De padre a padre ¡¡¡Nosotros también podemos!!!

De padre a padre, experiencias de un padre con la L

Anoche tenía mi mujer una cena de trabajo.

A bote pronto, esto suponía un reto múltiple.

fathe and baby

Por un lado, salvar la situación de desamparo que parece que sufre nuestro hijo cada vez que se separa diez segundos de su madre.

Por otro, ser capaz de prepararle el biberón y tenérselo listo a tiempo (fijaos que no digo “que se lo tome”. Ése no ha sido nunca un problema para este niño…) y a tiempo quiere decir antes de que pierda los nervios porque de-vo-ra.

Por último, y no menos importante, dormirle y hacerlo de tal modo que consiga un sueño profundo y pueda durar, al menos, hasta que regrese su madre. De padre a padre, no es que no le haya dormido nunca, todo lo contrario, es bastante habitual que lo haga. Pero siempre cuento con la inestimable presencia de mi mujer que se convierte en ayuda de emergencia cuando es necesario. Y, a veces, es necesario.

baby father

El caso es que justo antes de irse mi mujer, quiso tener a nuestro bebé en brazos un rato. Yo pensé: “Ya verás lo que me va a costar que pare de llorar cuando se vaya”. Sin embargo, la casualidad se alió conmigo porque justo cuando salía su madre por la puerta entraba una visita que esperábamos y mi hijo tiene mamitis pero, por encima de todo, es más cotilla que una portera y se quedó “ojoplático” siguiendo cada paso de la visita. Primera batalla ganada porque una vez que pasan los primeros momentos, la cosa va bien.

Curiosamente, le conseguí dormir no a base de biberón sino a base de “Cuentacuentos”. Me maravillo del doctorado psicológico de los inventores de estos entretenimientos infantiles. ¡Les dejan abobados perdidos! Así, después de seis Arcas de Noé, tres Tallarines, un Burrito y dos Elefantes a punto de dormir, se me fue recostando sobre el pecho, signo inequívoco de que ya era mío.

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Le dejé en la cuna y me dio tiempo de sobra para prepararme la cena, comerla y ver algo la tele, todo antes de que sus llantos me hicieran ir corriendo a la cocina, lo primero, para ir calentando el agua donde atemperaría el biberón con la leche que previamente me había dejado mi mujer. Como la física del calor es más lenta que la velocidad del sonido, el insistente llanto de mi pequeño me iba taladrando el tímpano hasta que decidí cogerle en brazos y llevarle a la cocina hasta que estuviera listo el bibe. Nada más cogerle le dije: “Tranquilo, que papá está aquí” y se calló. No sé si se da cuenta de la manía que tenemos los padres de hablar en tercera persona como si su padre y uno mismo fuésemos personas distintas pero, en fin…

Soportó con un sollozo ligero el tiempo hasta que se calentó el biberón y, cuando estuvo newborn fatherlisto, sentados en la cama, llegó la mejor parte de la noche. Le puse en posición, recostado sobre mi brazo y le fui dando el biberón mientras él, como en signo de agradecimiento por ser alimentado (hecho que creía de exclusivo disfrute de su madre), me agarraba con su manita el dedo meñique de la mano con que yo sostenía el biberón y no dejaba de mirarme fijamente.

En ese momento pensé que la felicidad existía y se alojaba junto a nosotros. Y también pensé que es maravilloso que mi mujer se ocupe de casi todas estas cosas todos los días pero es fantástico ver que uno puede hacerlo también. De padre a padre…

¡¡¡Nosotros también podemos, chicos!!!

 

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Un Padre con la L
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