ARGENTINA: Rumanos "turistas permanentes", temidos y rechazados

Unas 7.000 personas llegaron a Argentina desde que el gobierno lanzó en los años 90 un programa para atraer inmigrantes de Europa oriental. Pero hoy el foco de atención está en un pequeño grupo de rumanos que, en rigor, serían "turistas permanentes".

"En Argentina hay una inmigración de Europa oriental muy calificada que viene en busca de empleo, pero este grupo que ingresa como turista desprestigia al inmigrante, por eso la embajada de Rumania no está feliz con ellos", dijo a IPS Viorel Ipate, cónsul de ese país europeo en Buenos Aires.

Ipate señaló que este grupo -estimado en unas 100 familias- se dedica a mendigar argumentando que son refugiados de Kosovo. Obligan a sus hijos a pedir limosna, viven en hoteles baratos del centro de la ciudad y algunos en tiendas de campaña que colocan en azoteas de edificios.

Vasile Gheorghiu, presidente de la Federación de Rumanos Residentes en Argentina, dijo a IPS que el problema comenzó cuando miles de rumanos gitanos emigraron en los años 90 hacia Austria, España, Italia y sobre todo a Alemania, que les dio libertad de ingreso.

Gheorghiu aseguró que ese país paga ahora el boleto de avión de ida y vuelta a países sudamericanos.

Desde Uruguay, Brasil o Paraguay muchos pasan a Argentina. "Vinieron unos 350 en vuelos de Lufhtansa y Swissair", confirmó Gheorghiu.

En el momento en que la aerolínea los llamó porque no se presentaron para el vuelo de regreso, dijeron que se querían quedar, entonces comenzaron a pedir visas provisorias cada 60 o 90 días en la oficina de migraciones, que se las otorga a la espera de investigar si efectivamente son refugiados, añadió.

"Yo no sé si en migraciones se conduelen porque tienen muchos hijos o si consiguen renovar los papeles de alguna otra manera", comentó Gheorghiu, aludiendo al pago de sobornos a funcionarios de esa oficina, pero el hecho es que consiguen una visa precaria que legitima su permanencia.

Los vecinos los rechazan de una manera categórica y, ante la falta de control policial y la pasividad de la oficina de migraciones, sus sentimientos se tornan cada vez más hostiles y xenófobos. Molestos con estos visitantes, extienden su rechazo hacia todos los extranjeros.

"Son una plaga, están por todos lados, son sucios, feos, orinan en la calle, realmente trajeron lo peor del extranjero a vivir entre nosotros", se quejó María Cristina Salerno, quien vive en el barrio Constitución de Buenos Aires, vecino al centro, y alega que no puede vender su propiedad a causa de los rumanos.

"Ahora son rumanos, pero en otros momentos son peruanos ladrones, bolivianos o coreanos explotadores. No vienen a trabajar como vinieron mis abuelos sino a vivir de nosotros", dijo Salerno, quien es descendiente de inmigrantes europeos como muchos argentinos.

En la última década llegaron a Argentina gran cantidad de ciudadanos de países vecinos en busca de trabajo, y también de Asia.

Este movimiento es muy resistido en Argentina, país con un desempleo de 14 por ciento. El sindicato de la construcción hizo una campaña publicitaria contra bolivianos y paraguayos que, según denunciaron, aceptaban trabajar por menos dinero.

Sin embargo, el director de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el argentino Lelio Mármora, afirmó que no se trata de competencia, ya que "los inmigrantes suelen hacer los trabajos que los nacionales no aceptarían hacer", comentó.

Mármora indicó que con las restricciones al ingreso de extranjeros en Europa, el inmigrante, considerado tradicionalmente como factor de progreso y desarrollo, pasó a ser visto como "una amenaza, un competidor".

El director de la OIM considera que se culpa al inmigrante de todos los males sociales -la falta de empleo, el aumento de la delincuencia-, y se los percibe como más numerosos de lo que son. "Los políticos hablan de 'olas migratorias' y es mentira porque son menos que los que eran a principios del siglo XX", aseguró.

Esa percepción -que con matices es la más extendida hoy en todo el mundo- es la que tienen los vecinos de diversos barrios de Buenos Aires, que conviven con este grupo de rumanos que llegó con el apoyo del gobierno alemán.

Los vecinos manifestaron con pancartas que decían "Fuera rumanos" al grito de "que se vayan". Uno de los manifestantes comentó que "todo el tiempo están de fiesta o peleando, tienen muchos hijos que siempre hacen desastres".

En cuanto a la explotación infantil y el hacinamiento, la situación, de ser cierta, no difiere de la que viven muchos argentinos de bajos ingresos o desempleados.

Pero lo cierto es que los rumanos que causan inconvenientes no son inmigrantes.

"Ellos dicen que vienen en barcos, pero no es cierto, sabemos que llegan en aviones y con toda la familia, otro fenómeno que no es el clásico de los migrantes, que por lo general llegan de a uno", señaló Ipate.

El director de la Unidad de Migraciones de la cancillería argentina, Enrique García Pinto, expresó que el programa de cooperación con Europa oriental, de 1995, preveía que los inmigrantes que vinieran de esos países no necesitarían contrato de trabajo para permanecer por un año en Argentina.

"Vinieron de Ucrania, de Rusia, y apenas un centenar de rumanos pidieron permisos de ingreso, lo que no significa que luego vinieron y se quedaron", comentó el funcionario.

"Hay mucha indolencia de parte de la policía, que debería actuar en estos casos", sostuvo García Pinto y también explicó que este grupo perjudica la integración de los verdaderos inmigrantes.

Los inmigrantes procedentes de Europa oriental son por lo general profesionales o personas con oficios, y cuando consiguen empleo es en puestos para los que están sobrecalificados. Por ejemplo, hay médicos que trabajan como enfermeros o ingenieros mecánicos trabajando en talleres de reparación de automóviles.

Lo mismo ocurre con inmigrantes latinoamericanos, donde enfermeras o maestras ofrecen sus servicios como empleadas domésticas.

El promedio de edad de los inmigrantes de Europa oriental es de 38 años, y por lo general llegan solos. Más tarde, si consiguen empleo, pueden traer a su familia, pero no es fácil que lo hagan porque el sueldo que reciben muchas veces solo les permite sobrevivir.

"Muchos se van porque no consiguen lo que esperaban y se gastan el dinero que traen en unos pocos meses", dijo Gheorghiu, quien llegó en 1952.

Si los rumanos que se dedican a mendigar encuentran trabas en Argentina se irán a otro lugar, consideró Ipate. "Si la justicia los persigue porque explotan a los niños, es posible que prefieran irse a otro país porque no quieren problemas", conjeturó. (FIN/IPS/mv/ag/pr/00

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