Tomo 13

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B oletĂ­n del Museo Nacional

T om o XIII

Santiago de Chile 1950

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Museo Nacional de Historia Natural P e r s o n a l C ie n t íf ic o , 1930

De

p la n ta :

Director: D. Ricardo E. Latcham. Jefe de la Sección de Botánica; Fanerógamas: D. Francisco Fuentes M. Jefa de la Sección de Geología y Mineralogía: D. Miguel Machado C. Jefe de la Sección Vertebrados: D. Bernardo Gotschlich H. Jefe de la Sección Invertebrados: D. Enrique E. Gigoux V. Jefe de la Sección Antropológica: D. Gualterio Looser S. Taxidermista artista: D. Federico C. C. Platts. Taxidermista: D. Luis Moreira. Ayudante de Botánica: D. Alejandro Rivera. Ayudante de Taxidermia: D. Guillermo Vergara. Eibliotccario Archivero: D. Alberto Fraga G. P erso n a l

h o n o r a r io

Jefe de la Sección Entomológica: Dr. Carlos E. Porter. Jefe de la Sección Botánica: criptógamas: D. Marcial R. Espinosa B. Colaborador científico: Hno. Claude Joseph. Colaborador científico: D. Dillman Bullock.

Dirección: MUSEO NACIONAL DE H ISTO R IA N A T U R A L Casilla 787

Santiago de Chile


Boletín del M useo N acio n al

T o m o XIII

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NASCIME NTO 1030

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Los tipos de aves conservados en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago POR E n riq u e

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y G u a lte rio ; L o o ser

Jefes de Sección dèi Museo . :

; Durante un .viaje de estudio a la República Argentina, en el otoño del año pasado, al visitar uno de nosotros (G. Looser) en el Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires, al Dr. Roberto Dabbene, esté distinguido ornitólogo, jefe de la sección respectiva en dicho establecimiento, se refi­ rió a las especies,de aves descritas por el Dr. R. A. Philippi, y nos dijo ha­ ber oído que los tipos de dichas avés habían desaparecido del Museo Nacio­ nal de Chile. Las palabras del Dr. Dabbene nos sorprendieron mucho; pero no pudimos en el momento ni rectificarlas ni confirmarlas; pues no nos habíamos ocupado antes de las aVes-delMüseo; pero prometimos al Dr. Dab­ bene a-clarar este asunto tan . pronto regresáramos. En Santiago dimos inmediata cuenta de esta conversación al Director del Museo Nacional; Sr. Ricardo E. Latcham, quien dió en el acto toda la importancia qué tenía a este grave rumor que circulaba en el extranjero referente a las colecciones ornitológicas del Museo, y nos ordenó a los dos firmantes de este artículo que investigáramos con todo tesón lo que hubiera de cierto. El señor Latcham añadió que hacía poco tiempo había leído en una publicación norte-americana las mismas aseveraciones del Dr. Dab­ bene. Al poco andar en nuestras revisiones nos dimos cuenta que la casi to­ talidad de los ejemplares que habían servido a Philippi y a otros ornitólogos del Museo para sus descripciones, se conservaban y por lo general en un es­ tado de conservación muy satisfactorio no obstante su.antigüedad; pues quizá más de la mitad data de los años 1850-60, es decir hace % de siglo que están en el Museo. Esto es tanto más notable, si se recuerda qúe el Museo ha pasado larguísimos años de pobreza con presupuestos reducidos hasta lo inverosímil, a lo cual debemos añadir los dos terremotos del 16 de


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Agosto de 1906 y del 14 de Abril de 1927, que causaron daños irreparables en sus colecciones. Sin embargo, las palabras del Dr. Dabbene tenían pleno fundamento, y, al citar su nombre en estas páginas, lo hacemos con el propósito de poder expresarle públicamente nuestros agradecimientos por haber llamado opor­ tunamente lá atención hacia una irregularidad que por suerte pudo ser re­ parada. Quizá Más tarde no habría tenido remedio. En pocas palabras lo que sucedió con los tipos de Philippi, Landbeck, etc. es lo siguiente: Ha.ee alrededor de 20 años un ex-zoólogo del Museo y bajo una administración anterior, arrancó todas' las etiquetas originales que ostentaban los ejemplares de aves del Museo y las reemplazó por otras, cambiando casi siempre el nombre a los ejemplares-tipos. Según hemos po­ dido comprobar este estudio «crítico» no consistía generalmente en nada más que en adoptar los nombreé de la «Synopsis Avium» dé Dubois, donde las especies de Philippi generalmente están pasadas a la sinonimia. Basta éste sólo enunciado para comprender la carencia absoluta de base cientí­ fica de dicha «revisión» , pues los tipos de Philippi, salvo tal vez uno que otro, jamás han salido del Museo, y Dubois sólo ha podido basarse en las descrip­ ciones y figuras, que a menudo son imprecisas y aun inexactas, y por consi­ guiente, la opinión de Dubois, por muy respetable que sea, no puede ser un fallo absoluto e inapelable. Añádase que en las etiquetas nuevas los sexos, . localidades, fechas y nombres de los coleccionistas están indicados fen forma vaga y a veces completamente equivocada. Las etiquetas nuevas fueron do­ tadas de una numeración nueva, que no guarda relación alguna con-la nume­ ración antigua tal como aparece en el catálogo manuscrito de «Aves chile­ nas» redactado en tiempos del Dr. R. A. Phiüppi. Suponemos que el dicho zoólogo revisor hizo un nuevo catálogo, con su numeración, pero rio lo hemos podido encontrar, lo que aumentó consi­ derablemente nuestras dificultades para cumplir nuestra misión de rehabi­ litar los tipos de aves del Museo. En el cambio de etiquetas se observa el mayor descuido y negligencia, no faltando ni siquiera risibles faltas de orto­ grafía como sorsal o rrubricapilla, que sólo tendrían perdón en alumnos de escuela primaria. La gravedad de esta destrucción dé etiquetas no tiene atenuantes. Y al respecto hay que recordar lo que W. J. Holland (citado por el Dr. E. D. Dallas en su notable; artículo «Anotaciones referentes a los «tipos», en ento­ mología y su terminología» publicado en «Rev. Ch. de Hist. Nat.» año XXXI (1927), 206r216) dijo en el Primer Congreso Internacional de Ento­ mología: «Los tipos deben ser conservados én los grandes’museos capaces de pre­ servarlos. Los museos dé colegios y universidades no son en general buenos depositarios por el cambio frecuente de personal».


Los' tipos de aves conservados en el Museo Nacional

«La preservación de ejemplares de un autor significa la prolija conser­ vación cie los datos adjuntos al specime% y la substitución es ofensa imper­ donable, aun por revisión, rectificación o cambio de nombre. La etiqueta original deberá ser conservada». «Los ejemplares únicos son propiedad del mundo científico y las institu­ ciones depositarías son sólo guardianes». Estas precauciones son obvias. Ni las mejores descripciones y figuras reemplazan completamente el «tipo». También sucede con frecuencia que con posterioridad se. describen muchas especies afines, entonces acontece que las descripciones más antiguas, por buenas que hayan sido en un prin­ cipio, resultan insuficientes. Los caracteres diferenciales se referían a pocas especies y ahora no bastan. Queda únicamente el recurso de examinar el «tipo», y, si este no existe, ya nadie podrá establecer con exactitud de qué especie se trata. Y todavía queda el agravante de que se ha querido borrar la labor de medio siglo de un gran sabio que honró a Chile, como el Dr. R. A. Philippi. Esto es simplemente una PROFANACION. Hemos insistido sobre la importancia de los «tipos» para que nunca más vuelva a repetirse algo semejante en Chile. Con los antecedentes expuestos, se ve claramente que un ornitólogo que buscaba en el Museo Nacional los «tipos», tenía pleno derecho para debir que no estaban. Nosotros sólo después de una labor tesonera de muchos meses, de confrontar infinidad de descripciones y de comparar un gran nú­ mero de pájaros, láminas, etc. logramos reparar casi en totalidad esa destruc­ ción. En cambio ¡bien pocos minutos debe haber demorado el ornitólogo «crítico» en su labor de demolición! Pero lo más sensible de todo, es que en las propias publicaciones Oficiales del Museo, se afirma la inexistencia de gran número de especies de Philippi. En el «Catálogo ilustrado y descriptivo de la colección de aves chilenas con­ servadas en el Museo Nacional» por don Bernardino Quijada (Santiago, 1910), se citan sólo en la p. 236 las siguientes rapaces descritas por R. A. Philippi como inexistentes en el Museo Nacional. ? ? ? ? 0 ?

Buteo melanostethos Ph. Buteo poecilogaster Ph. Buteo macronichus Ph. Buteo ater Ph. Buteo pictus Ph. Buteo albigula Ph. Asturina sethiops Ph. Asturina elegans Ph.


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.¡Pues fueron éstas las aves que descubrimos en el primer momento y sin ninguna dificultad, apesar de su disfraz bajo nuevas etiquetas, ya que de ellas existen espléndidas láminas en colores en el álbum «Figuras y'descrip­ ciones dé aves chilenas» (Anal. Museo Nac. Entrega 15 (1902)! ¡El zoólogo de la comentada «revisión» sólo habría tenido necesidad de lanzar una mira­ da a las vidrieras para anticipar en cuatro lustros el «descubrimiento» que hicimos nosotros! -ft’i'„ j 'i» ■ •_’ ■ ’ r ■ ■' i • f EB, i- , t -*** >:.y; 'iB 8 ADVERTENCIAS En nuestro trabajo, hemos dispuesto de los siguientes elementos para reconstituir los tipos: 1.° El Catálogo manuscrito de aves chilenas del Museo redactado en tiempos de R. A. Philippi.' 2.° El Catálogo manuscrito de aves extranjeras del Museo también escrito en tiempos de Philippi. En este catálogo estaban anotadas numerosas aves de Arica y contornos, pues en el tiempo de la publicación dé las des­ cripciones era territorio peruano. 3.° El Catálogo manuscrito de la colección Froben. Esta colección es muy interesante y fué formada por un ornitólogo inglés o norteamericano en Aricá.alrededor de los años 1850-53. Después de su muerte pasó al Museo. ; 4.° Números éscritos con lápiz en los pedestales de los pájaros. Estos números, que por suerte no fuéron borrados cuando fueron destruidas las etiquetas, se refieren a los 3 catálogos anteriores y nos prestaron una ayuda incalculable. 5.° Las diagnosis y descripciones originales y posteriores de las espe­ cies . en referencia. 6.° Las figuras de dichas aves en los Anales.del Museo Nacional, en­ trega 15 (1902). Philippi y sus colaboradores^ como en general los naturalistas' de su época, no acostumbraban señalar tipos. Por ésto, nosotros al emplear este término, hoy día consagrado en las ciencias naturales, hemos debido darle su sentido amplio y vulgar sin las limitaciones modernas, como puede verse en el trabajo citado de Dallas. Respecto de las especíeos de aves del Museo, para, nosotros son tipos el ejemplar- o los ejemplares que sirvieron de fundamento a las descripciones de Philippi, Landbeck, etc., sin importarnos que hayan ejemplares de distintos sexos, edades o estados. , T ip o :

A continuación de los datos referentes a cada especie-tipo del Museo, hemos creído útil poner el nombre bajo el cual aparecen las especies de Philippi etc. en algunas grandes obras N o m b re s se g ú n a u to r e s p o s te r io r e s :


Los tipos de uves, conservados en el M useo N acional

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como la; «Synopsis Avium» de Dubois, el «Catalogue of birds of the Americas...» editado por el Field Museum de Chicago, etc. Sin embargo, ha­ cemos la advertencia empresa que sólo hemos puesto dichos nombres, para comodidad de nuestros lectores, pues los nombres de Philippi, etc., se han vulgarizado poco. Dichos nombres posteriores, en cambio, no los podemos considerar fallos inapelables, pues en la mayoría délos casos sólo se fundan en las descripciones y no en el examen mismo de los tipos. La fijación defini­ tiva del valor de las especies, cuyos tipos se conservan en nuestro Museo, será labor de otros investigadores: Nosotros únicamente hemos procurado establecer con la mayor seguridad posible cuáles fueron los tipos; pero no hemos pretendido hacer trabajo de revisión y crítica. Con el objeto de evitar en lo futuro du­ das respecto de los ejemplares-tipos, hemos puesto en cada uno etiquetas especiales con la mención de su calidad especial de tipo. Todos estos ejempla­ res se conservarán de ahora en adelante en estantes especiales separados de las demás aves. C o n s e rv a c ió n d e lo s tip o s :

ABREVIACIONES AU.—Anales de la Universidad de Chile. Santiago. WA—Wiegmann’s Archiv für Naturgeschichte. AMN.—Anales del Museo Nacional de Chile, entrega 15 (1902) 114 p. y 51 lám. Esta entrega contiene el trabajo de R. A. Philippi «Figuras y descripciones de Aves chilenas» y consiste principalmente en la reco­ pilación de las descripciones publicadas anteriormente por él, Landbeck, etc. en las 2 revistas anteriores principalmente. La única nove­ dad importante de ese trabajo son las láminas que son en general buenas. D u b o i s — Synopsis Avium, Nouveau Manuel d’Ornithologie, 2 vol., Bru­ xelles, 1902-04... par Alphonse Dubois. C a t . F i e l d .—Catalogue of Birds of the Americas and the adjacent islands in Field Museum of Natural History. Initiated by Charles B. Cory... Continued by Charles E. Hellmayr. Chicago. C a t . MSS A v e s C h i l e n a s —Catálogo manuscrito de las aves chilenas conser­ vadas en el Museo Nacional, redactado en tiempos de R. A . Philippi. C a t . MSS A v e s E x t r a n j e r a s . —Catálogo manuscrito de las aves extran­ jeras conservadas en el Museo Nacional, redactado en tiempos de R, A . Philippi.


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#** A continuación viene la enumeración de todas las especies típicas del Museo Nacional que hemos podido encontrar. Creemos ser bastante comple­ tos, sin embargo, debido a la bibliografía muy dispérsa, no sena extraño que sen o s hayan escapado algunas, qu e.tomarenios en cuenta én futuras adendas a medida que vayan apareciendo. O rd e n

MACROCHIRES

Caprimulgus andinus Ph. & Land. WA 26 (1860) 279; AU 18 (1861) 31; AMN 18,. lám. 10 y 12 fig. 5 y 6 (bajo Caprimulgus (Stenopsis) andinus Ph. & Landb.) Localidad del tipo: cordilleras de la prov. dé Santiago, Luis Sada coll. Sexo, del tipo: no dice. Lámina 10 macho. Lámina 12, fig. 5 = pluma hembra. Lámina 12; fig. 6 = pluma macho. Philippi dice (AMN p. 20) que el,tipo no existe en el Museo «y se en­ contrará probablemente en un museo de Europa». Sin embargo, en el Cat. MSS Aves Chilenas aparece el ejemplar N.° antiguo 202 = nuevo 31 de la Cordillera de Santiago, colectado por don Luis Sáda, es decir, el mismo co­ lector y localidad de la diagnosis original, por lo cual creemos que dicho ejemplar es el tipo. Hay además los siguientes ejemplares antiguos (no ti­ pos): N.° nuevo 41 = ant. 203 hembra ad., Renca, prov. de Santiago, 1865. N.° nuevo 42 = ant. 204 hembra ad., Santiago, V /1862. Nombre según autores posteriores. Dubois: Stenopsis longirostris Bp. Cat: Field: Chordeijes acutipennis exilis Less. Caprimulgus obscuras Ph. & Landb.—AMN 20, lám. 11 y 12, fig. 4. Localidad del tipo: cerca de Concepción, Federico Godoy obs. s' . Sexo del tipo: hembra. Lámina 11= hembra . ad. Lámina i'2, fig. 4 = pluma. ' > „ ^ Tipo hallado: N.<> n. 45 = ant. 194, cerca de Concepción, Federico Go­ doy obs. Nombre según autores posteriores. No hemos encontrado ningún dato.


Lo* lipix de aves comervados en el Mustio N acional

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Caprimulgus bifasciatus var. gulakis ÍPh. & Lanclb—AMN 21, láni. 12, fig. 3. ' » Localidad del tipo: prov. de Santiago. Sexo y edad del tvpo: macho ad. Lámina: sin mayor, indicación. Tipo: N.° n. 32 = ant. 193, prov. de Santiago, üct. 1861. ¿Se describió alguna vez como especie? cfr. AMN 21. En Cat. MSS. •Aves chilenas aparece como Caprimulgus gularis. Nombre segú'rf autores posteriores. ■ . V" \ - V; Cat. Field: Stenópsis bifasciata Sclater & Hudson. Trochilus atacamensis Leybold.—AU 32 (1869) 43; AMN 25, lám¿ 42, fig.11 y 2. Localidad del tipo: Quinta Sapulén a 4 o 5 km. de Copiapó. Sexo del tipo: macho (?) cazado en VI/1867 por A. Paulsen. Lámina: Fig. 1 = macho; fig. 2 = hembi'a. Hay 2 ejemplares: ; N.° n. 73 = ant. 223, macho, Copiapó. N.° n. 74 = ant. 224, hembra, Copiapó. Aparecen ingresados al Museo en 1875 según el Cat. MSS. Nos inclina­ mos a creer que el primero es el tipo. Sin embargo, es posible que el tipo haya ido a Inglaterra (cfr. AU 1. c. p. 44). De cualquier modo, los ejemplares fueron comparados seguramente con los de Leybold y tienen importancia sistemática de primer orden. Nombre según autores posteriores. ' Dubbis: Rhodopis atacamensis Leybold. Cat. Field: Rhodopis atacamensis Leybold. . R. Dabbene, Los picaflores de Chile, R e v . Chil. Hist. Nat. 33 (1929) 501: id. id. id. O rd e n

PASSERES

Pteroptochus castaneus Ph. & Landb,—AU 25 (1864) 408; WA 31 (1865) 56 y 32 (1866) 121; AMN 38, lám. 16. Localidad del tipo: Hacienda La Puerta, prov. de Colchagua (antigua) dicha hacienda queda al oriente de la estación Teño. Dic. 1860 coll. Sexo del tipo; macho. Tipo: N.° n. 106 = ant. 276. Hay además varios ejemplares posteriores, que seguramente fueron tomados en cuenta en AMN:. N.° n. 109 = ant. 277. B U n. 105 = ant. 278


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N..° n. 108 = ant. 279. N.° n. 105 = ant, 280. N.° n. 107=ant. 281.' ¡Ojo! El N.° n. 105 está realmente repetido. Nombre según autores posteriores. Dubois: Hylactes castaneus (Ph. & Landb.). Scytalopus albifrons Landb.—AIJ 14 (1857) 182; WA 23 (1857) 273 (bajo Pteroptochos albifrons); AMN 40, lám. 20, fig. 4. Localidad de los tipos: Alrededores de Valdivia (Collico) IX/1856, Landbeck coll. Sexo de los tipos: macho y hembra. Tipo hallado: N.° n. 76 = ant. 401, no se indica el sexo. El otro ejemplar no aparece, tal vez no llegó nunca al Museo. Nombre según autores posteriores. Cat. Field: Scytalopus magellanicus Gmelin. Dubois: Scytalopus albifrons Landb. Upucerthia atacamensis Ph.—AU 14 (1857) 181; WA 23 (1857) 263; R. A. Philippi, Reise Wiiste Atacama (1860) 162, lám. 3; id. Viajé al Desierto de Atacama (1860) 162, lám. 3; AMN 26, lám. 13, fig. 1. Localidad del tipo: cerca de San Pedro de Átacama, prov. de Antofagas­ ta, R. A. Philippi, 11/1854. Sexo del tipo: no dice. Tipo hallado: N.° n. 191-a n t. 245, cerca de San Pedro de Atacama, La fig. de los AMN no es la misma del «Viajé al Desierto de Atacama». La primera está basada en un pájaro de Mendoza (R. A.) (N.° 1003 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad. Feb. 1869) y, por consiguiente, no, es tipo, pero fué tomado en cuenta en la redescripción de los AMN. También conviene citar el ejemplar N.° nuevo 190=ant. 244, macho, Parinacota cerca de Arica, Jun. 1853, Froben coll, reconocido por R. A. Philippi como Upucerthia atacamensis en el Cat. MSS, aunque no se citaren las descrip­ ciones. Hay todavía otro -ejemplar: N .b 243 Cat. MSS Aves extranjeras, macho ad., Mendoza, Febr. .1869.; Observación.- En WA por un error dice Upuarthia. Nombre según autores posteriores. Cat. Field: Cinclodes atacamensis atacamensis (Ph.) ■ Dubois: Cinclodes bifasciatus Sel. Upucerthia albiventris Ph. & Landb.—AU 18 (1861) 731; WA 27 (1861) 290; AMN 27, lám^ 14, fig. 2. Localidad del Upo: alrededores de Arica, 6 Jul. 1853, Froben coll.'


Los tipos de aves conservados en el M useo N acional

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Sexo del tipo: no dice. Tipo hallado: ~N.° n. 212 = ant. 242. Nombre según autores posteriores. Dubois: Cinclodes fuscus Vieill. Cat. Field: Cinclodes fuscas albiventris (Ph. & Landb.). Certhilauda Frobeni Ph. & Landb—AU 25 (1864) 411; WA 31 (1865) 62; AMN 29, lám. 21, fig. 1 (bajo Geositta (Certhilauda) Frobeni Ph. & Landb.)4 • Localidad del tipo: Putre cerca de Arica, a 10 000 pies sobre el mar, 4 de Julio de 1853/ Froben coll. Sexo del tipo: No dice. Tipo hallado: N.° n. 189 = 80 Càt. MSS Colección Froben. Nombre según autores posteriores. Dubois: Geositta cunicularia var. Frobeni (Ph. & Landb,). Cat. Field:- Geositta cunicularia frobeni (Ph. & Landb.). Geobamon fasciatus Ph. & Landb.—AU 25 (1864) 415; WA 31 (1865) 68; AMN 30 (bajo Saxilauda fasciata). Localidad de los tipos: Cordillera de Santiago y Colchagua. Sexo de los tipos: machos y hembras. Tipos hallados: N.° n. 234 = ant. 312, macho, prov. de Santiago, VII/1854. N.° n. 237 = ant. 313, macho ad., Cord, de Santiago, 11/1861. N.° n. 235 = ant. 314, macho ad., Prov. de Santiago, X II/1859. N.° n. 236=ant. 315, hembra juv., Cord, de Santiago, 11/1861. jj N.° n. 233 = ant. 316, macho ad., Cord, de Santiago, YII/1862. En la descripción originai, Philippi pone su Geobamon fasciatus como distinto de G. rufipennis; pero en los AMN aparece bajo este último nombre, citando un sinónimo (Saxilauda fasciata). Nombre según autores posteriores. Cat. Field: Geositta rufipennis fasciata (Ph. & Landb.), Dubois: Id. Certhilauda isabellina Ph. & Landb—AU 25 (1864) 412; WA 31 (1865) 63; AMN 31, lám. 22, fig. 1 (bajo Geositta (Certhilauda) isabellina Ph. & Landb.). Localidad délos tipos: Cordillera de la provincia de Santiago. Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. : Tipo, hallado: N.° n. 228 = ant. 308, macho ad., Cord, de Santiago, Sept. 1861. Los otros ejemplares típicos no se hallaron. ,


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Nombre según autores posteriores. . Dubois: Geositta isabellina Ph. & Landb. Cat. Field: idem.

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Geositta antarctica Landb—WA 46 (1880) 274; AMN 32, 22, fig. 2. Localidad del tipo: Tierra del Fuego, verano de 1879. Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipo halladb: N.° n. 188 = ant. 302, Nombre según autores posteriores. Cat. Field: Geositta antárctica Landb.. •

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Synallaxis montana Ph.—AU 91 (1895) 673; AMN 33, lám. 15, fig. 1. Localidod de los tipos: Cordillera de San Fernando. Sexo de los tipos: no dice. Tipos hallados: N.° n. 126 = ant. 349, Cordillera de San Fernando, X I/l895. N.° n. 124 *=ant."350, Cordillera de San Fernando, X I/1895. N.° n. 125 = ant. 351, Cordillera de San Femando, X I / 1895. Nombre según autores, posteriores. Cat. Field: Phleocryptes melanops melanops Vieillot. Synallaxis cinerea Ph.—AU 91 (1895) 674; AMN 36, lám. 18, fig- 1. Localidad de los tipos: Cordillera de la provincia (si c) de San Fernando (quiere decir provincia de Colchagua). Sexo de los tipos: no se'indica, se citan 2 ejemplares. Tipo hallado: N.° n. 127 = ant. 353. • El otro ejemplar que aparece citado en el Cat: MSS. Aves! Chilenas, bajo el N.° ant. 352, no apareció. . Nombre según autores posteriores.Dubois: Asthenes humicola Kittlitz. Cat. Field: Asthenes humicola humicola Ivittlitz. • Synallaxis Masafuerae Ph. & Landb.—WA 32 (1866) 127 (lapsus Masafucrae)) AMN 36. lám. 13, fig. 2 y 2 a. Localidad del tipo: Isla Más Afuera (año 1855)/ archipiélago de Juan Fernández. • ; ' Sexo del tipo: no dice; Tipo hallado: N.° n. 176 = ant. 338. Hay cuatro ejemplares posteriores, reconocidos por Philippi como de esta especie : Nos. ants. 336-337-339 y 340.


Los tip o s de aves conservados en él M m eo, N acional

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Nombre según autores posteriores. Dubois: Oxyurus masafuerae (Ph. & Landb.). Cat. Field: Aphrastüra masafuerse (Ph. & Landb.). Synallaxis (Leptastenura) stenoptila Ph.—AU 91 (1895) 673; AMN 38, lám .'18, fig. 2 (bajo Leptastheriura (Synallaxis) stenoptila Ph). Localidad de los tipos: Andes de la provincia de Santiago. ■ . - Sexo de los tipos: macho y hembra. Tipos hallados: N.° n. 150=ant. 331, macho. N.° n. 151 = ant. 332, hembra. Hacemos observar que el Cat. MSS. Aves Chilenas dice «Cord. de San Fernando». Nombre según autores posteriores. Dubois: Leptasthenura aegithaloides Kittl. Cal. Field: Leptasthenura segithaloides segithaloides Kittl. Synallaxis striata P h .'& . Landb.—AU 19 (1861) 609; WA 29 (1863) 118. Localidad del tipo: Cordillera cerca de Tacna, Froben coll. Sexo del tipo: no ‘dice. Tipo: no lo pudimos encontrar. Nombre según autores posteriores. Dubois: Siptomis striata ? (Ph. & Landb,). Cat. Field: Leptasthenura striata striata (Ph. & Landb.). Synallaxis crassirostris Landb.—-AU 26 (1865) 713. Localidad de los tipos: Rep. Argentina, prov. de Mendoza, Melocotón, cerca del río Tunuyán, 15/1/1865, Leybold coll. , Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. Tipos hallados: N.° 1286 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad. 1/1865. Ñ .6 1287 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho juv. 1/1865. N.° 1288 Cat. MSS. Aves Extranjeras, hembra-ad. 1/1865. Los tres ejemplares fueron cazados por, Leybóld. Nombre según autores posteriores. • Cat. Field: Asthenes d’orbignyi d’orbignyi Reich. Sylviorthorhynchus fasciolatus F. Philippi—Boletín del Museo Na­ cional dé Chile, t. I, N.° 3 (1909) 65. Localidad del tipo: Valdivia, B. Hermann obs. Sexo del tipo: no dice.


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Tipo hallado: Un-ejemplar sin número con las indicaciones citadas. En este ejemplar, por una rara excepción, encontramos la. etiqueta original de don Federico Philippi, que estaba escondida bajo Una etiqueta que decía: «Silviorthorhynchus desmursii Gay, Chile, comp.». Observación'. Este ejemplar, que nos llamó la atención por sus caracte­ rísticas, lo encontramos bastante dudoso desde las primeraá observaciones. Pero, aumentando las sospechas sobre su identidad y sometido a nuevo examen, resultó ser una superchería con la que fué sorprendido él Sr. F. Phi­ lippi. Pues no es más que un chercán, Cisthotorus platensis Lath., sin cola, al que se le ha pegado con goma, para reemplazar ésta, las dos plumas me­ nores de la cola de un colilarga del sur, Sylviorthorhynchus desmursii Gay Este engaño se comprueba por si mismo, y no comprendemos como el Sr. F. Philippi pudo dejarse sorprender. Nombre según autores posteriores. . No hallamos ningún dato. Dasycephala albicauda Ph. & Landb.—AU 19 (1861) 618; WA 29 (1863) 132. Localidad del tipo: ¿Cordillera de Arica? Froben coll. Sexo y edad del tipo: No se sabe, adulto. Tipo hallado: N.° n. 253 = ant. 572, cerca de Arica, Froben coll. Nombré según autores posterioras. Dubois: Agriornis albicauda (Ph. & Landb ). Cat. Field: Agriornis albicauda (Ph. & Landb.). Muscisaxicola nigrifrons Ph. & Landb.—Aü 25 (1864) 436; WA 31 (1865) 101; AMN 43, lám. 14, fig. 1: Localidad de los tipos: cerca de la laguna de los Piuquenes, en la cordi­ llera alta de Santiago. Sexo, y edad de los tipos: macho; hembra y juv. La lámina se refiere probablemente, al N.° n. 301 —ant. 387, macho. Tipos hallados: N.° n. 301 = ant. 387, macho ad., Santiago, Oct. 1861. N.° ant. 428, hembra ad., Santiago, Oct. 1861. No se pudo hallar el N.° ant. 388, que pertenece a los tipos según el Cat. MSS. Aves Chilenas. Nombre según autores posteriores. [ Dubois: Muscisaxicola nigrifrons Ph. & Landb. Cat. Field: Muscisaxicola frontalis Burmeister. Muscisaxicola rubricápilla Ph. & Landb—A ü 25 (1864) WA 31 (1865) 90; AMN 44, lám. 24, fig. 2.

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Localidad de los tipos:.Cordillera de Santiago y de’Curicó (La Puérta). Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. Tipqs hallados: N.° n. 304=ant. 370, hembra juv., Cord. de Stgo. 11/1861. N.° n. 307 = ant. 372, macho ad. Cord. de Stgo. X/1862. N.° n. 306 = ant. 373, macho juv., Cord. de Stgo. 11/1861. N.° n, 309 = ant. 375, macho ad., Hacienda La Puerta, cerca de Curicó, XII/1860. Nombre según autores posteriores. Dubois: Muscisaxicola rubricapilla Ph. & Landb. Cat. Field: Muscisaxicola albicola Lafresnaye. Muscisaxicola flavivertex Ph. & Landb.—AU 25 (1864) 434; WA 31 (1865) 98; AMN 47, lám. 17, fig. 2. Localidad de los tipos: Cordillera de Santiago. . Sexo y edad de los tipos: macho y hembra adultos y juv. Tipo hallado: N.° n. 288 = ant. 395, macho ad-, Las Condes, Cordillera de Santiago, IX/1863. No se hallaron la hembra ad. y el juv. Nombre según autores posteriores. Dubois: Muscisaxicola flavivertex Ph. & Landb. Cat. Field: Muscisaxicola flavinucha Lafresnaye. Muscisaxicola cinerea Ph. & Landb.—AU 25 (1864) 422; WA 31 (1865) 80; AMN 49, lám. 19, fig. 2.. Localidad de los tipos: Cordillera de Santiago. Sexo de los tipos: 2 machos y 1 hembra, según descripción. Tipos hallados: N.° n. 282 = ant. 378, macho según Cat. MSS. ' N.° n. 283 = ant. 377, macho según Cat. MSS. Nombre según autores posteriores. Dubois: Muscisaxicola cinerea Ph. & Landb. Cat. Field: idem. Arundinicola citreola Landb. (non Ph. & Landb.).—AU 24 (1864) 338; WA 30 (1864) 58; AMN 50, lám. 27. fig. 1 (dice por error Ph. & Landb.). Localidad de los tipos: provincia de Santiago. Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. Tipos hallados: Él tipo es el N.° n. 323 = ant. 329 (macho), y quizá tam­ bién el N.° n. 324=ant. 330, pero en el Cat. MSS. aparece ingresado en 1865, mientras que la descripción es del año anterior.’También hay 3 nidos (N.° ant. 1178-1180), de los cuales el primero se cita en la diagnosis original. También hay un huevo (N.° ant. 1344); pero este ingresó después'(Dic,


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1865); pues en ía diagnosis original dice: «No conozco sus húevos» (p. 340 en AU). Nombre según autores ■posteriores. Dubois: Hapalocercus flaviventris D’Orb. «fe Lafr. Cat. Field: Pseudocolopteryx flaviventris Lafresnaye & D’Orb. Elainea murina Ph.—AU 91 (1895) 668; AMN 54, lám, 26, fig. 2. Localidad del'tipo: provincia de Santiago, III/1854. Sexo y edad del Upo: macho ad. (ejemplar único). Tipo hallado único: N.° n. 357 = ant. 424, macho ad. Nombre según autores posteriores. Dubois: Serphophaga parvirostris Gould. Cat. Field: Colorhamphus parvirostris Darwin.

Muscícapa parvirostris Ph.—AMN 55, lám. 24, fig. 1 y 1 a. Localidad dé los tipos: Santiago, VII/1862. Sexo de los tipos: macho y hembra. Tipos hallados: . N.° n. 350=ant. 423, macho, Santiago,.' 1862. N.° n. 349 = ant. 422, hembra, Santiago, 1862. . Sé cita uñ tercer ejemplar que fué enviado al D r.'C . Berg de Buenos Aires. Nombre según autores posteriores., Dubois: Serphophaga parvirostris Gould. Cülicivora fernandeziana Ph.—WA 23 (1857) 265; AMN 56, lám. 20, fig. 1. Localidad del tipo: «Insula Juan Fernández», es decir, la" Isla Más Tierra del archipiélago de Juan Fernández. Sexo y edad de los tipos: macho y hembra. Tipos hallados: El tipo es al parecer sólo el macho N.° n. 330 = ant. 420; pero de la diagnosis se desprende que ambos, macho y. hembra, son tipos. Existe por lo demás en las colecciones otro ejemplar una hembra (N.° n. 329 = ant. 421, hembra, Juan; Fernández, Nov. 1854); pero queda algo dudoso pues sospechamos un cambio de etiquetas. Nombre según autores posteriores. Dubois: Anaeretes fernandezianus Ph. Cat. Field: Spizitornis fernandezianus Ph. Myarchus fasciatus Landb.—AU 26 (1865) 715. Localidad de los tipos: Rep. Argentina, prov. de Mendoza, ciénagas de Vistaflor, al oriente de Melocotón,, 13/1/1865, Leybold coll.


