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Por Javier Esteinou
Número 39
Con
motivo de la celebración internacional del XXV aniversario
del Informe MacBride, es conveniente reflexionar sobre las aportaciones
y repercusiones que provocó para evaluar que tanto se cumplió
el espíritu de tan trascendente propuesta político-cultural
sobre las directrices de comunicación para las sociedades
contemporáneas del siglo XX. Para ello, es necesario recuperar
el caudal de ideas y alternativas que aportó en los años
80s. aquel importante debate pionero a escala mundial para intentar
crear un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación.
Ante
ello, es necesario recordar que en 1980 el irlandés Sean
MacBride, fundador de Amnistía Internacional y premio Lenin
y Nobel de la paz, preparó la propuesta denominada Informe
MacBride con el fin de estudiar los principales problemas de
la comunicación y que fue aceptado por consenso en la Conferencia
General de la UNESCO, en Belgrado. Durante el proceso de gestación
del Informe MacBride, la UNESCO fue escenario de fuertes
tensiones entre países partidarios y detractores por intentar
promover políticas nacionales de comunicación, hasta
el extremo de convertirse en un factor clave para comprender la
posterior salida de los Estados Unidos y el Reino Unido de la UNESCO.
Estas posiciones se aglutinaron en relación a dos conceptos
antagónicos durante décadas y continúan hasta
la actualidad: Nuevo Orden Mundial de la Información y la
Comunicación (NOMIC) v.s Libre Flujo de la Información
(free flow of information).
Examinando la
vigencia de los planteamientos formulados hace 25 años por
el Informe MacBride; hoy podemos decir al principio del siglo XXI,
que dichos postulados no se han satisfecho y siguen siendo plenamente
vigentes para la agenda política, cultural e informativa
de la sociedad del nuevo milenio, especialmente, cuando hoy se discute
en Ginebra y el Túnez, en la UNESCO el proyecto de elaboración
de la nueva Sociedad de la Información. En consecuencia,
su marco y visión comunicativa de la sociedad, en la mayor
cantidad de los rubros propuestos siguen pendientes de construirse
y deberá ser una directriz central que tendrán que
rescatar el corazón de los proyectos de cultura y comunicación
contemporáneos para construir naciones y comunidades humanas
más equilibradas.
Dentro
de los muchos planteamientos que formuló hace más
de dos décadas el Informe MacBride, destacan, entre
otros, por su importancia vertebral para ser retomados en la actualidad,
particularmente después de que los Estados Unidos se volvió
a incorporar a la UNESCO el 1 de octubre de 2003; los siguientes
5 aspectos: La unidireccionalidad de la comunicación, la
concentración vertical y horizontal, la trasnacionalización,
la alineación informativa y la democratización de
la misma.
En
cuanto a la unidireccionalidad de la comunicación, el Informe
MacBride, señaló que “la comunicación
es un intercambio permanente entre interlocutores iguales o al menos
recíprocamente responsables. La comunicación basada
en un intercambio y un diálogo libres, no solamente es más
auténtica y más humana, sino que además constituye
una mejor salvaguarda de la armonía social” 1.
Sin embargo,
también existe la circulación de la información
que es vertical en lugar de horizontal y se efectúa, en parte,
en una sola dirección, de arriba abajo. Esta concepción
de la comunicación tiende a eclipsar el objetivo, igualmente
importante que consiste en fomentar el acceso y la participación
del público. En éste modelo el hombre y la mujer corrientes
se sienten excluidos y piensan que la destreza y el material profesional
son condiciones indispensables para la comunicación.
La comunicación
de tipo estrictamente vertical caracteriza a las sociedades que
se basan en un sistema de estratificación social rígido,
jerárquico y selectista. Los sistemas de información
muy centralizados y rigurosamente controlados de circulación
vertical, dirigida de arriba abajo, están admirablemente
adaptados a las sociedades que reprimen la disensión y la
discrepancia con respecto a la política oficial y a los que
imponen unos modos de comportamiento.
