Gerardus Mercator: por culpa de este señor, Europa se cree el ombligo del mundo

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Sorprendentemente, los mapamundis con los que aprendimos geografía mundial en el colegio poco tienen que ver con la realidad. Actualmente, existen más de 400 proyecciones distintas para reflejar la superficie terrestre. Ninguna de ellas es exacta al cien por cien

05 mar 2015 . Actualizado a las 22:04 h.

El mundo que imaginamos es una gran mentira. El mundo literalmente, físico, el que tenemos en nuestras cabezas con sus mares, continentes, con sus océanos. Ese dibujo con el que aprendimos en la escuela a colocar países, ríos y cordilleras responde a la representación de Gerardus Mercator, un matemático y cartógrafo flamenco nacido hace exactamente 503 años, y supone solo una de las cerca de 400 proyecciones inexactas sobre nuestro planeta.

La de Gerardus Mercator es sin embargo la más extendida. Sitúa en el centro de la diana al viejo continente europeo. Grande y dominante. Que limita al este con Asia, al sur con África y al oeste con América. No es difícil imaginar, sin embargo, que Europa no es el ombligo del mundo, que cada zona geográfica acostumbra a girar el globo terráqueo a su antojo para ubicarse en primer plano. Pero, ¿y si además de un problema de brújula existiese un disparidad de opiniones en cuanto a tamaños?

En el mapamundi de Gerardus Mercator el territorio europeo presume de un tamaño mayor que Sudamérica, pero la realidad es otra. El flamenco no quiso engañar deliberadamente al mundo, simplemente erró en las dimensiones al intentar plasmar un planeta esférico en una superficie plana, el gran reto, todavía sin resolver desde el siglo XVI, de los cartógrafos. Acertó con la forma de los continentes, pero no con los tamaños. Su proyección, presentada en 1569, estaba orientada a la navegación marítima, al representar las líneas de navegación constante con segmentos rectos. Sin embargo, su particular y distorsionada visión del mundo comenzó a instalarse poco a poco en el subconsciente colectivo, convirtiéndose en un inamovible dogma geográfico.

Lo que hace la proyección de Gerardus Mercator es tratar a la Tierra como un globo hinchable que se introduce dentro de un cilindro y se hincha en su interior. Imaginen que al ocupar todo su volúmen quedase el mapa impreso, calcado, en su superficie. Si ese cilindro se cortase -a lo largo- y se desplegase, el resultado sería el mapamundi que todos nos imaginamos: una representación que exagera el tamaño de las zonas más alejadas del ecuador

De esta forma, el mapa de Gerardus Mercator pinta a Groenlandia del mismo tamaño que África, cuando África es catorce veces mayor que la isla. Alaska tampoco es similar a Brasil; este le gana cinco veces. Y Europa, nuestra gran Europa, es siete millones de kilómetros cuadrados más pequeña que Sudamérica. Y no, tampoco el hemisferio norte tiene más peso que el sur. La realidad es que el sur ocupa el doble de espacio, unos 100 millones de kilómetros cuadrados.

El debate ha alcanzado tales dimensiones que incluso le dedican un interesante diálogo en un capítulo de la prestigiosa serie norteamericana El ala oeste de la casa blanca. En él Gerardus Mercator no sale muy bien parado. Vean y juzguen: 

En el año 1974 hubo, sin embargo, un conato de derrocamiento del planisferio de Gerardus Mercator a cargo de Arno Peters. Su representación se mantenía fiel a las superficies de los países, pero no a sus formas. Así, el nuevo mundo -que de nuevo tenía poco; tiempo después se descubrió que plagiaba una tesis elaborada en 1855 por el religioso escocés James Gall- se destapaba flaco, consumido, tanto que algunos cartógrafos lo catalogaron, textualmente, de calzoncillo largo, mojado y andrajoso, colgado del Ártico tras un largo invierno

Tal y como anotaron varias y prestigiosas asociaciones cartográficas en 1989, el mundo no tiene bordes rectos. Tampoco esquinas afiladas. Cientos de fórmulas han intentado hacernos ver cómo es realmente, dibujar sus hechuras, sus contornos, muchas de ellas al gusto del dibujante. Peters consideraba que el gráfico de Gerardus Mercator sobrevaloraba al hombre blanco y distorsionaba la imagen del mundo para ventaja de los colonialistas. No iba muy desencaminado.

La concepción del planeta del flamenco favorecía los intereses de las potencias dominantes en el siglo XVI. Eran los más visibles, los que más superficie ocupaban. Ni lo son, ni tampoco están donde entonces creían estar. La visión de Gerardus Mercator no era perfecta, ninguna proyección cilíndrica de una esfera puede serlo, pero tenía un fin práctico, mientras que la de Gall-Peters buscaba una percepción más «solidaria». Entonces, ¿con qué mapa nos quedamos? 

En la actualidad, entra un tercero en primera línea de juego, el más aceptado por la National Geographic Society. Se trata del  de Winkel-Tripel. Propuesto por Oswald Winkel en 1921 apuesta, al contrario que el de Gerardus Mercator, por lo que se llama una proyección cartográfica azimutal modificada, es decir, proyecta la esfera sobre un plano tangente a la misma en un punto seleccionada. El resultado de esta complicada ecuación es sin embargo mucho más correcto, con menor asimetría estadística, ofreciendo solo pequeños errores de combinaciones de elipticidad y área. 

Sin embargo y a pesar de cualquier conjetura lo cierto es que Gerardus Mercator enunció una realidad. Su realidad. Y el mundo de entonces le creyó. Quiso creerle. Amparó sus conjeturas. ¿Y si no lo hubiesen hecho? ¿Y si China dominase hace quinientos años el mundo? ¿Quién dice qué es real y qué no lo es?