Vivienda

Se busca empleo cualificado a pie de obra

PROFESIONALES

La crisis provocó la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo en la construcción
Varios operarios en unas obras de construcción en Valladolid. ICAL

Gran parte de los trabajos perdidos durante la recesión eran oficios con habilidades específicas en ciertas tareas y años de experiencia

Ahora, los empresarios promotores reclaman una mayor formación en tareas con un alto nivel de especialización para abordar proyectos de calidad

La concesión de visados de obra nueva se dispara un 26%

Las grúas han vuelto al paisaje de las grandes ciudades, como antaño. Y con ellas, las cuadrillas de trabajadores que regresan a la obra.

Una de las imágenes más ilustrativas de los años del boom inmobiliario era la de aquellos numerosos grupos de peones que eran recogidos por furgonetas en las estaciones de cercanías o de autobuses. Su destino eran las obras de viviendas que se levantaban tanto en las grandes capitales, como en sus poblaciones limítrofes.

En el actual ciclo inmobiliario la actividad vuelve a crecer y, por tanto, se incrementa la demanda de casas, para la que se requieren obreros. Una demanda elevada especialmente en Madrid, Barcelona y en la costa levantina, las grandes áreas donde se está viviendo la recuperación más palpable de la actividad.

Pero los promotores se están encontrando con una carencia preocupante: mano de obra especializada y acreditada en determinados oficios, como yesistas, estructuristas o ferrallistas. «Expertos en movimientos de tierra o en ciertos trabajos de albañilería también escasean», explica Michel Elizalde, consejero delegado del grupo constructor navarro ACR.

La crisis, de la que el sector trata de reponerse, se llevó por delante a estos profesionales especializados. Los que quedan no cuentan con estas competencias, que requieren de años de trabajo y dedicación.

En 2008 la construcción de edificios de viviendas contaba con 2,6 millones de personas ocupadas, según cifras del INE. Eran tiempos en los que se levantaban en España 800.000 viviendas al año. La burbuja estalló y ocasionó el derrumbe del engranaje del negocio, con el consiguiente desplome del empleo. El mayor descenso se registró en el primer trimestre de 2014, cuando se llegó a las 942.000 personas en activo. En esa fecha comenzó, poco a poco, a repuntar la ocupación. Los datos relativos al cuarto trimestre de 2017 sitúan la cifra en 1,1 millones de ocupados. Lo que refleja una caída de más de la mitad de profesionales desde 2008.

No hay que desdeñar la destrucción de empresas. Según el Directorio Central de Empresas (Dirce), en 2008 había 359.563 constructoras dedicadas a la edificación de viviendas, mientras que en 2017 había 216.980. Si se toman los datos de las promotoras inmobiliarias, la cifra pasa de más de 105.000, hace diez años, a 67.800 el pasado año. Más de 37.000 empresas menos.

Casas más caras

El problema de la falta de mano de obra está repercutiendo en los costes de construcción. Esta escasez hace que los procesos se alarguen y que los profesionales que hay disponibles pidan precios mayores al promotor, por la alta demanda existente.

El encarecimiento se sitúa entre un 10% y un 15%, como vienen alertando los promotores en los últimos días en distintos foros. El más reciente, organizado por el Observatorio Inmobiliario, el pasado miércoles en Madrid, contó con la participación, entre otros empresarios, de Juan Antonio Gómez-Pintado, presidente de los promotores de Madrid (Asprima), quien ponía el foco en el gran encarecimiento de los costes del proceso constructor.

Otras estimaciones, como las del Índice de Costes Directos de la Construcción de ACR, sitúan la subida en el 17% en los dos últimos años. El documento resalta, además, que los costes directos representan cerca del 85% del monto total de una obra. El informe analiza también el comportamiento de los precios de los desarrollos desde 2007, cuando los costes de producción se redujeron un 20%, para permanecer prácticamente planos durante más de un lustro.

A finales de 2015, ejercicio en el que la actividad comienza a despegar de nuevo, la tendencia cambia. Se inicia una escalada de precios que va calando en toda la cadena de producción de una obra.

Pero no hay que olvidar que quien acaba pagando los efectos de este encarecimiento es el comprador de la vivienda, al tener que desembolsar un precio más alto por ella.

La actividad crece

La escasez de mano de obra genera una gran problemática para el sector, teniendo en cuenta que la actividad va en aumento. Según estimaciones de esta semana del Ministerio de Fomento, los visados de obra nueva ascendieron a 81.500 en 2017, el nivel más alto en los últimos siete años. Para 2018 los pronósticos apuntan a que se levantarán alrededor de 100.000 viviendas.

Ante este problema, ¿qué soluciones existen? Los promotores abogan por una mayor formación y fidelización de sus proveedores, que son las pequeñas subcontratas que trabajan para ellos en los distintos desarrollos.

Dos valores con los que captar y volver a retener a estos profesionales a pie de obra. Una tarea que no parece fácil, como recuerda Daniel Cuervo, director gerente de Asprima. «Las condiciones en la obra son duras, tanto por las temperaturas extremas en invierno y verano, como por las largas jornadas y los contratos poco estables», resume.

