Después del temblor: la movilización de las masas en la época post-SMS.

Ya pasó. Duró un puñado de días pero el terremoto, con sus movimientos fuertes y sus ecos mediáticos, fue disminuyendo con el correr de las horas. Como en cualquier movimiento sísmico que se precie de tal se percibieron signos premonitorios, grandes temblores el miércoles 2 y el jueves 3 de diciembre, y algunos movimientos posteriores de menor intensidad. En cualquier caso, las masas rocosas están inquietas y nada hace pensar que los desplazamientos se acabaron.

¿Qué pasó en España la primera semana de diciembre? No voy a contar toda la historia: en la web hay algunas breves cronologías de los eventos que me facilitan el relato o, si lo prefieren, pueden leer mi post El día que Twitter sustityó al SMS en Digitalismo. En breve: el gobierno quiso colar un capítulo «digital» dentro de la propuesta estrella de este semestre -la llamada Ley de Economía Sostenible– que rompió los equilibrios y, después de varios años de jugar en posiciones intermedias, puso al poder ejecutivo del lado de los beneficiarios de un modelo de negocios -basado en el concepto de propiedad intelectual- que ha sido superado por la misma evolución de la economía de la información. La cereza sobre la torta fue la inclusión de un artículo que justificaba el cierre de webs dedicadas al P2P sin autorización judicial.

Las masas digitales respondieron al anteproyecto de Ley con un manifiesto que dió la vuelta de la red en pocos minutos y abrió un canal de discusión en Twitter (#manifiesto). El terremoto estaba servido.

Smart Mobs in action
Resultaba realmente impresionante abrir la página de Twitter relativa al #manifiesto en esas horas: cada 10 segundos cientos de comentarios se sumaban al flujo de la información, abriendo nuevas líneas de debate, aportando nuevos datos bajo forma de links o directamente apoyando y retwitteando el contenido del manifiesto. Howard Rheingold fue el primero que llamó la atención sobre estos fenómenos en su libro Smart Mobs del 2004 (Multitudes Inteligentes, Gedisa).

Como se puede apreciar en Trendistic, el flujo de intercambios tuvo un primer pico el miércoles, cuando se notaron los temblores iniciales, y el jueves fue la gran sacudida con epicentro en el Ministerio de Cultura, inmediatamente después de la frustrante reunión de los «internautas» (así los define el gobierno) con la Ministra González Sinde.

El hashtag #manifiesto concentró los cruces informativos: ahí los «internautas» -perdón, pero no puedo dejar de escribirlo con comillas… para no reírme- hicieron catarsis, difundieron el decálogo para oponerse al anteproyecto de ley, intercambiaron opiniones y comenzaron a organizar las movilizaciones del viernes 4 a las 20.00 horas en varias ciudades españolas.

En esta ocasión Twitter sustituyó al ya clásico SMS de otras movilizaciones convocadas digitalmente. Del «pásalo» del 11M hemos pasado a tener un canal de comunicación mucho más económico, accesible desde el móvil o la computadora, que permite intercambiar información viralmente de manera muy económica.

No es casual que «twitter» haya sido elegida palabra del año por el Global Language Monitor, ganándole a «Obama» y «H1N1». Mientras escribo estas líneas algunos se preguntan por el futuro de Twitter debido a su aparente caída de crecimiento; de todas maneras, Twitter no deja de ser un fascinante entorno para el análisis de las nuevas prácticas de comunicación en red. Algo es seguro: se llamará Twitter, Facebook o Tuenti, pero las redes sociales están aquí para quedarse.

Hacia una nueva filosofía de la movilización
Los políticos españoles siguen considerando a la web un «medio de comunicación» como cualquier otro, al mismo nivel que los diarios o la televisión. Todavía no entendieron de qué va la web… La red no es un territorio donde colocar un director amigo o un espacio manipulable a distancia con flujos publicitarios. Por más que el Partido Popular quiera ahora subirse al carro de la protesta (cuando siempre defendieron los mismos intereses que ahora defiende el Partido Socialista Obrero Español), queda claro que la famosa distancia entre la «clase política» y la «gente» también se expresa en clave digital.

Enrique Dans se pregunta (ver link al final): «¿Qué es lo que pone a los políticos tan nerviosos de estas movilizaciones? Sencillamente, el ser completamente incapaces de entenderlas. En la mente de un político, el universo se reduce a esquemas y teorías de una enorme sencillez: la primera es que todo movimiento tiene a alguien detrás, una organización, un líder. Y la segunda, que esa organización o líder tiene un objetivo claro consistente en atacar al adversario, y que proviene siempre de la otra orilla del espectro político. Para un político, todo movimiento se explica con esas dos sencillas reglas».

Por el lado del gobierno, lo que fue pensado como una reunión rápida, diplomática y de cara a la galeria con un grupo de «geeks» terminó siendo un insulto en la cara de miles y miles de «internautas». Lo dijo claramente un twitero: «No puedes convocar a los mayores ‘influencers’ de Internet e irte a inaugurar un museo al cabo de 20 minutos sin resolver nada». Los encargados de las relaciones públicas del gobierno tendrán que tomar nota de lo sucedido: esto que pasó ya entró en los manuales de comunicación institucional como ejemplo de lo que NO se debe hacer.