L os tipos de aves conservados en el M useo N acional

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Sexo y edad de los tipos: hembra ad. y hembra juv. Tipos hallados: ■ N.° 1208 Cat. MSS. Aves Extranjeras, hembra juv. 1/1865. N.° 1209 Cat. MSS. Aves Extranjeras, hembra ad. 1/1865. Ambos ejemplares cazados por Leybóld. Nombre según autores posteriores. Cat. Field: Knipolegus aterrinus aterrinus Kaup. Dendroica atricapilla Laiidb.-^AU 24 (1864) 336; WA 30 (1864) 56; AMN 41, lám. 23, fig. 1 (tanto en el texto como en la lám. la sp. se atribuye erróneamente a «Ph. & Landb.»). Localidad del tipo: Collico, a % legua de Valdivia, 7/VI/1858, Landbeck coll. Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipo hallado: N.° n. 449 = ant. 328 (único). Nombre según autores posteriores. Dubois: Dendrceca striata (Forst.). Leistes albipes Ph. & Landb.—AU 19 (1861) 616; WA 29 (1863) 128. Localidad del tipo: no dice, pero seguramente la zona de Arica, Froben coll. Sexo y edad de los tipos: machos ad. Tipos hallados: N.° n. 518=ant. 527, macho, Froben col]. N.° n. 519 = ant. 528, macho, Froben coll. Nombre según autores posteriores. Dubois: Trupialis bellicosa (De Fil.). Chrysomitris anthracina Ph.—AU 91 (1895) 675; AMN 56, lám. 17, fig. 1, Localidad del Upo: Andes de la prov. de San Femando (es decir Colchagua), año 1895. ' Sexo y edad del tipo: no dice. Tipo hallado: N.° n. 520 = ant. 486 (único). Nombre segién autores posteriores. Ño pudimos encontrar ningún dato. Sycalis aureiventris Ph. & Landb—AU 24 (1864) 342; WA 30 (1864) 49; AMN 57, lám. 19, fig. 1. Localidad de los tipos: Cordillera de Santiago. Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. Lámina: macho ad. (N.° n. 586—ánt. 469).


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' Tipos hallados: ’ ' . ' • <¿& N.° nuevo 586 = ant. 469, macho ad.,Córd. de Santiago, Octubre 1862. N.° nuevo 584=ant. 466, hembra ad., Cord. de Santiago, Octubre 1862. N.° nuevo 587 = ant. 470, macho juv., Cord. Santiago, 11/1861. N.° nuevo 585 = ant. 467, hembra juv:, Cord. Stgó. 11/1862. Nombre según autores posteriores. Dubois; Pseudochloris aureiventris (Ph. & Landb.). Chlorospiza plúmbea Ph. & Landb.—AU 24 (1864) 341; WA 30 (1864) 47; AMN 59, lám. 25, fig. 1 y 2. Localidad de los tipos: Cordilleras de Santiago y de Curicó (La Puerta) Sexo y edad de los tipos:■macho y hembra. Lámina: Fig. 1: macho; 2: hembra. ' , Tipos halludos: Tipo del macho es N.° n. 621 = ánt. 451, prov. de San­ tiago, Julio 18Ó4. Hay otro ejemplar (N.° n. 619 = ant. 450) signado como hembra, prov. de Stgo, sin fecha (Cat. MSS); pero es sin duda macho. . El tipo de la hembra es el N.° n. 607 = ant. 463, ejemplar que correspode perfectamente a la diagnosis y la figura (prov. de Santiago, VIII/1854) ; pero en la exposición de aves del Museo habían puesto equivocadamente como hembra al N.° n. 620=ant. 449, que es en realidad un yal, Phrygilus fruticeti Kittl., macho (!!) Nombre según autores posteriores. Dubois: Phrygilus unicolor D’Orb. & Lafi1. Chlorospiza erythronotha Ph. & Landb.—AU .19 (1861) 610;. WA 29 (1863) 121. Localidad del tipo:. Putre o Parinacota Cerca de Arica, Froben coll., V I/1853. Sexo y edad del tipo: adulto pero el sexo se ignora. Tipo: no pudimos encontrarlo. Nombre según autores posteriores. Dubois: Phrygilus erythronotus (Ph. & Landb.). Phrygilus ornatus Landb.—AU 26 (1865) 717. Localidad del tipo: Rep. Argentina, prov. de Mendoza, en la pampa árida entre la Guardia del Portillo y las casas de Melocotón, X I I / 1864, LeyboJd coll. ’ . - '' 'I , Sexo y edad del. tipo: macho ad. Tipo hallado: N.° 784 Cat. MSS. Aves extranjeras, macho, ad. X II/ 1864, Leybold coll.


Los tipos de aves conservados en el M useo N acional

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Hay además tres ejemplares posteriores oriundos de la provincia de Mendoza. N.° 785, Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad., 11/1871. ;N.° 786, Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad., 11/1869. N.° 787, Cat. MSS Aves Extranjeras, macho ad., 11/1869. Nombre según autores 'posteriores. No hallamos ningún dato. Sporofila rufirostri Landb.—AIJ 26 (1865) 716. Localidad dé los tipos: Rep. Argentina, prov. de Mendoza, al oriente del Paso del Portillo, 7/1/1865, Leybold coll. Sexo y edad de los tipos: 2 machos ad. Tipos hallados: N.° 839 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad. 1/1864, Leybold coll. N.° 841 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho ad. 1/1865, Leybold coll. Hay además un ejemplar posterior N.° 840 Cat. MSS. Aves extran­ jeras, macho ad. 11/1869. Nombre según autores posteriores. Dúbois: Sporofila hypoleuca Lich. Pitylus albociliaris Ph. & Landb—AU 19 (1861) 611; WA 29 (1863) 121 .

Localidad del tipo: Sacorama, departamento de Arica, a 5 000 pies. Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipo hallado: N.° 852 Cat. MSS Aves Extranjeras, (único). Nombre según autores posteriores. Dúbois: Saltator albociliaris. (Ph. & Landbr.). O rd e n

ACCIPITRES

Accipiter chilensis Ph. & Landb.—AU 24 (1864) 346; WA 30 (1864) 43; AMN 2, lám. 1. Localidad de los tipos: No dice expresamente pero observados por Ph. & Landb. desde Aconcagua a Chiloé. Sexo y edad de los tipos: machos, hembras, juvs. Lámina: N.° n. 814=ant. 131. Tipos hallados : N.° n. 814 = ant. 131, macho ad., Valdivia 11/1864. N.° n. 808 = ant. 130, hembra ad., Valdivia VI/1859. N.° n. 810=ant. 128, hembra juv., Santiago, VI/1857. N.° n. 812=ant. 127, hembra ad. Santiago, V II/1862. El n. ant. 129 de esta sp. según Cat. MSS, no se encontró.


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Boletín del M useo N acional

Nombre según autores 'posteriores. Dubois: Cooperastur chilensis (Ph. & Landb.). Buteo melanostethos Ph.—AU 103 (1899) 665; WA (1899) 167; AMN 5, lám. 2. Localidad de los tipos: provincias centrales. Sexo y edad de los tipos: macho y hembra; lám. 2 es hembra, que es de Santiago según el.Cat. MSS. • ' ■ Tipo hallado: N.° n. 823 = ant. 92, hembra. El macho, al parecer, jamás formó parte de las colecciones del Museo. Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Buteo melanostethus Ph. Buteo poecilogaster Ph.—AU 103 (1899) 666; WA (1899) AMN 6, lám. 3;. . Localidad del tipo: Chile según el Cat. MSS. Sexo y edad dél tipo: hembra (?). Lámina: hembra. Tipo hallado: N.° n. 827=ant. 72 (único). , Nombre según autores posteriores. ‘ Dubois: ? Buteo poecilogaster Ph.

167;

Buteo machronychus Ph.—AU 103 (1899) 667; WA (1899) AMN 8, lám. 4 (B. macronychus Ph.). Localidad del tipo: prov. de Valdivia, I I I / 1859, Landbeck coll. Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipo hallado: N.° n. 828=ant. 86. Nombre según autores posteriores.' Dubois: ? Buteo macronychus Ph.

168;

Buteo ater Ph.—AU 103 (1899) 667; WA (1899) 168; AMN 9, lám. 5. Localidad de los tipos; prov. de Valdiyia. Sexo de los tipos: macho y hembra. Lámina: hembra. Tipo hallado: N.° n. 816=ánt. 94. Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Buteo ater Ph. Buteo albigula Ph.—AU 103 (1899) 664; WA (1899) 170; AMN 9, lám. 6. Localidad del tipo: prov. de Valdivia, S$xo del tipo: macho,


L os tip o s de aves conservados en el M useo N acion al

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Lámina: macho. Tipo hallado: N.° n. 830 a. , . Nombre según autores posteriores: Dubois: ? Buteo albigula. Buteo elegans Ph.—AU 103 (1899) 669; WA (1899) 169; AMN 10, lám.. 7 (como Buteo (Asturina) elegans). Localidad del tipo: prov. de Santiago, $egún AMN p. 10. Sexo del tipo: macho. Lámina: macho. Tipo hallado: N.° n. 831 = ant. 1627. En AMN p. 11 abajo, Philippi dice que después consiguió la hembra; pero los datos que da apenas pueden considerarse un suplemento de la des­ cripción. • Nombre según autores posteriores. Dubois: Buteo lineatus var. elegans. Buteo aethiops Ph.—AU 10.3 (1899). 668; WA (1899) 168; AMN 16, lám. 8 (bajo Asturina ¿sethiops? Ph.). Localidad del tipo: prov. centrales según AMN 16. Sexo del tipo: hembra. Lámina: hembra: . Tipo hallado: N.° n. 818 = ant. 84. Con este, ejemplar hay un huevo (N.° ant. 1295), pero que no se cita en la descripción. Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Asturina sethiops Ph. Buteo pictus Ph.—AU 103 (1899) 668; WA (1899) 169; AMN 17,' lám. 9 (bajo Asturina? picta Ph.). Localidad del tipo: prov. de Valdivia, Mayo 1859, Landbeck coll. Sexo del tipo: hembra. Lámina: , hembra. Tipo hallado: N.° n. 830= ant. 87. Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Buteo pictus Ph. O rd e n

HERODIONES

Phoenicopterus andinus Ph.—AU (1854) 337; WA 21 (1855) 10; R. A. Philippi, Reise Wüste Atacama (1860) 164; lám. zool. 4 y 5; AMN 74, lám. 33, fig. 3 y lám. 34.


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Localidad de los tipos: uno es de cerca de San Pedro de Atacama, (Tilopozo, 1/1854). Sexo de los tipos: uno es hembra. Tipos hallados: N.° n. 940=ant. 870, hembra, Tilopozo, 1/1854. N.° n. 941 = ant. 871, Norte de Chile. ¿Uno de los tipos? Hay un tercer ejemplar posterior (N.° ant. 872) de la Laguna del Huasco cazado en 1881, y un huevo (N.° ant. 1558) traído del Desierto de Atacama, sin fecha. Nombre según autores posteriores. Dubois: Phcenicoparrus andinus (Philippi). Phoenicopterus Jamesi Rahmer.—AU 69 (1886) 753; Proc. Zool. Society London 1886, 399, lám. 36 y fig. 2 y 3; AMN 74, lám, 33, fig. 1 y 2. Localidad del tipo: Andibus provincise Tarapacensis (pie deí volcán Isluga). Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipos (?) hallados: Hay dos ejemplares, no sabemos si tipos: N.° nueyo 943-A (no hay N.° ant.) Tarapacá ¿sexo? Sin número, Chilcaya, ¿sexo? El ejemplar de la figura es probablemente el que no tiene número. Taivez el tipo verdadero fué a Inglaterra, cfr. Proc. Zool. Soc. London 1. c. Nombre según autores posteriores. Dubois: Phcenicoparrus Jamesi (Rahmer). Or d e n

GRALLATORES

Numenius microrhynchus Ph. & Landb.—WA 32 (1866) 129. Localidad de los tipos: Chiloé', X/1858 y Arica. Sexo y edad de los tipos: uno es macho ad. Tipos hallados: N.° n. 1045 = ant. 814, ¿sexo?, Arica, Froben coll. N.° n. 1046 = ant. 815, hembra, Chiloé, Oct. 1857. Observación: En AMN 62 Philippi considera su especie sinónima de N. borealis (Forst.). , . * Nombre según autores posteriores. . Dubois: Numenius borealis (Forst.). Totanus chilensis Ph.—AU (1857) 182; WA 23 (1857) 264; R. A Philippi, Reise Wüste Atacama (1860) 163; AMN 63, lám. 29, fig. 1. Localidad del tipo: Paposo? (cfr. Reise 164). Sc$o del tipo: no dice,


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Tipo: No lo encontramos; pero hay cuatro ejemplares posteriores de los cuales 3 se citan en la redescripción en AM N: N.° n. 1061 A = ant. 798, macho ad., Stgo. 11/1860. N.° n. 1061 B=.ant. 801, sin indicaciones. N.° n. 1063 = ant. 802, hembra ad., Llico, XII/1861. N .° n. 1062 ,= ant. 803, hembra ad. Laguna Chumllata, cerca de Arica V II/1851. Nombre según autores posteriores. Dubois: Totanus melanoleucus Gm. Recurvirostra andina Ph. & Landb.—AU 19 (1861) 618; WA 29 (1863) 131; AMN 64, lám. 32. Localidad del tipo: Parinacota (Parunicóta), 16 000 pies de altura en el interior de Arica. Froben cojl. en VI/1853, cfr. N.° 13 en Cat. MSS. Co­ lección Froben. ' ' Sexo del tipo: macho. Tipo hallado: N.° 1760 Cat. MSS. Aves Extranjeras, macho. Hay además5 ejemplares posteriores (2 ad. y 3 juv.). (N.°n. 1040—44 = ant. 822-26, Cat. MSS. Aves Chilenas), cazadas en Inocaliri, prov. de Tarapacá y citadas en AMN. ' Nombre según autores posteriores. Dubois: Recurvirostra andina Ph. & Landb. Rallus Salinasi Ph.—AU (1857) 180; WA 23 (1857) 262; AMN 69 lám. 23, fig. 2 (bajo Rallus (Porzana) Salinasi Ph.). Localidad del tipo: Paine según Cat. MSS. (prov. de Santiago). Sexo y edad del tipo: macho ad. según Cat. MSS. Tipo hallado: N.° n. 1156 = ant. 765, macho ad.; Peine (sic) cerca de Santiago; pero debe observarse que la descripción original es de 1857; mien­ tras que el ingreso del ejemplar al Museo 1865. Habrá un error de pluma o efectivamente el ejemplar, llegó al Museo más tarde. Quizá estuvo algunos años en la colección particular de Salinas o de Philippi. Hay además 2 ejem­ plares bajo el mismo nombre (Cat. MSS) muy parecidos: N.° n. 1155 = ant. 764, hembra ad., Viluco, I X /1865. N.° n. 1154=ant. 763, macho juv. Stgo.,, I I I / 1866 El primero de estos últimos es más grande que el tipo y el segundo más chico. No tenemos duda de que hemos acertado con el tipo preciso. La hembra lleva un huevo (N.° ant. 1503) Viluco, obsequio del Dr. Eulogio Salinas. Nótese que Viluco está a poca distancia de Paine, en la prov. de San­ tiago (antes O’Higgins). Nombre según autores posteriores: Dubois: Creciscus jamaicensis Gm. var. salinasi (Ph.).


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Rallus uliginosus Ph.—WA 24 (1858) 83. Localidad del tipo: cerca de Santiago (Viluco). Sexo del tipo: no dice.. Tipos hallados: Hay 2 ejemplares de los cuales uno es muy probable­ mente el tipo. Son lose N.° n. 1140 = ánt. 773, Viluco,: IX /1865. N.° n. 1141 = ánt. 774, Viluco, IX/1865. Como en el caso anterior, la fecha de ingreso al Museo aparece posterior a la de la diagnosis. Nombre según autores posteriores. Dubois: Rallus antarcticus King. Fúlica rufifrons Ph. & Landb.—AU 19 (1861) 507 (dice por error Tulica); WA' 28 (1862) 223; AMN 71. Localidad de los tipos: prov. de Santiago según Cat. MSS. Sexo y edad de los tipos: macho, hembra y juv. Tipos hallados: N.° n. 1199 = ant. 884, hembra ad., prov. Stgo. VII/1856. N.° n. 1191 = ant. 888, hembra ad., prov. Santiago, X/1861. N.? n. 1200 = aht. 889, macho juv., prov. Santiago, III/1861. N.° n. 1202=aht. 887, macho ad., prov. Santiago, III/1861. Sin número n. = ant. 1536, huevo, prov. Santiago, 1/1863. ■ Nombre según autores posteriores: ' - Dubois: Fúlica rufifrons Ph. & Landb. .

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ANSERES

Bernicla dispar Ph. & Landb.—AU 21 (1862) 431; WA 29 (1863) 190; AMN 76, lám. 35. Localidad de los'tipos: Santiago, según Cat. MSS. Sexo de los tipos: macho y hembra. Tipqshallados: '■ .v '. \ N.° n. 1222= ant. 939, hembra ad., Santiago, V III/1854. N.° n. 1223 = ant. 940, macho ad., Santiago, VII/1859. Observación: Según Philippi en AMN su especie es igual a Bernicla magellanica Cabanis-U. S. Nav. Ast. Exped. II (1855) 201, lám. 24, macho y hembra, non B. magellanica Gm. Nombre según autores posteriores. Dubois: Chlcephaga 'magellanica Gm. var. inornata King. Bernicla chiloensis Ph.—AU 2Í (1862) 434; WA 29 (1863) 195 i S i É


Los tip o s de aves conservados en el M u seo N a cio n a l

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Localidad de los tipos: Chiloé. Sexo de los tipos: macho y hembra. Tipos hallados: N.° n. 1235 = ant. 935, hembra ad., prov. de Chiloé, XI/1857. N.° n. 1236 = ant. 936, macho ad., de Chiloé, XI/1857. Observación: En AMN,- Philippi dice que su especie había sido ya des­ crita por Sclater antes en Proc. Zool. Soc. London (1857) 128, bajo Chloephaga poliocephala y «el nombre poliocephala debe, pues, reemplazar el de chiloensis». Nombre según autores posteriores. Dubois: Chlcephaga poliocephala Sel. Querquedula angustirostris Ph. & Landb.—AU 21 (1862) 439; WA 29 (1863) 202; AMN 78. Localidad del tipo: Laguna Cucullata cerca de Tacna, Froben coll. Sexo y edad del tipo: macho ad. Tipo hallado: N.° n. 1281 = ant. 1009, macho ad. Laguna Cucullata, cerca de Tacna, Froben cóll, Julio 1852. Observación: En AMN Philippi sinonimiza su especie con Querquedula oxyptera Meyen. Nombre según autores posteriores. Dubois: Querquedula flavirostris Vieill. var. oxyptera Meyen. Erismatura yittata Ph.—WA 26 (1860) 26. Localidad del tipo: Santiago. Sexo del tipo: macho. Tipo hallado: N.° n. 1334 = ant. 972, Santiago, Julio 1859. Sin embargo, hay que hacer notar que las medidas no corresponden bien. El ejemplar, es 20% más corto que las medidas publicadas. Más bien serán las medidas las malas. Observación: Según Philippi en WA 26 (1860) 284 su E. vittata no es más que una variante de E., ferruginea. Nombre según autores posteriores: Dubois: Erismatura ferruginea Eyt. vár. vittata (Ph.). Anas iopareia Ph.—WA 26 (1860) 24. Localidad del tipo: provincia de Santiago. Sexo del tipo: macho. Tipo hallado: N.° 1976 Cat. MSS. Aves Extranjeras, prov. de Santiago, V I/1859. Nombre según autores postenores,


28

Boletín del M useo N acion al

Dubois: Cairina moschata Flem. Según «Catalogue of Birds Brit. Mus.» t. 27, p. 53, Anas iopareia es un híbrido entre Anas boscfias y Cairina moschata. O rd e n

STEGANOPODES

Pelecanus Landbecki F. Philippi.—Boletín del Museo Nacional de Chile t. I (1909) 63, 1 lám. : Localidad de los tipos: Chile. Sexo de los tipos: no dice. Tipos hallados: N.° n. 1355=ant. 1137, obsequio de don José Tomás de Urmeneta, sin localidad ni sexo (Chile). ' N.° n. 1360=ant. 1138, sin referencia (Chile). Nombre según autores posteriores. -No hallamos ningún dato. Phalacrocorax ventralis Ph.—AMN 106, lám. 50. Localidad de los tipos: cerca de Santiago. Sexo de los tipos: 2 hembras, cazadas en IX/1861. Tipos hallados: N.° n. 1382=ant. 1126, Cat. MSS.dice macho ad. N,° n. 1378- a n t. 1122, hembra. Nombre según autores posteriores. No hallamos ningún dato. Phalacrocoráx Promaucanus Ph.—AU 103 (1899) 674; WA (1899) 173; AMN 107, lám. 51. Localidad del tipo: provincias centrales (Matanzas). Sexo del tipo: no dice. Tipo hallado: N.° n. 1369 = ant. 1124. Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Phalacrocorax promaucanus Ph. Phalacrocorax eumegethes Ph.—AU 103 (1899) 673; WA (1899) 173. Localidad del tipo: Seno de Reloncaví (o Calbuco, 1892). Sexo del tipo: no dice.. Observación: Esta especie no aparece en AMN; pero es sin duda la quese describe bajo el nombre de Ph. gracilis Meyen. Las medidas del primer ejemplar descrito en AMN p. 105 bajo este último nombíe corresponden exactamente al Ph. eumegethes. Seguramente Philippi se arrepintió de su es-


L os tipos de aves conservados en e l M useo N acional

29

pecie y la incluyó después en la de Meyen. La fig. en AMN lám. 49 coincide igualmente con toda exactitud con las descripciones y las medidas, que son iguales en Ph. eumegethes y gracilis. Sólo hay discrepancia en la localidad, pues en eumegethes dice Seno de Reloncaví y en gracilis Calbuco; pero ambos puntos son casi vecinos. Tipo hallado: N.° n. 1383 a = an t. 1121, ¿sexo?, Calbuco 1892 (en el Cat. MSS. bajo Ph.'" gracilis). Nombre según autores posteriores. Dubois: ? Phalacrocorax eumegethes Ph. Graculus elegans Ph.—WA 24 (1858) 305. Localidad de los tipos: Chiloé. Sexo y edad de los tipos:-macho, hembra y juv. Tipos: no los encontramos. Nombre según autores posteriores. Dubois: Phalacrocorax atriceps Kings. O rd e n

GAVIAE

Sterna comata Ph. & Landb.—AU 19 (1861) 614; WA 29 (1863) 126; AMN 99, lám. 46, fig. 2. Localidad de los tipos: Arica. Sexo y edad de los tipos: macho y hembra, ambos adultos. Tipos hallados: N.° n. 1398=ant. 1047, hembra ad. XI/1853, Froben coll. N.° n. 1401 —ant. 1050, macho ad. XI/1853, Froben coll. Hay todavía 4 ejemplares más de Corral, posteriores. Nombre según autores posteriores. Dubois: Sterna elegans Gamb. Sterna Frobeni Pb. & Laíidb.—AU 19 (1861) 613 (Trobeni lapsus); WA 29 (1863) 125; AMN 100, lám. 47, fig. 2. Localidad del tipo: Arica. Sexo y edad del tipo: hembra ad. Tipó hallado-: N.° n. 1421 = ant. 1066, Arica, VIII/1851, Froben coll. Hay otros 5 ejemplares posteriores a la descripción original.. Nombre según autores posteriores: ' Dubois: Sterna trudeaui Audub. Sterna luctuosa Ph. & Landb—WA 32 (1866) 126; AMN 101, lám. 46, fig. 1. Localidad del tipo: Río Valdivia entre Corral y Valdivia.


so

Boletín del M useo N acional

Sexo y edad del tipo: hembra ad. Tipo hallado: N.° n. 14Í2=ant. 1058, hembra ad., VIII/1855, C. Segeth coll. En el Cat. MSS. se cita otro ejemplar, que no es tipo, (N.° ant. 1059) de Constitución, Reiche leg., que .no se encontró. Nombre según autores posteriores: , Dubois: Sterna fuliginosa Gm. Sterna atrofasciata Ph. & Landb.—AU 21 (1862) 440; WA 29 (1863) 204; AMN 103, lám. 47, fig. 1. Localidad del tipo: Laguna de Vichuquén (Llico). Sexo y edad del tipo: hembra juv. Tipo hallado: N.° n. 1417 = ant. 1071. Nombre según autores posteriores. Dubois: Sterna paradisea Brünn. Sterna lorata ¿Ph. & Landb—AU 19 (1861) 612; WA 29 (1863) 124; AMN 103, lám. 45, fig. 2. Localidad del tipo: Arica, IX/1851, Froben coll. Séxó y edad del tipo: hembra ad. Tipo hallado: N.° n. 1411 = ant. 1074. Hay además un ejemplar N.° n. 1410 = ant. 1073 de Tarapacá, colec­ cionado por don José Toribio Medina, Nombre según autores posteriores. Dubois: S terna'lorata Ph. & Landb. Larus Frobenii Ph: & Landb—4U 18 (1861) 732; WA 27 (1861) 292; AMN 97, lám. 45, fig. 1 (comò Frobeni con una i). Localidad del tipo: Arica. . Sexo y edad del tipo: hembra ad. Tipo: No hallamos el tipo (N.“ ant. 1027, Arica 1854, hembra ad. según el Cafe MSS.) Hay un ejemplar dé Magallanes (N.° ant. 1028) sin fecha. Nombre según autores posteriores:. . : i . Dubois: Lárus belcheri ' Vig. Larus cinereo-caudatus Ph. & 'Landb—AU 18 (1861) 733; WA 27 (1861)1293; AMN 98. • /i. Localidad de los tipos: Tomé, Valparaíso y Arica. Sexo y edad* dé los tipos: machos ad. Tipos hallados: . N.° n. 1446 = ant. 1017, machó ad., Tomé 1859 (o 56?).


Los tipos de aves conservados en el M useo N acional

81

N.° n. 1447 = ant. 1018, ¿sexo? ad., Arica, Froben coll. N.° n. 1448 = ant. 1019, macho ad,, Quilimarí, cerca de Valparaíso, XII/1862 (?) (¿es tipo?). Nombre según autores posteriores: Dubois: Larus franklini Swains. O r den

TUBINARES

Procellaria (Oceanites) collaris Ph. — Verhandlungen deutschen wissenschaftlichen Vereins zu Santiago, t. 3 (1895) 11 con 1 lámina; AMN 90, lám. 42, fig. 3. .\ ' Localidad del tipo: Al oriente de Taltal, 1894, Darapsky coll. ; Sexo del tipo: no dice. Tipo hallado: N.° n. 1477—ant. 1083. Hay además un pollo N.° ant. 1084 de la misma localidad y fecha. Nombre según autores posteriores: No hallamos datos. Thalassidroma Segethi Ph. & Landb.—WA 26 (1860) 282; AU 18 (1861) 27; AMN 92 lám. 44 (bajo Thalassidroma (Oceanites) Segethi). Localidad del tipo: no dice, quizá Tierra del Fuego. Sexo del tipo: macho según Cat. MSS. Tipo hallado: N.° n. 1478 a = ant. 1082, macho. Nombre según autores posteriores: No hallamos datos. Puflmus ? melanoleucus Ph —AMN 93, lám. 41 (en la lámina el género aparece sin signo de interrogación). Localidad de los tipos: 2 de Corral, y 1 de Matanzas (costa de Colchagua). Sexo de los tipos: Corral macho y hémbra; Matanzas ?? Tipos hallados: N.° n. 1479 = ant. 1090, hembra ad., Corral III/1864. N.° n. 1481 = ant. l092, ¿sexo?, Matanzas, Z. Vergara coll. El tercer ejemplar citado N.? ant. 1091 no apareció. Nombre según autores posteriores: No hallamos datos. O rd e n

IMPENNES

Spheniscus trifasciatus Landb.-—Zeitschrift für die gesammte Naturwissenschaft 41 (1873) 121; AMN 81, lám. 36, fig. 3. r Localidad del tipo: Valdivia, año 1872.


Boletín del M useo N acional

Sexo y edad del tipo: macho ad, según Cat. MSS. Tipo hallado: N.° n. 1564=ant. 1172. Hay además otro ejemplar in­ gresado en 1877 (N.° n. 1565 = ant. 1173) hembra ad. de la Isla Magdalena. Observación: La fig. lám. 36, 1, signada Spheniscus Hiunboldti es segura­ mente S. trifasciatus. Desde luego es totalmente diferente de la fig. lám. 37 también mareada. S. Humboldti y esta última coincide mucho mejor con la descripción. Nombre según autores posteriores: Dubois: Spheniscus magellanicus (Forst.).. Spheniscus modestas Ph.—AU 103 (1899) 671; WA (1899) 171; AMN 84, lám. 39, fig. 1 y 3. Localidad de los tipos: Chiloé, costa de Valparaíso y Jardín Zoológico de Santiago. Sexo de los tipos: 2 son machos y el del Jardín Zoológico es hembra. Tipos hallados: N.° n. 1567=ant. 1164, Jardín Zool. Santiago, hembra, 11/1888. N.° ri. 1568 = ant. 1165, Chiloé, macho, XI/1857, Germain coll. N.° n. 1570=ant. 1166, Quinteros, cerca de Valparaíso, macho IV /1888. Nombre según autores posteriores. Dubois: Spheniscus magellanicus (Forst.). Spheniscus flavipes Ph.—AU 103 (1899) 670; WA (1899) 172; AMN 88, lám. 40. Localidad del tipo: Cartagena. Sexo del tipo: no dice. Tipo: no lo pudimos encontrar. . Nombre según autores posteriores: Dubois: Spheniscus magellanicus (Forst.). Spheniscus Meyenii Ph.—AU 103 (1899) 670 (aparece sólo el nombre en una clave); AMN 86, lám. 38 (en la descripción aparece como sinónimo de S. Humboldti Meyen; pero en la lámina como especie). Localidad del tipo: no dice (¿Chile central?). Sexo del tipo: no dicé. Tipo: no pudimos hallar un ejemplar que coincidiera. Nombre según autores posteriores. No encontramos ningún dato. Spheniscus Landbecki F. P h i l i p p i . —nomen nudum inedit. Tipo: macho de Punta Arenas, II 1900, Z. Vergara coll.


L os tip o s de aves- conservados en el M useo N acion al

SS

Observación: En el museo existe un ejemplar, rotulado en esta forma; pero creemos que nunca fué publicada la descripción. T i p o s y e s p e c i e s q u e s e g ú n e l « C a t á l o g o » d e d o n B e r n a r d i n o Q u ij a d a no

se

e n c o n t r a r ía n

en

el

M u s e o N a c io n a l , a d e m á s d e

l o s q u e t a s é c it a r o n e n l a nosotros

p f g in a 4 , y q u e

encontram os

Scytalopus magellanicus Gm. var. albifrom (Lándb.). ( = Scytalopus albifrons Landb.) p. 232. Agriornis albicauda (Ph. & Landb.). (= Dasycephala albicauda Ph. & Landb.) p. 233. Sin embargo, en p. 164, bajo el primer nombre, lo enumera entre las especies «conservadas» en el Museo. Phoenicoparrus jamesi (Rahmer). . (= Pncenicopterus jamesi Rahmer) p. 197 & 237, ¿Phalacrocorax eumegethes Ph. p. 239. ¿Phalacrocorax promaucanus Ph. p. 239.


Boletín del M useo N acional

Fig. Fig. Fig. Fig.

Fig. 3 . • Fig. 4 1. —N.° nuevo 823 = ant,. 92, Buteo melanostethos PIi —hembra. 2.—N.° nuevo 827 = ant. 72, Buteo poecilogaster Ph.—¿hembra? (único). 3.—N.° nuevo 82S = ant. 86, Buteo macronychus Ph.—macho adulto. 4.—N.° nuevo 816 = ant. 94, Buteo ater Ph.—hembra.


Los tipos de aves conservados en -él M useo N acional

Pig. 7 Fig. Fig. Fig. Fíg.

Fig. 8

5.—N.° nuevo 830-a—Buteo albigula Ph.—macho. 6 —N.° nuevo 831 = ant. 1627—Buteo elegans Ph.—macho. 7.—N.,° nuevo 818 = ant. 84—Buteo aethiops Ph.—hembra. 8 — N.° nuevo 830 = ant. 87—Buteo píctus Ph.—heittbra.

85


Fig. 9.—N.° nuevo 943-A^Phoenicoptems Jamesi Rahmer ¿sexo? Fig. 10.'—N.° nuevo 940 = ¡Int. 870—Phoenicoptems andinus Ph.-—hembra;


Contribución Ornitológica Aves chilenas de las Familias Psittacidae, Picidae, Alcedinidae, Caprimulgidae, Trochilidae, Pteroptochidae, Bubonidae, Tytonidae y Cuculidae, y especies que hay en la provincia de Atacama, POR E n r iq u e E r n e s t o

O rd e n

G ig o u x

PSITTACIFORMES

Familia .Psittacidae Esta familia tiene.en América 37 géneros con 245 especies. En 'Chile hay 3 géneros con 4 especies. Atacama no tiene representantes. G éneho

Cyanolyseus patagonus.

Cyanolyseus,

V i c i l l . — K1

B o n a p a h te .

«Tricagüe».

Sinonimia: (1) Conurus 'patagonus, Vieill. Psittacus patagonus, Vieill. Se encuentra en el sur de Chile,; norte de, Patagonia, Argentina y Uruguay. Cyanolyseus byroni,

C h ild o k .

Sin. Ara patagónica, Selby. Cyanolyseus byroni, Salvadori. (X> Sólo se citarán de uno a tres sinónimos por cada especie, a fin de no dar mu­ cha extensión a este artículo.


Boletín del M useo N a cio n a l

88

Esta especie está indicada para Chile en el «Catalogue of Birds of the Americas and the adjacent Island in Field Museum of Natural History». Se dice que vive en el sur del país. G é n e ro

Enicognathus leptorhynchus,

Enicognathus, K in g .—

«El

G ra y .

C h o ro y » .

Sin. Enicognathus leptorynhchus, Salvadori. Se encuentra desde Aconcagua al sur. G é n e ro

Microsittace ferruginea,

Microsittace,

M ü l l . —«La

B o n a p a rte .

Catita».

Sin. Fyrrhura amaragdina, Reinchenow. Se halla extendida desde Santiago hasta el Estrecho de Magallanes y oeste de Argentina. O rd e n

PICIFORMES.

Familia

Picidae

Esta familia tiene en América 37 géneros con 323 especies. En Chile hay 4 géneros con 5 especies. Atacama no tiene representantes: G é n e ro

Pituipicus pitius,

M o l . —-El

Pituipicus,

B o n a p a rte .

«Pitigüe».

Sin. Colantes chilensis, Vigors. Colaptes pitius, Bonaparte. Se encuentra desde Coquimbo al sur 'y oéste de Argentina. G é n e ro

ChrysopíHus,

Chrisoptilus meladonermus melanodermus, Sin. Crysoptüus cristatus, Sclater. . Crysoptüus melanodermus, Grant.

S w a is o n . M a lh e rb e .