En las sociedades
adelantadas, la circulación vertical produce un volumen considerable
de información. Pero esta información suele ofrecerse
sin discernimiento, sólo va dirigida a un público
preciso y definido y no ha sido concebida en función de exigencias
y necesidades humanas. Por ello, se ha hablado de una carga excesiva
de información, que puede convertirse en fuente de confusiones
mentales, alineación, repliegue en uno mismo y pasividad.
En
la actualidad esta realidad que se describió hace 25 años
sigue existiendo con las mismas características en el terreno
comunicativo nacional e internacional. Por ello, es conveniente
adoptar las medidas que desde más de dos décadas recomendó
el Informe MacBride, para evitar la verticalidad de la
comunicación, y que al respecto señaló que
para transformar esta situación, es necesario acelerar la
participación creciente de un mayor número de personas
en las actividades de comunicación, para facilitar el progreso
de las tendencias a la democratización de todo el proceso
de comunicación y una expansión de las corrientes
de información pluridireccionales, procedentes de una multitud
de fuentes: hacia arriba, hacia abajo y horizontalmente2.
En
cuanto a la concentración vertical y horizontal de la comunicación,
el Informe MacBride, señaló que “la
industrialización tiende a estimular la concentración
de la comunicación mediante la formación de monopolios
u oligopolios en materia de acopio, almacenamiento y difusión
de la información. La concentración actúa en
tres direcciones: a) integración horizontal y vertical de
empresas que actúan en el sector informativo y recreativo;
b) participación de empresas pertenecientes a ramas industriales
diferentes e interesadas por la expansión de los medios de
comunicación social (cadenas de hoteles o de restaurantes,
compañías aéreas, constructores de automóviles
o empresas mineras interesadas por la prensa, producción
de películas e incluso por el teatro); y c) fusión
e interpenetración de diversas industrias de la información
(creación de grandes conglomerados que abarcan múltiples
medios de comunicación social).”3.
Aunque
a veces se debe a razones o presiones políticas, en los principales
sectores de la comunicación, “la concentración
viene provocada sobretodo por las condiciones que rigen la obtención
de beneficios en los mercados nacionales y mundiales, y por la circulación
de capitales. La concentración se deriva de varios factores,
como son: a) las tendencias fundamentales de las economías
de mercado; b) las tendencias a la homogenización de la información,
de las mensajes y del contenido; c) las presiones económicas
derivadas de los cambios técnicos en materia de edición
y distribución; d) la presión de la competencia para
obtener ingresos derivados del tiraje y la publicidad; e) la competencia
entre los diferentes medios de comunicación social; f) la
uniformización de los “productos culturales”;
g) la existencia de periódicos que no responden a una necesidad
económica o social precisa; h) el aumento de los gastos de
producción y la reducción de los ingresos publicitarios;
i) la fusión organizada de periódicos; j) los acuerdos
administrativos, las medidas de fomento financiero, y las normas
fiscales que van en detrimento de las empresas independientes; k)
los procesos recesivos generales; y m) la inexistencia de nuevos
recursos financieros” 4.
En
los países industrializados, la concentración sigue
rumbos muy diversos, como son: a) apropiación creciente de
los medios de comunicación social por el sector privado;
b) extensión de distintas empresas en diferentes campos (noticias,
productos culturales, producción de medios de programación
y fabricación de material destinado a la industria de la
comunicación); c) aumento del numero y de la importancia
de las cadenas de periódicos; d) concentración de
diarios y de diversas publicaciones periódicas diarias, semanales,
mensuales en mismo editor; e) fusión de periódicos
y de sociedades de distribución; f) control de la prensa
por industrias o bancos; g) fusión de la prensa con otros
órganos de información; y h) importancia creciente
de las actividades de los medios de comunicación social dominantes5.
Dicha
realidad que se expuso hace más de dos décadas sigue
existiendo con las mismas características en el actual mapa
comunicativo nacional e internacional. Por ello, es conveniente
adoptar las medidas que recomendó el Informe MacBride,
para evitar la concentración de la comunicación, y
que al respecto señaló que “es necesario tomar
medidas jurídicas eficaces para: a) limitar la concentración
y la monopolización; b) conseguir que las empresas transnacionales
acaten los criterios y las condiciones especificas definidos en
la legislación y en la política de desarrollo nacionales;
c) invertir la tendencia a la reducción del número
de responsables cuando esta aumentando la eficacia de la comunicación
y la dimensión del público; d) reducir la influencia
de la publicidad sobre la redacción y los programas de radiodifusión;
y e) perfeccionar los modelos que permiten fortalecer la independencia
y la autonomía de los órganos de información
en materia de gestión y de política de redacción,
independientemente que sean privados o públicos”6.
