto’

Mientras acompaña a un grupo de extranjeros que esta semana accedió al recorrido turístico con la Diezma, Jorge* mira jugar a varios niños en una de las canchas del barrio.
“Esto no lo vivimos nosotros. Cuando yo tenía la edad de ellos, no podía estar como ahora uno ve a los pequeños, porque en cualquier momento desde las fronteras (otras cuadras) comenzaban a disparar”, señala.
Jorge insiste en que el proyecto está pensado para las nuevas generaciones. “Yo tengo 23 años, pero desde los 4 recuerdo que el barrio ha estado marcado por la violencia, por la incertidumbre de no poder pasar las fronteras. Los jóvenes nos dimos cuenta (de) que esto no nos va a llevar a nada. Si seguimos así, son nuestros hijos los que van a pasar por lo mismo que nosotros: una vida sin sus padres”, reflexiona este hombre, quien trabaja en las noches como vigilante en una obra y en los días, como guía turístico.
“Yo me veo diferente; me veo estudiando y siendo alguien. Con el proyecto queremos darles a entender a la sociedad y a las personas a las que les hemos hecho daño con robos y delincuencia que pueden conocer nuestro barrio, porque Egipto será reconocido no como ahora, por los problemas, sino como el guardián de la historia de Bogotá”, expresa Jorge, quien labora para sacar adelante a sus dos hijas.

Opciones laborales

Hace tres meses, las estudiantes de trabajo social Mónica Godoy y Alejandra Palacios llegaron a la comunidad de la calle 10.ª, del barrio Egipto, impulsadas por un proyecto que desde hace 17 años ha liderado el profesor de la Universidad Externado Manuel Rojas, en la biblioteca barrial.
Él trabajaba con el proceso ‘Una sonrisa para Egipto’ en la parroquia de la zona, y allí realizó el enlace con la junta de acción comunal, así como con los jóvenes de la Diezma.
“La comunidad tenía la idea de hacer recorridos turísticos, es decir, senderismo urbano, pero no tenían claro cómo. Entonces les ayudamos a estructurar el proyecto de manera formal, que se denominó Breaking Borders (Rompiendo Fronteras)”, explicó Mónica.
En el desarrollo se enlazaron con el clúster de Turismo de La Candelaria, que agrupa a los gremios de este sector. En especial, contaron con el apoyo de los hostales, quienes comenzaron a realizar la promoción de los recorridos entre los visitantes extranjeros.
“El Externado apoyó el proceso, capacitando a la comunidad con talleres de atención al cliente y clases de inglés. Además, una profesora de hotelería y turismo ayudó a escribir el guion que los pelados ya tenían en la cabeza”, comentó la estudiante de décimo semestre de trabajo social.
Alejandra y Mónica están empeñadas en que el proceso avance, pues se convertirá en un proyecto de vida para los jóvenes. “Es una manera en que los chicos dejan de robar y comienzan a trabajar en algo para ellos. Están viendo oportunidades laborales en el turismo y eso los motiva”, señaló Alejandra, quien los martes y jueves, días en los que se realizan los recorridos turísticos, les ayuda a los jóvenes de la Diezma a reunir turistas.
Sin embargo, Germán Alarcón, presidente de la JAC del barrio, explicó que el proceso comenzó a esbozarse desde hace más de un año. “Este es un trabajo de resocialización con varios jóvenes que vienen de pandillas y se están integrando a la sociedad para que dejen de delinquir”, señaló el líder comunal.

Ruta de la memoria

A las 11 de la mañana, martes y jueves se reúne el grupo de guías de Rompiendo Fronteras en la plazoleta del Chorro de Quevedo. Acompañados de un traductor voluntario, les explican a los turistas cómo harán el recorrido.
Caminan hacia la iglesia del barrio Egipto, a diez minutos del punto de inicio. “Los 6 de enero, Día de los Reyes, el barrio vive una fiesta. Ahora solo hay conciertos, pero años atrás teníamos juegos tradicionales, como la barra de premios, en la que un poste se engrasaba y en la punta se colocaba una bolsa de regalos. El que pudiera subirlo se la ganaba”, cuenta Laura, una de las pocas mujeres que participa dentro del grupo, en ese punto.
Luego caminan por la calle 10.ª, su territorio, y llegan hasta el ‘Cuadrado’, antigua fortaleza de los pandilleros. “La división de las fronteras comenzó porque nuestros abuelos, que robaban en la vía a Choachí, se pelearon por la distribución de un botín. Ahí comenzó el conflicto armado”, les relata Jaime, uno de los líderes del barrio.
“A mí me pegaron siete tiros y no me mataron. Dios no me dejó ir por una razón: porque yo debía hacer algo bueno en mi vida, y eso es este proyecto, con el que esperamos cambiar la vida de los niños”, señala con nostalgia.
“Yo tenía siete hermanos y hoy solo me quedan dos. Ver a mis sobrinos crecer sin el apoyo de sus papás es algo que me toca mucho, por eso queremos darles otro ejemplo a los pelados, para que no repitan el ciclo que nosotros reproducimos, tomando las armas desde los 10 años”, cuenta.
Muestra de ello es, por ejemplo, la aspiración de algunos jóvenes para culminar sus estudios. “Yo el otro año voy a terminar mi bachillerato, y luego quiero estudiar hotelería y turismo o relaciones públicas, para que cuando diga que vengo de Egipto la gente no piense en robos o atracos, sino que digan ‘del barrio donde están saliendo nuevos profesionales’ ”, revela Laura.
El recorrido pasa por la zona de invasión San Bruno, donde habitan cerca de 130 familias; luego termina en el mirador del barrio, a escasos metros de la entrada del cerro de Guadalupe.
“Es muy triste conocer la historia de estos jóvenes, pero también es esperanzador porque están encontrando una manera de salir de ese círculo de violencia en el que por décadas han estado inmersas sus familias. Realmente la vista de la ciudad desde aquí es maravillosa”, cuenta Assaf Pashut, un israelí que realizó el tour.
*Nombres cambiados por petición de los entrevistados.
MICHAEL CRUZ ROA
Periodista de EL TIEMPO
Escríbanos a miccru@eltiempo.com o en Twitter: @Michael_CruzRoa
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