Contribución

Ornitológica

39

Común al norte de Chile, sur de Bolivia, noroeste de Argentina y Uruguay. . Ipocrantor,

G éneko

C a b a n is y H e in e ,

Este género tiene una sola especie que es chilena. Ipocrantor magellanicus, Kixg.—-El «Carpintero grande». Sin. Carripephilus magellanicus, G'ray. Megapicus magellanicus, Malherbe. Campophilus imperialis, Hargitt, (Cámpophilus es una modificación de Cámpephilus, hecha por Ca­ banis y Heine en 1863 y aceptada por Hargitt). Esta especie habita desde el centro del país hasta Tierra del Fuego. Dyctiopicus,

G éneho

Dyctiopicus mixtus mixtus,

B o n a p a rte .

B o d d a g rt.

Sin. Picus bicolor, Gm. Dendfocopus mixtus, Hartert. Vive en el sur de Chile, Argentina, sur de Brasil. Paraguay f Uruguay. Dyctiopicus lignarius,

M o l . —El

«Carpinterito».

Sin. Picus lignarius, Mol. Picus melanocephalus, King. D¿hdrocopus lignarius, Hartert. Se encuentra en casi todo Chile, desde Coquimbo al sur. Sur del Perú, Bolivia y Argentina. O rd e n

CORACIIFORMES.

Familia Alcedinidae • • Esta familiartiene en América'2 géneros con 15..especies. En-Chile hay un género con una especie. Atacama no tiene representantes...........


Boletín del M useo N acional

40

G é n e ro

Streptoceryle,

Streptoceryle torquata stillata,

B o n a p a rte .

M e t e n , : —El

,

«Martín pescador».

Sin. Streptoceryle torquata stillata, Ridguay. Es común a las provincias centrales y del sur del país, Patagonia, Tierra del Fuego, Perú y 'Bolivia. Esta especie no se ha visto nunca en Atacama, por más que viva muy al norte y muy al sur de esta provincia. Familia Caprimulgidae. Esta familia tiene en América 24 géneros con 85 especies. En Chile hay 2 géneros con 2 especies. Chordeiles,

G é n e ro

Ghordeiles acutipennis exilis,

S w a in s o n .

L e s s . —«Gallina

ciega». «Plastilla».

Sin. Caprimulgus pruinosus, Tchudi. Chordeiles pruinosus, Brabourne. ¡ Común a toda la costa del Pacífico en Sud América, hasta el norte de Chile. Se encuentra en Atacama.G é n e ro

Thermochalsis longirostris,

Thermochalsis,

R ic h m o n d

B o n a p a r t e , —«Gallina

ciega». «Plastilla»-.

Sin. Stenopsis bifasciata, Sclater y Hudson. Stenopsis longirostris, Hartert. Se halla en Chile desde Atacama hasta el norte de Patagonia, Perú,. Bolivia, sur del Brasil y Argentina. Familia Trochilidae (Picaflores).. Esta familia tiene 133 géneros con 649 especies. En Chile hay 4 généros con 6 especies.


Contribución

Patagona,

G é n e ro .

Patagona gigas gigas,

Ornitológica

41

G ra y .

V i e i l l . —«Picaflor g r a n d e » .

,

Sin. Orriismya tristis, Less. Patagona gigas, Gould. Es común a casi todo Chile. En Atacama se le ve en invierno y pri­ mavera. Se halla también en Perú y Bolivia. La otra especie de las dos del género, es la Patagona gigas peruviana, Boucard, que se encuentra en el sur del Ecuador y en el Perú. Oreotrochilus,

G é n e ro

Oreotrochilus leucopleurus,

G

o u l d

;—

G o u ld .

«Picaflor de la Cordillera».

Sin. Oreotrochilus leucopleurus, Dabbene. Vive en la región de la Cordillera desde Atacama hasta las provin­ cias centrales. Y en la paite norte oeste dé la Argentina. G é n e ro

Eustephanus galeritas,

Eustephanus, M o l.— E l

R e íc h e n b a c h .

«Picaflor común».

Sin. Eustephanus galeritus, Gould. Se encuentra en todo Chile, desapareciendo temporalmente de algu­ na? provincias para emigrar a otras. En Atacama es casi residente. Se halla también en la Argentina. Eustephanus fernandensis, . nández.

K i n g . — El

Picaflor de las islas de Juan Fer-

Sin. Eustephanus stokesi, Gould. lista interesante especie es exclusiva de esas islas, y notable porque tiene la particularidad de que el macho es de un color rojo pardo, y la hem­ bra de un hermoso tono verde. Eustephanus leyboldi,

G o u ld .

Sq asegura que esta especie sólo vive en lá lela de Más Afuera del grupo de Juan Fernández.


Boletín del M useo Nacional

No conozco una cuarta especie de este género, la Eustéphanus burloni, Bourcard, ¡que se dice vive sólo en Chile. Rhodopis.

G é n e ro

Rhodopis atacamensis,

L e y b o ld . E l

R e ic h e n b a c h .

«Picaflor de Atacama».

Sin. Rhodopis atacamensis, Martin’s. , Común en invierno al norte de Chile. También se halla en el sur del Perú con la otra especie : Rhodopis vesper Less, que es la Calliphox vespera de Reichenbach. PASSERIFORMES.

O rd en

FcCnrilii Pteropchidae. Esta familia tiene, 10 géneros con 37 especies, correspondiendo a Chi­ le 4 géneros con 9 especies. G é n e ro

Pteroptochos tarnii.

Pteroptochos.

K ittlitz .

El «Huez-Huez».

K ín g .

Sin. Iíylactes tarnii tarnii Peters. Megalonix ruficeps. Lafr, y D'Orbigny. Se encuentra desde Curácautín a Chiloé y el suroeste de Argentina. Pteroptochós castaneus,

Ph.

y

L andb. El

«Huez-Huez».

Sin. Hyláctes castaneus, Sclater. Pteroptochos tarnii, Bridges. Se halla en Chile central, Pteroptochos megapodius.

K ittlitz .

«La Turca».

Sin. Hyláctes megapodius, Pelzeln. Megalonix rufus, Less. • • Se encuentra ^desde Coquimbo-a Curicó.- /

:-


1$

Contribución' Ornitológica

G é n e ro

Scelorchilus rubecola,

Scelorchilus.

K ittlitz .

O b e rh o ls e e .

El «Chucao» o «Tricao»..

Sin. Leplonix rubecola, D'Orbingny. Megálonix rufigularis, Less. Es común desdo Curacautín a Chiloé y oeste de Argentina.

:1 . /

'

2 -

3 '

4

1 Tleroptochos castaneus Ph. y I.andh. 2 Tleroptochos tarnii King. 3 Tleroptochos megapodius Kittlitz. 4 Scelorchilus rubecola Kittlitz.

Scelorchilus albicollis albicollis,

K ittlitz .

El «Tococo» o Tapacola».

Sin. Pteroptochus albicollis, Bibra. Megálonix medius. Less. Se halla en Chile central. Scelorchilus albicollis atacamae,

H e i .m a y k . E 1 « T o c o c o »

o «Tapacola».

Sin. Pteroptochus albicollis, Ph. Pterotochos albicollis, Salvin. Vive en Atacama y Coquimbo. Esta especie la he visto solamente en la Quebrada del León y vecin­ dades, en Caldera. En los cerros interiores. de Taltal, es residente, pero no abundante. - • - •“ • .


Boletín del M useo N acion al

44

G é n e ro

Scytalopus fuscus,

G o u ld . E l

Scytalopus.

G o u ld .

«Churrín».

Sin. Platyrus niger, Swainson. Scytalopus fuscoides, Sclater. Scytalopus obscurus, King. Se encuentra desde-Coquimbo hasta las provincias centrales. Scytalopus magelianicus, Gm. El «Chercán negro». Sin. Sylvia obscura, King. Pteroptochos albifrons, Landb. Vive desde Malleco a Tierra del Fuego. Al suroeste de Argentina y en las Islas Falkland. G é n e ro

Triptorhinus paradoxus,

Triptorhinus.

K i t t l i t z . — El

C a b a n is .

«Churrín

de

la Mocha».

Sin. Malacorhinchus chilensis, Ménétriés. Platyrus lepturus, Swainson. '' ■?_ Se encuentra en la Isla Mocha y desde Maulé a Chiloé.

5

'

J 6

7

,

I Sceforckilui albicotlis albicolUs lvittlit// 3 S c y ta lo p u s

Gm,

’’ Coytalopus fuscus Gould. £ fñptorhinus paradoxus Kittlitz.

S


Contribución Ornitológica

O rd e n

STRIGIFORMES

Familia Bubonidae. lista familia tiene en América 18 géneros con 150 especies. Le pondon a Chile 5 géneros con 6 especies. G é n e ro

Asió americ&nus.

S t e p h . — Til

Asió.

B ris s o n .

«Concón».

Sin. Strix otas, Audubón. | Otas wilsoniatms, Less. Se encuentra en todo el país. Asió accipitrinus, P a l l . —El «Nuco». Sin. Asió flammeus flammeus, Pontopp. Otus hrachyotus, Audubon.

9

' , "'10 9 Asió accipitrinus Pall. 10 Strix rufipes King.


46

Boletín del M useo N acional

Ave cosmopolita que se encuentra on Norte y Sud América. Es el «Suindá» del Paraguay. G é n e r o B ubo.

D uÍvíeril .

Bubo virginianus magellanicus, Daudin..—-El «Tucúqueré». Sin. Bubo magellanicus, Gm. Bubo nacurutu Vieill. Se encuentra en todo Chile, Perú, Bolivia y Argentina. G é n e ro

Strix.

L in n e o .

Strix rufipes, K ín g .— E l «Concón».

Sin. Úlula fasciaia, Desmurs. Syrniun rufipes, King Común a todo el país.

11 Asió ámericanus Steph. 12 Buho virginianus magallanicus Daudin.


Contribución Ornitológico

47

G é n e r o Speotyto. G l o g e r .

Speotyto cunicularia cunicularia, M o l.—El «Pequén». Sin. Speotyto cunicularia, Sharpe. Se encuentra en Chile, Argentina y Uruguay.

G é n e r o Glaucidium. B o ie .

Glaucidium nanum, K ing.— El «Chuncho». Sin. Glaucidium rianum, Sharpe. Común a todo Chile hasta Patagonia'y Tierra del Fuego. Familia Tytonidae. Esta familia tiene un género con J. 2 -especies. En Chile hay una.

G énero

Tyto.

B ill ber g

Tyto perlata perlata. L io h . — La «Lechuza». Sin. Strix' flammea, Sharpe. Tyto perlata, Scott. Se encuentra en todo Chile, Guayanas, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina. O rden

COCCYGES.

' Familia Cuculidae. Esta familia tiene 14 géneros con 68 especies. El «Catalogue of the Birds in the British Museum» y el «Catalogue of Birds of the Americas and the adjacent Islands, in Field Museum of Natural History», dan la siguiente especie para el•sur de Chile.


-] 3 Glaucidium nanun Sharpe," . 14 Tyto periata periata Lich. 15 Speotyto. cuniculàriu cunicularia Mol.

■ ny

Boletín del Museo Nacional


Contribución Ornitológico

G é n e ro

Güira.

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L esson.

Güira Güira, Gm.—La «Urraca común». Sin. Güira piriguira, Kerr. Diplopterus güira, Gray. Es probable que esta especie que se encuentra en la Argentina haya pasado a Chile. También vive en Brasil y en Paraguay. OBRAS CONSULTADAS «Catalogue of Birds of the Americas and the adjacent Island, in Field Museum of Natural History». Yol.X III. Parte II, N.° 1 y 2 y Parte III. By Ch. B. Cory. «Catalogue of the Bird in the British Museum». Vol. II, by R. B. Sharpe. Vol. XV, by P. L. Sclater. Vol. XVI, by E. Hartert. Vol. XVII, by R. B. Sharpe. Volt. XVIII, by Hargit. Volt. XIX, by G. E. Shelley y Vol. XX, by T. Salvadori. Alphonse Dubois. «Synopsis Avium». Claudio Gay. «Historia Física y Política de Chile». Tomo I.


Notas de Arqueología chilena POR

G u a l t e r io

L o o ser

1.° Una colección de álfareña de San Julián-Ovalle La serie dé objetos de greda que va reproducida a continuación hallóse en unas sepulturas de San Julián cerca de Ovalle, en la provincia de Co­ quimbo, y fué adquirida por don Ricardo E. Latcham, director del Museo Nacional de Historia Natural, para su colección particular. Comprende un , grupo numeroso y sólo hé dibujado los ejemplares que me han parecido más característicos para dar una idea general del hallazgo. La provincia de Coquimbo es rica en yacimientos arqueológicos y su alfarería se caracteriza por su finura. Es, sin duda, la mejor de. Chile. Por estos motivos ha sido más estudiada que la de otras regiones y recientemente el mismo señor Latcham dedicóle un largo capítulo én sü obra «La alfarería indígena chilena», Santiago 1928, por lo cual no voy a entrar en muchos de­ talles. Comparada con la alfarería de más al Norte se distingue por la inexis­ tencia o gran rareza dé dibujos curvilíneos que desaparecen casi totalmente de Copiapó al Sur. Sus dibujos son rectilíneos, como en Chile central, pero en cambio la técnica está mucho más avanzada. Las dos formas típicamente coquimbanas son 1.°, platos con las paredes más o menos verticales y bajas y el fondo redondeado y 2.°, una variante dél jarro pato muy peculiar, y que en su forma pura, no sale de la cuenca del Limarí (Ovalle, Tongoy etc.). La figura N.° 14, representa un ejemplar muy notable de este tipo, pero los dibujos son algo aberrantes para la región. Las afinidades dé esta zona son quizás más marcadas con el-NO. argen­ tino que con el N. de Chile, por lo cual Latcham denomina esta parte del país región diaguita chilena, fundándose en la arqueología, antropología y otras consideraciones. Pero en la alfarería estas afinidades son menos mar­ cadas. Desde luego escasean mucho a este lado de los Andes las urnas fu­


Arqueología chilena

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nerarias tan frecuentes entre los diaguitas argentinos, ni se encuentran al otro lado de la cordillera los platos y jarros «patos» que acabo de citar. Como muestra de la alfarería de San Julián he dibujado 8 platos (fig. 1 a 8) y parte del adorno de otro plato (fig. 9). La fig. 10 representa una bote­ lla de boca ancha, estos artefactos son algo más escasos, pero su decoración es la misma de los platos. El color de estos'objetos es muy constante, casi siempre la base redondeada es roja, mientras que la parte cilindrica tiene fondo^crema y sólo ella lleva adornos que son negruzcos y rojos. Las paredes de los platos son generalmente verticales, pero también se observan ligera­ mente inclinadas hacia afuera o hacia adentro y algo curvas. Los platos por dentro carecen de adornos. El fondo es casi plano hasta bien redondeado. Dos platos presentan caras de animales o humanas y uno de ellos tiene dientes entreverados que son frecuentes en la alfarería coquimbana. En los demás los dibujos son puramente geométricos: triángulos, líneas paralelas, líneas en zig-zag, ganchos etc. Mucho menos común es la pieza esférica fig. 11. En su abertura se notan quebraduras, pudiéndose inferir que antes tuvo gollete. El dibujo está formado por triángulos y escaleras intercaladas recordando las pirámides escaleradas de los mexicanos. Tam­ bién llama la atención lo grande dé los motivos que se contrapone a los di­ bujos por lo general pequeñqs de la región. Su colorido es el corriente en la zona. La parte inferior sin adornos es roja y el fondo de la mitad superior crema. Las partes negras en el dibujo son rojas en el objeto, y las partes marcadas con líneas oblicuas paralelas son de color gris amarilloso. Esta pieza es bastante grande, mide 240 mm. de mayor diámetro. Otro artefacto de esta colección que es interesante, es el plato hemis­ férico fig. 12. Solamente lleva dibujos por fuera sobre fondo rojo vivo. Las fajas son cremas y las líneas y campos de adorno café amarillosos. El dibujo en conjunto recuerda vagamente a, los tririaerios o trisqueliones de la alfare­ ría del Norte de Chile y Argentina y sur del Perú y quizá hay cierta depen­ dencia. Los pequeños triángulos que hay en las 2 fajas grandes y de los cua­ les cuelgan líneas paralelas recuerdan los «ojos con lágrimas» de ciertas al­ farerías de esta región. Es un elemento decorativo frecuente en la zona y de probable origen de los diaguitas argentinos; pero en platos de esta clase no los había visto. En esta colección venían dos cántaros «patos» u omitomorfos. El pri­ mero fig. 13 es de una forma poco característica para la región, más bien recuerda tipos de más al Norte. Este ejemplar se singulariza por la carencia de asa. Su largo máximo es de 155 mm. y difiere de todo el resto de la colec­ ción por la greda empleada, que es bastante más porosa y menos brillante. Sin embargo el dibujo está bien hecho pero aparece en parte borrado. El otro «pato» (fig. 14) es una pieza altamente notable y merece una descripción más detenida. Su forma es igual a los jarros «patos» del valle


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Boletín del Museo Nacional

del Limar! descritos por Medina y por Oyarzún. Ultimamente el R. H. Claude Joseph presentó a la Sociedad Chilena de Historia Natural dibujos de otro «pato» de Ovalle, es decir, cuenca del Limarí, que por su forma y dibujo se acerca mucho al descrito por el Dr. A. Oyarzún en el Boletín del Museo Nacional, t. I (1910) p. 20. En cambio, en la pieza de esta colección los dibujos difieren totalmente de los «patos» de esta región que conozco. El dibujo del cuerpo está formado por varias escalas de peldaños largos y terminadas en gancho que dan vuelta por todo el contorno. Este adorno es muy distinto de los que se ven en toda la alfarería de la región. Las propor­ ciones gruesas y grandes de sus elementos traen el recuerdo de dibujos pare­ cidos del Norte de Chile («Fundamentos étnicos y arqueología de Arica y Tacna» por Max Uhle, Quito 1922) y del mismo Perú. Es sin duda un ele­ mento extraño para la región. Sin embargo, dibujos gruesos y grandes no faltan completamente en la zona, como lo demuestra la taza de La Serena, representada en la lámina 15, fig. 2 de la «Alfarería indígena chilena» de Latchám; pero allí ese dibujo es desde luego diverso y además una forma escasa. Más.notable aun es la representación de la cabeza del jarro, que se ale­ ja totalmente de las otras conocidas. No se ven ojos con su obligado cortejo de «lágrimas» ni los bigotes escalerados. Una especie de círculo limita la cara del animal representado, pasando por las orejas que son ovaladas y algo cóncavas. Los ojos tienen la forma de dos paralelógramos alargados con la pupila representada por medio de una línea recta gruesa que se dirige hacia la boca. La nariz es un triángulo que se une con la boca rectangular,, dentro de la cual un trazo horizontal imita la lengua. Las manchas que hay en la cara hacen pensar que se ha querido representar un jaguar, animal que no pertenece a nuestra fauna, pero que sin embargo ha sido representado varias veces en la arqueología chilena. Si fuera así, confirmaría las influencias le­ janas que he creído encontraren esta pieza. Apésar de las dificultades que opone la~ cordillera, siempre han existido intercambios entre ambas vértieñtes. Varias Veces se han encontrado conchas de moluscos del Pacífico en los yacimientos arqueológicos diaguitas y también han aparecido en cemen­ terios chilenos moluscos traídos del interior de la Argentina. Alrededor de la cara se ven unas líneas a modo de rayos solares. Sólo recuerdo haber vis­ to en la alfarería chilena líneas radiantes parecidas en unos platos ornitomorfos de indudable influencia incaica, lo que permitiría la suposición de que este «pato» es bastante moderno. Este objeto fué hecho con una greda fina y compacta, su fondo es de color rojo brillante, mientras que los dibujos son de color café claro. Alrede­ dor de las escalas y ganchos hay un filete blanco angosto y del mismo color es el fondo de la cara. Las dimensiones de la pieza son las corrientes en este tipo teniendo un largo de 260 mm.


Arqueología chilena

También fué encontrado en la misma localidad el vaso fig. 15 sobre el cual tendré que volver m á s.adelante. Es de úna pasta fina sin ningún adorno pintado. En cambio, se ven ornamentos en bajo relieve formando líneas interrumpidas,-etc. En varias piezas de San Julián se notan agujeros seguramente inten­ cionales, hechos indudablemente con el propósito de «matar la pieza». 2.° Peculiaridad y origen probable de ciertas asas de la alfarería chilena En varias ocasiones me había llamado la atención la existencia de cier­ tas prominencias que se ven en la parte superior de ciertas asas de la alfa­ rería chilena. Estas protuberancias predominan en vasos más o menos ci­ lindricos, y principalmente en un tipo que es algo frecuente en el Norte de Chile y que recuerda mucho a los jarros de leche actuales. Sin embargo, esta clase de asas llega bastante al sur, por lo menos hasta Santiago. Yo mismo di a conocer un jarro en el cual se nota esta característica en una for­ ma muy notable y que, había sido hallado en los arrabales de la capital (Los Guindos) (cfr. Rev. Chilena de Historia Natural, año 30 (1926), lám. VI, fig. 1); Max Uhle en sus «Fundamentos étnicos y arqueología de Arica y Tacna» trae varias fotografías de las regiones mencionadas en las cuales aparece esta protuberancia (lám. 17, fig. 3; lám. 18, fig. 3 y 4, lám. 21, fig. 2). Latcham en «Alfarería indígena chilena» ilustra varios otros casos de Cobija, Caldera, El Cobre, San Bartolo, etc. Uhle atribuye sus ejemplos a una época preincaica. En el Museo Nacional se conserva un jarro de greda hallado en Arica y que reproduzco (fig. 16) en el cual aparece dicha particularidad en igual forma como en las de Latcham y Uhle. Es difícil encontrar a estas protuberancias un fin práctico o decorativo. La solución estaba en el jarro de San Julián citado hace un momento (fig. 15). El asa de esta pieza representa claramente un cuadrúpedo, aunque los dos pares de patas están unidos en una sola banda de barro. La cabeza con la boca y sus ojos están claramente modelados. Esta asa da la explica­ ción de la que yo di a conocer proveniente de Los Guindos (1. c.); pero allí la cabeza está tan simplificada que sólo queda una prominencia con un rasgo correspondiente a la boca. Las prominencias que se observan en los ejemplares publicados por Latcham y Uhle y en el que ilustra este artículo (fig. 16) no son seguramente nada más que modificaciones y simplificaciones del asa primitiva que era de forma de un cuadrúpedo. He tenido la suerte de encon­ trar un artefacto de greda donde el asa está representada por un cuadrú­ pedo completamente modelado. Proviene de Tiltil, provincia de Santiago, donde había sido excavado por el alcalde de la localidad. Se ven claramente las distintas partes del cuerpo con sus cuatro patas. Esta pieza se diferen­


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Boletín del M useo N acional

cia de las anteriores principalmente porque tenía 2 asas, una a cada lado, pero de ellas una ha desaparecido por quebradura, (fig. 17). 3.° Un motivo de la Puerta del Sol de Tiahuanaco hallado en Chile Ya desde bastante tiempo se ha señalado la influencia de Tiahuanaco en la arqueología chilena. El Dr. Max Uhle decía en 1912 «parece que será posible demostrar sus efectos hasta la latitud de Valparaíso» (Rev. Chil. de Historia y Geografía, t. 4, 4.° trimestre de 1912, p. 421). Después, en repe­ tidas ocasiones, se han hecho publicaciones en ías cuales aparecen figuras con el sello muy claro de Tiahuanaco. Don Ricardo E. Latcham trató de­ talladamente «Las influencias de la cultura de Tiahanaco en la antigua al­ farería» (Revista Universitaria, año 12, N.° 3 (1927) p. 220-237). De su es­ tudio se desprende que, si bien en la antigua cerámica chilena se encuentran numerosos elementos originarios de Tiahuanaco, no se han hallado todavía los típicos dibujos de la Puerta del Sol, que, en cambio, son bastante fre­ cuentes en la alfarería peruana del Sur y Centro. Pero en Chile los encontra­ mos en los tejidos y en piezas de madera y estás líneas tienen por fin princi­ pal publicar uno de aquellos artefactos llamados tabletas para narcóticos por unos y tabletas de ofrendas por otros. Mi ejemplar (fig. 18) proviene de San Pedro de Atacama y pertenecía a don Aníbal Echeverría y Reyes, quien lo vendió al Museo en 1928. Este objeto no es inédito, ya lo había publicado Uhle en su trabajo «Tabletas de madera de Chiuchiu» (Rev. Chil. de Historia y Geografía, t. 8 (4 ° trim. 1913) fig. 26); pero no lo des­ cribe en el texto y la reproducción fotográfica es de tal modo deficiente, que se hace necesario publicar de nuevo esta pieza interesantísima. Mide 157 mm. de largo y está admirablemente bien ejecutada. En su forma coincide con el tipo general de estos objetos. En la parte superior se ve un personaje de ca­ beza humana, con una corona sobre la cabeza y en posición arrodillada. Del dorso sale un ala y con una mano sostiene una especie de cetro. Con el pro­ pósito de hacer más claro el dibujo, el artífice caló la madera de lado a lado para señalar con más nitidez el contorno del cuerpo, piernas, ala, cetro etc. Mediante líneas incisas marcó la boca, dedos, arrugas, etc. Este dibujo es la reproducción exacta casi de uno de los motivos cuadrangulares que hay a ambos lados de la figura central de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, aquel que han llamado un réy rindiendo homenaje. Esta tableta tiene gran afini­ dad con una publicada también por el mismo Uhle en Í912 (Rev. Chil. de Historia y Geografía, t. 4, 4.° trim. de 1912, fig. 4) originaria también de San Pedro de Atacama, en la cual aparece la misma figura, pero modificada y alejándose del tipo primitivo.


A rqueología chilena

Figs. 1, 2, 2 a y 3.—Alfarería de San Julián


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B oletín del M usdo N acion al

9 Figs. 4, 8 y 9.tf-Alfarería de San Julián


A rqu eología chilena

Figs. 5, 6 y 7 .—Alfarería de San Julián

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Lámina IV

Figs. 10 y 11.—Alfarería de San Julián


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A rqu eología ch ilena

Lámina V

12 a

13 Figs. 12, 12 a y 13.—Alfarería de San Julián


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B oletín del M u seo N a cio n a l

Lámina VI

Figs. 14 y 14 a.—Cántaro ornitomorfo de San Julián


Arqueología chilena

ti Lámina VII


Boletín del M useo N acion al

Lámina VIII

i i 'í f i l o

A l t * A AJA,

w . Fig. 17.—Cántaro de greda Tiltil. Fig. 18. Tableta de madera de S. Pedro de Atacama.


La dalca de C hiloé y los canales patagónicos POR R ic a r d o

E.

L a tc h a m

Director del Museo

E s un hecho conocido que las embarcaciones de los indígenas de Amé­ rica precolombiana eran de tipos muy primitivos, y con la excepción de las grandes canoas de los indios de la costa norte del Pacífico, de los caribes de Venezuela y las Guayanas y algunas de las grandes balsas peruanas, no ser­ vían p a ra la navegación marítima, sino en las inmediaciones de las playas. Sin embargo, en todo el largo de la costa de Chile, mucho antes de la llegada de los españoles, los diversos pueblos de pescadores se arriesgaban en sus frágiles esquifes hasta llegar a alta mar, en busca de su alimento pre­ dilecto. Las embarcaciones de los pescadores chilenos eran de las más primitivas y a la vez de las más interesantes. Los uros de Arica y Tarapacá usaban balsas fabricadas de haces de totora, los changos de Atacama y Coquimbo, al igual de las tribus costinas hasta la boca dél Maulé, construían sus balsas de cueros de lobos inflados, y los araucanos empleaban piraguas labradas de un tronco ahuecado de un árbol. Solamente al llegar a los mares de Carelmapu, Chiloé y los canales al sur de esta isla, encontramos una embarcación a la que se puede dar el nombre de bote. Dicha embarcación se construía de tablones, toscamente labrados con hachas de piedra, y unidos por costuras hechas con cordeles de fibra vegetal. ' Semejante bote no se conocía en otra parte de América, a excepción de las islas de Santa Bárbara, en la costa de California meridional. E n la actualidad ha desaparecido de las dos regiones y ha sido reemplazado por botes de estilo europeo. La embarcación llamada dalca por los indígenas de Carelmapu y Chiloé, ha sido descrita varias veces de una manera más o.menos detallada; pero en cuanto sabemos, no existe hoy ningún ejemplar de ella, como tampoco


ü

Boletín del Museo N acional

modelo exacto, a excepción de aquel que se guarda en el Museo Nacional de Chile, cuyas fotografías ilustran este artículo. Más aún, no hay ahora en Chiloé persona alguna que la sepa hacer. La generación de los constructores de dalcas ha desaparecido junta con su obra. Ni siquiera existe otro grabado de esta curiosa embarcación que el dibujo hecho por Fray Francisco Menéndez en el manuscrito de sus viajes, editado por el Dr. Francisco Fonck, en 1900, con la reproducción del dibujo, el cual por otra parte no es muy deta­ llado. La dalca fué usada antes, de la Conquista española, por los indios de la costa de Carelmapu, del golfo de Reloncaví, la isla de Chiloé y por los chonos de los archipiélagos, entre esta isla y la península de Taitao. Las dalcas fueron vistas primero por Ulloa, quien, en su viaje de explora­ ción hacia el estrecho de Magallanes en 1553, las encontró en el golfo de los Coronados, hoy de Reloncaví, y la primera referencia a ellas se encuentra en la narración hecha por Goicueta, del viaje de Cortés Ojea—1557—1558. Dice que las encontró en el Golfo de los Coronados en «mucha cantidad» y agrega que los naturales entre el golfo de Corcovado y Cabo Tres Montes usaban la misma clase de embarcación. Después, las mencionan muchos cronistas y algunos dan breves detalles de su construcción y forma. La mejor descripción es, sin embargo, la del Padre Rosales, quien dice: «Las fabrican de sólo tres tablas cosidas y cortan los tablones del largo que quieren la piragua y con fuego y unas estaquillas las van encorvando lo ne­ cesario para que hagan buque, popa y proa, y el uno que sirve de-plan le­ vántala punta de adelante y detrás más que los otros para que sirva de po­ pa y proa, y lo demás de quilla; las otras dos tablas arqueadas con fuego sirven de costados: con que forman un barco largo y angosto, juntando unas tablas-con otras y cosiéndolas con la corteza de unas cañas bravas que lla­ man culeu, machacadas, de que hacen unas soguillas torcidas, que no se pudren en el agua. Y para coser las tablas abren con fuego unos agujeros en correspondencia y después de cosidas las calafatean con unas hojas de ár­ bol llamado fiaca (1) o meoca qué son muy viscosas y le sobreponen corteza de maqui (2), y de esta suerte hacen piraguas capaces para doscientos quin­ tales de carga. Llevan uno en la popa que la gobierna con una pala o cana­ lete y ocho o diez remeros y uno que va siempre dando a la bomba o achi­ cando con una batea porque siempre hacen agua». «Cuando hay viento favorable, tienden una vela, a vela y remo vuela sobre las espumas sin que la ofendan las hinchadas olas de aquellas tempes­ tuosas mareas».

(1) Debe ser tiaca (Caldcluvia paniculata. (2) Aristotelia maqui.


L a dalca de Chiloé

Los numerosos datos proporcionados por los primeros observadores nos permiten reconstruir la dalca primitiva en todos los detalles de.su fabricación. Se construía de tres tablones largos y anchos de alerce (1), ciprés (2) o más al sur, frecuentemente de haya (3). Se prefería, sin embargo, al primero de estos árboles, cuando se encontraba a mano, porque era más fácil de rajar a causa de sus fibras rectas. Cortado el tronco del largo necesario, se rajaba longitudinalmente por medio de cuñas de madera, sacando tres o más trozos gruesos. Estos se lar braban con hachas de piedra y azuelas de concha, hasta dejar los tablones del espesor requerido. Los indios los encorvaban colocándolos de canto en­ tre una doble hilera de gruesas estacas plantadas firmemente, én el suelo, formando un segmento de arco. Empleaban agua y fuego alternadamente para que mantuvieran la curva. Cuando los tablones habían tomado la for­ ma deseada, los ajustaban y daban a cada uno el corte necesario. El tablón que formaba el plan o quilla de la dalca tenía mucho mayor espesor en el ter­ cio central y se adelgazaba hacia las puntas, las que eran arqueadas como los cuernos de una luna nueva. Los extremos eran también más angostos que el centro.' Para ajustar los otros dos tablones, se hacía un chaflán o corte a bisel en el borde que se unía con el de la quilla. Cerca del borde, como igualmente en todo el contorno del tablón, se abría una hilera de perforaciones llamadas degueñes, de 1 cm. de diámetro, para recibir la costura. Antes de proceder a coser los tablones se cubrían las uniones, interior y exteriormente con una faja de corteza de alerce. Las soguillas que servían para efectuar la costura se fabricaban de las fibras exteriores de las quilas (4). Para preparar estas fibras, cortaban las quilas de nudo a nudo, sacando la dura corteza, la que, después de macerarla, la golpeaban sobre piedras hasta reducirla a una es­ pecie de estopa, la que después hilaban y retorcían hasta .darla el grueso requerido. Las soguillas formadas dé esta manera son en extremo firmes y durables. Cuando no hallaban quilas, empleaban los voquis o enredaderas que daban cabos naturales sin mayor preparación, o bien la ñocha (especie de Bromelia) o la corteza del pillopillo (Dapíme andina) y otras fibras vegetales. Con estas soguillas cosían las tablas y a la vez sujetaban las tiras de cáscara de alerce que cubrían las junturas. Para pasar las soguillas por los agujeros de las tablas se valían de agujas de quila. Terminada la costura, se colocaban al interior de la embarcación, un número de costillas curvas, que mantenían abiertos los tablones y les daban (1) (2) (3) (4)

Alerce (Fitzroya patagónica). Ciprés. (Libocedrus tetragona). Haya. (Nothofagus betuloides). Caña brava (Chusquea coleu).