En
cuanto a la trasnacionalización de la comunicación,
el Informe MacBride, señaló que “en
el plano internacional los modelos de comunicación se parecen
mucho a los demás que se aplican en los demás sectores
de la vida económica. El fenómeno de la transnacionalización
ha afectado prácticamente a todo el sector de la comunicación,
de forma que la producción, los servicios y los mercados
periféricos son controlados mayoritariamente por los centros
hegemónicos”7.
En
resumen, “la industria de la comunicación está
dominada por un número relativamente pequeño de empresas
que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución,
están situadas en los principales países desarrollados
y sus actividades son transnacionales. La concentración y
la transnacionalización son consecuencias, quizás
inevitables, de la interdependencia de las diferentes tecnologías
y de diversos medios de comunicación, del costo elevado de
la labor de investigación y desarrollo y de la aptitud de
las firmas más poderosas cuando se trata de introducirse
en cualquier mercado. Estas tendencias existen en muchas industrias,
pero la comunicación constituye un sector especial. Los medios
de comunicación transnacionales ejercen una influencia capital
sobre las ideas y las opiniones, sobre la evolución, para
bien o para mal, de todas las sociedades. De ésta manera,
a las empresas transnacionales les incumbe una responsabilidad especial
en el mundo actual, ya que su posición dominante en materia
de información hace de ellas un elemento de la estructura
que determina el desarrollo de los modelos económicos y sociales
y la sociedad tiene derecho a insistir que la asuman”8.
Esta
realidad diagnosticada internacionalmente hace 25 años por
el Informe McBride continúa existiendo en la actualidad
de manera ampliada a todos los niveles comunicativos. Por ello,
con miras a contribuir a salvaguardar la democracia interna y a
fortalecer la independencia nacional es necesario considerar las
siguientes 5 alternativas para fortalecer las políticas de
comunicación en los países desarrollados:
Primero, es
necesario formular una política cultural nacional encaminada
a fomentar la identidad y la creatividad culturales, recurriendo
a los medios de comunicación social como sus instrumentos
de apoyo. Semejante política debe incluir directrices que
salvaguarden el desarrollo cultural nacional, al mismo tiempo que
faciliten el conocimiento de las demás culturas. Cada cultura
realza su propia identidad comparándose con las demás.
Segundo, las
políticas de comunicación y cultura deberían
de facilitar el acceso a los medios de comunicación social,
tanto de los creadores como de diversos grupos que están
en la base de la sociedad, para que puedan expresarse y hacer oír
su voz; lo cual constituiría una base de dialogo cultural
permanente entre las diversas comunidades.
Tercero, se
requiere formular directrices compatibles entre el contenido de
la publicidad, los valores y actitudes que fomenta; y los proyectos
de identidad y desarrollo de las sociedades donde actúan.
Cuarto, ciertas
restricciones de la concentración de los recursos pueden
ser de interés público. Por ello, un requisito indispensable
es que el público pueda conocer las estructuras de propiedad
de los medios de comunicación social.
Y
quinto, debe formularse normas básicas, directrices o un
código de conducta relativos a las actividades de las empresas
transnacionales para velar que no descuiden o no coloquen en peligro
los objetivos nacionales y los valores socioculturales de los países
que las acogen. A éste respecto la Comisión Sobre
las Empresas Transnacionales de las Naciones Unidas debería
dedicar especial atención a las implicaciones de las implicaciones
de las actividades de éstas empresas en los campos de la
comunicación, la información y la cultura”9.
Con la aplicación
de estas medidas y otras más, se podría balancear
el desmedido peso ideológico y educativo que ejercen las
empresas transnacionales sobre las estructuras culturales y sociales
de la periferia donde actúan.
