Professional Documents
Culture Documents
¿Cómo transcurrió aquella ceremonia de la que fui testigo casual? San Nicolás riñó y a
continuación felicitó a unos diez niños, uno tras otro. Sólo una niña no fue reprendida, sin
duda porque su madre no había creído necesario informar por escrito a un desconocido
sobre las faltas cometidas por su hija. San Nicolás habló aproximadamente como sigue:
-Mira, Vera, a San Nicolás no le gusta nada que no quieras recoger tus juguetes solita.
Mamá no tiene tiempo, y tú ya eres lo bastante mayor para saber que después de jugar
tienes que recoger tus juguetes y que además tienes que compartirlos con tu hermanito y
no quedártelos para ti sola. A ver si el año que viene te portas mejor; esperemos que sí.
San Nicolás verá lo que pasa dentro de tu cuarto y sabrá si te portas mejor. Pero también
ha visto cosas buenas: ayudas a tu mamá a recoger la mesa después de comer, y ya
sabes jugar solita y a veces también dibujar sin que mamá te haga comp añía. Eso está
muy bien, porque mamá no tiene tiempo para estar siempre contigo, también tiene a tu
hermanito y a papá, y necesita que Vera sepa arreglárselas sola.
Bueno, Vera, ¿te has aprendido una canción para cantársela a San Nicolás?
Vera estaba totalmente atemorizada y no pudo pronunciar palabra, así que la madre tuvo
que cantar en su lugar la canción que la niña había preparado. Para acabar, San Nicolás
extrajo un paquete de su saco y se lo dio a Vera.
-Vaya, vaya, Stefan, de modo que aún sigues necesitando chupete. Ya eres demasiado
mayor para eso (Stefan tiene apenas dos años y medio)
Si has traído el chupete, puedes dárselo ahora mismo a San Nicolás (los demás niños
ríen).
¿No lo has traído? Pues esta noche lo dejas encima de la mesita de noche o se lo das a tu
hermanito. Tu ya no necesitas chupete, eres demasiado mayor. San Nicolás también ha
visto que a la hora de comer no te comportas con formalidad y no guardas silencio cuando
las personas mayores están hablando. Cuando las personas mayores hablan, tienes que
estarte calladito. Eres demasiado pequeño para estar siempre molestando.
Me pareció que Stefan estaba a punto de echarse a llorar. Estaba completamente
atemorizado y se sentía avergonzado ante todos los demás. Para hacerle sentir que él
también tenía derechos, dije:
El saber proscripto Alice Miller, 1990
-Hace un momento acaba de decir usted que Stefan es demasiado mayor para usar
chupete, y ahora dice que es demasiado pequeño para hablar en la mesa. Stefan no
necesita que nadie le diga cuándo tienen que dejar el chupete; cuando deje de
necesitarlo, ya se dará cuenta él mismo.
Varias madres me interrumpieron, ya que mis palabras estaban totalmente fuera de lugar
en aquella ceremonia, y una de ellas decidió pararme los pies:
Así que desistí de mi buen propósito y me limité a grabar la escena con un pequeño
aparato, ya que apenas podía dar crédito a mis oídos. La escena prosiguió tal como había
empezado: nadie parecía notar la crueldad de todo aquello, nadie veía la turbación en los
rostros de los niños (aunque los padres no paraban de hacer fotos con flash), a nadie le
llamaba la atención que ninguno de aquellos niños vilipendiados fuera capaz de recordar la
poesía o la canción preparadas para el caso, ni de articular palabra, ni apenas de decir
gracias; nadie se daba cuenta de que ninguno de los niños sonreía con espontaneidad, ni
de que estaban todos como paralizados por el miedo. Nadie parecía notar que en realidad
allí se estaba jugando con los niños a un nefasto juego de abuso de poder.
Esto fue, por ejemplo, lo que tuvo que escuchar un niño de apenas dos años:
-Ay ay ay, Kaspar...He visto que te gusta tirar tus juguetes por los aires. Eso es muy
peligroso, porque puedes darle a tu mamá en la cabeza, y entonces tu mamá tendría que
guardar cama y no podría cuidar de vosotros, y no podría cocinar, y te quedarías sin
comer. O puedes darle a tu hermano o a tu papá, y entonces tendrían que guardar cama
los dos, y mamá tendría que cuidarlos y llevarles comida. Y entonces no podrías jugar
porque tendrías que ayudar a mamá.