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firmeza. Las costillas eran generalmente de luma ú otra madera firme y se fijaban a la quilla o plan del bote y a los costados por medio de tarugos de madera, aunque en tiempos más. modernos se han usado grandes clavos de hierro. A la proa y a la popa, en la parte superior de adentro se colocaban pie za de madera firme que tomaban la forma de los extremos de la dalca, abrién­ dose en un corto brazo a cada lado. Las puntas de los tres tablones se afian­ zaban a este refuerzo con tarugos. Los costados se afirmaban aún más por medio de cinco o seis bancos transversales que descansaban en ensambles dejados al efecto en el borde superior de los tablones. A veces se usaban falcas, o tablas delgadas colocadas perpendicularmente sobré las bordas de la embarcación, para que no entrara el agua. Sin embargo, parece que las falcas fueron introducidas por los españoles y que las dalcas primitivas carecían de ellas. ' Terminada lá dalcá y antes de echarla al agua, la calafateaban con cochai, estopa preparada de la corteza interior del alerce y mepua, y hojas viscosas de la tiaca (Caldcluviapaniculata). Este calafateo lo hacían entre las fajas de corteza de alerce que cubrían las junturas y los tablones, rellenando el hueco hasta donde aguantaban las soguillas de las costuras. Las dalcas primitivas carecían de toletes, de timón, de falsa quilla y de vêlas, aunque todos estos aparejos fueron agregados posteriormente, por influencias españolas. El sacho o ancla que llevaba cada dalca era de Construcción curiosa. Consistía de cuatro ganchos de luma, opuestos unos a otros, en el medio de los cuales se fijaba una gran piedra, para dar peso. El cable que servía para sujetar el sacho era de fibras de quilineja (Lazuriaga erecta o radicans) que servían también para hacer las demás betas, cordeles y sogas que se usaban en la embarcación. Las dimensiones de las dalcas fluctuaban entré cuatro y veinte metros y podían llevar hasta 25 personas. Sé-impulsaban con paletas de construc­ ción especial, las que, más tarde, con la introducción de los toletes, se con­ virtieron en remos, alargándoles el asta. Las paletas se construían en dos partés, el asta formado dé un palo cilindrico y la pala, que era una tabla delgada de forma rectangular, más ancha abajo que arriba, con perforaciones en el centro y cerca del extremo más angosto, para amarrarla al asta con soguilla de quila. Servía de timón una paleta de dimensiones un poco mayores. El número de paletas O remos empleados dependía del tamaño del bote y se han visto con hasta veinte remeros. Después de la llegada de los españoles se principiaron a introducir mo­ dificaciones en la construcción de estas embarcaciones. En vez de tres ta­ blones, empleaban cinco, lo que permitía que se hicieran de mayor tamaño. También se-agregaban falcas y esto ha dado lugar a que se hable de dalcas


L a dalca de Chiloé

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de siete tablones. Otra innovación fué el empleo de toletes y el consiguiente cambio de las paletas en remos. Los indígenas, antes de la Conquista, no co­ nocían la vela, pero luego aprendieron de los españoles. No teniendo géne­ ros de hilo o de algodón para hacer el velamen, usaban ponchos, esteras y aun cueros de lobos marinos. Para mayor protección de los extremos del bar­ co y para el mejor manejo con los remps, agregaron una falsa quilla y en al­ gunos casos, especialmente en las dalcas más grandes, un timón. Semejantes embarcaciones, por muy bien calafateadas que fuesen siem­ pre hacían agua y era una constante preocupación de los tripulantes desa­ guarlas, lo que se hacía con baldes cilindricos de corteza de árbol o de cuero. La voz dalca es araucana y parece haberse originado entre los cuneos de la costa de Carelmapu y el Golfo de Reion caví, pasando después a la isla de Chiloé. Aunque usada la dalca por los chonos de los archipiélagos de más al sur, no ha quedado constancia del nombre que ellos le daban. Durante el siglo XVI, este tipo de bote no se halló al sur de la península de Táitao, pero durante el siguiente, comenzó a extenderse hacia el sur. A mediados del siglo X V III había llegado hasta la entrada occidental del es­ trecho de Magallanes y un siglo más tarde se conoció también entre los yahganes, hasta la isla de Navarino. En todas estas regiones casi desterró el empleo de la canoa de corteza que antes se usaba, siendo reemplazado a su tum o por la piragua labrada de un solo tronco, que es la embarcación hoy más usada por los fueguinos. Cuando los españoles ocuparon la Isla de Chiloé, comenzaron a fabricar dalcas de cinco tablas y aun de siete si contamos las falcas, y así las podían construir de mayor tamaño. Los indígenas adoptaron la costumbre y después las hacían de igual manera, aumentando el número de tablones según las di­ mensiones de la embarcación. E tí la relación del viaje de Cortes Ojea se advierte, que los indios que encontró en el lugar que hoy se llama Canal de Fallos, usaban canoas de cor­ te ja de árboles, cosidas con junquillos, de barbas de ballena y armadas sobre palos delgados del grueso de un dedo «aforrándolas de paja o espartilla en­ tre los barrotes de la corteza, como un pájaro su nido». Rosales dice que eran cosidas con nervios de ballena, una corteza sobre otra y enmalladas a modo de conchas. Dábanle forma como de barquillo y bien levantadas de proa y popa, se arrojan sobre las hinchadas olas y espumosos mares como sobre un colchón de blanda lana, pasando golfos de mar y brazos, de isla en isla, como en brazos». Todos los primeros navegantes de los mares australes hablan de estas canoas de corteza de árboles. Se formaban de tres o más planchas de corteza que se cosían en ambos extremos para formar la proa y la popa. Se mante­ nían abiertas con atravesaños de palo y a menudo, para darles firmeza, se colocaban palos encorvados en las orillas o borda y a ellos se cosían las plan­


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chas. Algunas de dichas canoas eran de dimensiones considerables, especial­ mente las de los alacalufes de la entrada occidental del estrecho de Magalla­ nes y las islas adyacentes. En ellas afrontaban las bravezas de aquellos mares y aun los recios temporales.- Se embarcaban en ellas toda la familia, con los perros y todos los enseres. En pocas palabras, la canoa era, lo más del tiempo, su hogar. En el fondo echaban tierra y sobre ella hacían su fuego y cocinaban sus alimentos. ; . Para la fabricación de sus canoas empleaban generalmente la corteza de una especie de roble o haya (Nothofagus betuloides) de tronco limpio. Dicha corteza tiene el grueso de un dedo, es1muy consistente y fibrosa y cuesta mucho romperla. Para sacar la corteza, los indios usaban cuchillos de concha, de hueso o de pedernal. Se sujetaban al tronco durante la opera­ ción por medio de fuertes sogas de cuero. De esta manera sacaban planchas i de seis, ochcr y diez metros y del ancho que fuera menester, haciendo una sola incisión vertical. Como se ve* la manera de construir las canoas de corteza era casi idén­ tica a la empleada en la fabricaciónde las Halcas de más al norte. Se pre­ senta ahora el problema de saber si estás últimas se copiaron de las primeras o vice-versa. En nuestra opinión cabe poca duda al respecto. Las canoas de planchas de corteza, cortadas, ajustadas, cosidas y calafateadas que se en­ cuentran entre varios pueblos de América y aún de la Australia y la Mela­ nesia, pertenecen a un tipo de embarcación muy primitiva y muy antiguo. Deben ser muy anteriores a las dalcas, las que, en su construcción parecen haberse derivado de las primeras. El Dr. Fritz Graebner, estima que la cultura fueguina es la más antigua del continente y qüe la canoa de corteza precede y es la precursora de la dalca. El estudio de la prehistoria de la región austral nos demuestra que la isla de Chiloé estaba ocupada originalmente por los chonos, pueblo afin a los alacalufes de más al sur. No habían desarrollado una industria y como los fueguinos de hoy, sus herramientas y armas eran principalmente de hue­ so y concha. Con semejantes útiles nó esíaban habilitados para sacar tablo­ nes de los árboles. Los araucanos y los huilliches de más al norte no eran pue­ blos marítimos y sus embárcaciones eran pequeñas y consistían de balsas y piraguas labradas de un solo tronco. Los chonos al igual de los fueguinos usaban canoas de corteza. Cuando los huillichcs o cuneos de Carelmapu invadieron la isla de Chiloé, echando hacia el sur de la isla a sus antiguos habitantes, poco a poco se vieron en la necesidad de convertirse en pueblo marítimo. Su cultura era superior a la,de los chonos y contaban con hachas y otras herramientas de piedra y una de sus principales industrias era la ela­ boración de madera. Sacaban tablones que utilizaban para una infinidad de propósitos. Adoptaron el tipo de embarcación de los chonos, pero reemplaza-


L a dalca de Ckiloé

Fig. 1

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Fig. 3 Dalca de Chiloé

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Canoa de corteza de ĂĄrboles de los indios Yahganes.


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ban las planchas de corteza por tablones. Los chonos que vivían en contacto con ellos copiaron el sistema, el que con el tiempo, se extendió hacia el sur y había alcanzado hasta la península de.Taitao cuando llegaron los españoles. El modelo.de dalca que existe en el Museo Nacional de Chile (Fig. 1), es del tipo más moderno, o sea de siete tablones, contando como tales las fal­ cas. Tiene proa y popa postizas agregadas. El largo total del modelo es de 1.28 mt. medido entre los extremos de las piezas postizas de la proa y la popa y de 1.17 mt. midiendo la cuerda del arco del tablón que forma la quilla. El ancho mayor es de 0.42 mt. y se encuentra en el centro de las falcas, adel­ gazándose la embarcación hacia ambos extremos. Colocado el modelo sobre una superficie plana, la punta curva de la proa tiene una altura de 0.35 mt. y el extremo opuesto, o sea de la popa, de 0.30 mt. y el centro de las falcas de 0.24 mt. El tablón que forma el plan del bote y los dos que están unidos con él son de alerce, mientras que los de encima y las falcas son de ciprés. Las pie­ zas postizas que forman la proa y la popa, las piezas de ajuste de ambos extremos y las cuatro costillas de ambos lados son todos de luma. A excepción de las falcas, los tablones están fuertemente cosidos unos a otros con soguillas de quila y las costuras cubiertas con fajas de la corteza interior del alerce. El tablón que forma el plan o quilla del bote tiene una anchura en el centro de 11 cm. y se angosta ligeramente hacia las puntas donde sólo mide 7 cm. El espesor del tablón es mucho mayor en la parte céntrica, la cual es plana encima y abajo (Fig. 2). En esta parte el espesor es de 5 cm. mientras que en las puntas no tiene más de 1 cm. Los tablones que siguen a la quilla tienen un corte casi horizontal (Fig. 3) y se ajustan a ésta en sus partes in­ feriores y extremos, llevando, una suave curva de punta a punta. Los tablo­ nes terceros son también casi horizontales, pero en ellos la, curva es más pronunciada. Como los anteriores se ajustan al arco de la quilla en sus ex­ tremos y a las orillas de los tablones segundos, en toda su longitud. Las uniones de todas estas piezas están cubiertas interior y exteriormente por fajas de corteza de alerce de unos 3 cm. de ancho. Como a 1 cm. del borde de cada tablón, se ha perforado una hilera de agujeros por donde pasan las soguillas de las costuras. Por cada portillo pasan dos soguillas por encima de las fajas de corteza que cubren las uniones. Para dar firmeza a la dalca y para ayudar en la mantención de su forma, se han colocado costillas de luma. Dichas costillas son algo curvas, especial­ mente en la parte inferior que se sujeta a la quilla y los de un lado se cruzan con los del otro, como se ve en la Fig. 1. En este modelo los tablones están clavados a las costillas y éstas a su vez a la quilla, con clavos de hierro, pero en los primitivos se empleaban para este propósito, tarugos de madera. Las dos costillas de popa sobresalen a la borda en unos diez centímetros y en


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ésta parte están adelgazadas y terminan en una bolita. Es probable que éstas servían para afirm ar'el remo que servía de timón. En ambos extremos de la embarcación se han colocado fuertes armazones de luma que se abren en dos brazos y que sirven para afianzar y dar firmeza a toda la construcción. A la vez forman la parte superior de la proa y la popa. •Las puntas de los tablones terceros como también las puntas de la quilla están firmemente clavadas a estas piezas. A distancias espaciadas se han colocado travesanos de unos 5 cm. de ancho por V/¿ cm. de grueso que sirven a la vez de tirantes y de bancos o asientos. Descansan sobre los bordes superiores de los tablones terceros, en los cuales están ensamblados por dobles escotaduras, hechas en los tablones y en los travesaños mismos, los cuales están ligeramente arqueados hacia arriba. Encima de todo van colocadas las falcas. Estas no están cosidas a los tablones, sino sobrepuestas y clavadas a la parte superior de las costillas. También llevan escotaduras para el paso de los travesanos o bancos, de modo que estos quedan fijos arriba y abajo y no puedan correrse lateralmente, de­ bido al ensamble que llevan en cada extremo. En la proa se ha colocado una falsa quilla de luma, que se sujeta con clavos al tablón quilla y por una muesca al armazón de la proa. En la popa se halla otra pieza, también de luma, parecida al porta-timón de los botes modernos. Está sujeta al tablón quilla y al armazón de. popa por grandes clavos. En las dalcas primitivas no se usaban ninguna de estas piezas postizas, que han sido introducidas por influencias españolas. En el interior del bote, las fajas de alerce que cubren las junturas están calafateadas con estopa hecha de las fibras maceradas de la misma corteza. Los remos de los cuales hay tres en el bote están formados por dos pie­ zas, la paleta de unos 20 cm. de largo por 6 de ancho en su extremo inferior y el mango de 70 a 75 cm. de largo, toscamente redondeado. Ambas piezas son de alerce. La paleta tiene una forma especial (véase fig. 1) perforada en el centro y con cuello escotado en el extremo más angosto, para sujetarla al mango por medio de soguillas de quila o de voqui. La dalca contiene ademas un rollo de cable de quilineja de un centíme­ tro de grueso que demuestra muy bien la manera de torcer estas fibras. Dicho modelo figura en el catálogo del Museo como procedente de la Isla de Chiloé, pero no hay indicación precisa sobre el punto mismo en que fué construido, como tampoco de la fecha de su ingreso a las colecciones, aunque se sabe que fué antes del año 1880.


Las cerem onias araucanas PO^t H.

C la u d e J o sep h

Los araucanos celebran todavía sus tradicionales ceremonias del ñecurehuen, del rehuetún, del machitún y del nguillatún, cada vez que las cir­ cunstancias las reclaman y permiten. Me ha sido posible presenciar estas ceremonias, enterarme de sus pormenores, fotografiar sus principales esce­ nas y filmar partes notables de ellas. Debo estos resultados a la valiosa colaboración del señor Gastón Echepare, propietario de la hacienda Lanalhue, en cuya casa pasé tres tempora­ das, colmado de atenciones y con todas las facilidades para llevar a cabo una serie de investigaciones biológicas. Con el transcurso de los siglos las ce­ remonias han variado hasta presentar hoy día diferencias locales apreciables. De aquí provienen las diversas descripciones de los autores que’han tratado de ellas. E l Ñ e c u r e h u e n . —En la celebración de las fiestas nombradas apa­ recen como actores principales los machis, personajes misteriosos, a la vez adivinos, médicos y sacerdotes. Su influencia sobre los otros mapuches llega a ser considerable por sus funciones múltiples, los poderes mágicos de que disponen y las ganancias que les trae el ejercicio de su profesión. Muchos araucanos hablan de los machis con respeto y admiración, y consideran su presencia en una famib'a como una fuente de felicidad. Otros, generalmente más instruidos, los consideran como embusteros y confiesan no tener fe en sus artes mágicas. La profesión de machi es practicada tanto por los hombres como por las mujeres. Estas últimas son más numerosas que aquéllos pero suelen tener menos prestigio. La profesión de machi está reservada a un pequeño número de indígenas privilegiados llamados a estas elevadas funciones por el dios de los mapu­ ches, «Ngueneche o Nguenemapu» dominador de los hombres y dominador


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de la tierra. Varios machis me han narrado la historia de su vocación y las circunstancias que han acompañado su iniciación y consagración. Durante un nguillatún celebrado en Huentelolén asistí al llamado re­ pentino de una joven en plena fiesta. Su declaración provocó un alboroto sensacional entre los mapuches presentes. Esta joven se hallaba mariscando en la playa cuando por primera vez sintió el llamado del Nguenemapu quien le dijo: «Hazte machi, te quiero machi». Este llamado fué interior y acompañado de dolores de entrañas que le hicieron perder el sentido. Vuelta en sí regresó a su ruca, contó a sus padres que había tenido «peuma» o visión y que debía ser machi. Los padres conver­ saron acerca del hecho con los vecinos, les pidieron su parecer y todos asin­ tieron en que la joven había tenido verdadero peiima y que en consecuencia debía ser machi puesto que el Ngueneche la llamaba. Se alegraron mucho porque iban a tener una nueva machi: Algunas predisposiciones orgánicas individuales existen siempre en el sujeto llamado por el Nguenemapu, según referencia de algunos machis. Sólo sirven para esta profesión las personas enfermizas que tienen dolores de estómago y del corazón y que se sienten frecuentemente con la cabeza mareada y la vista nublada. Los que son infieles a su vocación mueren jó­ venes, castigados por el dominador de la tierra y de la gente. Los relatos de los machis acerca del origen de su profesión se parecen en que todos aluden al llamado sensible del Nguenemapu y difieren en cuanto a las circunstancias que lo han acompañado. La iniciación del aspirante a machi empieza luego después del llamado del Ngueneche.‘Sus padres le buscan en las reducciones vecinas un profesional de buena fama. Este le enseña los cantos y los bailes rituales, el arte de tocar él cultrun, de curar y de machitucar, de echar el «huecufe y el 'pillán», como preparar los venenos, como descubrir y echar maleficios, las ceremonias del nguillatún y el modo de entrar en relaciones con el dominador de los hombres y de la tierra, en fin todos los secretos que han de hacer de él un buen machi. La iniciación dura de varios meses hasta varios años según la edad del aspirante, sus aptitudes para aprender y la llegada de circunstancias favora­ bles para su consagración. Asisten a todas las ceremonias públicas como ayu­ dantes de los machis, observan con atención todos sus gestos y no se apartan de ellos un momento. Los viejos profesionales ven con agrado a los jóvenes aspirantes a pesar de que éstos habrán de disminuir su clientela. Se consideran honrados de poderlos enseñar y los tratan casi como a iguales en las ceremonias. Sin em­ bargo, la enseñanza no es gratuita. El aspirante o su familia suelen dar al machi instructor tanto para la iniciación como para la fiesta, una suma de cien pesos o su equivalente en especies. Con una anticipación de varios meses la familia acuerda la fecha de


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la consagración del aspirante. Esta ceremonia se llama «rehuetún» o planta­ ción del «re/me». Se elige un tiempo en que la gente se halla desocupada co­ mo después de la cosecha. Entonces los mapuches’tienen plata y víveres en abundancia. Los padres convidan a todos los indígenas de las regiones vecinas para la fiesta. Entre tanto hacen los preparativos inmediatos: matan un caballo viejo y unas diez ovejas y fabrican una pipa de muday para atender a los invitados. Estos conocen el «menú» del banquete y afluyen numerosos si abundan el licor y la comida. Mientras tanto el aspirante se prepara a su consagración con una reclu­ sión y un ayuno de cuatro días. Si es una joven permanece encerrada en una ruca con una machi vieja que le da las últimas instrucciones acerca de la ce­ remonia: lo hace repetir las fórmulas rituales, la hace cantar, tocar el cultrun y bailar. Dos curiches están de guardia al interior o en la puerta para que na­ die entre a perturbar su retiro. Se le alimenta sólo con harina de avena mez­ clada con agua en poca cantidad. Está bastante debilitada para la fiesta. La víspera, los parientes cortan un árbol y labran en el tronco una escalera maciza de dos a tres metros de largo llamada «re/me». Se planta el rehue en la tarde con asistencia de los invitados ya llegados. Se le inclina ligeramente para facilitar la ascención a la parte superior y se le rodea con ramas de canelo de tres a cuatro metros de altura. Durante la erección del rehue se ejecuten bailes al toque de la trutruca y de las pifilcas y del cultrun de las machis llegadas. . . En el sitio de la fiesta se han levantado ramadas para los invitados y éstos pasan la noche cantando, bailando y entregándose a diversos juegos. De madrugada, el día de la consagración, sale de la ruca y hace su aparición entre los indígenas reunidos que la estrechan y vitorean por todos lados. Queda como sepultada en medio de ellos, por momentos, hasta que empieza la ceremonia. Entonces se restablece el orden. Allí están presentes varios centenares de indígenas con sus trajes de gala: los veteranos con sus chiripás, los mocetones a caballo con sus hermosas riendas y monturas y las mujeres con sus más brillantes adornos. El so­ nido lúgubre de la trutruca anuncia el principio de la función, los curiches, con sus caballos de palo entre las piernas, su espada de madera en la mano derecha y sus campanillas en la izquierda, empiezan el baile retrocediendo y retorciendo el cuerpo, los flautistas, bailando a saltitos, sacan alternativa­ mente dos notas de sus pifilcas. Una media docena de machis con sus respec­ tivos tambores tocan, bailan y cantan a compás. En medio de ellos está la joven con su cultrún nuevo y sus cascabeles. Aunque cansada aparece ra­ diante. Se siente feliz viéndose rodeada de tanta gente. Se iza su pabellón blanco en lo alto de los canelos que rodean al rehue. El baile se organiza al rededor de éste y prosigue durante más de una hora acompañado 'de los cantos rituales. A una señal de la machi maestra de ceremonia se detienen.


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Se reparten los cigarrillos y los viejos llenan de tabaco sus cachimbas. Unos y otros encienden y fuman lanzando hacia el cielo el humo ritual. Reanudan el baile, el canto y los acompañamientos de música con mayor animación que antes. Los machis sobre todo, golpean con fuerza sus tambores y saltan a gran altura. Están bañados en sudor y extremadamente sobreexcitados. Luego aparecen afectados por un hipo característico que entrecorta su canto con frecuencia y fuerza cada vez mayor. Una de las machis tiembla, aletea con los brazos como una persona que se cloroforma y entra en éxtasis. Pron­ to lo imita la joven y cae también en el mismo estado. Este es el momento solemne: La machi que preside la ceremonia, ar­ mada con cuchillo de cuarzo lechoso o de fierro, con mango de madera, y con la vista vendada, lo mismo que la joven, toma una después de otra las manos de ésta y le hace en ambas una incisión en la yema de los dedos mayor y anular, hasta que corra sangre. Igual operación hace en sus propios dedos o en los de otra machi y una infunde la sangre de machi vieja a la joven aspirante para comunicarle los poderes y la destreza profesional. En seguida, en medio de una gran gritería de todos los asistentes, que no permite distinguir los gemidos de los oficiantes, la vieja machi palpa la cabeza de la joven, le localiza la boca, con su mano izquierda, le ase la lengua y se la tira afuera y con el cuchillo de cuarzo le hace un corte longitudinal en la punta. De la herida corre bastante sangre. Se hace a pí misma una incisión igual en la lengua y tomando de su sangre con §1 cuchillo, la mezcla con la de la joven y le infunde con esto su espíritu dominador sobre el huecufe y el pi­ llán y de intercesor entre los mapuches y el Nguenemapu. Durante esta operación impresionante, la joven machi recobra el sen­ tido. La vieja le aplica el remedio ritual que consiste en exprimirle sobre las heridas el jugo de los frutos del canelo. El efecto inmediato de este remedio es casi peor que el mal. El jugo del fruto del canelo aplicado sobre la lengua sana, es quemante y poco menos que insoportable. Se fajan los dedos cuyas heridas cicatrizan en pocos días. En cuanto a la lengua, suele hincharse y quedar dolorida por más de una semana. Du­ rante este tiempo la joven habla y come poco. Queda de esta manera obliga­ da a px*olongar su ayuno por varios días más. La ceremonia no termina, sin embargo, con las incisiones. Hecha ya la consagración adornan a la joven con una piel de oveja recién desollada, le ponen encima guirnaldas de flores de copihue ensartadas en hilos y alter­ nadas con callampas del género Fomes, llamadas vulgarmente orejas de palo. Con estos atavíos, sus adornos de plata, su cultrún y sus campanillas, sube bailando y tocando delante de toda la concurrencia las gradas de rehue hasta llegar a la plataforma superior. Bailan y suben detrás las otras machis. Dos de ellas la acompañan arriba y se balancean ligeramente hacia uno y otro lado. Las otras quedan bailando a distinta altura. Las de arriba despo­


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jan a la joven dé sus adornos recién puestos. Le quitan la guirnalda de flo­ res y callampas que cuelgan sobre las.ramas de canelo. Lo propio hacen con la piel de oveja. Tanto la guirnalda como el pellejo deben permanecer en­ redadas en las ramas como recuerdo de la fiesta hasta que destruidos por la acbión del tiempo desaparecen poco a poco. Varios años después del rehuetun flotan todavía fragmentos del pellejo sobre las ramas secas del rehue. La' parte ritual de la ceremonia termina con la bajada del rehue. La joven baja la última, bailando y retrocediendo. A partir de este momento está acreditada y puede ejercer la profesión. Los mapuches la vitorean de nuevo y la llevan en triunfo. Cada uno la quiere ver de cerca, y estrechar en sus brazos. El banquete empieza. Durante la ceremonia no se ha descui­ dado su preparación. Los invitados se han agrupado por familia o entre ami­ gos a lo largo de la ramada. Cada grupo ha recibido su ración de carne, de trigo y de muday. Las mujeres lo tiene todo a punto para las doce. La comida y la bebida son entrecortadas por cantos y bailes hasta la noche y sigue al día siguiente si sobran víveres y chicha. Pronto todo degenera en borrachera. Suelen entonces producirse riñas y peleas de grandes proporciones. Los in­ dígenas vuelven a sus reducciones sólo cuando se ha agotado el licor. A pesar de su tamaño, el rehue de la machi no dura tanto como ella si llega a una edad avanzada. La parte enterrada se pudre lentamente y el palo acaba por caerse. Cuando esto acontece la machi organiza para la reno­ vación del rehue otra ceremonia parecida a la anterior, salvo la incisión en los dedos y la lengua. La misma ceremonia se impone cada vez que por un accidente o incendio es derribado o quemado. Al cambiar de residencia la machi procede en la nueva a la erección de otro rehue. Esta escalera tosca, labrada en un grueso tronco y rodeada de ramas es un emblema profesional indispensable a la machi. Plantado frente a la ruca en un pequeño patio es el distintivo que señala la residencia de todas las machis de Araucanía. Se­ gún las regiones son más o menos elevados y llevan ciertos adornos accesorios, como esbozos de cabeza esculpidas en reheve, entre la última grada y la plataforma terminal. Por lo común flamea en la cima de las ramas que rodean el palo, una banderita blanca. Desde lo alto del rehue los machis entonan sus cantos, prosiguen sus bailes y entran en éxtasis. De sus manos convulsas caen el tambor, los cascabeles y la ramita de canelo. Su cuerpo, pierde el equilibrio y cae en los brazos de sus acompañantes o en la frazada que éstos le tienden. Además del rehue, emblema fijo y permanente frente a sus habitaciones, los machis tienen otras insignias portátiles que usan en todos los actos de su profesión. Estos son el cultrún, la huasa y los cascabeles. El cultrún es una especie de tambor primitivo compuesto de una caja sonora y de una membra­ na vibrante. La caja sonora consiste en un cono circular de madera labra­ do exteriormente con hacha y excavado cuidadosamente desde la base hacia


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la región troncada. Esto cono invertido se asemeja a un gran plato hondo de madera. La m embrana vibrante es una piel de oveja previamente raspada qué obtura la abertura del cono hueco. Se le imprime la tensión conveniente con un sistema de cuerdas entrelazadas sobre los costados. Casi siempre se usan para este oficio cuerdas fabricadas con crines de caballo. U na manilla de cuero permite sujetar el cultrún por la parte troncada. Los machis dibujan sobre la membrana, con sangre de animales o con tin ta roja, signos simbólicos poco variados. Ordinariamente consisten éstos en dos parés de líneas para­ lelas que se cruzan en medio, formando ángulos rectos. E n el centro de los cuadrantes laterales dibujan un anillo del cual irradian ocho motivos decora­ tivos en forma de T. El cultrun tiene un aparato auxiliar indispensable, el trepu cultrurihue o varilla forrada en una de sus extremidades para golpear la membrana vibrante. E l sonido del cultrún se oye de varios kilómetros de distancia. La resonancia aum enta con el grado de tensión de la m em brana y disminuye cón el estado higrométrico de las piezas. Cuando se halla hú­ medo, la machi lo calienta encima de las brasas hasta hacerle recobrar su sonoridad habitual. Lo lava cuidadosamente, lo pinta de nuevo y lo seca para que esté a punto de servir en la víspera de las grandes ceremonias. Algunos machis tienen un tipo de cultrún diferente del anterior y de forma más parecida a la del tam bor ordinario. Se compone de un segmento de tronco cilindrico excavado interiormente, cuyas aberturas se hallan ob­ turadas una y otra por una piel de oveja o de vaca. Se les imprime la tensión necesaria como en el tipo anterior, por un sistema de cuerdas laterales entre­ lazadas y tirantes. La mano que sujeta el cultrún sostiene al mismo tiempo un arco del cual penden de cuatro a seis cascabeles de plata o de bronce. La huasa usada por algunos machis de Temuco es una calabaza hueca a la cual han adaptado un mango de madera. Introducen al interior piedrecitas o arvejas que producen una verdadera sonajera al sacurdirlas. La machi recién consagrada empieza por ejercer sus funciones en las reducciones vecinas. Su futura clientela depende del éxito de sus primeras curaciones, de la solemnidad que imprima a los m achitunes y nguillatunes. Los mapuches reconocen luego a los buenos machis, y les pagan fuer­ tes sumas cuando reclaman sus servicios m ientras que a los malos les tienen desconfianza, y hablan mal de sus actividades. En virtud de sus atribuciones ordinarias la machi cura las enfermeda­ des, descubre y echa los maleficios, prepara los remedios y en ciertos casos los venenos, entra en relaciones con el ser supremo dominador de los hombres y de la tierra, especialmente durante sus éxtasis en las ceremonias del nguillatún.


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E l M a c h i t ú n . —Los

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araucanos soportan sus enfermedades con estoico valor. Atacados gravemente por el mal se acuestan en una rústica cama o se tienden en el suelo cerca del fuego y esperan su curación de las virtudes de ciertas plantas o de la ciencia mágica de los machis. Al intervenir éstos en la curación del enfermo lo hacen por medio de una- ceremonia llamada ma­ chitún. Se debe distinguir el machitún propiamente dicho de la aplicación de los remedios llamada «lahuen». En el machitún solemne, el machi entra en éxtasis y declara la causa del mal asi como el remedio correspondiente. Asisten a la ceremonia numerosos invitados en calidad de ayudantes. No todos los enfermos se hallan en situación de recibir el machitún. Los honorarios de los machis son subidos. Vive en Maquehua uno que tie­ ne fama de buen machi y Suele cobrar hasta cien pesos para machitucar. Si los interesados no tienen plata deben pagar con animales. El pago habi­ tual congiste en una o varias ovejas y en los casos difíciles y para los arauca­ nos más ricos pide un caballo o una yunta de bueyes. , A un araucano que me confirmaba la efectividad de tales sueldos le manifesté mi extrañeza de que pagaran tanto por esta ceremonia corriente y de resultados inciertos. Contestó que los médicos cobraban más caro toda­ vía cuando hacían operaciones y que los machis sabían operar como cualquie­ ra de ellos. Además, agregó, más vale la vida que una yunta de bueyes. En apoyo de su afirmación refirió que su padre, rico cacique de Maquehua, dueño de novecientos bueyes y vacunos, enfermó gravemente, pero no creía en la ciencia de los machis y rehusó los servicios de uno que le pedía una yun­ ta de bueyes para machitucarlo. Además estaba muy apegado a sus animales y no quería soltar ni uno. Al fin murió y empezaron también a morirse los bueyes hasta el último. Sus hijos quedaron sin nada y tuvieron que ir á trabajar a. la Argentina. Los animales, añadió, murieron de picada o car­ bunclo y se les entró esta enfermedad porque mi padre no quiso dar la yun­ ta de bueyes pedida por el machi. En la región de Lanalhue y Purén el machitún solemne se practica de la siguiente manera. Se tiende el enfermo de espalda sobre una frazada en me­ dio de la ruca, se planta una rama de canelo frente a los pies y otra frente a la cabeza. La machi con el cultrún, los cascahuillas y el cuchillo para opera­ ciones, se sienta sobre las piernas cruzadas a un lado del enfermo. Doce hombres armados con palos de chueca la acompañan alineados, seis de un lado y seis del otro. La machi inicia sus invocaciones y toca el cultrún mien­ tras los hombres bailan y gritan. A una señal de la machi los seis hombres alineados de un lado, capitaneados por uno que lleva un sable de madera, salen atropelladamente blandiendo sus palos para ahuyentar al mal espíri­ tu causante de la enfermedad. Cuando llegan afuera un grupo de jinetes prosigue al galope la persecución del espíritu hacia la montaña. Mientras


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tanto los seis hombres vuelven al interior y toman sus puestos al lado del enfermo. La machi continúa sus cantos y su tamboreo. A una nueva señal los seis acompañantes del lado opuesto salen con precipitación amenazando también al espíritu del mal con sus palos y los jinetes lo persiguen a caballo como anteriormente. Por tres veces salen así alternativamente los dos grupos. En la cuarta salida los doce hombres se lanzan con más fuerza hacia la puerta, seguidos por la machi y los jinetes prosiguen la persecución. El baile se anima. Los asistentes con los ruidos de chueca y gritos ex­ citan a la machi y entran con toda rapidez a operar al enfermo. Los hombres toman su colocación poniéndose seis a un lado y seis a otro, cruzan las chue­ cas formando techo sobre el enfermo y gritan con fuerza. La machi arrodi­ llada descubre el cuerpo del paciente y hunde en la parte enferma la piedra blanca y cortante. Aprieta la herida con vigor y en este mismo instante' tiene una visión. Extrae de la herida el daño y el remedió le aparece de repente. Algunas veces le llega en las manos y lo muestra a los presentes. En otras ocasiones se limita a decir su nombre y los deudos prestan mucha aten­ ción para no olvidarlo. Si la región enferma se halla situada en la cavidad abdominal o torácica, la machi hace la incisión en el costado derecho a la altura del hígado. Llega hasta descubrir la vesícula biliar, la examina y en algunos casos la arranca. Se la recibe en un plato de greda. Con rapidez llevan la hiel afuera y encienden fuego para quemarla. Arde como grasa. No se debe quemar en el interior de la ruca porque es un venenó muy fuerte que se podría pegar a los presentes y comunicarles la misma enfermedad. Si la machi recibe el remedio en las manos lo aplica ella misma sobre la herida, cubre la llaga con hojas de canelo y se faja bien al operado. En un plazo que varía de una semana a veinte días, el enfermo sana o muere. En el primer caso sólo queda una cicatriz de cinco o más centímetros. Tal es la descripción del machitún dada por dos machis de Lanalhue y Uuentelolén. No he asistido en estas regiones al machitún verdadero. Sólo he pre­ senciado un simulacro en el que la machi no hizo uso del cuchillo de piedra. Preguntando a los mapuches acerca de las operaciones practicadas en el cuerpo de los enfermos por los machis, se obtienen numerosas respuestas que afirman su efectividad. De paso por Purén recibí aviso de la celebración de un machitún a poca distancia del pueblo. Llegué a la ruca cuando se ter­ minaba la ceremonia. Al pedir datos acerca del enfermo y del machitún uno de los parientes quiso obtener de la machi que repitiera la ceremonia en mi presencia, y para decidirla le ofreció diez pesos. No quiso aceptar sin consultar antes el espíritu. Se retiró al interior de la ruca para hacer la con­ sulta. A los cinco minutos mandó decir que el espíritu se oponía a la repeti­ ción del machitún hasta el día siguiente a las tres de la tarde. Como debía abandonar a Purén más o menos a la misma hora se procuró convencer a la