En
cuanto a la alineación informativa, el Informe MacBride,
destacó que “al mismo tiempo que prolifera el desarrollo
de las comunicaciones en los últimos años poniendo
al mundo exterior al alcance de millones de personas que antes vivían
en comunidades aisladas; ahora surgen dos preocupaciones centrales.
Primero, el desarrollo de la comunicación puede convertirse
en una amenaza para la calidad de la cultura y de los valores que
ésta encarna. Segundo, la apertura indiscriminada a nuevas
impresiones transmitidas por los medios de comunicación de
masas, aleja al público de su propia cultura”10.
En
éste sentido, debido a la “rapidez y al impacto de
la explosión de la comunicación social se han observado
efectos nocivos. La concepción de la realidad de mucha gente
queda obscurecida o deformada por mensajes de los medios de comunicación
social. El rápido aumento del volumen de información
y distracciones ha traído consigo un cierto grado de homogenización
de las diferentes sociedades, al paso que paradójicamente
los individuos pueden quedar mas radicalmente cortados de la sociedad
en que viven, debido a la penetración de los medios de difusión
en sus vidas. La introducción de nuevos medios, en particular
de la televisión, en las sociedades tradicionales ha zarandeado
las costumbres seculares, las prácticas culturales ancestrales,
las aspiraciones sociales y los modelos económicos. Con mucha
frecuencia lo benéfico de la comunicación moderna
que difunden deformaciones y distracciones insólitas producidas
en las ciudades, conllevan influencias negativas que perturban el
orden social. En casos extremos, los medios de comunicación
han pisoteado y deformado modelos socioeconómicos que tenían
varios siglos de antigüedad”11.
La
súbita “introducción de los medios de comunicación
de masas ha reforzado que las comunicaciones interpersonales resulten
mas difíciles y tensas. Debido a que la información
de los medios llega a millones de individuos éstos ejercen
una influencia común en los públicos de las ciudades,
de los suburbios y del campo y sobre personas que tienen convicciones
ideológicas y religiosas diferentes y que proceden de estratos
étnicos muy diversos. Así, los estilos de vida, las
costumbres, los hábitos, los gustos, las preferencias, las
creencias y las opiniones tienden a deformarse en detrimento de
la variedad y el individualismo. Con apoyo de las industrias audiovisuales,
las empresas transnacionales han introducido en la periferia cosmovisiones
extranjeras perjudiciales para la estructura de valores locales
fundamentales12”.
Frente
a ésta añeja realidad el Informe MacBride señaló
que “es necesario que los gobiernos y los órganos de
poder instrumenten las siguientes 6 políticas generales:
Primero, el establecimiento de un sistema de comunicación
nacional como requisito para salvaguardar una cultura floreciente.
Segundo, los medios de comunicación social deben quedar totalmente
ensamblados en el sistema de comunicación, que a su vez,
debe tener las características privativas del país
y conciliar los medios tradicionales de comunicación y los
modernos. Tercero, para garantizar la supervisión, el desarrollo
y la eficacia de la pluralidad comunicativa, los medios tradicionales
de información deben actuar de forma imbricada con los modernos.
Cuarta, de debe fortalecer la comunicación interpersonal
para horizontal para atenuar los excesos de la comunicación
vertical. Quinta, se debe fomentar las culturas endógenas
frente a la intrusión de culturas externas y modernas. Finalmente,
sexta, es prioritario desarrollar, vía los canales de difusión,
las lenguas nacionales que en muchos países han cedido su
lugar a lenguas coloniales13”.
Finalmente,
en cuanto a la democratización de la comunicación,
el Informe MacBride, señaló que “los
derechos humanos no puede existir sin la libertad de palabra, de
prensa, de información, y de reunión. La transformación
de esas libertades en un derecho individual o colectivo más
amplio a comunicar es un principio evolutivo en el proceso de democratización”14.
Las
necesidades de “una sociedad democrática en materia
de comunicación deben quedar satisfechas mediante la formulación
de derechos específicos tales como el derecho a ser informado,
el derecho a informar, el derecho a la protección a la vida
privada y el derecho a participar en la comunicación pública,
que encajan todos ellos en el nuevo derecho a comunicar. En vísperas
de lo que cabría calificar de una nueva era en materia de
derechos sociales, todas las implicaciones del derecho a comunicar
deben ser el objeto de un minucioso análisis”15.
