viernes, 23 de diciembre de 2011

Viejos consumos en la literatura argentina: el misterioso vino Panquehue o Panquehua

Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, fueron varios los cronistas patrios que dieron cuenta del incipiente desarrollo económico, social y humano en los territorios del sur argentino. Mediante relatos de viajes que combinan la realidad con la ficción (siempre bien documentada), un puñado de escritores y periodistas de la época nos dejó la posibilidad de saber cómo eran las costumbres de los aún escasos pobladores en aquellos lejanos e inhóspitos lugares. Lo bueno del caso es que su lectura atenta puede descubrir algunas coincidencias bastante interesantes sobre ciertos consumos frecuentes en tan singular tiempo y entorno.
Ya hemos conocido en otra entrada al legendario Fray Mocho (José Sixto Alvarez), el costumbrista brillante que supo darle vida, con su pluma, a los personajes más estereotipados de la Argentina del 1900. Una de sus obras más importantes es En el Mar Austral (1898), estructurada sobre la base de un viaje realizado ocasionalmente por el protagonista, en el que participa de los hábitos de vida de los loberos y buscadores de oro. La travesía, que no fue realizada por el autor, se sustenta en las experiencias que le transmitiera su amigo el gobernador del territorio, coronel Pedro Godoy. Gracias a estas y a la pluma de Alvarez, En el Mar Austral resulta un libro más que ameno.


Entre numerosas peripecias que se van desarrollando durante la narración, los aventureros cazadores de fortuna llegan a un sitio ubicado en la Bahía Desolación. Allí desembarcan y descansan al cobijo de una casa que hacía las veces de refugio, hotel y fonda. En un momento, la descripción espacio-temporal se sitúa en medio del almuerzo: "cuando estuvo listo el potaje -uno de esos guisos de porotos con tocino y chorizos, que hacen la delicia del roto (1) chileno - el posadero improvisado llenó un plato de lata para cada comensal y, juntamente con una gran tajada de pan, hizo la distribución (...) El ruido de los dientes apagó la algarabía y durante cinco minutos el silencio se interrumpió para pedir más ración y vino Panquehua, que parecía brotar de un rincón oscuro al cual, cada vez que se oía una voz reclamándole, se acercaba Kasimerich con una jarra vacía, retirándose después con una llena..."


La cosa no tendría nada de extraordinario si no fuera por otra crónica de la época situada en la misma región e idéntico año. Se trata de La Australia Argentina, de Roberto J Payró (1867-1928), quien en este caso realizó el viaje personalmente y de manera real, llevando adelante una empresa prácticamente única entonces: la crónica de su "excursión periodística" a las costas patagónicas, Tierra del Fuego y la Isla de los Estados. La travesía, que duró varios meses desde su salida en vapor de Buenos Aires hasta su regreso al mismo lugar y por el mismo medio, está llena de vivencias verdaderamente apasionantes para todo interesado en la historia argentina menos conocida del sur: la vida en el presidio regional (2), la difícil tarea del abastecimiento a las poblaciones y los pesares de los últimos pueblos indígenas, entre otras.


Habiendo desembarcado en Ushuaia, Payró refiere la siguiente anécdota: "No tardé en encontrar en uno de esos escasos sitios de reunión (por no llamarlos otra cosa) a un antiguo vecino del territorio, con quien rato después charlábamos como viejos amigos y que, según parece, no deseaba otra cosa que desatar la lengua. Una botella de Panquehue avivó seguramente ese deseo." Pero la cosa no termina allí, puesto que al día siguiente vuelve a tropezar con el personaje de marras. "Me encontré, pues, en disposición de escuchar al hombre, que me invitó a seguirlo al escondrijo de la víspera" dice Payró, y continúa: "Una caja de sardinas, un pedazo de pan y una botella de vino Panquehue suplantaron a los mejillones (3) y dieron ánimo al narrador..."


Así tenemos sendas menciones de un mismo vino (4), hace más de cien años, en los confines del territorio de América. Las reflexiones y preguntas son muchas, pero trataremos de ordenarlas. En primer lugar, Alvarez habla de vino Panquehua y Payró de vino Panquehue. Pequeña diferencia, a no ser porque cada uno representa a cierta zona vitivinícola de Argentina y de Chile, respectivamente, donde entonces existían bodegas y vinos de renombre. Panquehua, al noroeste de la ciudad de Mendoza, es el distrito donde aún hoy se ubica la legendaria bodega González Videla, fundada en 1856. Llamativamente, con ese rótulo se conocía también al establecimiento en la jerga popular (la "bodega Panquehua de González Videla") y muy probablemente a sus productos comercializables.
Por su parte, Panquehue es una comuna chilena de la Sexta Región, también renombrada por ser la patria de numerosos viñedos y bodegas desde el siglo XIX. Un caso que merece atención especial es el de la Viña Errázuriz, fundada por Maximiliano Errázuriz Valdivieso, que hacia 1900 contaba entre sus marcas con una famosa etiqueta denominada "Vino Errázuriz Panquehue" (5).


Como siempre ocurre, los interrogantes aparecen y están servidos. Es obvio que el vino Panquehua o Panquehue era famoso y de consumo habitual en el sur patagónico hace cien o ciento diez años. Ahora bien, ¿sería una marca o un tipo genérico? ¿Sería blanco o tinto? ¿Cómo sería su sabor? No tenemos muchas certezas, ya que ninguno de los dos autores se explaya sobre el particular en ninguna otra parte de sus respectivos libros, mas allá de esa simple mención que quizás nos deje con nuestras preguntas para siempre, o quizás no. Y, por supuesto, con la extraña coincidencia que nos permite ubicar el misterioso producto en antiguos relatos de viajes perdidos por la distancia y el tiempo.

Notas:

(1) En la jerga actual del país trasandino, roto significa individuo de poca educación, pero antiguamente se denominaba así al personaje de la pobreza urbana, similar al ciruja argentino.
(2) Entonces era el de San José, en la Isla de los Estados. El célebre presidio de Ushuaia fue inaugurado recién en 1904.
(3) Hace referencia a un desayuno con mejillones frustrado por la lluvia de ese día.
(4) Existe la posibilidad de que se tratara de los dos productos según cada caso, es decir, el Panquehue chileno (mencionado por Payró) y el Panquehua argentino (mencionado por Alvarez), aunque francamente me parece muy remota.
(5) Si bien es una hipótesis muy sustentable por la coincidencia entre el nombre del vino y las menciones señaladas en los relatos, tiene el inconveniente de que era una marca de cierto nivel, mientras todo parece indicar de que tanto Alvarez como Payró se refieren a un artículo más bien económico.

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