martes, junio 26, 2018

Guardia de cine: reseña a «El maestro del agua»

Título original: «The Water Divine». 2015. 1 h y 51 m. Drama bélico. Color. Australia-EEUU-Turquía. Dirección: Russell Crowe. Guión: Andrew Knight, Andrew Anastasios. Elenco: Russel Crowe, Olga Kurylenko, Jai Courtney, Yilmaz Erdogan

Aunque la historia lo permitía y era un riesgo que asumí, me fue grato que la cinta impida que se cuele el sentimentalismo barato, falso, simple y llorica por cualquier resquicio entre fotogramas

Los libros de texto y las monografías, con su fría y tosca objetividad, tienden a reducir los conflictos armados a meras fechas, nombres propios de ciertos personajes y cifras. Olvidan y destierran el drama humano con demasiada facilidad; no solo el que se vive en los campos de batalla y en las poblaciones asoladas por la guerra, sino también el sufrimiento de esos familiares a quienes la Muerte arrebató un padre, un hermano, un marido, un hijo…, todos vestidos de uniforme y que descansan en fosas lejos de casa. Otro tanto sucede con aquellos que regresan desfigurados en lo físico y mental. Defecto o virtud con los que se reduce la narración de los hechos desde el axioma ortodoxo de los estudios históricos, pues tratar cada vida sería un imposible, quedándose muchos nombres por el camino. Quizá la asepsia acostumbrada sea la mejor solución a un problema que sigue estando ahí.

«El maestro del agua» retrata un suceso real protagonizado por un padre golpeado por la muerte de sus tres hijos en la batalla de Galípoli, esa trampa para soldados de la ANZAC, en la costa del mar Egeo. Afectado psicológicamente, pero tratando de mantenerse cuerdo para cuidar de su mujer, tan gravemente trastornada que termina quitándose la vida.

Enfrentado a un mundo cruel, en el que no encontrará entre sus iguales una mano amiga, ni siquiera en la iglesia, Connor viajará hasta los rescoldos del otrora orgulloso Imperio otomano con el firme propósito de recuperar los cuerpos de sus tres hijos y enterrarlos junto la tumba de su madre. Connor se sentirá traicionado por sus compatriotas, quienes deberían empatizar con su causa, siendo solo ayudado por un general turco, enemigo hasta hace solo unos meses, pues el empeño de ese padre le conmueve, creándose entre ambos hombres una amistad que vence las férreas y estúpidas barreras que impone la Política.

Aunque la historia lo permitía y era un riesgo que asumí, me fue grato que la cinta impida que se cuele el sentimentalismo barato, falso, simple y llorica por cualquier resquicio entre fotogramas. Lo que uno se encuentra es amor paternal y fraternal en estado puro, fuerte y leal en tiempos en los que dichos sentimientos no son casi ajenos. Encontramos algo auténtico, incluso estando a la espera de si Ayshe le servirá al sacrificado padre un café demasiado dulce.

La historia se encuentra excelentemente hilada, en su justa medida y sin pretensión, tan solo queriendo recuperar una visión humana de ese desastre traumático que fue Galípoli y que aún no ha cicatrizado en la piel de las actuales Australia y Nueva Zelanda. No es una película que vaya a engrosar enciclopedias de cine, pero posee garra y es digna por el retrato del dolor íntimo.

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