Por
sus inmensas posibilidades “de influir en el espíritu
y en el comportamiento de los individuos, la comunicación
puede ser un modo vigoroso de promover la democratización
de la sociedad y de ampliar la participación de los ciudadanos
en la adopción de las decisiones. Esto depende de las estructuras,
de las prácticas y de la gestión de los medios de
comunicación social, así como de la medida en la cual
faciliten un más amplio acceso a la comunicación,
al abrirla a un intercambio de libre de ideas, de informaciones
y de experiencias entre interlocutores situados en un plano de igualdad,
sin predominio alguno ni discriminaciones”16.
Sin
embargo, 25 años después de difundirse el Informe
McBride, hasta el momento, estos aspectos se encuentran
muy lejos de haberse alcanzado. Ante ello, el Informe planteó
la necesidad de considerar los siguientes aspectos:
1.-
Que los países “amplíen las fuentes de información
que necesitan los ciudadanos en su vida cotidiana. Se requiere emprender
un examen minucioso de las leyes y reglamentos vigentes para reducir
las limitaciones, las cláusulas secretas y las restricciones
de diversos tipos en las prácticas de información”17.
2.-
Se debe abolir la censura o el control arbitrario de la información.
En los sectores en los cuales estén justificadas unas restricciones
razonables, éstas deberían quedar definidas en una
ley, su aplicación estar sometida al control judicial y ceñirse
a los principios formulados en la Carta de las Naciones Unidas,
la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los demás
instrumentos que adopte la comunidad de naciones”18.
3.-
Los obstáculos y las restricciones que se derivan de la concentración
de la propiedad de los órganos de información, independientemente
de que sean públicas o privadas, merecen analizarse con toda
profundidad para encontrar sus vías democratizadoras. Se
debe proceder a un examen critico del problema de las condiciones
financieras que se imponen a los órganos de información
y de las medidas adoptadas para reforzar la independencia de la
redacción”19.
4.-
Por último, se deben tomar medidas jurídicas eficaces
para limitar la concentración y monopolización; conseguir
que las empresas trasnacionales acaten los criterios y las condiciones
específicas definidas en la legislación y en las políticas
de desarrollo nacional; invertir la tendencia a la reducción
del número de responsables cuándo está aumentando
la eficacia de la comunicación y la dimensión del
público; reducir la influencia de la publicidad sobre la
política de redacción y los programas de radiodifusión;
y perfeccionar los modelos que permiten fortalecer la independencia
y autonomía de los órganos de información”20.
Con
el rescate de los postulados básicos que promovió
el Informe MacBride se debe replantear la construcción
de un nuevo orden mundial de la información que equilibre
los enormes desajustes comunicativos y culturales que está
ocasionando la aplicación indiscriminada de la Ley del Mercado
Informativo sin contrapesos reguladores. De lo contrario, cada vez
más se formará una cultura y comunicación salvajes
que no impedirá sobrevivir a los seres humanos del siglo
XXI.
Notas:
1
Un solo Mundo. Voces Múltiples. Comunicación e
Información en Nuestro Tiempo, Sean MacBride, Fondo
de Cultura Económica (FCE) y UNESCO, México, D.F.,
1980, paginas, 260 a 262.
2 Ibid, paginas 264.
3 Ibid, paginas 184 a 185.
4 Ibid, paginas 184 a 185.
5 Ibid, paginas 186 a 187.
6 Ibid,
pagina 453.
7 Ibid, pagina 189.
8 Ibid, pagina 190 a 197.
9 Ibid, pagina 197 y 198.
10 Ibid, pagina 278.
11 Ibid,
pagina 279 y 280.
12 Ibid, pagina 279 y 280.
13 Ibid, pagina 281 a 288.
14 Ibid, pagina 449
15 Ibid, pagina 450.
16
Ibid, pagina 451.
17 Ibid, pagina 451.
18 Ibid, pagina 451.
19 Ibid, pagina 452.
20 Ibid, pagina 453.
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación
de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Xochimilco, México, D.F. |