Me parecía dudoso que el pequeño hubiera entendido algo, pues sus ojos estaban llenos
de confusión. Pero si algo había podido captar, habría sido aquel tono malhumorado y la
información de que podía traer desgracia a su familia, y que como castigo tendría que
arreglárselas sin su madre. Es poco probable que entendiera de verdad por qué podía ser
un peligro para su familia. Pero su malestar era más que evidente. Su madre, sonriente,
parecía sin embargo no darse cuenta de ello.
Todos los niños querían que San Nicolás estuviera contento con ellos, querían oírle decir
algo bueno, pero antes de oír lo "bueno", tenían que escuchar las cosas malas que habían
hecho. Ello perturbaba ya de entrada su espontaneidad y su atención. Pues la
reconvención producía miedo, y ese miedo tenía que ser reprimido para poder guardar un
buen recuerdo de aquella ceremonia, tal como los padres deseaban. Su inconsciente
nunca podrá desembarazarse de la certeza de que el niño que un día fue era malo, pero
en un nivel consciente se aferrarán durante decenas de años a la versión coloreada de
aquella ceremonia. Por eso, cuando sean padres trataran a sus hijos de la misma manera
y esperaran también que la hermosa celebración les haga felices. No se preguntarán si
existe realmente algún motivo que justifique el someter a un niño a semejantes prácticas.
La mayor virtud que San Nicolás, en su papel de portavoz de los padres, constataba en los
niños era la necesidad de jugar solos y no necesitar a sus madres. A uno de los niños llegó
a decirle textualmente:
-También tengo cosas buenas que contar sobre ti: ayudas a tu mamá a recoger la mesa;
eso está muy bien, porque tu mamá no puede hacerlo todo ello sola. Pero acuérdate
también de recoger tus juguetes; en eso tu mamá no puede ayudarte, tienes que hacerlo
tú solo.
El saber proscripto Alice Miller, 1990
Esa argumentación también le parecía lógica a San Nicolás: mamá no tiene que ayudar a
su hijo de tres años, es él quien tiene que ayudar a mamá. La disposición a ayudar era
otra de las pocas cualidades positivas de los niños: saber estar solo, recoges tus juguetes,
los compartes con tu hermanito pequeño, y no necesitas de tu madre.
En cambio, el hablar, el oponer resistencia, el no ser aún adulto y la necesidad natural de
ayuda, afecto y consuelo eran objetos de reconvención..
Para el niño de tres años que tiene un hermanito al que ve mamar, el chupete no es con
frecuencia más que un pequeño consuelo en su soledad. El niño no quiere importunar a su
madre con sus celos, y el chupete le ayuda a contenerlos.
A primera vista resulta asombroso que ninguno de los adultos presentes reparara en el
miedo de los niños y en lo amenazante de San Nicolás. Nada en absoluto hacía sospechar
que aquellas madres no quisieran a sus hijos; se esforzaban en ayudarles, cantando la
canción o recitando la poesía. Era evidente que se habían esmerado para brindarles a los
niños una hermosa fiesta, una experiencia que los niños recordarían con alegría, emoción
y gratitud. Quizás incluso alcanzaran su objetivo: tal vez todos los niños lograran archivar
en su nivel consciente sólo el buen recuerdo. Pero para ello habrá tenido que reprimir
sentimientos muy intensos: el temor a aquel desconocido que, omnisciente como Dios,
parecía conocer, con exactitud todas sus faltas; el impotente desespero de no poder
esconderse en ninguna parte, porque se es niño; y el sentimiento de vergüenza provocado
por la pública reprimenda. Con todo, lo peor, a mi parecer, era que se dejaba a los niños a
solas con esos sentimientos; las sonrientes madres eran a todas luces incapaces de
comprender lo que sucedía, pues de lo contrario jamás habrían puesto a sus hijos en
semejante trance.
¿Por qué aquellas madres eran incapaces de comprender? ¿Por qué todas ellas, con una
sola excepción, entregaron sus hijos a un extraño, dejando en manos de éste toda su
responsabilidad? ¿Por qué delataron a sus hijos y permitieron que un desconocido los
riñera en público? ¿Por qué permitieron que otros niños se burlaran de ellos? ¿Por qué
expusieron a sus hijos a semejantes sentimientos en lugar de brindarles amparo? ¿Por
qué no se identificaron con los niños indefensos?