Muchos se regocijan pensando en la poca gente que concurrió a las movilizaciones del viernes 4. Más de uno se interrogó en #manifiesto si esa era la mejor manera de expresar la protesta… Es posible que estemos atravesando una transición desde una forma de movilización nacida en la Revolución Francesa -basada en el control de la Plaza para protestar frente al Palacio– a otra que se expresa de forma virtual pero no menos efectiva. Como dijo otro ciberactivista: «el gobierno no aguantó la pulseada de seis horas con los twitteros». Desde esta perspectiva quizás la movilización del 11 de marzo de 2004 -que selló el acto de defunción del gobierno de José M. Aznar con su poderosa combinación de SMS virales y masas en las calles- sea un fenómeno híbrido difícilmente repetible. De todas formas, la semana pasada quedó confirmado el poder político de los ciudadanos organizados a través de las redes digitales.

Los smart mobs tienen poco que ver con las viejas formas políticas. Son organizaciones breves, casi efímeras, y juntan a ciudadanos muy diferentes entre sí pero fuertemente unidos por un objetivo común. En este contexto, se encuentran mucho más cerca de la filosofia guerrillera -golpear de forma imprevista, rápida y desaparecer en la selva- que de los grandes movimientos de masas del siglo XX. No debería sorprendernos que la vida política de nuestras sociedades se vea afectada cada vez más por este tipo de movilización digitalizada en red.

La capacidad conversacional de la red es impresionante. El aleteo de un Tweet durante una reunión en Madrid genera un terremoto de discusiones sobre el derecho de autor, el copyright y las nuevas formas de creación/distribución/consumo de la información…En esos días la red se pobló de todo tipo de comentarios, enlaces, ideas y propuestas. Y no todos decían u opinaban lo mismo. También aquí, en la amplitud y contradicción de sus conversaciones, reside la grandeza de la web.

La nueva ecología de la información
Lo que pasó en España -me refiero a los intentos de defender a golpe de ley un sistema que ya no funciona- está pasando en el resto del mundo. Vale la pena leer el artículo de Eliseo Verón a propósito de Hadopi (Haute Autorité pour la Diffusion des œuvres et la Protection des droits sur Internet) que se quiere promulgar Francia. Verón es lapidario: «Hadopi es una ley contrarrevolucionaria y la defensa de los derechos de autor apenas un pretexto para defender, hasta cuando sea posible, un mercado destinado a desaparecer».

Los grandes grupos que controlan desde hace más de un siglo la industria cultural no quieren dar el brazo a torcer: prefieren apretar a los legisladores y hacer aprobar leyes represivas antes que ponerse a trabajar en modelos de negocios alternativos. Según David Bravo (ver enlace al final de este post) «… el tenor literal del texto de la reforma es mucho más amplio y señala directamente a toda aquella página web que obtenga algún rendimiento económico, por pequeño que sea, y que pudiera estar vulnerando algún derecho de propiedad intelectual: un blog con publicidad que suba una foto sin permiso o que haga una cita que no encaja exactamente en el derecho de cita, estaría en el punto de mira».

El camino que pretenden recorrer los que han sido hasta ahora los grandes actores de la industria cultural está destinado al fracaso. El debate, no me canso de repetirlo, debe abandonar las aguas jurídicas para abrirse a la discusión de las nuevas formas de producir, distribuir y consumir la información. En este contexto conversacional se podrán discutir diferentes modelos, desde el gratuito total hasta las formas tradicionales de pago, con todas las posibles variantes que se encuentran en el medio.

Tal como pinta el panorama geológico, las placas tectónicas antes o después volverán a crujir. El terremoto ahora duró un par de días, pero las grietas en las paredes institucionales y las fisuras en los discursos -que, como todos los que nos dedicamos a la semiótica sabemos, son sobre todo prácticas discursivas– están ahí, a la vista de todos. Entramos en una zona de riesgo en la cual las placas políticas, económicas y culturales no terminan de encajar. Hay que prepararse para convivir con estos temblores.

Bonus tracks
Post de José Luis Orihuela en eCuaderno: Las tres trampas
– Post de David Bravo: Justificaciones escalofriantes a la Ley de la Patada en el Router: Es que los jueces aplicaban mal el Código Penal
– Post contracorriente de José A. Rodríguez: El día que la blogosfera defendió sus privilegios y no sus derechos
– Mi reseña de cuatro libros sobre el desbande del mercado musical en Digitalismo: MP3 + P2P = Caos
– Mi reseña de Free, el artículo de Chris Anderson en Wired: primera y segunda parte
– Post de Hugo Pardo Kuklinski en Digitalismo: La transformación del negocio de la música
– Post de Hugo Pardo Kuklinski en Digitalismo: El dilema pirata de Matt Mason
– Reseña de Hugo Pardo Kuklinski del libro Free de Chris Anderson en Digitalismo
– Post contracorriente de Jose Miguel Guardia y Raúl Hernández González: Sobre los derechos de autor
– Post de Enrique Dans: Políticos al borde de un ataque de nervios: el movimiento descentralizado
– Post de David Fernández: Los verdaderos piratas
– Artículo de Javier Candeira: Descargas en la red: derrota tras derrota hasta la victoria final

One Comment

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  1. Lo que ocurre en España y que es producto del auge que han cobrado las manifestaciones en línea (como lo de #iranelection) es que seguimos evaluando problemas de la cultura moderna, con las estructuras tradicionales. Al igual que pasa con las Universidades medievales que están tratando de «pensar» (diseñar) el futuro del conocimiento.

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