Ana Rosa Galán junto a su perro, Nano.

Ana Rosa Galán junto a su perro, Nano. Periódico de Ibiza

Reportajes

La inquilina a la que echaron de un piso de Ibiza porque su perro ronca

La pareja que le alquiló una habitación le puso las maletas en la calle porque su mascota hacía mucho ruido. Al principio, estuvieron de acuerdo en que llevara el perro.

21 abril, 2017 01:27

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Ana Rosa Galán Ocaña tiene 32 años, vive en Sevilla y este es su segundo verano en Ibiza. El año pasado acudió a la isla por trabajo, y este, dice, no pensaba volver. Pero hace algo más de un mes la llamaron desde una empresa de limpieza de barcos para trabajar en la isla en temporada alta. Ana Rosa vive con su madre, pero iba a rechazar el trabajo porque esta no podía cuidar de su perro, Nano. Le hicieron una buena oferta y, finalmente, decidió aceptar.

"En seguida me puse a buscar como loca una habitación de alquiler en una casa donde pudiese estar con mi perro. A través de una página de Facebook donde la gente oferta alquileres, vi un anuncio: una habitación en Ses Païsses (Sant Antoni de Portmany) por 400 euros al mes en la que me permitían tener a Nano", cuenta a EL ESPAÑOL por teléfono.

Para ella Nano, que es un bulldog francés de cuatro años, es como "un hijo". "Es mi responsabilidad, yo le cuido, mi madre no tiene por qué hacerse cargo. Si iba a irme unos meses a Ibiza, prefería cuidarlo yo, que para eso es mío. Contacté con el chico del anuncio, le di mi teléfono y ya fue su chica quien me escribió por WhatsApp. Me dijeron que sí, que me alquilaban la habitación", relata. Ahí empezó su pesadilla. Días después de llegar al piso la echaron a la calle. Llegó en coche a Dénia y ahí cogió el barco un 6 de abril. Tan solo ocho días después, el viernes 14, se veía en la calle sin un sitio en el que dormir. La pareja aprovechó un rato en el que ella salía a pasear a Nano para sacar sus cosas fuera y cambiar la cerradura, tal y como adelantó Diario de Ibiza

Ana Rosa se encontró las cosas en la calle y la cerradura cambiada.

Ana Rosa se encontró las cosas en la calle y la cerradura cambiada. Cedida

Según su testimonio, la pareja (de nacionalidad española), que ni siquiera es propietaria del piso como ellos mismos han reconocido ante el juez, le dijo que pagara en efectivo al llegar al piso: 400 euros por el mes en curso (abril) y otros 400 de fianza. "Ahí cometí un error. Por supuesto, no había contrato de por medio ni nada, ni me firmaron un recibo ni un papel por la entrega de la fianza. Pero las cosas en Ibiza funcionan así, no pensé que me pasaría esto".

Cuando llegó de pasear a Nano, cuenta Ana Rosa, vio que sus cosas estaban fuera, junto a la puerta. La llave no entraba en la cerradura. Cogió a Nano y fue corriendo al cuartel de la Guardia Civil. Dos agentes la acompañaron a la vivienda, pero nadie abrió la puerta. Tampoco le cogieron el teléfono. Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con los inquilinos que le subalquilaron la habitación a Ana para conocer su versión de los hechos, pero no ha sido posible. Tampoco con el propietario del inmueble, sitio en la calle Pruneres.

Los inquilinos del piso le dijeron a Ana Rosa que podía estar ahí con su perro, Nano.

Los inquilinos del piso le dijeron a Ana Rosa que podía estar ahí con su perro, Nano. Cedida

"Un ruido fuerte al respirar"

Los problemas habían empezado antes. Apenas un día y medio después de llegar, la joven sevillana asegura que la pareja ya le advertía de que aquello no funcionaría. "Ellos también tienen una perra y un cachorro, al que adoptaron dos días antes de llegar yo. Me dijeron que unos vecinos se habían quejado por los ladridos de su perra, y que su perra ladraba por culpa del mío". Ana Rosa les dijo que se iría siempre y cuando encontrase otro sitio donde vivir. "Yo ya había pagado, y por WhatsApp me habían dicho que no había ningún problema con el perro. Llegué incluso a hablar con los vecinos que supuestamente se habían quejado y lo negaron todo. Dos días antes de que me echaran a la calle, les pregunté que cuál era realmente el problema y el chico me dijo que mi perro hacía un ruido fuerte al respirar". La del bulldog francés es una de las razas que por su anatomía son más propensas a padecer el síndrome braquicefálico, que muchas veces implica problemas para la entrada de aire, ronquidos o respiración fuerte. 

En aquel momento, recuerda Ana Rosa, estaba "muy nerviosa y con ansiedad". "No hice fotos de mis cosas fuera, pero los dos guardias civiles están de testigos. Ellos incluso me ayudaron a guardar mi ropa en el coche. Por suerte vine con coche... Si no, a ver qué hago. Después de poner la denuncia me tocó pasar la noche ahí. Intenté quedarme en algún hostal pero no me admitían por ir con el perro".

A la mañana siguiente, tras acudir a los juzgados, Ana Rosa contactó con un conocido al que "había visto dos veces" en su vida. Un amigo de este chico le dijo que tenía una habitación libre y en ella estuvo hasta el pasado martes. "Otra amiga de este amigo tenía una habitación libre hasta mayo. Ahí es donde me quedaré hasta que encuentre un piso. A Nano lo voy a mandar a Sevilla, mi madre, después de lo que ha pasado, me ha dicho que se encargará de él. Solo quiero trabajar [empieza el 29 de abril] y que pase el verano, no quiero más complicaciones".

Ana Rosa junto a su perro, Nano.

Ana Rosa junto a su perro, Nano. Cedida

"Me faltaban 100 euros de la maleta"

Ahora Ana Rosa reclama que le devuelvan su dinero: los 800 euros que dio por el mes en curso y fianza. "Si quieren que se queden lo correspondiente a los ocho días que estuve, pero lo demás es mío". No solo eso. Según cuenta, en la maleta pequeña tenía guardado un sobre con el que pensaba pasar los dos primeros meses hasta cobrar su primer sueldo. Tras pagar los 800 euros, se quedó con 1.150. Cuando se encontró sus cosas fuera, y ya acompañada de la Guardia Civil, comprobó que estaba el dinero. El sobre estaba pero al contarlo "faltaban 100 euros".

"Estoy convencida de que me lo han quitado ellos. Estaba en un bolsillo de la maleta pequeña. Ellos manipularon mis cosas, me cogieron toda la ropa y la metieron de aquella manera en las maletas. La comida, unas prendas que había lavado y que estaban tendidas, así como las cosas de baño siguen en la casa".

Para probar lo que dice, tiene los WhatsApps que intercambió con la chica de la pareja, en los que le confirman el subalquiler de la habitación, el precio y la entrega de la fianza. "Espero que se haga justicia, no le deseo a nadie verse en la calle como me ha pasado a mí".