«Gran parte de los peones que trabajaban en la construcción eran inmigrantes que volvieron a sus países. Y los españoles pasaron a trabajar en el sector servicios, especialmente en la hostelería, donde se ha incrementado notablemente el empleo en los últimos años», añade Cuervo. Otro grupo importante, muy relacionado con oficios de gran experiencia y conocimientos, se ha jubilado.

A esto hay que añadir un importante condicionante: los salarios. Los sueldos que se pagaban en los años álgidos del sector estaban alrededor de los 3.000 euros al mes, para un albañil o un encofrador. Especialistas en tareas muy específicas podían llegar incluso a los 5.000 euros.

Ahora los sueldos rondan los 1.000 euros. Menos de la mitad de lo que se embolsaban estos especialistas en aquellos años.

«En los próximos años los salarios tenderán a subir, por el aumento de la actividad. Pero es impensable volver a los niveles de aquellos años», sentencia Michel Elizalde.

Lo que se necesita, en su opinión, es poner en valor a los trabajadores dedicados a la construcción. «Para ello, es imprescindible incrementar la formación profesional ligada a estos oficios», considera el directivo, «algo que no ha ocurrido durante diez años».

Fidelizar al trabajador

El grupo que dirige Elizalde, con base en Navarra, se asienta en un modelo que incluye promotora y constructora. Esta última realiza tanto trabajos propios de ACR, como desarrollos para terceros.

La compañía ha sobrevivido a los años duros de crisis apoyada en un modelo de negocio tradicional y localizado en su mercado más próximo, como es Navarra y País Vasco. Hace unos años dio el salto a Madrid, Barcelona, Aragón y Valladolid, donde comenzaron a desarrollar distintas promociones.

Para Elizalde, además de formación, la clave para retener talento es la fidelización. «En ACR apostamos por realizar contratos para varios proyectos a nuestras subcontratas», explica. El modo clásico de contratación en la construcción consiste en servicios obra por obra, lo que genera mucha inestabilidad para los operarios.

«Este modelo debe extenderse a todo el sector. Con él, te conviertes en una compañía más atractiva para el proveedor», considera Elizalde. La compañía cuenta actualmemte con 2.300 viviendas en ejecución, de las cuales 800 las comercializa directamente ACR y las 1.500 restantes se realizan para terceros.

El directivo recuerda que, además de los especialistas en ciertas habilidades, está despuntando una demanda de oficios más técnicos y ligados a conocimientos en nuevas tecnologías, en la línea del camino que está tomando el sector de apoyarse en las últimas innovaciones para crecer. «Y son necesarios jefes de obra. Los hay, pero no con la suficiente experiencia», declara Elizalde.

Esta falta de habilidades adquiridas durante años en gremios determinados es una cuestión que igualmente preocupa a Carlos García, director general de Inbisa. La compañía, con base en Bilbao, cuenta también con promotora y constructora propia.

«Faltan fontaneros con experiencia», señala el directivo. Y hace especial hincapié en un oficio que requiere de un trabajo con una determinada habilidad: el ladrillo cara vista. «Se trata de una tarea que consiste en colocar los ladrillos de forma que se vean en el exterior de las fachadas», subraya.

En resumen, faltan perfiles especialmente en los niveles intermedios de formación. «Los de mayor edad y con mucha cualificación se han retirado y los más jóvenes no se han formado», explica. Defiende también que los contratos deben estar asociados a varias obras para lograr mantener a los proveedores. «Es la forma en la que ha trabajado Inbisa siempre», añade García, y resalta: «Les hemos mejorado las condiciones de pago por sus servicios». La compañía cuenta con 2.300 viviendas en cartera, en distintas fases de construcción.

Formar en habilidades

Desde la Fundación Laboral de la Construcción elevan la cuestión formativa a primera plana. Enrique Corral, director general de la organización, resalta que, si se quiere trabajar con los estándares de calidad requeridos actualmente, hay que contar con profesionales cualificados. «Ahora el comprador de una vivienda no se conforma con cualquier cosa. Exige calidad y eso el promotor lo sabe. Para responder a esta exigencia, necesita buenos profesionales que acrediten una formación apta. Y esto es bueno, porque supone un cambio de mentalidad por parte del empresario», considera Corral.

El directivo aboga por una formación dual en el sector, «es decir, que los aprendices más jóvenes se formen y, a la vez, trabajen en el oficio».

Cuando estos perfiles profesionales estén preparados no habrá déficit de mano de obra preparada. Los expertos confían, además, en que la actividad se estabilice en los próximos años. «Ahora hay un desajuste entre oferta y demanda de profesionales. Pero llegará el equilibrio», subraya García.

El directivo de Inbisa confía también en que vuelvan aquellos inmigrantes que abandonaron nuestro país por falta de trabajo. «Regresarán bajo el efecto llamada», señala. Un reclamo de una actividad, la inmobiliaria, que, después de todo, vuelve a generar puestos de trabajo.