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machi que lo hiciera antes, pero todo fué inútil. En Maquehua asistí a un Lahuentún aplicado por el más famoso machi de la región. Lo visité para conversar acerca de sus maravillosas curaciones y de la fama que le habíaii valido a muchas leguas de distancia en Collipulli. Angol y Traiguén. AI mos­ trarle algunos retratos de machi, consintió después de muchas vacilaciones en que ló retratara con sus aparatos rituales, primero de pie y después sen­ tado. Se mostró muy reservado al hablar de sü actuación como machi. Luego manifestó que le llamaban urgentemente para un machitún a mucha distancia. Un mapuche, pariente suyo, recién llegado de Argentina, me in­ formó que la enferma se hallaba en una ruca vecina y que se podría asistir a la curación tan luego como hubiera empezado sus cantos el machi. Diez minutos más tarde llegaba a la ruca acompañado de un joven estudiante y del pariente. Nuestra llegada agradó-poco al machi. En cambio los parientes de la enferma nos recibieron bien y le pidieron que hiciera la ceremonia com­ pleta en nuestra presencia. La enferma envuelta en frazadas, estaba acostar da cerca del fuego con una fiebre alta y los síntomas habituales de una pul­ monía. Su estado grave causaba poca preocupación a los miembros de la familia. Las hijas de la doliente preparaban lo necesario para la ceremonia. Cuando todo estuvo a punto tendieron varios pellejos en el suelo y entre la puerta y el fuego. La enferma se quitó el trarihue y se acostó de espaldas sobre los pellejos conservando por todo vestido su chamal desabrochado, se extendió encima un ancho pontro, y la ceremonia empezó. El machi se arrodilla cerca de la cabeza mientras le traen una gran batea llena de agua caliente y ramas de laurel (Laurelia aromática) y de ma­ qui (Aristotelia maqui) con hojas verdes. El machi deshoja las ramas de laurel y sumerge las hojas en el agua caliente. Hace lo propio con las hojas de maqui. Mezcla el conjunto con ambas manos y lo revuelve en el agua caliente. De repente toma un puñado de hojas, se las lleva a la boca y a la nariz. Por estos órganos absorbe el agua y la expulsa violentamente hacia el cielo produciendo tres chorritos de finísima lluvia que cae sobre la enferma. Repite la misma operación inmediatamente y con mayor fuerza acompa­ ñándola de una serie de muecas. Con las manos llenas de hojas mojadas en agua caliente ejecuta sobre la cabeza de la enferma un verdadero masaje al mismo tiempo que entona su canto ritual. Buen remedio te daré Con mi remedio sanarás Que Ngueneche te sane Que eche de ti todo' mal. El canto prosigue durante todo él machitún con algunas variantes. El masaje se extiende al cuello, a los hombros, al pecho y al abdomen y a la 6


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espalda. Cada dos o tres minutos renueva él puñado de hojas mojadas y bota las que ya han servido. El cuerpo de la enferma frotado enérgicamente queda al fin empapado en agua tibia. Durante el masaje la enferma se queja y se retuerce pero el machi continúa sus fricciones sin aparentar la menor emoción y sin tomar mayores precauciones. Da por terminada la primera fase después de frotar por lo menos cinco o seis veces cada parte del cuerpo. El masaje se hace con decencia, por debajo del pontro, frazada que en todo momento cubre a la enferma. Para la segunda fase el machi siempre arrodillado en la posición anterior toma en su mano derecha la huasa y los cascahuillas. Los agita frenética­ mente por momentos y después sigue con evoluciones más lentas y solemnes para envolver al mal espíritu, canta con un tono en relación con sus movi­ mientos para encantar al mal y ahuyentarlo. Sacude la calabaza que contiene piedrecitas y los cascahuillas con insistencia sobre la. cabeza durante diez minutos. Toma un manojo de ramas verdes de maqui y de laurel y describe volutas con él sobre la enferma acompañádo por un canto inarticulado y nasal. Estos encantos duran diez minutos. El machi suelta el ramillete, vuelve a tomar los cascabeles y la huasa y por un período de diez mintutos los agita como antes. Para terminar esta segunda fase se arma de un manojo de ramas de los cascabeles y de la huasa y repite los signos cabalísticos, las muecas y los cantos parecidos a los precedentes durante diez minutos. Esta segunda fase consta de tres períodos de igual duración. El machi inicia la tercera siempre arrodillado. Toma el cultrún y los cascahuillas, sostiene el tambor verticalmente, lo baja en esta posición y le pega con la varilla ó trepu cultrunhue tres fuertes golpes, lo invierte sobre la enferma y le pega una serie de seis golpes de intensidad creciente, 1-2-3-4-5-6 y después tres iguales I I I seguidos de una serie de dos recios separados por una corta pausa, ii-ii-ii-ii-. Hace evoluciones lentas con el cultrún, lo balancea y lo eleva y baja alternativamente sobre la enferma. En seguida adopta una manera de tocar compuesta de dos golpes débiles y uno fuerte, iiliiliiliil acompañado del canto muchas veces apenas articulado- Aparece absorto en sus delicadas funcio­ nes sin preocuparse de lo que se dice a su lado, eleva la vista hacia el techo " de la ruca y hace periódicamente muecas amenazadoras. En esta forma toca el cultrún, hace sonar los cascabeles y canta durante una hora. Termina esta fase bruscamente elevando el tono del canto y aplicando sobre el cultrún en posición vertical seis golpes de intensidad creciente 1 2 3 4 5 6. Entonces se entrega al descanso, se seca el sudor dé la frente, enciende el cigarrillo ritual y lanza bocanadas de humo hacia la enferma. En la primera parte de la ceremonia se notan toes fases que duran juntas cerca de dos horas. Mientras el machi fuma la enferma se queja las­


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timosamente y todo su cuerpo está animado de violentos escalofríos. Suplica que se le de agua tibia para calmar la sed que la devora. Tras una pausa de un cuarto de hora el machi empieza la segunda parte de la ceremonia. Es parecida a la primera y se compone también de tres fases: del masaje con hojas de maqui y laurel mojadas en agua caliente en la primera; de las evo­ luciones con la huasa, los cascabeles y un ramillete de ramas en la segunda y del toque del cultrún con cascabeles en la terceia. Al terminar esta segunda parte que también dura dos horas, el machi fuma otro .cigarrillo. Descansa .un rato y efectúa la, tercera parte de la ceremonia parecida a las dos anterio­ res. El machi canta y gesticula durante seis horas para la aplicación del re­ medio. Al llegar cerca de la enferma no la examina ni le pregunta lo que siente. D a sus órdenes a los presentes para que le preparen lo necesario. Emplea di­ ferentes plantas tales como el canelo, el codocoipu, el lingue que no parecen dotadas de virtudes medicinales especiales. Por las tales aplicaciones con las ceremonias anexas cobra las fuertes sumas ya indicadas. ¿Qué esperar de la eficacia de remedios que guardan tan poca relación con la dolencia que se pretende curar? En muchos casos agravan el estado del enfermo y anticipan la hora de su muerte. Algunos indígenas saben diagnosticar varias enfermedades y aplicarles remedios eficaces tomados del reino vegetal. Conocen las propiedades cu­ rativas de muchas plantas y las recetan con discernimiento en los casos opor­ tunos. Pero estos individuos se distinguen de los machis por su falta de pre­ tensiones y un buen sentido notable. Examinan a los enfermos con atención y les preguntan acerca de sus dolencias. Al desconocer las causas del mal no vacilan en declarar su ignorancia. Con frecuencia se oye hablar entre los ma­ puches de maleficios capaces de producir enfermedades y aún la muerte, tanto de los hombres como de los animales. Por venganza, envidia o maldad, el brujo lanza un maleficio contra una persona por cuenta propia o por en­ cargo de un tercero. Para que resulte el maleficio el brujo procura conseguir alguna prenda de su víctima: algunos cabellos, fragmentos de uña, un diente o, lo que es más fácil, pedazos de vestidos. La sepulta en un lugar secreto lanzando imprecaciones contra el individuo perseguido y lo entrega al huecufe para que enferme o muera y así como sepulta la prenda, haga qüe pron­ to sea sepultado el dueño de ella. Aunque lleno de juventud, salud y prospe­ ridad la persona sobre quien recae un maleficio no tarda en sentir sus efectos y se halla luego en una situación alarmante o desesperada según informan los araucanos entendidos en estos asuntos. Los remedios ordinarios no sirven para esta clase de males. Los machis que pueden contrarrestar los efectos de los maleficios son muy contados. La imaginación de los indígenas exagera sin duda el poder de los brujos y es probable que la casi totalidad de sus des­ gracias y enfermedades se deba atribuir a causas naturales.


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Los brujos y los machis saben sin embargo preparar venenos cuya ac­ ción ño es ilusoria. Se ocultan para fabricarlos y los conservan en lugares secretos según referencias de algunos indígenas de Lanalhue y Maquehua, los elaboran con culebras, sapos y lagartijas, triturados en un mortero y abandonados a una putrefacción prolongada. Suelen agregar raspadura de huesos desenterrados de los cementerios. Filtran la mezcla con un paño y obtienen un líquido de propiedades tóxicas, empleado para envenenar. Lo guardan en un cantarito envuelto en trapos. ■ Algunas gotas ingéridas con la comida o la bebida bastan para produ­ cir la intoxicación mortal. La acción del veneno es lenta pero segura. El sujeto que lo ha tomado sin darse cuenta siente un malestar general en los días que siguen a la ingestión, enflaquece paulatinamente, se halla deprimi­ do y falto de apetito. Su estado se agrava cada día más hasta que al cabo de algunos meses está completamente agotado. Desde hace tiempo se da cuenta que está envenenado, y sabe que para él no hay remedio. La piel tom a una , coloración plomiza y se aproxima cada día más a los huesos. Sus facultades lo acompañan hasta sus últimas días y con frecuencia hasta la hora de su muerte. Muere víctima de la envidia, de la venganza o simplemente de la maldad de los que fingieron ser sus amigos. E l N g u i l l a t u n . —Los araucanos creen én la existencia de un ser su­ premo de naturaleza espiritual a quien llaman Chau Nguenechen-padre dominador de los hombres, o simplemente Ngueneche, dominador de los hom­ bres y Nguenemapu dominador de la tierra; y de los seres que la pueblan. De él no tienen ninguna representación gráfica. Este ser es todopoderoso y cuida de los hombres que le hacen rogativas. Periódicamente y en todas las circunstancias difíciles de la vida los araucanos lo honran con el Nguillatun, ceremonia solemne en la cual le sacrifican animales para conseguir favores y protección. Después de un largo período de sequía organizan un nguillatun para obtener lluvias. Si éstas caen en exceso a punto de comprometer el porvenir de las cosechas, efectúan otro para tener buen tiempo. Si se declara una enfer­ medad contagiosa, si se produce un terremoto o una calamidad pública celebran por todas partes grandes nguillatunes para conseguir la cesación del azote. En tiempo normal acostumbran celebrar uno o dos al añonantes de las cosechas para que'éstas resulten buenas o antes de efectuar las siem­ bras. Ciertas reducciones lo celebran solamente después de las cosechas a fin de tener la plata y las provisiones necesarias. No faltan casos en que la organización de un nguillatun depende de algún fenómeno extraordinario como el de una visión en lugares apartados o si al regreso del pueblo por la noche, uno o varias araucanos tienen «peuma». E l espíritu dominador de los hombres les aparece en forma' de animal y los habla: «Estoy muy enojado


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con vosotros porque no me hacéis más Nguillatun. ¿Por qué me han olvida­ do mis corderos? Los visionarios refieren su encuentro y los visionarios pro­ pagan la noticia rápidamente por la reducción. Piden el parecer del cacique y él resuelve celebrar un nguillatun para prevenir algunas desgracias posibles. Con motivo del terremoto de Talca los araucanos celebraron numerosos nguillatunes. Consideraron el terremoto como un castigo del Chau Nguenechen contra los Wincas por sus maldades contra los mapuches. Algunos in­ dígenas de Cañete, Lanalhue, y Huentelolén oyendo hablar del maremoto' pensaron que se iba a producir la salida del mar en Araucanía como más al norte y acordaron la celebración de un nguillatun para evitar esta gran ruina. Los habitantes de estas regiones conservan el recuerdo de un gran ma­ remoto que destruyó todas las reducciones de la costa y ahogó a los morado­ res salvo los que se hallaban en la montaña. El cacique de Huentelolén acor­ dó la fecha y el lugar, de la ceremonia. El domingo 13 de Enero se iban a reunir en la loma de Huentelolén para celebrar la fiesta al día siguiente. Las invitaciones se hicieron con ocho días de anticipación a todas las reduc­ ciones vecinas. El Nguenpin o traiñpun llegando a las rucas exponía a los moradores el objeto de su viaje. Heme aquí, pues, llegado hasta vosotros. Mi cacique Catrileo dice: «hagamos un gran Nguillatun en Huentelolén para que no venga sobre nosotros la gran’ ruina del norte, para que no salga el .mar, para que estemos sosegados y tengamos buena cosecha. Las otras re­ ducciones hicieron ya su nguillatun. También haremos el nuestro, el Domingo y lunes de la otra semana. El enviado recibe buena acogida por todas partes. Los invitados empiezan los preparativos con harto entusiasmo para que re­ sulte bonita la fiesta, las mujeres fabrican el muday y el mote y limpian sus adornos de plata, los hombres escogen los animales para el sacrificio, alistan los cuchillos, la&pijileas y las trutrucas. Los jinetes ensayan sus ca­ ballos. La víspera el dueño de la fiesta planta la ramada. Los vecinos le ayu­ dan a cortar las ramas y a levantar las empalizadas contra el viento del Océano .Pacífico. Confeccionan pequeños tabiques divisorios para separar a la gente en grupos y techos de ramas contra los ardores del sol. Lo hacen todo con boldo (Boldoa fragrans). En la tarde del día señalado llegan de todas las direcciones los caciques vestidos a la antigua, los mocetones a caba- ■ lio, las carretas con los víveres, las mujeres adornadas con sus más hermosas prendas, las machis con sus tambores, los curiches con la cara pintada, ar­ mados con sus sables y caballos de madera, los músicos con las pifilcas y trutrucas. Los personajes de importancia se saludan con prolongados discur­ sos y los demás con un simple Peñi o lahuen lanzado a toda boca. Se proce­ de a la plantación del rehue que consiste en este caso en dos arbustos de canelo plantados a dos metros de distancia y unidos a un metro veinte de altura, por varios palos horizontales. Se considera como altar del sacrificio


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y lugar donde se ofrecen al Chau Nguenechen las víctimas y todas las peticio­ nes de los araucanos presentes. En lo alto de las ramas flamean tres banderas de distinto color: una blanca para conseguir el buen tiempo, una azul como símbolo de la paz que ha de reinar entre ellos y la tercera roja para evitar la gran ruina del Norte y la salida del mar. Conforme van llegando los animales destinados ál sacrificio los acuestan amarrados cerca del rehue. Se organizan bailes accesorios que duran hasta la media noche o hasta que cansados se acuesten en el suelo al abrigo de las ramadas. La ceremonia propiamente tal empieza a la salida del Sol. Los araucanos reciben sus primeros rayos con grandes muestras de alegría: se colocan en semicírculo al rededor del rehue en dos o tres filas y con una rama de canelo en la mano o una fronda de helé­ chos gigantes (Alsophila quadripinnata). Tocan la trutruca mientras vendan la vista de la machi con un pañuelo blanco. Con el cultrún, las cascahuillas y una rámita de canelo en la mano izquierda el trapecultrunhue en la derecha, la machi inicia los cantos rituales: Los curiches u hombres negros llamados así por su costumbre de pintarse la cara, se colocan frente a ella con una ca­ ballo de madera entre las piernas, un sable de madera y una ramita de canelo en ía mano derecha, los cascahuillas en la izquierda. Llevan también anuda­ do sobre la cabeza un pañuelo blanco que no alcanza a taparles la vista.Estos dos acompañantes inseparables de cada machi bailan retrocediendo de­ lante de ella y ejecutan series de contdrsiones y de muecas con una seriedad y una constancia que sorprende a los que las presencian por primera vez. Otro personaje, el Nguenpin o director de la ceremonia, armado de un sable de madera toma también colocación al lado de la machi. Los curiches enca­ bezan entonces un desfile alrededor del rehue y bailan retrocediendo seguidos por la machi y el nguenpin. Los otros grupos vienen detrás bailando, cantando y llevando en alto sus ramas. La machi canta también acompañada de sus asistentes y todos los presentes le contestan périódicamente por una excla­ mación prolongada ih ih ih. . . haciendo eco a las notas finales del canto ritual. Los jinetes capitaneados por uno que lleva una bandera blanca dan tres vueltas al galope alrededor del rehue y en un radio de cuarenta a cincuenta pasos para no atropellar a los del centro. Terminan con una carga a fondo en dirección a la cordillera gritando awün awün awün! ... Reiteran estas tres vueltas muchas veces durante el nguillatun en señal de regocijo y para ahu­ yentar al mal espíritu que podría venir a malograr los resultados de la fiesta. Tienen buen cuidado de expulsarlo siempre en la misma dirección, hacia la montaña. Por su parté los. curiches y el nguenpin armados con sables de madera tienen por misión dé perseguir a los perros atraídos por el olor de los alimen­ tos Y de la sangre: Los perrós son considerados entonces como indeseables y capaées dé hacer fracasar la ceremonia con su presencia. Por eso los encar­ gados de alejarlos desempeñan su cometido con un celo que en otras ocasio­


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nes podría, llamarse crueldad: los incautos que se aventuran por el recinto de la fiesta, reciben raciones de palos suficientes para quitarles la gana de vol­ ver y huyen aullando. En pos de los curiches y de los machis, de los pifilcatufe y de los que tocan la trutruca, el pueblo sigue en procesión bailando y cantando hasta dar veinticuatro vueltas en torno del rehue, esta intermina­ ble serie de vueltas que dura cerca de dos horas sirve de preparación al sa­ crificio. En las ultimas vueltas elevan el tono de los cantos y de los instru­ mentos de música mientras los bailarines saltan a mayor altura. Con golpes precipitados y recios sobre el cultrún la machi señala el fin de su canto. To­ dos descansan un momento y se secan el sudor, satisfechos de su actuación. Se observa en todos los mapuches que toman parte en la ceremonia una gran seriedad y un profundo sentimiento religioso, una aplicación intensa en rea­ lizar todos los actos del culto en la forma tradicional. La machi da la señal para inmolar las víctimas. Los dueños de los ani­ males agarran cada uno el suyo y con dos o tres ayudantes le cortan el cue­ llo y reciben la sangre en platos de greda o en lavatorios de loza y la revuel­ ven con una ramita de canelo. Luego depositan estap vasijas a los pies del rehue y se dedican a desollar los animales. Mientras tanto la machi y sus acompañantes entonan un canto de. ofrecimiento global de la sangre. Se alinean los vasos en dos filas paralelas a uno y otro lado del rehue. El cacique se aríodilla en medio de la primera fila, los mapuches de edad más avanzada se arrodillan a continuación y por ambos lados, luego los hombres maduros y en los extremos de la fila los jóvenes. En la segunda fila se arrodillan las mujeres con la machi en medio. Jinetes llegan, se alinean detrás y forman una tercera fila. Los hombres con la cabeza descubierta, el vaso ritual en la mano izquierda sumergen con la mano derecha una punta.de oreja de cor­ dero o una hoja de canelo en la sangre y la elevan hacia el cielo entonando su canto de ofrecimiento: Chau Nguenechen aquí están tus hijos reunidos dominador de la tierra ... para, celebrar tu nguillatun aquí estamos pues todos . padre dominador de los hombres ., te ofrecemos esta sangre de nuestros animales para que no haya ruina para que estemos sosegados y que no salga el mar. Hoy pues te celebran nguillatun los mapuches de Huentelolén.

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La sangre gotea de las hojas levantadas y cae sobre el suelo. Pero vuel­ ven a sumergir sus hojas y repiten con voz suplicante su ofrecimiento. Las mujeres imitan a los hombres elevando sus manos y sus gritos hacia el cielo. Los jinetes reciben los vasos rituales de manos de los ancianos y a caballo elevan también hacia el dominador de los hombres la sangre de las víctimas. Este ofrecimiento respetuoso dura cerca de un cuarto de hora. Se recogen las vasijas y se las agrupa cerca del rehue. ' Las mujeres llena de muday otros cántaros y los alinean en doble fila como para la sangre. El cacique vuelve a ocupar su puesto así como los an­ cianos, los jóvenes y las mujeres. Arrodillados todos y con la cabeza descubierta los hombres elevan hacia el cielo su cántaro de muday y lo derraman de a poco sobre el suelo cantando! nuevamente Chau Nguenechen Hoy pues te celebramos Nguillatun nuestro alimento te pedimos con trigo, maíz, papas y arvejas. Te ofrecemos1este muday para que tengamos buen tiempo en nuestra cosecha qué no llueva sobre nuestro trigo y avena que no mueran nuestros animales . tu nos conservarás pues, padre bueno porque hoy te hacemos nguillatun que no se enfermen nuestros hijos Danos, harto maíz para muday 1 > y otra vez te harán nguillatun tus corderos umh umh umh! Después de un corto descanso reanudan el baile alrededor del rehue los jinetes corren el awün periódicamente. La machi, los curiches y acompañantes bailan el Choike purum dando saltos de treinta a cuarenta centímetros de alto. El Nguenpún informa a la machi sobre el desarrollo de la ceremonia. Se la describe nombrando a los presentes y dándole a conocer la actuación de cada uno. Ella incluye los da­ tos en su canto y los transmite al dominador de los hombres prometiendo bienes a los presentes y amenazando a los qüe no han querido acudir a la fiesta. En esta forma da de diez a doce vueltas en tomo del rehue y termina por tres más rápidas que da sólo precedida por los curiches. Con frecuencia cambia su manera de tocar el oultrún. Se halla afectada por un hipo que en­ trecorta su canto y le da un tono llorón. El sudor le corre por frente y por

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momentos se halla presa de un castañeteo de dientes. Se arrodilla cerca del rehne y de los vasos rituales llenos de sangre y con la cara yuelta hacia el oriente. Los curiches se colocan enfrente y bailan sin cesar con sus caballos de palo entre las piernas y haciendo sonar dos cascahuillas. El Nguenpún se mantiene al lado. El cacique llega para hacer su rogativa particular al dominador de los hombres. Expresa sus deseos al Nguenpún que los trans­ mite a la machi y esta los canta al Chau Ngueneche. Por su intermedio las alabanzas y las peticiones le llegan más fácilmente y le son más gratas. Los otros mapuches se acercan por tumo para hacer sus pedidos, aceíca de la salud de su familia y de sus animales, que no les sobrevenga ningún mal, que tengan mucho trigo, papas y arvejas. La transmisión lenta y cantada de tantos intereses particulares, exige más de una hora. Después de dirigir al padre dominador de los hombres alabanzas y súplicas de todos la machi tiene Una entrevista con él, sea frente al rehue durante el baile o sea cuando circula la procesión final en tomo del mismo. Los músicos hacen sonar con fuerza las trutrucas, las pifilcas y las cascahuillas. El baile se vuelve más animado, los hombres gritan umh umh umh! los jinetes corren en awün levantando torbellinos de polvo. Los curiches saltan a medio metro de altura y retrocediendo delante de la machi y ésta los sigue bailando a saltos que lle­ gan a igual altura. Golpea muy seguido el cultrún y canta con voz llorona y entrecortada por el hipo que se vuelve más frecuente e intenso. Al fin está bañada en sudor. Está temblando con todo el cuerpo. La cabeza se reclina cansada hacia los hombros. El tambor se le escapa de las manos. Sus brazos se agitan, la cara toma una expresión de espanto. Pierde el equilibrio y cae en brazos de sus ayudantes. Los curiches se precipitan para sostenerla, le soplan en la cara le aplican los bastones rituales sobre el pecho y gesticulan con sus sables para ahuyentar al espíritu del mal, pues éste es el momento solemne durante el cual la vidente conoce el resultado del nguillatun y la acogida dispensada por Ngueneche a las súplicas de los araucanos presentes. El éxtasis de la machi puede prolongarse por varios minutos. El Nguenpin, los curiches y demás asistentes se esmeran en multiplicar los signos mágicos con sus sables sobre la cara y el cuerpo de la machi. Cuando vuelve en sí se halla muy agotada. Le secan el sudor y esperan ansiosos la relación de su visión. Declara que el dominador de la tierra está contento de Sus hi­ jos porque le han celebrado nguillatun y que se ha dignado escuchar favora­ blemente sus súplicas. Esta declaración es recibida con saltos de alegría y otras manifestaciones de regocijo. La machi da por terminada la ceremonia. Se le acercan por todos lados para congratularla del buen desempeño de su misión y le narran las particularidades que más han contribuido a dar solem­ nidad a la ceremonia. La comida que sigue al nguillatun tiene las proporciones de un gran banquete. Algunos miembros de cada familia se han turnado durante la


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ceremonia, al abrigo de la ram ada, para preparar los alimentos, pelar y cocer el m ote y las papas, asar la carne de las víctim as y llenar los cántaros de m uday. E n este día dé abundancia las provisiones alcanzan p a ra todos: organizadores* invitados y forasteros atraídos por la novedad. Los caciques, los machis, los curiches y el traiñpun reciben una ración en relación con el papel m uy especial q u e 'h an desempeñado. Amenizan la comida con bailes, cantos al toque de la tru tru ca, chistes y discursos de modo que se prolonga hasta la tarde. Si el licor es abundante la fiesta continúa toda la noche y degenera en borrachera y riñas. E l nguillatun, así como las otras ceremonias araucanas, se celebra con pequeñas diferencias rituales en las distintas regiones y en los mismos lu­ gares, según lo que los m apuches quieren conseguir. E n tre las reducciones del lago Budi aparecen dos bandos bien distintos en los nguillátunes: los organi­ zadores y los invitados. Los primeros van al encuentro de los otros y les hacen los honores de la fiesta con un ceremonial pomposo. D an menos im portan­ cia a las funciones de la machi y carecen de curiches. Los m apuches de Villarrica y Loncoche arrancan el corazón palpitante de las víctim as, lo elevan hacia el cielo y rocian la tierra con la sangre caliente. . Cuando los indígenas de Lanalhue piden lluvia se visten todos de negro y levantan en lo alto del rehue una bandera del mismo, color. Uno de los mocetones sube al cerro vecino m ás alto para pedir de m ás cerca al dom inador de los hombres la lluvia, m ientras los otros celebran la ceremonia en las lo­ mas. P ara conseguir el buen tiem po después de las lluviias prolongadas se visten de blanco. E l jefe de ceremonia llamado nguenpin, en otras regiones es conocido entre ellos con el nombre de traiñpun. A pesar de estas diferen­ cias locales el nguillatun conserva en toda la: A raucanía su caracteres esen­ ciales de ceremonia principal m ediante la cual trib u tan a la divinidad el culto supremo. Su sacrificio comprende la ofrenda e inmolación de las víc­ tim as con la participación de los presentes en comer la carne de las mismas. De los cuatro fines del sacrificio, se distinguen dos" bien claram ente : la adoración y la impetración; el agradecimiento y la expiación son menos aparentes.



Fig. 3 Una fase del baile

F'g- 4 Dos machis curando a un enfermo al aire libre


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Fig. 5 Baile al pie del rehue

Fig. 6 Sacrificio de ' animales


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Fig. 7 Ofrenda de.la sangre de las vĂ­ctimas a Ngueneclie; dominador de la gente

Fig. 8 Los curiches y la machi dan vueltas rituales alrededor del

rehue


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Fig. 9 Ofrendas al pie del rehuĂŠ

Fig. 10 Descanso despuĂŠs de la ceremonia.

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Una visita al bosque más boreal de C hile POR EL P r o f . F e d e r ic o P h il ip p i

Traducido del inglés por Francisco Fuentes Jefe de la Sección Botánica del Museo Nácional (Chile)

N

o ta d e l t r a d u c t o r

Fray Jorge es un hermoso paraje montañoso situado al lado norte de la desembocadura del río Limarí, al poniente de Ovalle, provincia de Coquim­ bo. En dicho lugar se encuentra un bosque natural, que es él más septentrio­ nal de Chile y que se ha hecho famoso por su tradición y por sus condiciones fitogeográficas. H a sido visitado por varios botánicos y turistas, y lo será más todavía cuando se termine la construcción de la magnífica carretera que unirá Valparaíso con La Serena. H ará un cuarto de siglo que estuvo en Fray Jorge el Dr. K. Reiche, tan conocido por sus estudios sobre la flora de Chile. En 1909 visité esta selva en compañía del prof, Demetrio Salas. Poco después el prof. Alvaro Rivera escribió un pequeño estudio sobre las plantas principales de este bosque. Pero el estudio más completo lo hizo don Federico Philippi en 1883 y lo publicó en la obra The Journal of Botany, London, July 1884, Vol. X X II p. 202-211, cuya traducción voy a publicar en nuestro Boletín del Museo Nacional, agregando al final una lista de algunos nombres de las plantas en lo "posible revisados. U na

v is it a a l b o s q u e m a s b o r e a l d e

C h il e

Cuando llegué aquí hace cerca de treinta años, conocí mejor las plantas del desierto de Atacama que las de las partes sur y central de Chile, pues mi padre acababa de regresar de su viaje de exploración a través del desierto de Atacama, y ellas constituyeron para mí desde aquel tiempo, la parte más


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interesante de la flora chilena. Fué siempre mi deseo ver las provincias áridas de Coquimbo y Atacama; pero circunstancias me llevaron al sur de la pro­ vincia de Valdivia, donde pasé muchos años estudiando la florá tanto como el tiempo me lo permitía y no fué sino hasta el año pasado cuando pude^ sa­ tisfacer mis deseos y visita a la provincia de Coquimbo. Partí con. mi hijo y el preparador del Museo, el 17 de Enero de 1883, a las 8 de la tarde, en el vapor Serena/ para el puerto de Coquimbo: El viaje no fué de interés, el tiempo hermoso y claro, así que pudimos ver la costa perfectamente bien. A la s'9 dé la mañana del 18 pasamos la boca del río Limarí, situada a flos 30° 42-4' la¿. s. Percibimos en la cima de un alto cerro de la costa, 2 millas más o menos al sur del Limarí, grandes árboles, pero no pudimos ver ninguna cosa parecida en el costado norte del Limarí; sin em­ bargo me habían contado qué ahí estaba situada la selva más boreal de‘Chi­ le llamada Fray Jorge, que excitó mi interés tanto como el carácter aproxima­ damente desértico de la provincia de Coquimbo. Habiendo pasado la larga punta Lengua de Vaca,’llegamos frente a la bahía de Tongoy, en cuyo ex­ tremo pudimos ver las casas de la pequeña ciudad de Tongóy, el puerto para las famosas minas de cobre de Tamaya/ con la cual está unido por un ferrocarril. Después pasamos al frente de la bahía de Herradura, con Herra­ dura en su extremo sur y Guayacán en su extremo norte; y habiendo rodeado otra punta pequeña, rocosa, entramos 'al- puerto de Coquimbo. Coquimbo está situado al lado sur de una semicircular bahía grande, cerrada, al sur por la punta ya mencionada, al norte por la lejana Punta Teátinos, y al noreste desdé Coquimbo son visibles las torres y ,las partes más altas de Serena, la principal ciudad de la provincia. Desembarcamos inmediatamente y nos fuimos por el próximo tren a Serena. Coquimbo es una pequeña ciudad de sólo unas pocas calles paralelas a los lados de la plaza y en parte a la costa, teniendo a su espalda un cerro bajo, de piedra arenisca, que la resguarda del viento sur. El cerro termina con las últimas casas; desde ahí empieza hasta Serena, y aún mas al norte, una playa baja, arenosa y en parte pantanosa. El ferro­ carril pasa primero la playa arenosa, después entra más al interior pasando una tierra baja y húmeda, pero casi toda cercada y por aquí y allá cultivada y entra a Serena en su parte más baja. Serena no está lejos de la playa; pero el oleaje es ahí tan fuerte que es imposible desembarcar y Coquimbo es por consiguiente el puerto de toda la provincia. Serena está rodeada de haciendas con plantaciones y en la plaza principal como en los jardines de las casas crecen muchos árboles, dando un aspecto agradable a la ciudad. Yo me quedé el 19 en la ciudad, mientras mi hijo con el preparador, fueron a la playa en busca de.plantas e insectos. Ellos trajeron varios insectos


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Boletín del Museo Nacional

y plantas: Cristaria, Solanum, Baccharis, Scirpus, Senecio y Encella; pero nada nuevo para mí. ■ , El 20 a las 7K, partimos a caballo, acompañados de un amigo, Mr. Munnich, de quien estoy muy agradecido por su ayuda y cariñosos servicios, tomando nuestro camino a través del río Coquimbo, que corre m norte de Serena, muy -cerca de ella. , En el v;¡llc crecen las plantas comunes en tales lugares en toda la Re­ pública, entx-e ellas había dos que'yo no las había .visto en Chile, Verónica anagallis L. y Helosciadium nodiflorum Kcch. Pasamos por el lado norte del río, primero a través de un largo valle-con notables sauces (Salix Huir.boldtiana W.) (1), y después ascendimos a una colina baja, nivelada y a pri­ mera vista casi desnuda en la cumbre, pero mostrando al aproximarse una especial vegetación. En un terreno pastoso al ifeismo pie de la colina crecía una planta do 2-2^ m.-de altura, muy parecida a cañésmo, desconocida para mí, que resultó ser en el examen la Franseria aríemisioides W., la cual sólo ci~ice en esta provincia y es usada por los aldeanos como un remedio. En la cumbre de la colina arenosa, que era muy soca,, encontramos vegeta­ ción muy interesante: penachos de cactus, consistiendo en Cereus quisca'! Eulychnia ebúrnea (Salm.) Ph. y Echinocactm en grandes montones do 40 a 5.0 ejemplares juntos y en el medio de ¿estas plantas crecía una Opunlia con pequeños segmentos pjanos y flores anaranjadas. Ha­ bía arbustos do un aspecto curioso, de , tallo bajo 10 a 15 cm. de al­ tura y no pasando de 5 cm. de grueso; extendían, varias ramas inclinadas hacia arriba, después casi verticales, raramente una ramilla cubierta como el tallo con una corteza rojo-oscura, sin ninguna hoja llena de pequeños tubércu­ los en toda su longitud; yo no pude compirender al principio lo que podía ser hasta que la Oqalis gigantea Barn., vino a mi mente, y poco más allá encontré algunas flores en el extremó de una rama que confirmaron mi su­ posición/ En pequeñas grietas y en el extremo del llano crecían algunos heliotrcpbs. arbustosos con suaves flores blancas, Héliotropium stenophyllum DC, var. glabrifon, Eupatorium foliolosum DC., el de flores' amarillas Pleocarpus revo}útus<•Don, . Encelia tomentosat Walpi, Chorizanthe glabréscens Bcnth., Fagoniti bhilensis Hook & Arn. y especies de Dolia sih flores. No en­ contramos plañías herbáceas, poro, a juzgar por los tallos secos en la tierra y lo que. la gente "me contó, debía existir en primavete, cuando el invierno había sido demasiado lluvioso, una vegetación herbácea muy abundante (1) La única especie ,de este género en Sud América, encontrada desde el Pacífico hasta e¡ Ócéano Atlántico y desde Nueva Granada hastó el Estrecho de Magallanes. Es­ te es el árbol más grande en lá provincia de Coquimbo, donde crece cerca de todos los luga­ res húmedos y bajos,‘¿alcanza a veces enormes dimensiones: Puede llevar propiamente el nombre de S. chilensis Mol.