La explicación más corriente suele ser que los padres se ven sobrecargados en su función
educativa. Se lo plantean más o menos así: Ya que la costumbre de recurrir a San Nicolás
está, para bien o para mal, institucionalizada, ¿por qué no echar mano de ella,
aprovechando lo que esa tradición tiene de bonito y lo que tiene de útil? Pero el san
Nicolás al que se remonta esa costumbre era un obispo que por navidades repartía
alimentos a los pobres, sin aprovechar la ocasión para inculcarles consejos educativos ni
amenazarles con una vara. Fueron los esfuerzos educativos de los padres los que hicieron
de él una institución destinada a repartir reconvenciones y elogios, hasta el punto de que
en la Alemania de las posguerra san Nicolás aparecía a veces con un saco del que
asomaba una pierna infantil, a fin de que el niño sermoneado no tuviera la menor duda de
que podían meterlo en el saco como castigo a sus maldades.
Esta información, entre otras, me ayudó a comprender la postura de los padres de hoy en
día. Sus padres que, hace treinta años, les sometían a semejantes intimidaciones no les
daban, sin duda, ninguna oportunidad de defenderse contra tal crueldad. Los niños no
tenían más remedio que reprimir sus sentimientos. Cuando esos niños de ayer, ahora
madres y padres, organizan hoy una fiesta de san Nicolás, no puede sorprender que en
ese momento su compasión hacia los niños se halle bloqueada, que sus propios terrores
reprimidos hace treinta años se alcen como una barrera que los separa de los
sentimientos de sus hijos. Lo que no me dejaron ver a mí, tu tampoco puedes verlo; lo
que a mí no me perjudicó, tampoco te perjudicará a ti.
Pero ¿es acaso cierto que no les perjudicó, y que esa clase de tradiciones son hermosas,
buenas e inofensivas sólo porque van acompañadas de bonitas luces y colores? Mediante
semejantes ceremonias y mediante su propia actitud, los padres provocan en el niño la
temerosa certeza de la propia maldad, una certeza que quedará para siempre archivada
en el inconsciente. Al mismo tiempo le imposibilitan la percepción de la crueldad a la que
El saber proscripto Alice Miller, 1990
se somete, y provocan una futura ceguera. Si las madres no hubieran tenido que reprimir,
treinta años antes, crueldades similares, tendría los ojos abiertos y prestarían oídos a la
situación de sus hijos, y sin duda no los entregarían a las amenazas, el miedo y la
vergüenza y la burla públicos, y no lo dejarían solos. Sin duda no necesitarían durante
todo el año la ayuda de san Nicolás para chantajear a sus hijos y convertirlos a su vez en
chantajistas. Por el contrario, harían lo posible para que sus hijos tuvieran que reprimir
menos cosas y para que más tarde, ya adultos, fueran capaces de asumir una mayor
responsabilidad sobre sus actos.
Algunas personas me acusan de exagerar cuando califico de malos tratos a lo que ellos
consideran una educación severa pero "normal", que "nada tiene de extraordinario". Pero
es que justamente el hecho de que ese tipo de educación esté tan extendido lo que hace
necesario poner en guardia contra él.
El saber proscripto Alice Miller, 1990
ALICE MILLER
http://www.alice-miller.com/sujet/eng.htm
http://en.wikipedia.org/wiki/Alice_Miller
http://www.alice-miller.com/sujet/framen.htm
Alice Miller PHD (b. 1923) is a psychologist noted for her work on child abuse and its
effects upon society as well as the lives of individuals. She was born in Poland and raised
and educated in Switzerland. She gained her doctorate in Psychoanalysis in 1953 in
Zurich, Switzerla nd.
She became strongly disenchanted with her chosen field after many years spent as a
practising psychoanalyst. Her first three books originated from research she committed
herself to as a response to what she felt were major blind spots in her field; however by
the time her fourth book was published, she no longer believed that psychoanalysis was
viable at all. Drawing upon the work of Psychohistory, Alice Miller has analysed such
subjects as Adolf Hitler, Jurgen Bartsch, and many artists such as Pablo Picasso, Virginia
Woolf, and Franz Kafka to find links between their childhood traumas and the outcome of
their lives.
