La economía británica tendrá un crecimiento menor en los próximos años a raíz de su salida de la Unión Europea (UE), según un informe publicado ayer por el gobierno británico. Sin embargo, Londres defiende el acuerdo alcanzado con Bruselas como el menos costoso para el país. El documento señala que una salida brutal del bloque sin ningún tipo de acuerdo implicaría que dentro de 15 años el Producto Interno Bruto (PIB) británico sea un 9,3 por ciento inferior a la proyección de crecimiento bajo las condiciones actuales.  La economía británica, reconoce el informe, también sufriría asumiendo que se establezca la futura relación comercial prevista bajo el actual acuerdo sellado con la UE y los tratados de libre comercio tan anhelados con otros países. Sin embargo, en ese caso la pérdida sería sólo de 3,9 por ciento del PIB previsto en 2034. Casi tres años después del referéndum de 2016 en que 52 por ciento de los británicos votó a favor del Brexit, el país debe salir de la UE el próximo 29 de marzo, con o sin un acuerrdo que garantice una retirada ordenada como si no.

Horas después de publicado el informe, también el Banco de Inglaterra dio a conocer una evaluación de diferentes escenarios de salida de la UE, en el que prevé que un divorcio sin acuerdo provocaría una caída del 25 por ciento de la libra esterlina. El banco central británico considera, asimismo, que en ese escenario el PIB en 2024 sería entre 7,8 y 10,5 puntos inferior a la proyección de crecimiento bajo las condiciones actuales. Advirtió igualmente de que en caso de Brexit duro el desempleo aumentaría hasta el 7,5 por ciento –actualmente es de 4,1– y la inflación a 6,5 mientras los precios de la vivienda caerían un 30 por ciento. En opinión de esta institución, si se mantienen unas estrechas relaciones con la UE, lo que se conoce como un Brexit blando, el PIB se vería amputado entre 1,2 y 3,8 por ciento en los cinco años entre 2019 a 2024.

Las previsiones económicas se dieron a conocer dos semanas antes de la fecha en la que el Parlamento debe votar sobre la ratificación del acuerdo que Londres selló el domingo con los otros 27 miembros de la UE en una cumbre extraordinaria en Bruselas. La oposición al texto es fuerte entre los diputados, incluso en las filas del Partido Conservador de la primera ministra Theresa May. Por ello, pese a los esfuerzos del gobierno la votación del 11 de diciembre se anuncia incierta.

Ayer, tras la publicación del informe gubernamental, la premier compareció ante la Cámara de los Comunes, a la que se esfuerza por convencer de que respalde el acuerdo fruto de 17 meses de negociaciones con Bruselas. “Este análisis no muestra que seremos más pobres en el futuro de lo que somos hoy”, subrayó. “Muestra que nuestra situación será mejor con este acuerdo.”  O, por lo menos, menos mala, como había reconocido por la mañana el ministro de Finanzas Philip Hammond, en declaraciones a la radio BBC. “Desde un punto de vista económico, la salida de la UE tendrá un costo lo que la primera ministra está tratando de minimizar ese costo”, admitió.

Sin embargo, las críticas que el texto volvió a recibir ayer en la Cámara de los Comunes, donde euroescépticos y proeuropeos se oponen a él por motivos diferentes, dejaron en claro que la jefa de gobierno tendrá que superar muchas resistencias para lograr el voto mayoritario al que ha presentado como el único acuerdo posible de Brexit. “No es difícil que sea el mejor acuerdo si es el único acuerdo”, ironizó el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn. “Por definición, es también el peor acuerdo”, agregó, antes de afirmar que había llegado la hora de trabajar en otro plan. Sin embargo la primera ministra y sus socios europeos ya han dejado muy claro que no habrá posibilidad de negociar otras condiciones.  Frente a este panorama, en un intento de ganarse el respaldo de la opinión pública, May está viajando estos días por el país, hasta Irlanda del Norte, Escocia y Gales, con la esperanza de que unos británicos cansados del interminable debate por su salida de la UE y preocupados por sus posibles consecuencias presionen a sus diputados para que ratifiquen el acuerdo.

Ayer, en territorio escocés, la primera ministra se comprometió a que el Reino Unido recupere el control total sobre sus aguas y cuotas de pesca cuando el país salga de la UE y abandone así la Política Pesquera Común, que tantas enojos produce en el sector. “Por fin, volveremos a ser un estado costero independiente. Recuperaremos el control soberano total sobre nuestras aguas y tendremos la libertad de decidir por nosotros mismos a quién permitimos pescar en nuestras aguas”, afirmó May. Sin embargo, el Partido Nacionalista Escocés, que gobierna en Escocia, ya adelantó que votará en contra del acuerdo.