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y bonita, en parte plantas anuales y en parte bulbosas con brillantes flores, entre ellas muchas Amarilidáceas. Descendimos pronto a un valle arenoso y angosto con el suelo húmedo por aquí por allá y erícontramos aquí Lippia canescens Kth., Malva sulfurea Cav., una baja Frankenia con grandes flores (por el género), probablemente Nicoletiana Gay. En bajos 'a nuestra izquierda crecía una Tyllama y una Chaetanthera con rayos blancos. Varias cabañas y casas había en este valle; pero nosotros las pasamos en media hora sin detenernos y volvimos después hacia el oeste á través de una tierra arenosa hasta Punta Teatinos. Las únicas plantas que nosotros no habíamos observado todavía eran la baja Cassia obtusa Clos., Proustiá pungens Poepp. y algunas matas de Ephedra notablemente comidas por cabras que son frecuentes en estas regiones secas,, donde ningún otro rebaño prosperaría. La Punta Teatinoß es un cerro granítico de ce/ca de 50 m. de altura, ¡ nivelado y areno­ so en su cima. Subimos y dejando nuestros caballos, descendimos hasta el mar. La vegetación es escasa, poro no sin interés; nos encontra­ mos -con un ejemplar de Pleocarpus pedunculare Liiidl.; con flor y Eu­ genia marítima- Barn., un mirto frutescente de escasamente 50 cm. de alto. En los lugares más arenosos crecían diferentes Cactéae, dos especies de Cereus, una Opuntia y el gregario Echinocactus; pero cási enteramente sin flores. Cerca del mar había algunos semi arbustos con hojas aflechadas, pero sin flores, probablemente pertenecientes a Nolanaceae. En nuestra vuelta a Serena seguimos la hermosa playa que está separada de la tierra por unas bajas acumulaciones de arena como olas, sobre y entee las cuales crecen pequeños arbustos de Cristaria glaucophylla Cav., Tetragonia maritima Barn, var., Dolia salsoloides Lindli; ésta.ultima formando es­ pesuras de 1 m. de alto y de una extensión considerable. A las tres llegamos’ á la boca del río Coquimbo, que es aquí un pequeño arroyo con agua clara, ol cual pasamos fácilmente, siguiendo por el lado sur hasta Serena. En el vallo encontramos la flora común de tales lugares, siendo las únicas cosas interesantes la Gerardia genistifolia Cham. & Schlecht., muy parecida a un Peñstemon, l}4 m - de altura, cubierto con flores color rosa y un gran Aß­ tragalus con flores amarillo-pálidas. Los dos días siguientes los ocupé en secar las plantas* así que no pude moverme de la Serena. Pero mi hijo fué con el preparador a los llanos alre­ dedor de Serena y me trajeron varias plantas interesantes, entre ellas Caesalpinia angulicaulis Clos., dos.especies de Chórizanthe, diferentes arbustos de Synanthrereae, Oxalis gigantea Barn., y una hermoso y. pequeño Oxalis con raíz gruesa, carnosa y solamente flores, del todo desprovista de hojas, que la creí, nueva; Plumbago caerulea H. B. Kth. y grandes ejemplares de ílettotropium curassavicum L., H. stenoplyllum DC. y un Atriplex leñoso. El. 24 partimos en el tren para Ovallé, donde quise examinar el bosque'


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más boreal de Chile, llamado Fray Jorge. Salimos a las ocho y fuimos primero a Coquimbo; después la línea corre hacia el este y en seguida al sur, cru­ zando la montaña de Las Cardas. Desde Serena hasta el pie de Las Cardas la línea pasa a través de un llano escasamente cubierto con vegetación arbustosa. Cerca de Coquimbo crece el Heliotropium stenopyllum, Pleocarphus, Argemone mexicana; poco más lejos la vegetación consiste en Haplopappus, Bfachyris, Chuquiraga y tales cosas; y en lugares arenosos crecen muchas Cácteas, formando aquí y allá casi el total de la vegetación, con una fisono­ mía extraordinaria; los Cereus estaban a menudo densamente cubiertos con el delicado Loranthus aphyllus Miers, cuyas flores rojas eran brillantes como el fuego. En algunos sitios crecen Muchleribeckia chilensis Meisn., Cestrum Parqui Her., Colliguaya odorífera Mol., Lithrea venenosa Miers, Flourensia thurifera DCV, que yo no había observado cerca-de Serena ni de Las Cardas; Acacia Cavenía Mol. llegó a ser algo común y una Cassia baja estaba disemi­ nada" aquí-y allá entre los otros arbustos. De plantas herbáceas vi sólo al­ gunos Habranthus purpúreos. Toda esta llanura es muy vasta, las plantas ampliamente esparcidas, y pobre en vegetación herbácea. En la primavera (Sept. a -Noy.) todo el llano debe cubrirse enteramente de pastos y flores, como me lo han dicho, pero esto sucede únicamente cuando el invierno ha sido lluvioso. . ■ Antes de ascender Las Cardas obtuve permiso para situarme en la plataforma delante de la máquina y así pude ver la línea y la vegetación a lo largo de ella. La línea describe muchas curvas en su ascensión y uno podría pensar más de una vez entrar de nuevo a la estación de Las Cardas; pero sé va lenta y constantemente hacia arriba, en una parte con ascensión de 1 por. 20, hasta alcanzar la cumbre. Como el .tren corre muy despacio, pude observar bien la vegetación, que está formada por Cordia decandra H. & Am. cubierta de muchas flores de un blanco nieve, Fuchsia rosea R. & P., Caesalpinia angulicaulis Clos, una Adesmia arbustosa, una. Loasa blanca, una Azara (si he visto bien), una Colletia, muchos Oxális gigantea Barn. y algunos arbustos de Fábiana. Descendiendo de la cumbre entramos a un valle que corre al sur con sauces, Cestrum, Escallonia coquimbensis?, Acacia Cavenia Mol., Algarrobos (Prosopis siUquastrurri DC.), y Baccharis, pero nada de interés especial. En la primera estación bajo la cumbre del cerro entré otra vez al vagón, ya que la vegetación en todo el valle era la mism. y sin interés. En Higueritas entra un ramal de ferrocarril desde el distrito minero de Panulcillo, no muy lejos de aquí. Habiendo pasado la pequeña aldea Angostura, la línea abandona el valle y desciende al río Limarí, siguiendo.su lado norte a la aldea de Huamalata, donde termina, cerca de una legua de distancia de Ovalle. Las estaciones entre Coquimbo y Huamalata son solamente algunas casas, excepto Peñón, donde corren coches a Andacollo, famoso por sus minas de oro, y Angostura, al sur de. Las Gardas. Ca­


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racterísticos de esta parte de Chile son los montones de minerales de cobre en muchas estaciones, que parecen estar establecidos únicamente para el embarque del mineral. En Huamalata un antiguo escolar me estaba espe­ rando, don Amable Caballero, de-Ovalle, quien tenía un carruaje listo para llevarnos con el equipaje a Ovalle, a donde llegamos a las y-encontramos un buen cuarto en un hotel recientemente construido. Ovalle está situado en el valle del río Limarí, al pie d,e las colinas que lo bordean por el lado norte a alguna distancia del mismo río, y causa una im­ presión agradable cuando uno lo ve desde las colinas que lo rodean .. Pasamos aquí 3 días haciendo cortas expediciones en la vecindad y tratamos de obte­ ner los caballos necesarios para ir a Fray Jorge. Gracias a la bondad del se­ ñor Caballero, conocimos al señor Barrios, a quien pertenece la mayor parte de Fray Jorge; este caballero nos ofreció cuatro caballos y otro fué obtenido" de un antiguo amigo que encontré aquí, así que pudimos partir el 28 parar Fray Jorge. La vegetación alrededor de Ovalle .es de dos clases, la del valle y la de las colinas. Los valles de los ríos en esta provincia son todos muy parecidos, más. o menos anchos, con fondo nivelado, el canal del río a veces casi seco porque todo1el agua es sacada por los canales para la irrigación, vientos de un lado al otro; el suelo está formado de guijarros de diferente tamaño, unidos con arena y solamente al pie de los cerros hay una faja de suelo de tierra común y arable, y sin embargo los valles son muy fértiles. Lá vegetación de esta parte se compone de diferentes especies de Baccharis, Maytenus boaria Mol., Psoralea glandulosa L., Eugenia Chequen Hook et' Am„ y sauces; en lugares húmedos crecén las plantas de pantano encontra­ das en todas partes de Chile, con Phragmites communis Trin. y Gymnothrix chilensis Desv., peculiar del norte de Chile. Los cerros de. esta parte muestran entre muchas otras plantas la intere­ sante Alona rostrata Lindl., Dolia vermiculata Lindl., D. salsoloide's Lindl., un Atriplex frutescente, Suaedea divaricata Moq., Lycium ¿hílense Miers, L. rachidocladum Dun., varias Frankenias, Gymnophyton robustum Olóé y un Oxalis bajo con flores desde una raíz larga, gruesa y carnosa, sin hojáfc, talvez de la misma especie de aquella de los llanos eerca de Serena, un Solamun con hojas pinatifidas, Malesherbia paniculata Don y Cordia decandra H. & A ra.; y la única Papayácea chilena Vasconcellea chilensis Planch., lla­ mada «palo gordo» por el vulgo. El palo gordo es una planta algo curiosa, de 2-3 m. de alto, el tallo como de 20 cm. de grueso, abundantemente ramifi­ cado, con una epidermis gris, suave como grasosa y lleno de una leche grue­ sa, blanca; en este tiempo lleva solamente sus pequeñas flores unisexuales, pero nada de hojas; estas aparecen únicamente en el tiempo de primavera, cayéndose tan pronto como .empieza la estación seca. En las partes planas al pie de los cerros crece también la Duvaua depevdens DC., que alcanza


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aquí un tamaño muóho mayor que el que yó había visto en el sur y lo lla­ man- «Mollc». Partimos el 28 .a las 5Y<¿ de la mañana, acompañados por el señor Caba­ llero y un hijo del señor Barrios, don Belisario, quienes fueron bastante ama­ bles para servirnos como guías. El camino se extiende como unas dos. horas por el valle del Limarí, ofreciendo casi nada de interés,, todo este tiempo entre paredes de. barro que usan aquí para cercar los potreros; después as­ cendimos unos 6-7 m. hacia el llano, al pie de los cerros del lado norte del no, y seguimos, esto hasta medio día; desde esta parte tuvimos una hermosa vista 'del verde valle del Limarí, con sus plantaciones y casas, haciendo un bello Contraste con las estériles colinas de ambos lados del valle, donde la vista divisa por aquí por allá en un ladito del valle algunas manchas verdes para descansar. Al pie del cerro, debido a un canal de irrigación que corre hacia lo alto, había una vegetación relativamente abundante, pero de las mismas plantas como ocurre en donde hay condiciones parecidas a. las de estas par­ tes de Chile; en un sitio nos llamaron la atención las flores purpúreas de un Oxybaphus, que no pudimos conservar por no tenor papel a mano y en el basculum se arrugaron tanto que tuvimos que botarlas. A las 9 el llano al pie de los cerros se hizo más ancho y seco y desde aquí, encontramos muchos, lugares cubiertos con diferentes Cactáceas y una Adesmia espinuda de lJ^-2 m. de alto, también muy. abundante. Esta Adesmiá se llama aquí «Barília», nombre común para todas las Adesmias en el norte y aunque es parecida a la Adesmia arbórea Bc-rt., la especie más común de este vasto género cerca de Santiago, su habitus es del todo dife­ rente y puede ser fácilmente una especie distinta. Al pi° de los cerros están diseminadas de norte a sur del valle varias aldeítas y lugarejos, casi todos con una iglesia en el centro, compuestos principalmente de unas diez mise­ rables cabañas en medio délas cuales llaman la atención las casas extensas, bien construidas, de los grandes propietarios. • De 11 a 3 de la tarde descansamos en la casa de un pariente del señor Barrios, quien nos atendió con la proverbial hospitalidad del norte Desde esta casa llamada Algarrobo dejamos el valle del río a nuestra izquierda, internándonos en la montaña. Subimos a un angosto valle hasta que llegamos a una especie de planicie, talvez 100 m. sobre el valle del Limarí, y la. segui­ mos por algún tiempo hacia, el oeste, descondiendo después a otro valle que corre dp norte a sur y cruzando en seguida una serie de colinas que corren en lamisma dirección, alcanzamos a las 7 de la tarde a un tercer valle ancho al pie oriental do Fray Jorge, donde descansamos por la noche. Lps cerros entre. Algarrobo y el pie oriental de Fray Jorge muestran sobre,el llano una'vegetación escasa y pobre, casi enteramente formada por arbustos bajos de las Compuestas, algunas Ephedras casi destruidas por .gQigfajos*. Ariesmkis que llegaron a ser muy frecuentes cerca de Fray Jorge,


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esparcidas Eulychnia, Opuntia y unos pocos Echinocactus, entro ellos algu­ nos ejemplares muy grandes de sandillón, Eryosine Sandillon Ph., que alcan­ za algunas veces un metro de diámetro y 80 cm. de alto, HB flora en las pe­ queñas quebradas y faldas dé las colinas es más interesante, porque ella contiene además de las plantas mencionadas, «carbón» (Cordia), «Palo blanco» (Fuchsia rosea R. & P.), «Monte gordo» (Vasconcellea), Sphacele Li'pdleyi Bth., llamada «Salvia», algunas Proustia y Aster breviflorus Ph., llamado «Escabiosa*. En el segundo valle encontramos un espléndido pe­ queño oasis, formado por Maytenus y Duvaua dep&ndens, y más abajo a alguna distancia podían distinguirse las puntas de los álamos, la indicación segura de habitaciones humanas en el litoral' medio de Coquimbo. Mientras la primera parte de nuestra cabalgata- fué a través de tierras comparativa­ mente pobladas, la segunda mitad fué a través do un desierto porque había solamente unas pocas cabañas cerca de Algarrobo y entre éstas y el pie de Fray Jorge pasamos únicamente una cabaña en el segundo valle. Las casas de Fray Jorge están situadas al pie oriental de la montaña granítica del mismo nombre, en un valle más bien ancho, y estáfa rodeabas por árboles frutales de diferentes clases; detrás de la casa hay un pequeño pantano que da salida a una débil corriente, de agua por la cual es posible tener algún cultivo. En la parte baja del pantano próximo a la casa hay un grupo de Arundo Donax bien desarrollado; y en el extremo superior del mis­ mo está lleno de espléndidos, ejemplares de pangue, Gunnera chilensis Lam., con hojas de más de un metro do ancho y algunas alcanzan cerca de dos me­ tros de diámetro. La primera cosa que hicimos al llegar a la casa fué pregun­ tar por la selva de Fray Jorge y nos dijeron que miráramos al oeste de la" colina; vimos su cima cubierta con densas pero interrumpidas nubes de bru­ ma y en las partes claras pudimos distinguir bien la tanto tiempo buscada foresta de Fray Jorge: : Yo estuve muy interesado en conocer Fray Jorge por mis propios ojos, porque había recibido la más contradictoria información, no sólo acerca de su situación,—dada por algunos al norte y por otros al sur del Limarí,—sino también respecto a su flora; algunas personas me habían asegurado que el bosque contcnía «Roble» (Fagus obliquq Mirb.) y «Raulí» (Fagus-procera Poepp.), ambas plantas que no pasan al norte del 33° de latitud sur. La mañana siguiente miramos primero a la cumbre de Fray Jorge, pnro 'la encontramos enteramente escondida por una neblina que caía 'a la falda de la montaña y que duró todo el día. Viendo que ol tiempo nb cam­ biaría subimos a caballo y partimos a las nueve. Fuimos alrededor del pan­ tano detrás de la casa que contenía además de la ya mencionada Gunnéra las más comunes plantas pantanosas, Scirpus, Malacochdete, Cotida corono^ pifolia L. y cosas parecidas y muchas Frankeniss, llamadas aquí «sosa» : después pasamos una pequeña colina y entramos a un angosto valle «Las


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Vacas», donde nos encontramos con Eryngium paniculatum Lar. y un ar­ busto. con ramas delgadas, y hojas brillantes, frutos negros y flores de un azul pálido, que nuestros compañeros llamaban «Uvillo». Al principio no pude comprender lo que sería, pero pronto reconocí que era la muy interesan­ te Monttea chilensisClos., considerada por algunos: botanistas como una Solanácea, por. otros como una Bignoniácea anómala, que yo nunca había visto antes, sino en muestras secas. En la arena ordinaria en el fondo del valle,crecían especies de Tylloma y Gnaphalium. De aquí empezamos,a ascender a Fray Jorge, cuya altura estimo que sea de mil a mil doscientos metros, a donde llegamos a las 11. En esta parte del-camino encontramos muchas Adesmias, lo mismo qué el día anterior, Eupatorium salvia Colla, Fuchsia rosea, dos especies de Proustia y muchas Sinantereas frutescentes, entre ellas Haplopappus foliosus DC., Gochnatia pyrifolia Don, Tylloma glabratum DC., después Linum Chamissonis Schiede, Asteñscium chítense Cham. & Schltd., Margyricarpus setosus R. et P., un Chorizanthe bajo, leñoso y dos' especies de Puya, siendo más frecuentes a medida que nos aproximábamos a la altura. Las dos Puyas son P. gigantea Ph., con flores amarillas y hojas verdes glabras, y P. coarctala Gay, con ho­ jas tan llenas de escamas grises que aparecen casi de color gris en lugar de verdes. Las ,flores se ven raras veces porque las vacas toman los pedúnculos con sus cuerdos y, los, inclinan hacia abajo para, comerles la inflorescencia; una goma blanca, transparente emana de las yemas posteriores de P. coarctata, la cual es muy, apreciada; por los campesinos como una medicina. r Como podíamos cabalgar sólo, muy;despacio, yo miraba todas las Ades­ mias en la. esperanza: de encontrar ejemplares de la muy interesante Raflesiacea ;chilena Pilo$styles Bertevi Guill.,.y tuvimos éxito, pues encontramos 2 ;o; 3 ejemplares. Este es un verdadero parásito^ que vive en la corteza de la Adesmia y mostrando nada más que sus florcitas purpúreas que salen de .las grietas de la corteza. Así encontré al fin una planta que había buscado desde mi llegada, a Chile en casi todas las Adesrtiias arborescentes que encontré en los muchos viajes y excursiones botánicas que había hecho. A; las once llegamos, a la montaña y entramos en la neblina que había subido más y más alta, pero que .nó desapareció de la, cumbre en todo el día. ¡ La cumbre es casi plana, cubierta con un espeso bosque que desciende a ambos, lados a una distancia considerable, pero solamente hasta donde llega la neblina, la cual existe todo el año y que es la única causa de que pueda existir un bosque en esta región seca; en el lado del. mar el bosque, desciende: más. allá que en la falda oriental, donde va disminuyendo completamente en algunos sitios y en las partes bajas de la cima está igualmente escaseando. Se extiende desde el ríoXimarí 12.kilómetros al norte,,con una anchura de :4 kilómetros en su parte más:extensa delsur y un ancho.general de 400 a 650 m., como nos dijeron nuestros compañeros, porque yo tuve ocasión de ver solamente una


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parte muy pequeña de él. El cerro o mejor la montaña de Fray Jorge forma el borde del mar; él se extiende desde la' boca del Limarí hasta Lengua de Vaca en el puerto de Tongoy; tiene una elevación de mil a mil doscientos metros aproximadamente y cae al oeste directamente a la orilla del mar, donde deja sólo una angosta ribera. Unos cientos de metros (tálvez 200 a 300) antes que llegáramos, al bos-, que el aspecto dé la vegetación cambió repentinamente. Grandes, manchones de Colletias bajas y desnudas, una Pernettya sin flores o fruto, Acaena ovalifolia R. & P., matas de Baccharis cóncava DC., un Berberís que recuerda a B. Darwinii Hook., pero nuevo, un Ribes bajo y muchos manchones de Margyricarpus setosus R. & P., que eran escasos en la pendiente y solamente se encontraron cerca de la cumbre, Eupatorium salvia Golla y E. glechonophyllum Less., formaban aquí la flora; asi que aparecía en parte como flora del centro y parte como la del sur. En seguida entramos al bosque, que contenía principalmente Aextoxicum punctatum R. & P.,eon tallos abultados pero no muy altos, inclinados hacia el este por la brisa marina y ramificados casi desde la base. Entre estos crecían abundantemente .plantas nuevas de «Canelo», Drimys chilensis DC. Los bordes del bosque eran formados por dos especies de mirtos nuevos para mí, llamados «Roble» y «Roblecillo», Citharexylon cyanocarpum H. & Ara., Kageneckia oblonga R. & P., y Azara microphylla Hook.f. El bosque estaba goteando, el suelo densamente cubierto con musgos y en los tallos y ramas más grandes crecía una vegetación espesa de Liqúenes, ambos idénticos con los de Valdivia. Encontramos también una Loasa, talvez acanthifobia Lam., pero solamente con una flor marchita; Nertera depressa Banks, una pequeña Peperomia con verticilos de hojas verde claro y los siguientes helechos valdivianos: Phegopteris spectabilis Fée, Asplenium magellanicum Kaulf., Blechnum ciliaturnPrest, Goniophlebium synammia Fée, G. californicum Fée y Aspidium coriaceum Sw. En un sitio donde se levantó una pequeña primavera encontré Uncinia, Gunnera y Mitraría coc­ cínea Cav. con centenares de flores escarlatas; y sobre muchos de los Aextoxicum crecían grandes plantas de Decostea scandens R. & P. Fuimos hacia el norte, siguiendo siempre la cima, pero teníamos tantas cosas que anotar y colectar que no avanzamos muy lejos; y. a las tres des­ cendimos por otro Camino al valle de Las Vacas, pór el cual llegamos más arriba del punto donde lo habíamos cruzado en la mañana. Después que de­ jamos la altura tuvimos por algún tiempo una espléndida vista del Pacífico y de. la playa, y encontramos en nuestro camino dos Boldoa fragrans Gay y un penacho de Chusquea; el guía nos contó que en la parte sur del bosque existían Lingues (probablemente Persea Meyeniana Nees) y muchos grandes Drimys. Después en la vuelta pasamos un lugar donde se había construido un aserradero; pero el molino había sido retirado y el señor Barrios no per-


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uiitía a nadie ahora cortar madera; así era de esperar que este oasis de vege­ tación delsur y el bosque más boreal de Chile permanecen 0 por muchos año?. Nuestro descenso no fué tan interesante, ya que veíamos las mismas plantas, únicamente en orden inverso, salvo que observamos cerca de la cumbre grandes porciones do tierra cubiertas completamente con Puya gigantea Ph., la mejor guarida para las chinchillas, según se me dijo. En el valle de Las Vacas nos encontramos con mucha «Jarilla» Larrea nítida Cav. El 30 regresamos a Ovalle, siguiendo al principio el mismo camino d~ la ida; pero después de unas dos leguas volvimos hacia el noreste, para al­ canzar a la aldeíta de Cerrillos, situada al pie del cerro Tamaya, tan famoso por sus minas de cobre y estación en el ferrocarril de Tongoy a Tamaya. Cerca de la casa de nuestro huesped, don Pedro Barrios, encontramos Pilostyles que crecían abundantemente en las Adesmias y me aseguré de una buena provisión de ejemplares para canje. El camino pasa entre colinas bajas, de cimas planas, con la misma escasa vegetación que nos habíamos encontrado desde Algarrobo a Fray Jorge, El llano de Cerrillos, que pasamos a las 10J^, presenta un aspecto algo diferente; está cubierto con arbustos bajos, entre los cuales el más abundante es Chuquiraga acicularis Don. Antes de alcanzar este llano, don Belisario nos mostró a 500 m. del camino, un enorme sauce, que cuatro hombres podían escasamente abrazarlo. De Cerrillos tomamos la diligencia a Ovalle, mandando los caballos con los sirvientes. Cerrillos es una pequeña aldea al pié del famoso Cerro de Tamaya, y desde aquí asciende el ferrocarril de Tongoy a las minas de cobre situadas muy arriba del cerro. La aldeíta no ofrece nada interesante, ni en el camino a Ovalle hubo la menor cosa de importancia. Llegamos a Ovalle después de horas de viaje, bastante temprano para arreglar las plantas colectadas, despedirnos de nuestros conocidos y para agradecer a los caballeros por cuya bondad habíamos podido alcanzar a la selva de Fray Jorge. La mañana siguiente. todos nuestros tesoros estaban empaquetados y a medio día partimos, otra vez para Serena, donde nos quedamos sólo unos pocos días para terminar de secar nuestras plantas y hacer los preparativos para un.viaje a los baños del Toro, situados cerca del límite de Chile-Árgentin? a una considerable altura. Este viaje fué también de gran interés bo­ tánico y tal vez pueda dar en algún tiempo una relación de él, si agrada a los lectores de este diario. , La selva de Fray Jorge es uno de los fenómenos más sorprendentes do distribución de las plantas y geografía botánica. La flora de la provincia de Coquimbo, que se extiende desde 29° a 31° 75' 1. s. es casi una verdadera flora desértica, muy parecida a la de más al norte de la provincia de Atacama, y en el medio de ella existe este bosque formado casi enteramente de plantas del sur. El Aextoxicum hasta ahora no se ha podido encontrar más al norte que en la vecindad de Valparaíso y Decostea scandens se cncuen-


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tra, como parece, solamente desde la costa de Constitución, 35° 20', a la-bahía de Arauco, 37° 15'; y Azara microphylla, el Citharexylon arborescente, los helechos, musgos y liqúenes, Mitraría, Nertera y Uncinia, son verdaderas formas sureñas, las cuales se encuentran casi todas escasamente más al norte del grado 36 y muchas de ellas probablemente no lo alcanzan. El Berberís fuera de la foresta es mucho más parecido ala. forma del sur como Dárwinii que a los de Chile central: la Colletia encontrada ahí es más semejante a una de las especies de la playa arenosa de Arauco; c indudablemente el as­ pecto general de Fray Jorge es el de una foresta de Valdivia, o Chiloé más que de ninguna otra cosa. Y con estas plantas crecen Eupatorium glechonophyllum, Linum Chamissonis y Kageneckia oblonga, que pertenece a la flora central. La temperatura media de Valdivia es de 11° 01. Celeius y el agua caídaes de 2557 mm. después de cuatro años de observación; y dos años de ob­ servación en Chiloé muestran 1320 mm. de agua caída. El agua media caída en Serena es 38,6 mm. y la temperatura media es 17° 75C. (4 años de obser­ vación). Es pues muy notable que en medio de una flora desértica exista un oasis de plantas del sur. Dos preguntas se sugieren: ¿cómo pueden vivir ahí estas plantas sureñas y cómo llegaron? Que estas plantas pueden crecer ahí y prosperar bien se explica por las neblinas espesas que caen casi todo el año en la cima de la montaña ; la casi completa, coincidencia del límite de la foresta con los límites de la neblina es una prueba suficiente de ello. Estas neblinas son frecuentes en la costa chi­ lena desde 31° 30' de 1. s. al norte, pero únicamente a cierta altura, donde ellas permiten una flora exuberante en algunas partes; y al sur del Limarí existe una montaña, llamada Talinay, que es aproximadamente tan alta como Fray Jorge, e igualmente cubierta de bosque; pero el bosque no es tan extenso y se compone, como me lo habían dicho, de las mismas especies que las de Fray Jorge. Pero, ¿cómo se puede explicar que estas plantas aparezcan aquí tan le­ jos de su verdadera habitación? ¿Han sido traídas tal vpz las semillas del le­ jano sur por el viento, o han sido'transportadas por los pájaros que han co­ mido los frutos y sembrado lasisemillas? Ninguna de estas razones se pueden admitir, porque ¿ío hay ningw^a entre esas plantas cuyos frutos o semillas son adaptables a la distribución por el viento y'ni una sola que sea comida por pájaros. Y si esta última causa pudiese haber acontecido, no es probable que los pájaros pudiesen llevar semillas en sus intestinos a una distancia tan larga; ellas-habrían sido arrojadas con sus excrementos antes que hubiesen pfsado la mitad de la distancia. ¿O si clima de Chile ha sido en otros tiempos diferente de lo que es ahora? ¿Ha habido frecuentes lluvias y neblinas acompañadas por cielo nublado que permitiese a la costa estar cubierta de bosque; los cuales por cambio de


JOS

Boletín del M useo N acion al

clima han desaparecido, quedando solamente las selvas de Fray Jorge y Talinay como testigos de la flora exuberante antigua? ¿O hay forestas de origen muy antiguo, restos de aquel tiempo, en las que solamente la actual orilla de la costa emerge del mar, formando largas filas de islas con clima marítimo e insular, que era parecido al actual clima de Chiloé y de.las islas de la Patagonia Occidental, y el solevantamiento de la alta cordillera ha cambiado el clima a lo que es ahora? Todas estas preguntas vinieron a mi mente cuando estaba buscando una explicación del origen de la selva de Fray Jorge, y no encontré una contesta­ ción definitiva para ninguna de ellas; lo más probable que me parece es que el clima del norte de Chile ha sido muy diferente en tiempos anteriores. Pero, entonces, ¿por qué no existe ninguna huella de una abundante vegeta­ ción forestal anterior al sur de Talinay? Yo no oí nunca de otras selvas en estas regiones fuera de las mencionadas más arriba. L is t a d e n o m b r e s d e p l a n t a s r e v i s a d o s (* )'

1.— Fanerógamas

Aster breviflorus Ph. = ErigeronBerterianum DC. Boldoa fragrans Gay—Peumus boldus Mol. Cereus quisco=Cereus chilensis o Trichocereus chilensis Britt. a. Rose. Cytharexylon cyanocarpus H. & Arn. = Rhaphithamnus cyanocarpus Miers. Decostea scandens R. & P. = Griselinia scandens (R. & P.) Taub. Drimis chilensis DC: = Driims Vtfnteri Forst. Duvaua dependensD C. = Schinus dependens Ortega. Eugenia marítima Barn. = Myrceugenia thalassica (Berg.) Gusinde. Eulychnia ebúrnea (Salm.) Ph. = Cereus o Trichocereus?, chilensis B ritt. a. Róse. , \ Eupatorinm foliolosum DC. = Ophryosporus foliolosus (DC.) Reich. Eriosyne (1) Sandillon Ph. ^ Echinocactus?, Tritlioecrtua candicans fGuill.4Fagus obliqua Mirb. = Nothofagus obliqi^ l f i y in^^ ^ Fagus procera Poepp. = Nothofagus proce/a^Oerst. Gerardia genistifolia Cham.& Schlecht, = G. linarioides Cham. & Schlecht. Helosciadum nodiflorum Koch =Apium nodiflorum Dr. Ledocarpum pedunculaae Lindl. = Balbisiapeduncularis Don. (*) En esta lista los nombres que usó el Prof. Phillippi (Fed.) son los de ia 1.» co lumna, en la segunda van los nombres que boy se aceptan para las mismas especies. (1) Aparece así, mal escrito; debe ser Eriosyce. La clasificación de las Cactáceas es aun muy insegura.


Una visita al bosque más boreal de Chile

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Lithrea venenosa Miers = Lithraea caüstica Miers. Loranthus aphyllus Miers= Phrigylarithus aphyllus (Miers) R. Malva sulphurea Cav. = Sida hederacea Torr. Pleocarphus revolutus Don = Jungia revoluta (Don) Reiche. Prosopis siliquastrum DC. = P. juliflora DC. /? Puya coarctata Gay=Puya chilensis Mol. Puya gigantea Ph. = P. chilensis Mol. Vasconcellea chilensis Planch. = Carica chilensis Planch. .'

- . 2 .—Helechos

Aspidium coriaceum Sw.-Polystichum adiantiförme (Forst.). J. Sm. Blechnum ciliatum Pr.=B . auriculatum Cav. f. remotum (Presl) C. Chr. Goniophlebium synammia Fée = Polypodium synammia (Fée) C. Chr. Goniophlebium californicum Fée= Polypodium synammia (Fée) C. Chr. Phegopteris spectabilis Fée = Dryopteris spectabilis (Klf.) C. Chr.


Anotaciones sobre helechos chilenos (*) POR KL P r o f . M a r c ia l R .

E s p in o s a B .

Ordenando ciertos datos sobre los helechos chilenos conservados en la Sección de Criptogamia del Museo Nacional, a fin de poderlos publicar y continuar así mi trabajo sobre tales arquegóniadas que han sido de mi es­ pecial atención durante tantos años, encontré unos ejemplares en las colec­ ciones obsequiadas por los Drs. Werdermann, Johnston y Skottsberg, emi­ nentes botánicos que han recorrido nuestro país pocos años atrás; algunos do esos ejemplares son poco conocidos y otros nuevos para la ciencia y por oso he querido hablar de ellos como un pequeño preliminar a mis estudios sobre las Pteridófitas guardadas en nuestro Museo. El Dr. E. Werdermann del Musco berlinés, que visitó Chile en 1925, obsequió dos especies de fílices, una de ellas del género T r i s m e r i a que la identifiqué comq la T. trifoliata (L.) Diéls, repartida por la región neotro­ pical, desde las Antillas hasta el norte de Chile, Argentina y en Paraguay y Brasil ; alcanza hasta 1.30 de alto, las frondas salen agrupadas, sus lámi­ nas miden 15-20 cm. de ancho, son bipinadas menos el extremo que es pi­ nado y cada pina por lo común con tres pínulas y de ahí su nombre especí­ fico; las pínulas son finamente aserradas o enteras; las frondas son dimorfas: las fértiles con pínulas angostas y las estériles con anchas; llevan una secre­ ción cerosa característica,, de aspecto harinoso, en la superficie inferior. Los ejemplares coleccionados son estériles. La especie fué recogida en loca­ lidades húmedas de Azapa (Arica); no existía en el Museo Nacional. Linneo le dió el nombre de Acrostichum trifoliatum en Sp. Plant. II. p. 1070, (1753); Hans Sloane la había dado a conocer como Phyllitís' ramosa trífida en Prod. hist. nat. Jamaicae Pars I, p. 88 ; t. 45 , f. 2 , (1696). El R. P. Charles Plumier la describe con una lámina en «Traité des Fougères de l’Amérique» París, 1705, p. 123, planche 144, la llama Lingua (*) Leídas en la sesión ordinaria de la Sociedad Chilena de Hist. Natural el 16 de Agosto de 1930.


A notaciones sobre helechos chilenos

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cernna tñ'phylla anguste etieviter serrata (Langue de Cerf à trois feuilles étroi­ tes et dentélées délicatement); la indica de Sto. Domingo. A. J. Cavanillès en «Descrip. plant», 1802, p. 241, la cita como .Am>stiehum. trifoliatum, da de ella una corta descripción y dice qué «sé cría junto a los arroyos de Arica en el Reyno de Chile y en otras partes de América».