Miller states that all instances of mental illness and crime come about as a result of
trauma that occurred in childhood and was not adequately made up for by a helper which
she has come to term an Enlightened Witness. She extends this trauma to include all
forms of child abuse, including those that are commonly accepted (such as spanking and
time -outs) which she calls poisonous pedagogy.
In the 1990s Miller strongly supported a new method from J. Konrad Stettbacher, who
was later charged with incidents of sexual abuse. Since then she has refused to bring
forward therapist or method recommendations. She explained her decision and how she
could fall for Stettbacher and her opinion on regressive therapies in the open letters
'Communication to my readers' and 'Note to my readers'
Bibliogra phy
? Prisoners of Childhood: The Drama of the Gifted Child (1981) ISBN 0465062873
El saber proscripto Alice Miller, 1990
? For Your Own Good: Hidden Cruelty in Child-Rearing and the Roots of Violence
(1983) ISBN 0374522693
? Thou Shalt Not Be Aware: Society's Betrayal of the Child (1984) ISBN 0374525439
? Banished Knowledge: Facing Childhood Injuries ISBN 0385267622
? The Untouched Key : Tracing Childhood Trauma in Creativity and Destructiveness
ISBN 0385267649
? Pictures of a childhood : sixty-six watercolors and an essay ISBN 0374232415
? The Drama of the Gifted Child: The Search for the True Self (1996) ISBN
0465016901
? Paths of Life: Seven Scenarios (1998) ISBN 0375403795
? Breaking down the wall of silence : the liberating experience of facing painful truth
ISBN 0525933573
? The Truth Will Set You Free: Overcoming Emotional Blindness (2001) ISBN
0465045847
? The Body Never Lies: The Lingering Effects of Cruel Parenting (2005) ISBN
0393060659
? Childhood Trauma
? The Political Consequences of Child Abuse
External links
Pictures of a Childhood
In "Pictures of a Childhood", Alice Miller explores the connection between
childhood and that creative activity which "somehow permits us to give form to
the chaos within and thereby master our anxiety." Having realized in the early
seventies a lifelong desire to paint, Dr. Miller found an unfamiliar world
emerging from her paintings: not the "nice" world of her childhood, to which
she had always testified, but one of fear, despair and loneliness. Meditating on
her spontaneously executed watercolors - sixty -six of which are reproduced
here in full color - and their implications, Dr. Miller offers an analysis of the
roots of creativity in the authentic self's struggle for survival. Farrar Straus
Giroux 1986
New York, Penguin USA, new edition 1996 back
For Your Own Good - Hidden Cruelty in Child-rearing and the Roots of
Violence
In this book, Alice Miller opens our eyes to the devastating effects of education and
care purporting to have "the child's best interests" in mind. She does this first by
analyzing what she calls the "pedagogic approach", and secondly by describing the
childhood of a drug addict, a political leader (Adolf Hitler), and a child-murderer.
Her book succeeded in conveying not just factual (and hence uninvolving) but also
emotional awareness of the way in which psychoses, drug addiction and crime
represent a deferred and indirect expression of experiences undergone in early
infancy. For a child to develop naturally, it needs respect from its caregivers,
tolerance for its feelings, awareness of its needs and sensibilities, and authenticity
on the part of its parents. This authenticity manifests itself in an upbringing style in
which it is the personal freedom of the parents - and not educational dogma - that
imposes natural limits to the child. Farrar Straus Giroux 1983, new edition with a
new preface 2002 reviews back
El saber proscripto Alice Miller, 1990
Prisoners of Childhood
The common bond unifying the three studies in this volume is a concern with the
factors operative in loss of the self and the routes leading towards the achievement
of true identity. "The Drama of the Gifted Child" (and "gifted" here means
"sensitive", "aware") has its roots in an intuitive apprehension of the parents' needs
by the child at a very early stage. The child adapts to those needs by learning not to
feel its most intense feelings, once it has realized that those feelings are considered
undesirable. Although these "prohibited" feelings cannot always be avoided at a
later stage, they remain split off; this means that the most vital part of the true self
is not integrated into the personality. The result is emotional insecurity and
impoverishment (loss of self), either expressed in the form of depression or fended
off via grandiosity. The examples cited sensitize us to the mute, inarticulate
suffering of the child and help us to penetrate the idealizations serving to conceal
that suffering. It also opens our eyes to the tragedy of the parents; their
unavailability and inaccessibility prove to be the fruit of their availability as children.
Basic Books 1981, in UK "The Drama of Being a Child" review back