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La oscura realidad del hombre de mediana edad de la que nadie se atreve a hablar
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LO QUE LOS DATOS REVELAN

La oscura realidad del hombre de mediana edad de la que nadie se atreve a hablar

El suicidio suele afectar a aquellos sectores de la sociedad más desfavorecidos. ¿Qué quiere decir que haya aumentado entre los varones solteros de más de 45 años?

Foto: Las estadísticas dejan entrever una realidad terrible para muchas personas. (iStock)
Las estadísticas dejan entrever una realidad terrible para muchas personas. (iStock)

Durante años, las estadísticas sobre suicidios fueron un tabú periodístico. Ahora que el velo se está retirando, una fea realidad está emergiendo. No se trata solamente de que el número de personas que deciden acabar con su vida sea mucho mayor del que pensábamos, sino que somos incapaces de explicar por qué en algunos sectores de la sociedad los datos se han disparado.

Uno de ellos es el de los hombres de mediana edad, cuyo rápido aumento ha hecho saltar las alarmas en países como Estados Unidos. Como señalaba un reciente informe realizado por el National Center for Health Statistics, los suicidios han aumentado en un 24% durante los últimos 15 años en todos los grupos sociales (exceptuando entre los mayores de 75 años y los negros). Especial atención han recibido los varones blancos de entre 45 y 54 años que, como recuerda una investigación publicada en 'Pnas', han sufrido un sensible incremento de las tasas de muerte por causas externas, entre las que se encuentran el abuso de drogas o alcohol, pero también los suicidios, con un 43%.

El suicidio es más común entre aquellos que nuestra sociedad valora menos

No se trata de una realidad exclusivamente estadounidense. Si nos fijamos en los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2014 3.910 personas se suicidaron en ESpaña. 2.938 de ellos eran hombres, por 972 mujeres. En total, un 20% más que en el año 2007, justo antes de la crisis. La triste tendencia se replica a nivel global. Como señalaba un informe publicado por la Universidad de Oxford en 'The British Journal of Psychiatry', las dificultades económicas han provocado un aumento sensible de los suicidios en todos los países occidentales. Los autores estiman en 10.000 las muertes causadas en todo el mundo por la crisis económica.

La minoría que no lo parece

Que una crisis económica tan dura como la padecida durante los últimos años dispare los suicidios, por mucho que los autores ingleses califiquen sus resultados de “mayores de los que podíamos prever”, resulta comprensible. Lo que no lo es tanto, en apariencia, es que en países como EEUU haya afectado a sectores sociales en principio no son especialmente vulnerables, como es el de los hombres blancos. Eso sí, como señalan los datos, la mayor parte de ellos carecen de estudios universitarios y no están casados. Como señaló una investigación publicada en 2005 en 'Public Health Reports', los hombres solteros de EEUU tienen 3,5 más posibilidades de suicidarse que los casados (en el caso de las mujeres, la tasa era de 2,8).

El profesor Frederik Deboer recuerda en un artículo publicado sobre el tema en 'Foreign Policy' que “el suicidio se concentra entre aquellos que nuestra sociedad valora menos”. Es lo que ocurre con los nativos americanos, cuyas tasas de suicido aumentaron un 38% para ambos sexos durante la última década y media, o las adolescentes que, como señala un artículo publicado en 'Medical Daily', se encuentran en su máximo histórico, con un crecimiento de un 200%.

Lo que plantea la siguiente pregunta: ¿y si los datos pueden interpretarse, precisamente, como un síntoma de que los hombres blancos de mediana edad, la supuesta mayoría, empieza a sentirse inútil? Quizá se trata, como apunta Deboer, de una cruel paradoja generada por “la herencia del privilegio blanco”: “Ya que han disfrutado tradicionalmente de una mayor riqueza y prestigio cultural que la gente de color, pueden sentir que el desempleo, la pobreza y las humillaciones que esto conlleva son más difíciles de digerir”.