Fig. 1.—Trismeria trifoliata (Lámina de Plumier)

Molina la nombra de Chile como Acrostichum trifoliatum y con diag­ nosis en Saggio, 1810, págs. 125 y 300. Desvaux la nombra Gymnogramma trifoliata en B tI. Mag. 5 p. 305 (1811). C. B. Presi dn Rcliq. Haenkeansc 1 ,1830, p. 17, la denomina Gymnogramme trifoliata Desv., da de ella una diagnosis y la indica de Méjico, Perú y Chile. W. D. Brackenridge en U. S. Exploring Expedition, Vol. XVI, 1854 p. 24, la nombra Gymnogramma trifoliatum, Desv. y la indica del Peni entre el Callao y la boca del Rimac, cerca de la playa.


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Boletín del M useo N acional

G. Mettenius en Filices Lechlerianae chilenses ac Peruanae I, 1856, p. 9 la indica bajo Gynmogramvic trifoliata corno pianta peruana de Arica. J. W. Sturm la indica de Chile corno Gymnogramme, trifoliata Desv. en Enum. >plant. vasc. cryp. Chilensium, 1858, p. 14.

Fig, 2.—Trismeria trifòliatà (Col. Dr. Werdermann)

W. J. Hooker en Spec. Fil. V, p. 149 (1864) la describe como Gymnogramme (Ceropteris) trifoliata, Desv. y la indica de Jamaica, Brasil y Gua­ temala. E. Gibert en Enum. Plant. Agro Montevidensi 1873, p. 128, la menciona pomo Gymnogrammd trifoliata Desv. ^ fi* A. Grisebach la indica de Argentina corno Gymnogramme trifoliata Desv., en Plant. Lorentz' p. 229 (1874) y de Argentina y Paraguay en Syirib. Ad Florám Argen. p. 343 (1879).


Anotaciones sobre helechos chilenos

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H. B. et K. enN ov. Gen. et sp. plant I, p, 4, (1815). la llaman tiemionitis trifoliata. Humb. et Bonpl., en Synop. Flant. Aequinoc, p. 69, (1822), la menciona como Hemionitis trifoliata, de Cumaná. A. Sodiro la describe como Gymnogramme trifoliata Desv. en Cryp, Yasc. Quitenses págs. 403-404 (1893) y dice que creceen lugares húmfedos,areniscos y a la orilla de los ríos hasta 2 ,000 -m. G. Hieronymus la llama Ceropteris trifoliata (L.). Kuhn en Bot, Jahr­ bücher de Englerj 22 Bd. 1896, p. 398 y dice que se extiende desde las In­ dias occidentales por toda Sudamérica hasta Chile y Argentina, & orillas de las aguas. H. Christ la describe comó Gymnogramme trifoliata Desv. en Farnkräu­ ter der Erde p. 69 (1897) y dice que se extiende de las Antillas al Brasil. Diels en Engler u. Prantl Die Natürlichen pfanzenfamilien I, 4, 1902, p. 265, da una diagnosis de ella como Trismeria trifoliata (L.) F ée,y diceque se encuentra a orillas de los pantanos y, en arenales de ríos. C. A. Lindmann en Arkiv för Botanik, Bd., 1 ,19Q3 p. 249, la indica como Gymnogramme trifoliata Desv. del Paraguay y como área: Cuba, Perú y Uruguay. . El Dr. C. M. Hicken la menciona como Trismeria trifoliata (L.) Diels, en Polyp. Argent. Cat., publicado en Rev. Mus.. Plata, Tomo XV, 1908 y Ap. Hist. Nat. N.° 6 , 1909; la indica distribuida por los neotrópicos, Méjico, Antillas, Colombia, Ecuador, Paraguay* Los Drs. Osten y Herter la. indican como Trismeria trifoliata (L,) Diels, pero dudosa del Uruguay en Plantae Uruguayenses, An. Mus. Nac, Monte­ video, 192.4, p. 357. El Dr. F. L. Herrera en su Flora del Cuzco, 1930,. p, 53,. la menciona como Trismeria trifoliata (Ju^) Diels;.y,dice que es muy frecuente en loá neotrópicos: Méjico, El Sálvador, Cuba, Ecuador, Brasil, Bolivia; Paraguay y Argentina. Don F. Philippi la cita como Gymnogramme trifoliata Desv. en la p. 389 de su Catálogo de las plantas chilenas (1881) y von Bibra en Beiträge zur Naturgeschichte von Chile, 1853, p. 42, la nombra como Gymnogramma trifoliata Desveaux. . El género T r is m e r ia , que es monotípico y americano, fué establecido por Fée en Gen. Fil. p. 164 (1850r52)....Las-^egpécies: argéntea, aürea\f rñicropylla del mismo autor, son sinónimos de T . trifoliata según Hooker, obra cit. y según el Dr, C. Christensen, Index Filicum 1906. ¿■ Acompañamos una fotografía del obsequio del Dr, Werdermann y otra de la lámina de Plumier, ambas reducidas/ ■ Este helecho es representante de la familia P o l i p o d i á c e a s , grupo P t e r íd e a s y subgrupo G im n o g r a m iñ a s ; no se menciona en la Botániea de Dn. C. Gay. • 8


m

B oletín del M useo N acion al

El Dr. J. M- Johnston, del Gray Herbarium de Harvard University, Cambridge, Massachusset, que herborizó en la costa de Antofagasta en los departamentos de Chañaral y Taltal', en 1925, obsequió varios helechos, tres de los cuales mencionamos aquí y son los siguientes: Dryopteris rivularioides (Fée) C. Chr. ex Rosenstock, Hedwigia' 46 p. 125 (1906). No se había encontrado antes en Chile, fué recolectado en' Aguada Panul, departamento de Taltal en lugares húmedos;.alcanza 1.20m. de alto y es de fronda pinado-pinatífida; es un helecho muy variable, según el Dr. Christensen, y de ahí que posea numerosos sinónimos que están in­ dicados en Index Fil. 1906 y en Index Fil. Suppl. 1913. Como el material recogido fué escaso no pudo el Dr. Johnston proporcionarme .ejemplares, pero me envió desde Cambridge una buena fotografía y una pínula, pues él tomó nota del interés que teníamos por tales plantas para nuestros trabajos pendientes en el Museo. La distribución geográfica según el Dr. Christensen es por el sur .del Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina. Para Osten et Herter, obra citada, las especies: pseudomontana (Hier.) C. Chr., Arechavaletae (Hier.)) C. Chr. y pseudothelipteris (Rosenst.) C. Chr.,, son variedades de Dryopteris rivularioules (Fée) C. Chr. El 'Dr. Hicken indica Nephrodium pseudomontanum (Hier.) Rosenst. en Polypod. Argetít. Cat., Rev. Mus. Plata p. 231, de Brasil austral y de Mi­ siones y Entre Ríos en Argentina y en Ap. Hist. Nat. N.° 10-11 (1909) p. 147 como Dryopteris pseudomontana (Hier.) Christens. En esta última obra trata también el Dryopteris Arechavaletae (Hier.) Christens. y lo indica dé Misiones. Acompañamos una copia dé la fotografía enviada por el Dr. Johnston. Una ilustración de la planta puede verse en C. Chr. Revisión, ■1907, p. 303, fig. 29. ' Asplenium fragile Pr. var. lómense Weatherby. *Es un pequeño helecho cuyas frondas pueden alcanzar 15-22 cm. de 1., láminas lineales, de 10-18 cm. de 1. y cerca de 1,5 cm. de ancho, monopinadas, llevan 24-40 pares de pinas de base cuneiforme y según se ve en la lámina 2 del Dr. Johns­ ton, fig. 1, las frondas salen agrupadas y hay una propagación por estolones. Por la misma razónya indicada no obtuvimos ejemplares,pero si una hermosa fotografía que hemos copiado para este trabajo. Crece en la Aguada del Panul, departamento de Taltal. Polypodium (Goniophlebium) Espinosae Weatherby. Es un polipodio de rizoma corto, rastrero, jugoso, de 1-1.5 cm. de diámt., densamente paleáceo, páleas membranosas, castaño-brillantes, peltadas, aovado-lanceoladas, acüminadas, las cuales indican una adaptación para evitar una transpi­ ración excesiva, así como también lo demuestran las pocas frondas que se desarrollan de este rizoma. Las frondas son dimorfas, glabras, de 17-42 cm. de alto* las mayores son las fértiles, las estériles son mucho menores en la misma planta; las pinas son obtusas o raro agudas; soros circulares .o sub-


Anotaciones sobre pelechos chilenos

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elípticos. Se recogió en diferentes localidades de la costa del departamento de Taltal, Es un helecho epífito facultativo pues habita en el suelo y a veces so­ bre plantas. Probablemente su rizoma puede ser medicinal como, sus parien­ tes: el P. synammia (Fée) C. Chr., lla­ mado «calaguala» y común en el país y el P. intermedium Colla de las islas de Juan Fernández. Todos los helechos de la colección del Dr. Johnston fueron determinados por el Dr. C. A, Weatherby del Gray Herbarium y publicados en Contributions from the Gray Herbarium of Harvard University, 85, 1929, págs. 13-17, los de Taltal y en la pág. 143 los de la costa del salitre, en Tocopilla; una lámina (n.° 2 ) ilustra el trabajo en la cual están representadas las dos novedades científicas: la fig. 1, Asplenium fragile var. lómense y la 2 , PoIypodium Espinosae. Nosotros acompa­ ñamos también una lámina y figura que muestran diferentes aspectos de la planta. De la colección del Dr. Skottsberg he querido recordar, por el momento, al Dryopteris gongylodes (Schkuhr) O. Ktze, helecho repartido por toda la zona tropical; posee un rizoma rastrero, con frondas solitarias o en peque­ ños grupos, las que pueden alcanzar hasta 1 m. de 1.; láminas oval-lanceoladas, de 1.5 de. de ancho, pinado-pinatífidas. Fué coleccionado en 1917 en la isla Rapa Nui o de Pascua, políticamente de Chile; antes no había sido recogido allí. Acompañamos una lámina reducida de una fronda con parte del rizoma. Damos a continuación algunos datos referentes a esta planta tomados de las obras que se indican. C. Christensen en Index Filicum, p. 268, anota su distribución geográ­ fica y da a conocer también los diferentes sinónimos, de los cuales el primero es Aspidium (goggilodus) Schkurhr, Kr. Gevv. 1, 193 t. 33 c. 1809. En Mon. 1-1913, p. 193; la menciona con sus sinónimos, sus variedades y su área geográfica. En América la indica de Florida a la Argentina. En Mon. II, p. 24, lo indica de Santo Domingo y agrega un sinónimo. Ch. Gaudichaud en Freycinet, Voyage autour du monde, 1826, p. 326, lo describe como Pólystichum goggilodus y lo indica de Río Janeiro, (Brasil); agrega el sinónimo Aspidium serva Auctor.


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-Boletín del M u seo N a cio n a l

H. Christ, obra citada, p. 246, ló describe como Aspidium unitum Swartz e indica su área geográfica. L. Diels, obra citada, p. 178, da una breve descripción como Nephrodium unitum (L.) R. Br., indica su distribución geográfica y que se cultiva. G. Hieronymus, obra citada, págs. 373-374, la indica como Aspidium gongylodes Schkuhr, a orillas .de pantanos-én él Uruguay y dice que se ex­ tiende desde las Indias occidentales por toda Sudamérica trópica hasta el : Uruguay. O. Kuntze en Rev. Gen. Pl. 2. 811 (1891) la colocó en el género D ryo p t e r i s j como sinónimos indica: Aspidium gongylodes Schkuhr y Nephrodium unitum A. Br. v’ •'; El Dr. Hicken, e n Polipod. Argent. Cat., Rev. Mus. Pl. 1908, p. 233 la indica como Nep)irodium gongylodes (Schkuhr) Schott, con sinónimos y área geográfica. En América la cita dé Antillas, Colombia, Ecuador, Perú, Bra­ sil y Misiones de Argentina. En Ap. de Hist. Nat. ya citados, N.° 10-11, la indica de Misiones como Dryopteris gongylodes (Schkuhr) O. Ktze, y con diagnosis. T. R. Sim, Férns of South Africa, 1915, p. 97, da una descripción con una lámina (Píate 13). Los Drs. Osten et Herter, obra citada p. 343 indican su área geográfica y su distribución en el Uruguay, bajo Dryop. gongylodes (Schkuhr) O. Ktzé. Me es grató recordar en esta ocasión que la primera colección de Pteiádófitas de Pascua fué hecha por mi colega Feo. Fuentes, en 1911, y puesta en mis manos para su éstüdio; yo determiné, entonces, el primer Dryopteris'de aquella isla, D. parasítica. (L.) O. Ktze., y el primer Asplenium, A . óbtusatum Forst.; otras especies fueron enviadas al Dr. Hicken dé BuénoS Aires. Creo que la Sección de Cryptogamia de nuestro Museo, con las valiosas colecciones de pterídófitas que ha recibido en los últimos tiempos, está en situación de poder identificar la mayoría de las especies chilenas de filica-* les, sobre todo si se trata de representantes de los géneros tan conocidos como Adiantum, Notholaena, Pleurosorus, Cheilanthes y Gystoptéris; pero también soy de opinión que para algunos géneros críticos es conveniehté sohr citar luces de los grandes especialistas. • Sobre las especies chilenas de Diyopteris esperamos vencer ciertas di­ ficultades que se presentan en algunas de ellas para tra ta r ‘de las existentes en el país. Desde luego podemos decir que las de determinación segura son: Dryopteris inaequalifolia ■(Colla) C. Chr., D. spectábilis~ (Klf.) C. Chr., D. rivularioides • (Fée) C. Chr., D. Espinosai Hicken, D. parasítica (L.) O. Ktze., D. gongylodes (Schkuhr) O. Ktze., y D. patens (Svv.) O. Ktze. El género es del grupo Aspidiéas de las Polipodiáceas, fué establecido por Michel Adanson en 1763.



Dryopteris rivularioides

Dryopteris gongylodes

Lámina

II 118 B o letín del M u seo N a c io n a l


A n otacion es sobre heléchos chilenos

119

Respecto de Dryopteris Sturndi (Phil.) C. Chr. (Phegopteris? Phil.)> yo estimo, según los ejemplares guardados en el Museo Nacional, que es un representante joven y estéril de Hypolepis rugosula (Labill.) J. Sm. var. Poepipgii (Kze.) C. Chr. La literatura de la Sección Botánica y el herbario del Museo Nacional y mi literatura particular, han sido poderosos auxiliares en este trabajo.


Lisia de Píeridófifas obsequiadas al M u se o N acional POR M a r c ia l

R.

E s p in o s a

B.

Damps a continuación una lista de las Pteridófitas obsequiadas a la Sección Criptogámica del Museo Nacional de Historia N atural por los Drs. C. Skottsberg, I. M. Johnston, F. W. Pennell y E. Werdermann. El Dr. y Mrs. Skottsberg coleccionaron en la isla de Pascua y las de Juan Fernández en 1916-17. Los ejemplares del Dr. I. M. Johnston fueron herborizados en la costa del departamento de Taltal, provincia de Antofa­ gasta en 1925; los del Dr. E. Werdermann en Taltal y Arica en 1925 y los del Dr. F. W. Pennell en Llanquihue e isla de Chiloé en 1925, Colección Skottsberg (Isla de Pascua) O f io g l o s á c e a s

Ophioglossum coriaceum A. C u n n . O. reticulatum L. POLIPODIÁCEAS

Asplenium adiantoides (L.) C. C h r . var. squamulosum C . C h r . nov. var. A. obtusatum F o r s t . Doodia paschalis C. C h r . nov. spec. M icrolepia strigosa(TH B G .) P r e s l .

Dryopteris Espinosai H i c k e n . D. p a ra s itic a (L.) 0 . K. D . gongylodes (Schkuhr.) 0 , K,


P ten dófitas obsequiadas al M useo N acional

Elaphoglossum tahitense A. Vittaria clongata Svv. Polypodium phymatodes L.

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Cu n n.

(Islas de Juan Fernández) O fio g lo sácéas

Ophioglossum fernandezianum C. Chr.—Masatierra. H im e n o fil á c e a s

Hymenophyllum caudiculatum M art ..— M asatierra y M asafuera. H. fuciforme Sw.—Masatierra. H. falklandicum B a k e r — M asafuera. H. rugosum C . C h r . et S k o t t s b . nov. spec.—-Masatierra y Masafuera. H. pectinatum C a v — M asafuera. H. secimdum H o ok . e t G r e v .— M asafuera. H. tortuosum H o o k . e t G r e v —M asafuera. H. dichotomum C a y .— M asatierra y M asafuera. H. cuneatum K z e .— Masatierra y Masafuera. H. cuneatum K z e . var. rariforme C. C h r . e t S k o t t s b .—M asatierra.' H. cuneatum K z e . var. rariforme f. imbricata.—Masatierra. Hymenoglossum cruentum (C a v .) P r e s l .—Masatierra y Masafuera. Serpyllopsis caespitosa (G a u d .) C . C h r . var. fernandeziana G. CHR. et SKOTTSB.—Masatierra y Masafuera^ Trichomanes exsectum K z e .—Masatierra y Masafuera. T. Ingae C. C h r . nov. spec.— M asatierra. T. Philippianum S t u r m .— M asatierra. ClATEÁCEAS

Dicksonia Berteriana (C olla ) H ook .—Masatierra. Thyrsopteris elegans K z e .— M asatierra. Lophosoria quadripinnata (G m e l .) C. C h r .—M a s a tie r r a . ; POLIPODIÁCEAS

Cystopteris fragílis (L.) B e r n h .— Masafuera. Dryopteris inaequalifolia (C olla ) C. C h r .— Masatierra. Polystíchum vestitum (F o r st .) P r .— M asatierra. P. Berterianum (C olla ) C. C h r .— M asatierra. ■


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Beletln del M useo N acional

Arthropteris altescandens (C olla ) J. Sm. Masatierra. Blechnum cycadifolium (C olla ) S t u r m .-—Masatierra y Masafuera. B. Schottii (C olla ) C. C h r .— M asatierra. B. valdiviense C . G h r .— Masatierra. B„ chilense (K l f .) M e t t — Masatierra. B. auriculatum C a v . —Masatierra y Masafuera. B. auriculatum C a v . f. remotum (P r e s l .)— M asatierra. B. longicauda C. C h r .— M asafu era. - Asplenium steUatum C olla .— M asatierra y M asafuera* A. obliquimi F o rst var. chondrophyllum (B e r t .) M e t t . M a sa tierra . A. magellanicum K l f .—Masatierra. A. macrosorum B e r t .— Masatierra y Masafuera. Pellaea chilensis F e e .— M asatierra. Adiantnm chilense K l f .— Masatierra. Pteris Berteroana Ag.—-Masatierra. Pt. semiadnata P h il .— -Masatierra y Masafuera. Pt. chilensis K l f — M asatierra. Histiopteris incisa (T h b g .) J. S m .— Masatierra. Hypolepis rugosula (L a b .) J. S m . var. Poeppigii (K z e .) C . C h r .— M as­ atierra.

Polypodium lanceolatum L.—Masatierra. P. intermedium C o l la .— Masatierra. P. intermedium C olla su b sp . masafueranum C. C h r . è t S k ò t t s b . var. obtuseserratum C . C h r . e t S k o t t s b . nov. var.— M a sa fu era . ' ^ P. intermedium C o l l a su b sp . masafueranum var. basicompositum C : C h r . e t S k o t t s b .— nov. var.— M asafu era. P. intermedium C olla su bsp . masafueranum v ar. camhricoides C. C h r . e t S k o t t s b . nov. var.— M asafu era. P. Biliardieri (W il l d .) C . C h r . var. magellanicum (D e s v .) C . C h r .-— ’J

M a sa fu era .

G l e ic h e n ia c e a s

Gleichenia pedalis K l f .— Masatierra. G. quadripartita (P o ir .) M o o r e .— M asafu era. LlCOPODlÁCEAS

Lycopodium Gayanum R e m y .— M asafu era. L. magellanicum Sw . — M asa fu era .,

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,

-


P teridófitas obsequiadas el M useo N acional

m

Colección Johnston POLIPODIÁCEAS

Asplénium fragile P r è s l >var. lómense W e a t h e r b y var nóv. Dryopteris rivularioides (F e e ) C . C h r . Adiantum diilense K a u l f . var. hirsutum H o o k . Pellaea ternifolia (a v .) L i n k . Notholaena mollis K z e . N. bonariensis W il l d . Polypodium masafuerae P h il . P. Espinosae W e a t h e r b y . Colección Werdermann POLIPODIÁCEAS

Trismeria trifoliata (L.) D i e l s .— Azapa (Arica). Notholaena mollis K z e .—Taltal. Colección Pennell H im e n o f i l á c e a s

Hymenphyllum dichotomum C a v . H. caudiculatum M a r t . H. dentatum C a v . Hymenoglossum cruentum (C a v .) P r . ClATEÁCEAS

Lophosoria quadripinnata

(G m e l .) C. C h r . POLIPODIÁCEAS

Blechnum valdiviense C. C h r . B. arcuatum R e m y . Asplénium obliquum F o r s t . La colección Skottsberg dió origen a dos valiosos trabajos de los Drs. Christensen y Skottsberg titulados: «The Pteridophyta of the Juan Fernán-


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B o letín d e l M u se o N a c io n a l

dez Islands» y «The ferns of E aster Island» publicados con im portantes de­ talles, láminas y figuras en: «The N atural H istory of Juan Fernandez and E aster Island. Vol. II. Botany. P art. I, Upsala, 1920». Otras plantas de Juan Fernández citadas en el trabajo anterior y que no vinieron en el obsequio son: Gleichenia litoralis (P h i l .), C . C h r ., Elaphoglossum Lindenii (B o r y ) M o o r e , Polypodium pycnocarpum C . C h r . e Hymenophyllum rugosum f. lanceolata. Los ejemplares obsequiados por el Dr. Pennell fueron identificados por nosotros, valiéndonos del m aterial y de la literatura de nuestro Museo Nacional y de nuestro herbario y literatura particulares. , Los estudios dé la colección del Dr. Johnston se publicaron ení «Contri­ butions from the Gray Herbarium» en 1929, como ya hemos dicho en otro trabajo de este Boletín. / . Próximamente indicaremos otras colecciones que la Sección ha recibido de diferentes personas.


A notaciones botánicas (*) POR EL P r o f . M a r c ia l

R.

E s p in o s a

B.

Observaciones sobre el quisco y el maihuén E n él voi. II, pág. 138, de la obra de Britton and Rose «The Cactaceae» publicada en Wàshington en 1920, encontramos lo siguiente referente al área geográfica del quisco chileno, nombrado Trichocereus chiloensis (Colla) B ritt. & Rose: «Distribución: En las colinas y alrededor del gran valle cen­ tral de Chile, extendiéndose desde el norte de Guricó hasta la Puenta Colo­ rado ( 1), en la. parte norte de la provincia de Coquimbo», Algunas observaciones nuestras, hechas en el terreno, nos permiten rectificar esa área en su parte austral; en efecto, la planta atraviesa Curicó y Talca y se extiende también por el norte de la provincia del Maulé. El 19 de Enero, del año en curso, divisé un quiscal en las colinas del fundo Santa Rita, al poniente de la ciudad de San Javier de Loncomilla y el 24 de Abril de este mismo año, coleccioné material dé dicha localidad, como ser: flores abiertas, flores secas, botones, frutos y tallos de quisco; los frutos en gran número, maduros, pintones y verdes; los maduros, abiertos o semiabiertos b principiándose a abrir; cogí además cáscaras dé dichos frutos, abiertas, secas y vacías que estaban en las m atas y en el suelo. La planta crecé asocia­ da con espino, boldo y trevu; en la base le forma guirnaldas el helécho xerófilo Nothólaena hypoleuca. Es, pues, esta localidad la más austral en que, hasta ahora, se ha encontrado la planta, o sea, los 33° 33' de 1. s. En la ribera, norte del río Maulé,, en Curtiduría, observé este quisco .el 19 de Septiembre de 1920 y en esa misma localidad el 22 de Marzo del pre­ sente año; crecen allí en las quebradas y colinas del Puente del Alamo nu­ merosos ejemplares, de los cuales recogí tallos, flores secas y frutos en los mismos estados que los de San Javier. La sociedad formada por las mismas (*) Leída en la Soc. Chil. de Hist. Nat. el 17 de Mayo de 1930. (1) Debe ser Punta Colorada, localidad con éstaíción en el ferrocarril longitudinal norte y no Puenta Colorado ni Puente Colorado. »


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Boletín del M useo N acional

plantas más arriba indicadas y además Echinocactus acutissimus o Neoporteria subgibbosa dé Britton & Rose. El Dr. A. Murillo en> «Plantes Médicinales du Chili», 1889, pág. 97 lo indica también de las orillas del Maulé. Creo oportuno acompañar aquí algunos pocos datos referentes a su mor­ fología, ecología y utilidad. Se eleva este vegetal hasta 7 m., ■fflj es ramificado, tiene el tallo inferior cor­ to, un poco comprimido a veces, del grueso, del tronco de un hombre, del cual se levantan otros más delgados ci­ lindricos y con 12-18 costillas anchas de 3 cm. de anc con tubérculos de contorno exagonal, contorno que desaparece después y sólo quedan dos pequeños surcos oblicuos uno a cada lado en la parte superior de cada aréola; éstas son afelpadas, blanqueci­ nas o cremas, ovaladas o circulares de 10-12 mm. de 1. por 6-12 mm. de ancho; sobfe ellas van lós grupos de poderosas espinas (6-14 a veces hasta 20) radiales y discoidales, que en todas las Cactá­ ceas muchos cactólogos se inclinan a considerarlas como hojas transformadas de yemas axilares; algunas de las dis­ coidales pueden alcanzar hasta 14 cm. de largo; el color de ellas en el extre­ mo. del tallo es primero verde, después , Fig. 1.—T. (Cereus) chiloensis castaño, mohoso u ocráceo y por fin, (Arriba brote y) a medida que se alejan del vértice, cambian de coloración, poniéndose grises u oscuras. Algunas costillas se bifurcan hacia el extremo de los. tallos. Los valles o surcos tienen 2 cm. de profundidad y son ondulados debido a las esquinas de los tubérculos; con la edad son más abiertos y rectos. Los brotes son primero globosos y peludos porque las aréolas afelpadas es­ tán en contacto, protegiendo así al tierno brote del frío y de traspiración exce­ siva; en la base lleva el pequeño renuevo una membrana color de paja, lobula­ da, seca; después los brotes son aovados y por fin toman la forma cilindrica; las ramas laterales son encorvadas hacia arriba por geotropismo negativo. En primavera la planta se admira por sus grandes y hermosas flores que, como se sabe, ejecutan movimientos fotonásticos, pueden alcanzar hasta 18 cm. de largo y en el periantio abierto 10-12 cm. de diámetro,


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los pétalos son blancos y el tubo floral embudado; verde-amarillento, cubierto de escamas laneeolado-subuladas rojizas, en cuyas axilas van mechones de pelos lanosos, blanquecinos, que después se ponen un poco castaños o negruzcos; estas escamas se hacen mayores a medida que ascien­ den, hasta que pasan a ser sépalos, entonces ya no tienen pelos en las axilas. Cuando-la antesis terminadlos pétalos y sépalos se juntan y apretan y tam­ bién las numerosas ramas del estigma; después de algún tiempo se hiende el tubo alrededor de la base del estilo y cae con el periantio, persistiendo el gineceo. En v,erano, además de estar la planta adornada con sus frutos, os­ tenta de Santiago al Norte, los hermosos ramilletes de flores rojo púrpura del parásito que la habita, conocido con el nombre de quintral del quisco (Phrygilanthus aphyllus (Miers) R.) de la familia L o b a n t á c e a s . También algunas,epífitas descansan en su tallo, por ej.: musgos y liqúenes; de los úl­ timos hay especies de los géneros Parmelia, Ramalina y Theloschistes y en sus espinas no es raro el Chrysothrix noli-tangere Mont., notable por su her­ moso flavo o flavo-verdoso. ’ Los frutos, bayas, en forma y tamaño se parecen a las lúcumas; madu­ ros son verdes o amarillo-verdosos, globosos, con el estilo persistente, dehis­ centes, con numerosas escamas lanceolado-acuminadas en espiral; en la ma­ durez se abren por el extrémo o por la base o por hendiduras laterales en dos, tres o cuatro valvas, dejando ver la pulpa blanca con sus semillas numerosas negras; en esa pulpa dulce, comúnmente abundan las hormigas; al fin de su vida el fruto parece una cápsula dehiscente. Estos frutos son muy apetecidos como comestibles y se conocen con el nombre de guillaves, nombre que se menciona por el Dr. R. A. Philippi en sus Elementos de Botánica, 1869, pág. 203 y por el Dr. A. Murillo en su obra ya citada. El Dr.; C. Reiche en Productos Vegetales indígenas de Chile, 1901, pág. 8, dice que se llaman guayaves y que este mismo nombre lo llevan los frutos de la Mirtácea tro­ pical {Psidium, pyrijerumL), árbol frutal tropical, pero en esto, si no hay un error de imprenta, se nota una equivocación, pues el nombre es guillaves (1) y además los frutos del guayabo {Psidium gumfava L.), no se llaman guayaves sino guayabas, como lo dice también una poesía popular tropical:

1

Espera hermosa, Aún es temprano. Dame tu mano, Yo soy cual tú. Tengo en mi choza Dulce guayaba * Y una piragua De buen bambú.

' (i) El Diccionario de la Lengua Española por Alemany escribe guilíavej pero por el y el sonido suave de la penúltima letra se ha impuesto en Chile la ortografía guillave.

