Nuestra identidad, nuestro yo, se va forjando desde
el período más primitivo (en el útero materno), hasta todas las situaciones y
relaciones que conforman nuestra realidad actual. Cada una de las etapas
evolutivas y la manera en que cada persona las vive, van creando los mecanismos
de nuestro carácter, que definirán la forma en la que nos desenvolvemos.
Las ETAPAS más importantes las divido en:
- Embarazo y parto: el tipo de embarazo, la relación con la madre y su entorno y el parto, influyen y mucho, en el desarrollo posterior del niño.
- Crianza: los primeros meses serán clave para la formación de la personalidad. Aquí, tendrá mucho que ver el tipo de apego que exista entre los padres y el bebé. La lactancia, ayudará a crear ese vínculo y a que el niño pueda empezar a sentirse más “seguro” y protegido en este mundo.
- Infancia: en esta fase el niño empieza a darse a conocer al mundo, con lo que además de las relaciones parentales, también será importante el contexto social en el que viva a la hora de empezar a crearse una identidad propia.
- Adolescencia: tiempo de cambios internos, cuestionamientos y necesidad de autoafirmación.
- Vida adulta: última fase en la que el carácter y la personalidad ya están definidos, pero donde las preocupaciones empiezan a surgir pudiendo desestabilizar el equilibrio interno afianzado durante los años anteriores.
Una vez conocidas estas etapas, ya estamos en
disposición de entender que nuestro carácter, para poder dar respuesta a cada
una de las etapas, va creando toda una serie de mecanismos de defensa (coraza
del yo) que por un lado, nos libran de la conciencia del sufrimiento, pero por
otro, todos los elementos traumáticos y disfuncionales que se reprimen, los va
almacenando en nuestro cuerpo, influyendo de forma inconsciente en nuestra vida
y en nuestras relaciones.
Mientras todos esos mecanismos soporten la presión
interna y el estrés del exterior, podremos mantener un cierto equilibrio. Pero
cuando nuestra “coraza” se desajusta por algún elemento actual que nuestro “yo”
es incapaz de soportar, entonces comienza a aparecer la enfermedad y los
síntomas de sufrimiento emocional.
Para poder llegar a aliviar esos síntomas y
restablecer dinámicas vitales saludables, la psicoterapia que se realice, por
una parte, deberá ser capaz de entender tanto los condicionantes históricos
que han conformado la parte inconsciente y caracterial de la persona, como su
realidad actual. Y por otra, conseguir que la persona pueda ir siendo
consciente de su ser, de manera que entienda e integre los motivos que le han
llevado a esa situación para poder así empezar a tomar el control de su vida.
Existen diferentes líneas de trabajo, pero con la que
yo me siento más identificado es la PBC (Psicoterapia Breve
Caracteroanalítica), que deriva de la corriente psicodinámica y que ha sido
sistematizada por Xavier Serrano. Este enfoque, consigue desbloquear esas
partes inconscientes que están provocando el síntoma, a través de diferentes
técnicas psicocorporales y dotando de herramientas a esa persona para que pueda
manejar de forma óptima todos esos condicionantes que le han estado influyendo.
Llegados a
este punto y con ganas de contaros al detalle esta forma de trabajo, os espero
en mi próximo artículo.
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