Merecido voto de castigo / Editorial del semanario Desde la Fe de la Arquidiócesis de México 12 junio 2016

Merecido voto de castigo


Pese al abstencionismo, que continúa siendo una pesada carga en la construcción de nuestra democracia, es de aplaudir la actitud madura de muchos mexicanos que salieron a votar en las elecciones del pasado 5 de junio. Y es que, al parecer, hemos entendido que nuestro voto tiene la rara peculiaridad de hacer reaccionar a muchos políticos cínicos, quienes siguen pensando que, hagan lo que hagan, seguirán disfrutando del poder y de la impunidad.
Ahora, quienes han salido favorecidos con el voto ciudadano, deben tener cuidado de no caer en optimismos ramplones, pues la población, más que elegirlos a ellos, votó en contra de los peores, de los corruptos, de los cínicos, de los vividores, de quienes chupan los recursos de los pobres sin el menor asomo de culpa. El voto de castigo fue una muestra del hartazgo de una sociedad que se cansó de ser pasiva y espectadora, ante un gobierno federal, y gobiernos estatales, caracterizados por su ineficiencia, indolencia, desvergüenza, y una indecente corrupción.
Desde los tiempos aciagos del presidente José López Portillo, la sociedad mexicana no había vuelto a vivir un saqueo de sus recursos como viene aconteciendo con en el actual gobierno. Y todavía se preguntan: ¿por qué el mal humor de los mexicanos? ¿acaso es posible ser optimistas cuando un puñado de políticos vividores se enriquece obscenamente, mientras que la mitad de la población vive en una insultante pobreza?
No cabe duda que el hartazgo ante la corrupción, la ineficiencia y la impunidad, así como la imparable violencia y la inseguridad en la que vive secuestrada la ciudadanía, han sido los factores que llevaron a la derrota del partido en el poder. Por eso, hace unas semanas, nos preguntábamos en este espacio si el Presidente de la Republica no tenía prioridades que atender antes de hacer una propuesta legislativa destructora de la familia, de sus derechos y de sus valores. Ante dicha agresión de la Presidencia a la sociedad, ésta se ha movilizado de forma sorprendente en las redes sociales y en las calles, manifestando un rechazo total a una iniciativa –que se pretende autoritaria–, y detrás de la cual está el intervencionismo extranjero de poderosos lobbys auspiciados por la Organización de las Naciones Unidas, que financian esta perversión de los valores en los que secularmente se ha organizado de manera natural la familia y la sociedad.
No hay duda que la sociedad, inconforme con esta imposición destructiva e inmoral, ha reaccionado, y ha emitido un voto de castigo al Presidente y a su partido político, el mismo que, cabe recordar, propuso en la Ciudad de México la ley criminal del aborto, y que en varios estados, aún contra el sentir de la sociedad, ha aprobado los mal llamados “matrimonios entre personas del mismo sexo”.
Ante el descalabro electoral del partido en el poder, cabría preguntarnos: ¿quién mal aconsejó al Presidente para tener “contentos” a un grupo minoritario y a oscuros lobbys internacionales que vienen destruyendo los valores sociales y familiares? ¿Pensó el Presidente que una propuesta tan desafortunada le bastaría para cancelar la mala imagen de México y de su gobierno en materia de derechos humanos, y borrar tragedias como la de Ayotzinapa? ¿Quién le dijo que la prensa internacional dejaría de ser incisiva en la vigilancia y crítica a la violación sistemática de los derechos humanos que se viene registrando en el país? ¿Cuántos votos le iba a dar la ingenuamente llamada comunidad lésbico-gay, que está tan dividida y pelada?
La sociedad ha hecho muy bien en echar fuera a los políticos corruptos e ineptos, a los funcionarios cínicos y vividores; ahora, los gobernantes recién electos deben cumplir su promesa de hacer justicia y no permitir que los delitos de sus corruptos antecesores queden una vez más en la impunidad o en el olvido.

Por su parte, el Presidente y su partido deben respetar a la sociedad, que exige que se retire la propuesta de otorgar falsos derechos a las personas con preferencias homosexuales, a quienes, no obstante, se les puede dar una alternativa jurídica –que no sea el Matrimonio– para salvaguardar sus verdaderos derechos. El gobierno tiene la responsabilidad de atender los problemas que son verdaderamente graves como la inseguridad, la caída incontrolable de la economía, el combate a la corrupción, y a recuperar una verdadera vocación de servicio a la sociedad que gobierna y que ya no está dispuesta a dejar pasar por alto el cinismo, la corrupción y la inmoralidad.

Editorial del semanario Desde la Fe
Arquidiócesis de México 12 junio 2016

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