U SO


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Boletín\del Museo Nacional

Y además esta estrofa de Bretón de los Herreros; * Negro (el tabaco) como el Brasil lo fabricaba Para arrollarlo en sempiterna soga Que dulce al catalán como guayaba Le parecía cuando estaba en boga. Después el Dr. Reiche en su obra Grundzüge der Pflanzenverbreitung in Chile, 1907, p .330, nombra guillaves y copaos cómo frutos comestibles de Cereus. También se llama guillave al fruto de Eulychnia castanea Phil., según dice el Dr. R. A. Philippi en Linnaéa 33 (1864) p. 80. El Dr. Dn. Federico Johow en «Cactáceas de Zapallar» publicadas en Rev. Chil. deHist. Nat., 1921, dice eri la pág. 161 que en Zapallar se llaman guillaves o tunas los frutos comestibles de una especié de qúiscó que crece en dicha región y que él describió con el nombre de Cereus litoralis. Dn. C. Gay en Hist. de Chile, Botánica III, pág. 24, dice que a los frutos de la tuna se llaman guyaves, pero esto parece ser una equivocación. En la época de la madurez de los guillaves, que es principalmente eri los meses dé Enero y Febrero, se organizan animadas excursiones a los qüiscales para recoger la fruta sabrosa, la que desprenden de los elevados tallos espinosos por medio de palos arreglados para tal objeto, llamados «guillaveras», éstas miden 2.50 m, de largo más o menos, siéndo preferidas las de colihue, eri los lugares donde se puede adquirir ésta caña, por ser más firmes; llevan en un extremo dos rasgaduras perpendiculares y longitudinales, en cada una de las cuales se introduce y se amarra bien con alambre un pedazo delgado de madera, para que las cuatro puntas se separen Ib suficiente y den cabida al codiciado fruto y así poder retorcerlo fuertemente para des­ prenderlo de su sostén: Las cuatro puntas de la guillavera.se aguzan para que desempeñen mejor su papel. Dichos frutos se comen como las tunas y su sabor es dulce y agradable. Otra importancia grande de esta gérófita afila, es la de ser una medicina popular chilena de la cual el Dr. Múrillo dice: «est employé par les indigènes eri lavements, pour les inflamationjs du rectum, dans lés dysenteries aiguës, comme aussi dans les fièbres (on l’administre alors en tisane) pour ses qua­ lités rafraîchissants et émollientes, et sous le point de vue de cette vulgaire application, j’ai vu obtenir les plus hereux résultats. Gn pourrait obtenir de son bois un charbon léger qui s’utiliserait avantageusement comme absorvant, et par son action mécanique dans plusieurs affections du tube di­ gestive». En los herbolarios de Santiago se vende para lps tumores,' p ara cata­


Anotaciones botánicas

plasmas, para las almorranas y su precio es subido, sobre todo si está fresca, pues así contiene mucho mucílago. La diseminación de las. semillas se atribuye a las aves, al agua y al viento y yo puedo agregar que se desprenden también en masa, de una sola vez, de los frutos, pues éstos al abrirse bastante, permiten que se seque la pulpa y se desprenda de la pared,' formando una masa más o menos globosa que encierra las semillas y cae, pudiendo a veces las más duras, rodar por la inclinación del suelo. El viento y dehiscencia a veces basal de los frutos, favorecen mucho más la caída de los cuerpos con semillas. Los pericarpios vacíos quedan por algún tiempo' en la planta. Las semillas son negras o negras con ligero tinté púrpura, relucientes, finamente escrobiculosas; su forma se acerca a la de un poroto, pero con un extremo truncado, que es el que corresponde al hilio de la semilla, el cual es recto u oblicuo y rojizo o rojizo-púrpura; miden 2 mm. de largo por 1,1/3 mm. de ancho; a veces se presentan algo poliédricas por la presión mutua que han tenido. • ; Cuando el tallo se seca desaparecen la médula y la corteza y queda un cilindro hueco, blanco, formado por los haces fibro-vasales, perforado por numerosas aberturas elípticas u oblongas, por las cuales se comunicaba el cilindro medular con el cortical. Bajo la cáscara seca se pueden observar unas galerías llamadas gusaneras, producidas por larva de insecto. Este vegetal prefiere las colinas asoleadas, por lo común con frente al norte; sus tallos asimiladores se defienden de una traspiración excesiva por su cutícula muy gruesa, por sus estomas hundidos y por su posición vertical. La-planta fué descrita de cultivo, como Cactus chilaensis H. Burdin, por A. Colla en: «Ilustrationes et icones rariorum stirpium quae in ejus horto Ripulis florebant, anno 1825, addita ad hortum ripulensem appendice II» ; este trabajó fué publicado en «Memorie della reále Academia delle Scienze di Torino» 31 (1826), págs. 319-358; la breve descripción de Colla viene en la pág. 342 y al indicar Colla la localidad: In Chiloé? lo hace con interrogación, porque no cree seguro dicho lugar para la planta y en rea­ lidad en Chiloé no se encuentra, como ya lo dijo el Dr. R. A. Philippi en Gartenflora 32 (1883) p. 336 y también lo indicó el Dr. Johow a Schumann, según se lee en Gesamtbeschreibung der Kakteen, 1899. La descripción de Colla está reproducida en Linnsea IV, Lit. II, 1829, pág. 56; en Dé Candolle Prodromus III, 1828, pág. 465; en Pfeiffer Enum. Diag. Cact. 1837, pág, 86 y en C. Gay, obra citada, pág. 21. De Candolle colocó la planta en el género Cereus, obra citada; Pfeiffer, ob. cit. y Remy en Gay, ob. cit- la llaman Cereus chilensis Colla, pero que én realidad debe ser Cereus chilcensis (Colla) DC.; en la misma obra, pág. 19, la describe Remy como Cereus quisco; , esta descripción y localidad le vienen muy bien a nuestra planta, El primero que lo llama quisco es el abate Molina en su Compendio


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cjella storia naturale, geographica et civile del Regno del Chile (1776); en las págs. 42-43 da una buena descripción de él y dice que se conoce con el nombre de Cereo Peruano y que la pulpa del tronco conviene en los ardores y, dolores de espalda; en su Saggio, 1782, p. 170, dice que «el Cereo Peruano llamado quisco se divide ahora en dos especies que son : el ordinario Cactus Peruvia­ nas y otro que nace en Coquimbo, Cactus Coquimbanus y produce las es­ pinas largas, de 8 pulgadas, de las cuales se sirven las mujeres en vez de agu­ ja de calceta» ; acompaña una corta descripción de él. En Saggio, 1810, pág. 142, da nuevamente Molina, una ligera descrip­ ción d§l quisco llamándolo kisco o Cereo macrocarpo y dice que la pulpa del fruto es estimada por los muchachos; poco faltó para que el nombre dado por Molina hubiera sido el aceptado. En el subgénero Trichocereus del género Cereus fué colocado por A. Berger en 1905, Missouri Botanical Garden, 16 Repórt; este subgénero fué elevado a género por Riccobono en 1909 y adoptado también por Britton &• Rose en su obra. Según e^to la sinonimia aquí mencionada para esta platan es: Cactus chiloensis Colla, Cereus chiloensis (Colla) DC. Cereus chilensis Pfeiffér, C. quisco Remy y Trichocereus chiloensis (Colla) Britt. & Rose. Estos últimos autores han conservado la prioridad específica de «chi­ loensis» dada por Colla, aún cuando en Chiloé no exista la planta} en vista de esto último parece que muchos autores han creído que podían llamarla «chilensis Colla», siguiendo la denominación específica dada por Pfeiffer. De Candolle indica, como patria de la planta Chile y Pfeiffer también Chi­ le, localidad Coquimbo y con interrogación indica la isla de Chiloé. Steudel en Nomenclátor Botanicus, 1841, da los siguientes datos, pág. 245: Cactus chiloensis = Cereus chiloensis; en la pág. 333, Cereus chilensis Aut. = chiloensis; Cereus chiloensis. Dec. Ins Chiloé et? Chili y como sinónimo de este último da: C. chilensis Autor, C. coquimbanus Hort., C. Quintero H, Goett., C. subrepandus Hoíi;., Coctus chiloensis Colla, Echinocautus elegans Hort. y E. piramidális Hort. En trabajos europeos muy recientes (1930) sobre Cactáceas, he visto que la planta siempre se indica del género Cereus. Por último diré que autores nacionales, sin conocer bien el quisco, le han negado hasta la transpiración y lo indican únicamente para el fuego. Respecto del «maihuén» (Maihuenia Poeppigii (Otto) Weber) dice la obra citada de Britton y Rose en el vol. I, pág. 41, 1919: «Distribución: Altas montañas de Chile»; hay también inexactitud en esta afirmación, porque la planta se encuentra además en abundancia en valles chilenos como consta de las siguientes afirmaciones: el Dr. R. A. Philippi en Gartenflora 32, 1883, en su artículo sobre Opuntia Poeppigii Otto y O. Segethi Phill. págs. 259-261, dice que vió la planta en su ascensión al Volcán Chillán a 4,000 y 4,500 pies sobre el nivel del mar, en arena volcánica; que después


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en feran número a ambos lados de la línea férrea al sur del río Itata, ricamen­ te florida y que por tercera vez la encontró más abajo de los Baños de Chillán; dice además que en Febrero dé 1897 la encontró con frecuencia en el valle de «La Invernada» al este del Descabezado del Maulé, cordillera de Talca, en arena volcánica, donde la llaman «siempreviva» (esto es «siempre^ verde») y que al lado de muchas de las plantas halló grandes agujeros hasta de 50 cm. de profundidad que dejaban vér las raíces y algunas de ejlas des­ prendidas. Fué informado por los pastores de que eso era originado por el ganado lanar que escarbaba con sus uñas la tierra para descubrir las raíces que devoraba ansioso. El Dr. C. Reiche, en su Grundzüge antes nombrada pgs. 220-221, dice al hablar de la provincia de Concepción: «Pero el asunto cambia cuando se deja atrás la Cordillera de la Costa y se entra en el Valle principal, allí donde el río Itata cruza el ferrocarril longitudinal chileno, ahí se extiende por todo el ancho del valle hasta el pie de la Cordillera, un terreno arenoso, formando una faja situada entre los ríos Itata y Laja, lo cual menciona Poeppig en su libro de viaje. En parte es muy árido, casi arena sin vegeta­ ción; en otras partes se ha desarrollado en él un matorral xerófilo: Quillaja saponaria, Lithraea caustica, Schinus dependens, Baccharis rosmarinifolia, Fábiana imbricata, Colletia spinosa; entre estos arbustos se enreda Mutisia subulata y sobre el suelo se extiende una vegetación de muchas especies, de las cuales la Cactácea Maihuenia Poeppigii (llamada Opuntia caespitosa por Poeppig) es el representante más interesante. Los cuerpos articulados, ver­ de-claro, de este Cactus, están colocados en céspedes planos cubiertos de espinas largas y puntiagudas y en verano predominan flores grandes y ama­ rillas». Algunos años atrás yo visité el oriente de Cabrero, hacia Colieheo y pude observar la planta; en Abril del presente año la recogí un poco al oriente de lá estación de dicho pueblo, donde se presenta don esplendor, formando céspedes o cojines circulares de diferentes diámetros, que a alguna distancia ya se conocen por el tinte blanco que presentan debido a la coloración de sus robustas y largas espinas; éstas van en grupos de a tres, siendo la central la mayor; a menor distancia se ven de un blanco verdoso por el color verde de sus tallos y hojas. En esa región la llaman maihuén, espina de huanaco y quisquilla. Siempre que por ferrocarril he pasado al sur del Itata he podido comprobar la observación de Philippi, contemplando la Cactácea a ambos ' lados de la línea férrea; a medida que la planta se extiende, va produciendo raíces adventicias. Los frutos (tunitas) son rojizos y se comen, son obovados de 4-7 cm. de largo y de 3,5 cm. de ancho y con escamas puntiagudas, distantes y en espiral, que en sus axilas llevan pelos blanquecinos o grises, sobre todo las más inferiores y 1-3 cerdas hasta de 2 cm. de largo, rojizas y lustrosas, con la edad se poñen de un color amarillo de paja, son como an­


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gostas cintitas subuladas/divergentes, algunas partidas de la punta a la baée; los frutos en otoño están pegados a la planta, pero secos, vacíos y con aber-1 turas longitudinales muy regulares que no cortan el extremo; tales abertu­ ras, según mi opinión, se producen en el fruto maduro para la diseminación de las semillas, la que se verifica por las aves, según los observadores. m Las semillas son negras, muy lustrosas, finamente escrobiculosas, de 4 mm. de largo por 2,5 mm. de ancho, aovado-lenticulares, con el hilio algo hundido cerca del extremos angosto, al lado de una puntita encorvada. En Gay, obra citada, pág. 29, se lee: «Opuntia Maihuen Remy. El maihuén tiene afinidad con la Opuntia Poeppigii y se cría en los llanos del de­ partamento de Los Angeles, en Santa Bárbara, etc. Los habitantes lo emplean como planta fresca. Florece en Diciembre y sazona sus frutos en Enero». En las págs. 28 y 29, de la misma obra, da Remy la descripción de la O: Poeppigii Otto, que la consideró distinta de la 0. Maihuen. Se encuentra también esta planta en la Rep. Argentina según podemos leer en R. Sanzin: «Apuntes sobre Cactáceas de Mendoza» publicados en Primera Reunión Nacional de la Soc. Argentina de Cienes. Natis., Tucumán, 1916, Sección III, Botànica, 1919, págs. 274-278; en la pág. 277, N.° 16 dice: «Maihuenia Poeppigii Web. Cubre grandes extensiones en los valles de la cordillera de Tupungato a 2,000 m. de altitud y se conoce con el nombre vulgar de «hierba del huanaco». Se conoce de Chile y del, Neuquén. Florece I y II»; además el mismo autor en «Cactáceas de Mendoza» publicadas en la Rev. Chil. de Hist. Nat., 1923, en la pág. 112 confirma lo anterior otra vez y en la distribución geográfica dice Chile y Chübut. El Dr. C. Spegazzini en «Breves Notas Cactológicas», publicadas en los Anales de la Soc. Científica Argentina, tomo 96, 2.° semestre de 1923, pág. 61-75, cita en la pág. 65 una carta de Weber, fechada el 1.° de Agosto de 1897, en la cual este cactólogo dice que M. Cels le ha dicho también que él ha recibido del mismo lugar (Islas Leones, Tovva, etc. en Argentina del sur) la Opuntia Poeppigii. No es, pues, esta planta endémica de Chile, .como precipitadamente en publicaciones nacionales, lo han afirmado fitófilos; por otra parte, a propósito de endemismo de las Cactáceas chilenas, el Dr. Johow ya se pronunció sobre el particular en su trabajo más arriba citado, diciendo que la mayoría son endémicas en el país y que esto no obsta para considerarlas dé procedencia peruana. Don Juan Sohrens es de opi­ nión de que el centro principal de diseminación es el Brasil. El género Maihuenia fué establecido por el Dr. Philippi en Gartenflora32 y en el trabajo ya citado; dice, en la pág. 260, que el nombre genérico Opuntia no le corresponde a la especie Poeppigii, por razones que enumera, y que debe colocarse en un nuevo género que él llama Maihuenia, por el nombre que en el valle lleva la planta, la que en la cordillera se llama «hierba dèi huanaco».


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Según esta afirmación del Dr. Phillippi que ha sido aceptada por los botánicos, me parece que el nombre científico debe .escribirse : Maihuenia Poeppigii (Otto) Phil. y no' M. Poeppigii (Otto) Weber. La forma de las articulaciones,del vegetal es indicada de una manera confusa por algunos cactólogos, así Schumann, «Gesamtbesreibung der Kakteén, 1899, dice en la clave que Maihuenia Poeppigii tiene articulaciones cilindricas (cylindrisch) y en la*descripción que tiene articulaciones en forma de clava o maza (keulemfórmig). Britton & Rose le dan en la descripción, ar­ ticulaciones cilindricas (cylindric); Remy en Gay las indica en forma de porra o clava; siendo Schumann en la descripción y Remy los que dan la verdadera forma de los segmentos del maihuen. Ilustraciones de esta planta hay en Schumann, obra citada, pág. 756. , fig. 108 C y B rama con fruto y semilla de tamaño natural; el fruto está con cerdas axilares, pero en la descripción no se habla, de ellas. En el trabajo del Dr. Philippi, ya citado en Gartenflora, Taf. 1129, figs. 1-4, en colores, como Opuntia Poeppigii, Tamas y, flores. En Gartejiflora 32 (1881) pág. 412 hay una figura en macetero como Peireskia Poeppigii Otto. En Britton & Rose, Vol. cit. pág. 41, fig. 51 hay un dibujo del fruto según un ejemplar de nuestro Museo, pero dicho dibujo es inexacto, porque le faltan al fruto las largas cerdas axilares y en el texto no Se mencionan. Las dos Cactáceas aquí recordadas están incluidas en la subfamilia Malacospérmas, según la clasificación del Dr. Vaupel auspiciada por Engler-Gilg. El nombre vulgar «quisco» se aplica en Chile a cactáceas cilindricas y grandes; «quisca» y «quisquito» se llama a las especies globosas y de ahí se deriva el dicho: «cabeza de quisca» que se aplica a las personas de cabellera con pelo tieso, erizado; el Dr. Johow, en la obra ya citada, dice que los agui­ jones de las cactáceas se llaman «quiscas»; «quisquilla», se llama en Cabrero al maihuén; «quiscal» indica una agrupación de quiscos o de quiscas; en Chiloé se aphca también para designar agrupaciones de la planta bromeliácea, llamada «chupón» (Greigia sphacelata Regel) y cuyos frutos comesti­ bles se llaman'«chupones». Creo oportuno mencionar a continuación' otras cactáceas chilenas de frutos comestibles; una de ellas es el «copao» del oeste de Coquimbo y Atacama, a la planta y al fruto sé les llama «copao»; es la Eulychnia ácida Phil. ( —Cereus acidus Schum.) Philippi, en Linnaea ya citada, dice que el nombre vulgar de la planta es «tuna de cobado», pero yo me inclino a afir­ mar que la palabra «cobado» debe ser «copao»; el fruto es verde-amarillento y ácido. También se llama «copao» a la planta y al fruto comestible de Trichocereus' coqúimbanus que crece en la costa entre Coquimbo y Paposo. El Sr. Enrique E. Gigoux jefe de Sección de nuestro Museo, que conoce mucho la región costina de Atacama, me ha dicho que en aquella localidad


Boletín del M useo Nacional

se llama «copao» a la planta y fruto de toda cactácea elevada, como el quisco de Chile central. , En las colinas de la costa de Atacama, Antofagasta y Tarapacá crece, según Britton & Rose, Eulychnia iquiquensis (Schum). Britt «fe Rose (= Cereus iquiquensis Schum.) y dicen que el fruto es llamado «copado» por los nativos, pero yo pienso, por las observaciones más arriba apuntadas, que el nombre debe ser «copao». El'Dr. Reiche emplea la palabra copao como .ya se, dijo antes y en la p. 351 de su obra citada dice además: co­ pao.'= Cereus sp. En el oasis de Peine cerca de San Pedro de Atacama, en la provincia de Antofagasta, a 3,500 m. s. m. según Reiche en Grundzüge p. 173, crece la cactácea, de frutos comestibles, llamado «cardón» y que es Cereus atacamen­ sis Phil., en el Museo Nacional hay gruesos troncos de esta planta, a la cual el Dr. Philippi, en Flor. atac. p. 23 (1860), dicé que los habitantes la llaman «Khávul» ; la recogió en las Minas de San Bartolo al norte de Sari Pedro de Atacama. Britton & Rose, en su obra citada, basándose en las observaciones de Fríes y de Reiche, se inclinan a considerar. Trichocereus pasacana (Web). Britt. & Rose como sinónimo de Cereus atacamensis Phil., pues la especie pasacana es abundante en las regiones boliviana y argentina, próximas a San Pedro de Atacama; pero la identidad de estas dos especies fué indicada ya por el ilustre viajero I. S. yon Tschudi en 1858 en: «Viaje por los Andes de América del Sur de Córdoba a Cobija», dice al referirse a la región donde crece la planta que «lá vegetación es del gériero «quisco», llamado «achunia» en Argentina, planta que alcanza una altura de 30-35 pies y 18 pulgadas de diámetro; su interior és leñoso y con grandés celdas, leño que se usa para bancas, puertas y mesas; en Atacama alcanza su límite occidental; en Salta y Catamarca es una planta característica y: la llarnan «achunia» y al fruto «pasacana». Estas observaciones de Tschudi me las proporcionó, amable­ mente, Dri. Juan Sohrens. Ahora incluyendo la planta en el género Trichokcereus quedará: T. (Cereus) atacamensis (Phil.) Britt. & Rose Todo el material, aquí présente, que ha servido para ilustrar estas ano­ taciones, y que ha sido recogido personalmente por el autor, quedará en la Sección Botánica de nuestro Museo Nacional de Hist. Nat. La. literatura consultada: es en parte de la Biblioteca Fanerogámica del Museo y en parte de mi biblioteca particular. Doy término a este artículo que ha tenido por uno de sus principales objetos hacer notar que muchas; veces se dan a nuestras plantas, en algunas publicaciones del país, áreas geográficas caprichosas, sin averiguar en lo po­ sible sus límites precisos y sin tomar en cuenta los estudios botánicos que hablan sobre ellas. Esto, como se comprende, es perjudicial, pues, tiende a enredar las investigaciones respectivas,


Trichocereus (Cereus) chiloensis; rama y botones

Lรกmina I


Trichocereus (Cereüs)

chiloensis: espinas, planta joven y cáscaras de frutos

is e Boletín del M useo N a cio n a l


Anotaciones botรกnicas

Lรกmina III

Frutos (guillaves) de Trichocereus (Cereus) chiloensis

1S7


Fracción de un cojín de Maihuenia Poeppigü

138 'Boletín del M u sa o ’N acional


Ramas y frutos de Maihuenia Poeppig端


M emoria del Director J u n io

30

de

1929

a

J u n io

30

de

1930

En el año administrativo que termina, la marcha regular del estable-' cimiento ha sufrido serias perturbaciones a causa de las reparaciones y re­ construcciones que se efectúan en el edificio, Gomo consecuencia, el .perso­ nal ha tenido que dedicar una gran parte de su tiempo a trasladar las colec­ ciones de una parte a otra, a embalar y encajonar numerosísimas especies que podrían extraviarse o perder su clasificación durante las mudanzas. A medida que avanzaban los trabajos, hubo necesidad de m udar algunas de las colecciones tres y aún cuatro veces. Por estas mismas causas él museo ha tenido que permanecer cerrado al público, aunque se ha tratado siempre de continuar proporcionando facilidades a los cursos escolares y a las perso­ nas que deseaban estudiar o hacer investigaciones. A pesar de estos inconvenientes, el año ha' sido fructífero en muchos sentidos y paso $ indicar lo que se ha podido efectuar. Construcciones.— El cuerpo sur del edificio, donde está situada la es­ cala principal que comunica el primer con el segundo piso, dos grandes ves­ tíbulos y cuatro oficinas para el personal, se ha terminado y se ha entregado al servicio, instalándose en él una parte de la Sección de arqueología. El cuerpo norte', cuyo frente formaba la fachada principal del edificio, sufrió mucho en el temblor de Abril de 1927, y fué necesario demolerlo en gran parte, por no prestar ninguna seguridad. Se está reconstruyendo de concreto armado, cambiando los pisos y cielos de madera por losas de con­ creto. Antes de proceder a la demolición, fué menester desocupar las diez grandes salas de que se componía, ocupadas por las colecciones de mamíferos chilenos y extranjeros, peces, reptiles y batracios, moluscos, conchas, crus­ táceos, mineralogía y fósiles chilenos. La demolición se terminó en Abril del presente año y. la obra gruesa de la reconstrucción avanza rápidamente.,. Se desocupó la gran sala central del edificio, para proceder á su demoli­ ción/con el objeto de reconstruirla de concreto armado. E stán terminado los planos y se espera la aprobación del presupuesto, para dar comienzo a los, trabajos. t Como es natural suponer, quedando más que la mitad del edificio fue­


M em oria

m

ra de servicio durante la reconstrucción, las colecciones del museo han te­ nido que aglomerarse en las salas restantes, lo que impide que éstas se abran al público. En Septiembre del año pasado se inauguraron la Sala de Clase y la Sala de Taxidermia, ambas de las cuales han prestado importantes servicios. La Sala dé Clase ha sido muy concurrida y entre el 15 de Septiembre y el 30 dé Noviembre de 1929, asistieron a ella 192 cursos con sus profesores. Durante el présente año esta asistencia ha continuado en. la misma proporción. A principios del año fué entregada la nueva Sala de la Biblio­ teca, a la cual se ha dado el nombre de Sala Molina, en honor del Abate Juan Ignacio Molina, el Padre de la Historia Natural Chilena. Actualmente se está ordenando en ella la valiosa biblioteca científica del museo, para proce­ der en seguida a su catalogación. Personal.—Tenemos que agradecer el Gobierno por la reposición de los puestos de dos Jefes de Sección (suprimidos en las listas de economías del año 1929), por la creación de los nuevos puestos de carpintero, tipógrafo y guardián, y sobre todo por el aumento de los sueldos del personal, dejándolos más en conformidad con la remuneración que corresponde a trabajos cien­ tíficos de especialistas. También, atendiendo la solicitud dél Director, el Gobierno tuvo a bien contratar los' servicios de un taxidermista artista, de fama internacional, quien trabajó durante varios años en restaurar la Sección de Aves del Mu­ seo Británico. En éstas y otras mejoras introducidas én el Museo durante el año, ha demostrado ,un gran interés el Director General de Bibliotecas, Archivos, y Museos, y es en gran parte debido a su actividad y buena volun­ tad que. se ha podido lograrlas. , La planta actual de empleados del Museo queda formada como sigue: Director. Cuatro Jefes de Sección. . Un oficial (desempeña el puesto de Jefe de la Sección de Antropología). Dos auxiliares, (Ayudantes de Sección). Un taxidermista artista. Un taxidermista • Un bibliotecario-archivero. Un mayordomo. , , ' Un carpintero. Un tipógrafo. Tres guardianes. Un portero 1.° Un portero 3.° El Museo cuenta además con un número de colaboradores científicos, quienes prestan sus servicios gratuitamente: entre ellos se pueden citar:


Boletín d e l M useo N acional

el Prof. Marcial Espinosa B., quien tiene a su cargo la Sección de Botanica Criptogámica; el Dr. Carlos E. Porter, jefe de la Sección de Artrópodos; el Hno. Claude Joseph; quién se dedica especialmente a estudios biológicos y el Prof. Dillman S. Bullock, entusiasta colaborador. Trabajos del Personal-—A pesar de las dificultades consecuentes del es­ tado en que se encuentra el edificio, el personal ha podido efectuar algunos trabajos de importancia. Supo la Dirección que en el extranjero corría el rumor de haberse perdido las aves tipos descritos por D. Rodolfo A. Philippi, que constituyen una gran parte de la fauna avícola chilena. Comprendiendo que ésto, al ser efectivo, sería un descuido imperdonable, el Director encargó a los Sres, Gigoux y Looser que hicieran una completa revisión de la Sección de Aves Chilenas, para establecer la verdad. Afortunadamente se pudo comprobar que todos los tipos existían en el Museo y se pudo, a la vez, corregir una irre­ gularidad que había dado vtéos de verdad al rumor. Un Jefe de Sección anterior en su afán dé modernizar las colecciones a su cargo, había sa­ cado y destruido las etiquetas originales de Philippi, Landbeck y otros fun­ dadores de tipos de aves chilenas, reemplazándolas con otras tomadas en su mayor parte de la Sinopsis Aviuyi de Dubóis: Establecidos nuevamente los tipos, se ha vuelto a colocar en ellos las etiquetas originales,'respetando también las posteriores puestás por el Jefe de Sección. .Se aprovecha la oca­ sión - para reparar, restaurar y limpiar los ejemplares, algunos de los cua­ les han estado más de sesenta años en el museo. El Jefe de la Sección ha recorrido enteramente las colecciones de, aves chilenas y extranjeras y aprovechando la adquisición de un número de es­ tantes nuevos, de centro, las ha arreglado en una serie de grupos sistemá­ ticos, lo que ha descongestionado a la vez, la antigua estantería ya dema­ siado recargada. El personal de la Sección de Botánica se ha ocupado en clasificar el nueyo material adquirido, en ordenar el Herbario en nuevos estantes recien­ temente instalados, en revisar, la sistemática, agregando a las fichas la sino­ nimia que faltaba y, en hacer ¡un nuevo catálogo razonado de las familias existentes en el Herbario. El señor Espinosa se ha dedicado principalmente a estudios biológicos de las plantas criptogámicas y en clasificar las,nuevas especies de hongos, heléchos, musgos etc., traídos por él en sus numerosas excursiones. .. ¡ V'V:' El Jefe de la Sección de Geología y Mineralogía ha continuado sus es-" tudiós sobre los movimientos ;tectónicos y volcánicos observados en las di­ ferentes .regiones del país y en la clasificación de las diversas especies petro­ gráficas y mineralógicas llegadas al Museo. En la Sección de Antropología se ha catalogado y clasificado los numero­ sos ejemplares arqueológicos y etnológicos que han ingresado al museo, pro-


US

M emoria

cedentes en parte de canjes y en parte de excavaciones efectuadas por el personal. Gon la entrega de los vestíbulos de la parte sur del edificio y la instalación en ellos de estantería nueva se espera poder en breve abrir al pú­ blico las colecciones arqueológicas y una parte de las etnológicas. La Sección de Taxidermia se ha ocupado eñ preparar y montar los di­ versos ejemplares de aves, mamíferos y reptiles que han ingresado al estable­ cimiento y en recorrer las colecciones de aves, reparando y reajustando los ejemplares que se hallaban deteriorados. Con los nuevos estantes recibidos ^e ha'podido' descongestionar algunas de las colecciones y exhibirlas en mejores condicionas. Por, ejemplo, se ha podido exhibir los tejidos araucanos, peruanos y bolivianos de una manera práctica y eficaz, mientras que antes era preciso guardarlos doblados en es­ tantes donde no se podían ver. Igual cosa-ha pasado con las hermosas colec­ ciones de cerámica exótica que antes se guardaban en parte encajonadas por no haber vitrinas en que exhibirlas. El personal del Museo, como enanos anteriores, ha ayudado eficaz­ mente en la divulgación científica del país. Ha dictado 49 conferencias én los diferentes establecimientos e instituciones de la capital, repartidas como sigue: El señor Ricardo E- Latcham ....... ............ ' » Enrique E .. Gigoux . . . . . . . . . . . . . . : > Francisco Fuentes . ; . . . . . . . . . . . . • • » Gualtério Looser . . . . . . . . . . . . . . . . . » - Marcial Espinosa ^ .. 7. » Miguel Machado . . . . . . . . . . . . . . . . . El Dr. Garios E. Pórter : : . : ------ • • • • • ----

11 8 8 6

5 5 ®

49 Durante el mismo período ha publicado además 44 artículos'de igual índole en las diferentes revistas científicas de la capital.

..,

El señor Ricardo E. Latcham . .. . . ..................... 3 » EnriqueE. Gigoux ......... ... .............. 3 r »' Francisco Fuentes ., . . . . - .. • • • • 2 » Marcial Espinosa . . . . . . . . . . . . . . . . 4 » Gualterio Looser ---- , 9 El Dr. Carlos E. Portér 18 ElHnó. Claude Joseph .................... 4 El señor Dillmañ S. Búllock . . . . . . . . . . . . . . 2

44 Además el Director ha publicado en la Revista Chilena de Historia y Geografía un trabajo de mayor aliento que ocupó cinco números, que se


144

Boletín del M useo N acional

titulaba Los indios de la Cordillera y las Pampas en el Siglo XVI , y otro en los Anales de la Universidad, sobre Las Creencias Religiosas de los Antiguos Peruanos, que dará un tomo de 800 páginas. Por encargo del Ministerio de Educación tiene en preparación una nueva obra sobre Etnología Ameri­ cana, que entrará en prensa hacia'fines del presente año. El Señor Gualterio Looser está publicando una traducción al castellano de la obra del Dr. Karl Reiche, escrita en alemán, sobre La Geografía Bo­ tánica de Chile. Esta traducción está apareciendo en la Revista Chilena de Historia y Geografía y. su publicación .está todavía inconclusa. El Señor Gigoux, además de los artículos de revista mencionados, ha publicado más de 50 artículos populares sobre Ciencias Naturales, en la prensa vespertina, que han sido muy bien recibidos por el público. Durante el año, la Sociedad. Chilena de Historia Natural ha celebrado todas sus sesiones en la Biblioteca del Museo, la que ha pasado a ser el ver­ dadero hogar de dicha institución. Gon fecha 15 de Septiembre de 1929, .esta Sociedad en colaboración con la Dirección del Museo, celebró una interesante velada en conmemora­ ción del Centenario de la muerte del Abate Don Juan Ignacio Molina, padre de las ciencias naturales en Chile. Este acto de homenaje fué presidido por el Señor Ministro de Educación Pública, Don Mariano Navarrete, el Director General de Bibliotecas, Archivos y Museos, don Eduardo Barrios, el Presi­ dente de la Universidad de Concepción, don Enrique Molina y el Director del Museo Nacional. Asistieron delegados de 18 sociedades científicas del país y de estable­ cimientos de educación universitaria y secundaria y una numerosa y selecta concurrencia. Se aprovechó la ocasión para inaugurar la nueva Sala de Cüase ya que la Sala de la Biblioteca, que se deseaba inaugurar en esta ocasión y que lleva*el nombre de Sala Molina, aun no se terminaba. A comienzos del año 1930, se entregaron 50 estantes nuevos de tipos mo­ dernos, los que han venido a reemplazar en parte los antiguos, muchos de los cuales >eran poco adecuados y por otra parte deteriorados por los largos años de servicio. Sirvieron a la vez para descongestionar algunas de las co­ lecciones y poderlas exhibir en mejores condiciones. Durante el año, el personal del Museo ha hecho una larga serie de ex­ cursiones a las más diversas partes del país, desde Tierra del Fuego hasta Arica y en todas ellas ha recogido un abundante material de lo más variado que ha ingresado en las diferentes colecciones del establecimiento. El Museo fué visitado por un número de extranjeros ilustres, muchos de los cuales son bien conocidos en el mundo de las ciencias. Entre ellos pueden citarse: L. B. Roberts, Chief topographer of the third Asiatic Expedition of the American Museum of Matural History: Samuel K. Lothrop, del Museum of the American Indian, New York; Dr. Walter Lehmann, Director


145

M en oría

del Museo Nacional de Berlín; Doña Guda E. Diuyers, del. Museo Real de Holanda; George Me Cutchen Me Bride, de la Sociedad Geográfica Ame­ ricana; Prof. Anthony, del Museo Americano de Historia 'Natural, New York; Agustín V. Gnecco, de San Jixan; Dr. P. B. de Rautenfeld; Jonás Guerrero, de la Universidad de Quito; el Prof. Dr. Maurice Urstein, de Varsovia; la Srta. Francés R. Grant, Vice-Presidente del Museo Roerich, New York, y otros. El señor Francisco Puentes M., Jefe de la Sección de Botánica del Mu-, seo, fué nombrado en comisión por el Gobierno para representar el Museo y el país en el Congreso Botánico Internacional que se celebrará en Cambridge (Inglaterra) en Agosto det corriente año, con el objeto de revisar la nomen­ clatura y clasificación de las plantas; Aprovechará, su estada en Europa para visitar los principales jardines botánicos y museos, como también para visi­ tar algunos especialistas con'el fin de clasificar debidamente, algunas plan­ tas del herbario del museo cuya colocación.se consideraba dudosa. Colecciones— Las colecciones del museo han aumentado en más de 6,000 ejemplares durante el. año, distribuidos como sigue: Obsequios

Mamíferos . . SU . . . . , ...... A v es........... ..................................... Huevos ..... ................. Nidos ............................. ................... Reptiles . . . ........... Batracios H.........1 , . . . ....................... ............... Crustáceos ................. Peces............. .................................... Mariposas ............... ......................... Insectos v a rio s...................... ....... Larvas . . . . . . ......... ............. ........ Conchas................ ............ .............. Fósiles......................... .................... Minerales .. ....................... Plantas ....... ........... Objetos arqueológicos ....................... Objetos e t n o l ó g i c o s ....... Objetos antropológicos............... T o tal.. 10

.............

Canjes

Compras

lo 11 19 4 18 14 .8 1 .128 182 13 694 1,006 1,053 2,315

31

111 24 3

448 13

29

5,619

492

278'

26 36

184

•' ••

- Total 15 68 55 4 18 14 S 1 312 182 13 694 1,006 1,053 2,315 559 66 3 6,389


jj(Q

B o ld in del M useo N acion al

Durante el mismo lapso, la biblioteca se ha incrementado con el ingreso de 130 libros y 1,471 folletos, cuya procedencia ha sido:

Obsequios

Volúmenes . . . . . . . . . . . ; .................. Folletos................................. T otal........................... .

27 321

Canjes

61 1,139

Compras

.42 11

Tofal

130 1,471 1,601

Como en años anteriores el principal donante fué el Dr. Carlos E. Porber, quien entre libros y folletos obsequió cerca de 300 publicaciones. Debido á la generosidad de.S. E. el Sr. Presidente de la República, el museo pudo aumentar su instrumental, de investigación con varios equipos microscópicos modernos de diferentes tipos, un equipo completo de microfotografía, un aparato de dibujo macro y micrografía, etc. Estos aparatos pres­ tarán ¡gran utilidad para las investigaciones, especialmente en las .secciones de biología animal y vegetal. Tenemos que agradecer también de S. E. por los fondos necesarios para, la publicación del presente número del «Boletín del Museo», pues habiéndose suprimido el ítem en el presupuesto, S. E. proporcionó parti­ cularmente el dinero necesario. Durante el año, el Museo pudo adquirir por canje, dos inportártes colecciones arqueológicas. La primera fué de 40 piezas de alfarería peruana, del estilo Proto-Nazca, procedente del valle de lea y que son diferentes en varios detalles de todas las conocidas hasta ahora. La segunda se efectuó con el «Museum of the American Indian» Heye Foundation, de Nueva York. Consta de cien piezas de alfarería de Ecuador y Nazca, unas veinte piezas etnológicas de Tierra del Fuego, Guatemala y Arizona y unos 300 ejemplares típicos de la edad de piedra de las diferentes regiones de los Es­ tados Unidos. Se hizo ademávs un pequeño canje de pieles preparadas, de aves, con el Museo Nacional de Historia Natural, de Buenos Aires. Si es cierto que algo se ha podido hacer en el desenvolvimiento del Mu­ seo, en estos últimos años, no es todo lo que sería de desear, porque a causa de las economías consecuentes de la crisis por la cual pasa el país, el presu­ puesto del establecimiento, especialmente en lo que se refiere al fomento del museo, ha sido lamentablemente reducido lo que ha impedido muchas


147

Memoria

actividades y restringido otras. Es de esperar que en un futuro prรณximo se mejore esta situaciรณn y que el museo pueda seguir su desai'rollo en mejores condiciones. Santiago, Junio 30 de 1930. R ica rd o

, โ ข

E.

L a tgham ,

Director.



Indice p«gt-

Los tipos de aves conservados en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, por Enrique Ernesto Gigoux y Gualterio Looser..........

5

Contribución Ornitológica, por Enrique Ernesto G ig o u x . ... Notas de Arqueología chilena, por Gualterio Looser ....... La dalca de Chiloé y los canales patagónicos, por Ricardo E. Latcham......

...............

37 50 63

Las ceremonias araucanas, por H. Claude Joseph .............. Una visita al bosque más boreal, de Chile, por el Profesor

73

Federico Philippi..............................................

96

Anotaciones sobre helechos chilenos, por el Profesor Marcial R.- Espinosa B ..........................................................................

110

Lista de Pteridófitas obsequiadas al Museo Nacional, por Marcial R. Espinosa B...

.............

....................

120

Anotaciones botánicas, por el Profesor Marcial R. Espi­ nosa B ....................... ......................................................... M e m o r ia d e l D i r e c t o r ........... ................................ ..

125 140




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