En regiones del Medio Oeste de EEUU, pobladas por hombres mayores solteros, en paro y con armas a su alcance, los suicidios se han multiplicado

Para entender un poco mejor qué puede estar pasando conviene fijarse en los estados de Arizona, Colorado, Idaho, Montana, Nevada, Nuevo México, Oregón, Utah y Wyoming. O, mejor dicho, el “cinturón del suicidio”, según el nombre que dio a dicha región del Medio Oeste americano el sociólogo Matt Wray de la Universidad de Nevada. “Se trata de regiones desproporcionadamente pobladas por hombres de mediana edad que están envejeciendo solteros, sin relaciones, a menudo sin trabajo y con acceso a armas”, explicaba en 'Freakanomics Radio'. La nueva fórmula del suicidio invisible.

La rana que hierve

Como ocurre siempre que se habla del suicidio, es muy difícil desentrañar por completo las causas que conducen a él. Lo social se cruza con lo íntimo y el hecho de que se trate de un tabú no ayuda al diagnóstico; de ahí que, en la mayor parte de casos, intente afrontarse como un problema global o que, directamente, se obvie, en cuanto que se considera que el suicido es una de las fallas inherentes a toda sociedad. La única solución es, según dicha lógica, aprender a vivir con ello. Sin embargo, el aumento del número de muertes por este motivo (en España el número se ha duplicado durante los últimos 30 años) señala una tendencia preocupante, causada en parte por motivos coyunturales como la crisis económica, pero también por la creciente sensación de abandono y desamparo de determinados sectores de la sociedad.

Se trata de una situación tanto más paradójica en cuanto que el aumento de los suicidios se corresponde con el descenso de otras causas de muerte, como los accidentes de tráfico o los decesos asociados a las enfermedades, gracias a los avances de la medicina. “El suicidio opera fuera de la lógica funcional que explica esos descensos”, explica Deboer. “Tenemos muy pocas opciones útiles cuando se trata de parar a alguien que ha decidido matarse”. Es como si, a medida que hemos controlar el mundo que nos rodea, hubiésemos perdido la capacidad de encontrar soluciones para los problemas internos de los miembros que conforman la sociedad.

Hay otra buena razón por la que esta epidemia ha permanecido en el silencio tanto tiempo. No solo es un tema deprimente –en muchos casos tabú–, que provoca el rechazo de muchas personas, sino que su paulatino crecimiento ha provocado que pasase desapercibido hasta que ha sido demasiado tarde. Es el conocido como síndrome de la rana hervida: si dicho animal se mantiene en agua calentada a muy baja pero constante velocidad, esta terminará hirviendo y, el animal, muriendo sin llegar a darse cuenta de que se encuentra en peligro. Además, añade el profesor, la sociedad sigue sin saber qué narrativa proporcionar al suicidio, que sigue sufriendo el estigma de ser “la solución del cobarde”.

La ausencia de artículos es comprensible si se compara con el disco de Beyoncé o el nuevo capítulo de 'Juego de tronos'

En realidad, quizá simplemente se trate de que no nos interesa la gente que se quita la vida. Y en eso, Deboer resulta despiadadamente irónico a la hora de formular sus quejas: “La relativa ausencia de reflexiones es comprensible cuando se compara con temas como el último disco de Beyoncé o el nuevo capítulo de 'Juego de tronos', que son fuentes de alegría para muchos”, señala. Pero también parece, a ojos del gran público, un problema mucho menos acuciante que el Estado Islámico o el cambio climático, aunque sea más probable que cualquiera de nosotros muera por su propia mano que ejecutado por un terrorista.

Durante años, las estadísticas sobre suicidios fueron un tabú periodístico. Ahora que el velo se está retirando, una fea realidad está emergiendo. No se trata solamente de que el número de personas que deciden acabar con su vida sea mucho mayor del que pensábamos, sino que somos incapaces de explicar por qué en algunos sectores de la sociedad los datos se han disparado.

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