2012 y el cierre de un ciclo para WWF Chile

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21 diciembre 2012
Para WWF Chile este fin de año marca el cierre de un periodo intenso y fructífero, que dejó una serie de hitos, aprendizajes y desafíos. No sólo se trata de decir adiós al 2012, sino que como organización también comenzamos a cerrar nuestro plan quinquenal actual, el cual nos ha permitido alcanzar importantes logros de conservación y que abrió la puerta a retos cada vez más desafiantes. Asimismo, se amplió nuestro campo de acción hacia la reducción de impactos y el trabajo con certificaciones en los sectores productivos identificados como las principales amenazas a la biodiversidad en el sur de Chile: forestal, acuícola y pesquero. Todo esto, sin dejar de lado nuestra labor histórica en el ámbito de las áreas protegidas y la conservación con comunidades indígenas, como en Mapu Lahual y Quinquén.

En este periodo también pusimos un pie fuera de la Ecorregión Valdiviana e invitamos a todo el país a unirse a La Hora del Planeta, la acción ambiental más exitosa de la historia, promovida por WWF y que se realiza desde 2007. Con Chile nos subimos a esta iniciativa en 2009 y cada año hemos logrado más adhesión e interés a nivel nacional, lo que se pudo graficar en la inspiradora postal que pudimos regalarle al mundo en marzo pasado, cuando 400 “pandas” voluntarios se congregaron a oscuras en la Plaza Sotomayor de Valparaíso para darle un respiro al planeta.

El crecimiento de nuestra oficina no habría sido posible sin una diversificación de nuestras fuentes de financiamiento (con un 38% proveniente de Chile) y un considerable aumento en nuestro presupuesto anual de operación (de 600 mil a dos millones de dólares). Esto permitió duplicar nuestro equipo de trabajo, pasando de 12 a 25 integrantes, distribuidos en siete programas, con una oficina en Valdivia y otra en Santiago.

Esto y mucho más es lo que se corona en la despedida de este 2012, un año que comenzó con excelentes noticias, como la inauguración oficial del Parque Nacional Alerce Costero. Esta área protegida vino a consolidar un potente polo de conservación en el sur de Chile, en un sitio prioritario a nivel mundial, pero que hasta hace un par de décadas estaba amenazado por la destrucción y la sustitución del bosque nativo por plantaciones forestales.

Entre los muchos hitos, la nueva edición del Informe Planeta Vivo (IPV) nos enrostró que estamos utilizando un 50% más de los recursos que la Tierra puede producir en forma sostenible. O sea, estamos viviendo como si tuviéramos un planeta extra a nuestra disposición. Y como país, la principal conclusión es que estamos cada vez más cerca de cruzar el umbral de equilibrio entre la cantidad de recursos que demandamos de la Tierra expresados en hectáreas versus la capacidad de regeneración de la naturaleza para producir recursos renovables y servicios ecosistémicos. Porque si bien mantuvimos una huella ecológica de 3,24 hectáreas globales por persona (cifra idéntica a la registrada en el IPV de 2010), nuestra biocapacidad cayó de 3,8 a 3,74. En el papel es una baja pequeña, pero la tendencia muestra que si no disminuimos nuestra huella ecológica en el corto plazo, ambas curvas –huella ecológica y biocapacidad- terminarán chocando, dejándonos en un déficit ecológico difícil de revertir.

Por lo mismo, junto con abordar directamente la conservación de la biodiversidad, a través de áreas protegidas y protección de especies, se corrobora la necesidad de ampliar los esfuerzos en la reducción de los impactos. Así, por ejemplo, en el sector forestal, las principales empresas chilenas (Arauco y CMPC), se han sometido a evaluación bajo la certificación FSC, sistema que WWF respalda como el único creíble para avanzar hacia un manejo forestal responsable desde el punto de vista ambiental, social y económico. La apuesta aquí es que la certificación de plantaciones reduzca los impactos negativos de éstas, lo que dado el patrimonio forestal de ambas compañías (cerca de un millón 700 mil hectáreas) podría generar un gran efecto en materia de conservación.

En acuicultura, en tanto, 2012 marca un punto de inflexión, luego de que AquaChile, la mayor empresa productora de salmones del país, anunciara públicamente su interés en certificar su producción de salmón Atlántico bajo el sello ASC, cuyos estrictos estándares en materia ambiental y social fueron finalizados en junio pasado. Se trata de la primera firma que a nivel mundial se muestra interesada en esta certificación, promovida por WWF, y debería marcar un impulso para el resto de la industria en la misma dirección. Todo esto, con miras a enfrentar los principales impactos negativos de la actividad acuícola, considerando que algunos de éstos, como la limitación del uso de los lagos, el cuidado de la biodiversidad marina, la protección de Áreas de Alto Valor de Conservación (AAVC) y la salud general de los ecosistemas, son correctamente abordados por el sello ASC. En una línea relacionada, se replicó en Chile la alianza internacional establecida entre WWF y Rabobank, con el objetivo de construir “una cadena alimenticia sustentable”. En el país, este convenio se orienta a promover mejoras en las prácticas productivas en términos medioambientales y sociales en la industria del salmón.

Ya con la mirada puesta en 2013, el anuncio de que Chile alcanzará el desarrollo en los próximos cuatro años pone nuevamente en el tapete la discusión sobre qué tipo de desarrollo queremos y a qué costo. Aquí, el tema energético aparece como crucial y para WWF es ineludible que todos los actores involucrados, establezcan una mesa de diálogo que se nutra de información científica y técnica robusta que permita avanzar en la toma de decisiones respecto a cuál es la matriz energética que queremos en Chile. Paralelamente, no debería levantarse ninguna represa más en el país hasta que no contemos con un análisis con una mirada a nivel de cuenca que permita identificar qué cuencas y qué partes de cuencas queremos proteger para mantener los servicios ambientales clave que nos proveen.

Asimismo, la nueva realidad del país hace urgente la necesidad de contar con un Sistema de Biodiversidad y Áreas Protegidas que esté a la altura de las exigencias y expectativas de la sociedad civil, ONGs, academia y comunidades indígenas, entre otros actores. Durante estos últimos tres años se ha discutido bastante esta nueva ley, pero no se avanzado en un acuerdo entre los diferentes actores de cómo queremos cuidar nuestra biodiversidad. Por lo tanto, el poder influir en la discusión de este proyecto de ley –que marcará el futuro de la conservación en Chile- será uno de los principales desafíos para el próximo periodo que comienza.

Para alcanzar estas y otras muchas nuevas tareas esperamos contar con una amplia base de apoyo, por lo cual intensificaremos nuestros esfuerzos por robustecer nuestra presencia en Chile, de la mano con socios locales y con todos aquellos que quieran ser parte de esta gran misión que es la conservación de la biodiversidad y la construcción de un futuro en que el hombre viva en armonía con la naturaleza.
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