Está en la página 1de 5

Captulo 1. La voz en la oscuridad. Oscuridad, sangre y unos ojos muertos mirndome, es el ltimo recuerdo que tengo de ella.

Las primeras luces del alba lo descubrieron bajo un pequeo puente de piedra, se despert poco a poco debido a la claridad y sin saber dnde estaba. Le costaba pensar, en un momento de lucidez se dijo a si mismo que era debido al frio. No senta las extremidades e intent moverlas mientras abra los ojos dbilmente, doloridos por la claridad de la maana. Una gruesa capa de barro helado le cubra las manos y las piernas hasta las rodillas. Se despert de golpe al ver la costra de sangre que le cubra la mayor parte del torso. Aterrorizado como una animal acorralado se puso en pie sin hacer caso de las punzadas dolorosas que su cuerpo le transmita por haber estado toda la noche a la intemperie. Con el repentino movimiento un sonido metlico repiqueteo a su lado. Se gir para ver de dnde provena y encontr a su lado una espada de acero sin funda. Mir en todas direcciones antes de agacharse a recoger el arma, una vez en su mano el peso le proporcion cierta paz que no senta desde sus das de soldado. La calma de aquel que aun vindose en peligro sabe defenderse con una hoja afilada en su poder. Se acerc entonces al pequeo riachuelo y sin soltar la espada en ningn momento comenz a lavarse. Tirit de frio pero el agua le ayud a despejarse, no poda recordar que haba pasado, lo ltimo que le vena a la cabeza era estar en el templo del Creador junto a Aristine. Pensar en ella le produjo un desasosiego que no poda explicar y sin embargo una pequea parte de l silencio ese sentimiento de forma tajante. Tengo que volver a casa se dijo mientras se quitaba los ltimos restos de barro de las botas. As que sali de debajo del puente a la trmula luz de la maana, una tenue niebla se levantaba alrededor procedente de las partes ms profundas del rio, por lo que tard un poco en darse cuenta de dnde estaba. Con pasos cansados y aterido de frio, con la espada desnuda en la mano recorri lo que se le antoj como un pueblo fantasma. Los vecinos no salan al escucharlo llegar, la seora Dellavie no estaba en su jardn en el que sus herramientas yacan tiradas sin orden ni concierto alguno. No haba nadie en los campos a medio segar, el invierno estaba casi encima del pas y sin embargo no encontr a nadie trabajando. Anduvo por el camino principal del pueblo, ningn sonido destacaba entre la niebla excepto el de sus pasos cansados. Lleg al pozo comunal que se encontraba en la plaza central y se detuvo a beber un poco de agua, tras haber sacado un poco con el cubo se llev el cazo a los labios, sin embargo escupi el lquido

inmediatamente. El agua saba fatal, como si un animal hubiese cado dentro y hubiera muerto all abajo. Escupi un par de veces ms y se alej en direccin a su casa. En un momento dado le pareci escuchar el sonido de unas alas y sinti el aleteo junto a su odo. Levant la espada en un acto reflejo y, tras comprobar que no haba nada ni nadie, continu su camino. Con cada paso sus sentidos se ponan ms alerta, hasta que lleg un momento que se encontr avanzando en una postura de combate que haba aprendido de joven, cuando l y sus compaeros haban realizado incursiones a campamentos enemigos. Su casa se eriga en una pequea colina en el lado norte del pueblo, una casa que comparta con Aristine, la sacerdotisa del pueblo. Si bien eran pareja nunca se haban casado pues el culto al Creador prohiba a las sacerdotisas contraer matrimonio, cosa extraa ya que no les impeda compartir sus vidas con hombres ni tener hijos. La verdad es que a Medan le daba igual, se queran y para l no importaba nada ms. La casa se vea a duras penas entre la niebla, que se haba ido espesando conforme pasaba la maana. Las paredes aparentaban ser negras desde donde se encontraba y el rbol que haba junto a ellas, que siempre le haba parecido bello a Aristine, mostraba una silueta oscura y amenazante. A pesar de todo se dijo que eran imaginaciones suyas, que quizs se haba dado un golpe en la cabeza esa maana de camino a la campia y haba cado al rio que lo habra arrastrado hasta debajo del puente. Le pareci escuchar una risa que le puso los pelos de punta, volvi su vista haca la espada que tena en la mano y luego distradamente toc con la otra la mancha de sangre que haba en su camisa. No deba hacer caso a sus sentidos, all estaba pasando algo, algo malo. Con cuidado se aproxim a la entrada de la casa y encontr la puerta abierta. Empuj suavemente la madera que se desliz silenciosamente haca dentro. No pareca que hubiese nadie all, ningn sonido sala del pequeo saln as que entr y mir en las dems habitaciones. Nada, la casa estaba vaca. Se acerc a una pared de su habitacin donde colgadas en un simple expositor de madera se encontraban su estoque y su pistola de avancarga, las agarr con cierta reticencia armas buenas, muchas muertes. Se sobresalt ante ese pensamiento pero decidi hacer caso omiso de l y se ajust las armas al cinto. Recogi de la cocina un cuchillo de caza que sola usar para despellejar animales y junto a su funda se lo ajusto a la caa de la bota. Quizs hubiera pasado algo pens mientras se armaba, alguna brote de peste o alguna incursin, que si bien eran extraas en esos das no es que no hubiese ocurrido antes. Quizs haban huido no, Aristine no se ira, ella estara en el templo. El templo bien podra haberse refugiado todo el mundo all reflexion. Estaba hecho de mrmol blanco, erigido por algn santn como parte del camino

que el Creador recorri en la antigedad, las pesadas puertas de madera podran ser atrancadas desde el interior, all se podra resistir durante das. Apret con decisin la empuadura de la espada encontraday se agarr al marco de la puerta ante una imagen que apareci en su cabeza extremidades, cuerpos rotos y abiertos, sangre por todas partes . Reprimi una arcada. Cuando se hubo recuperado se pas una manga por la frente, que a pesar del fro se le haba perlado de sudor al sufrir ese episodio de ansiedad, pues no era la primera vez que tena uno, aunque los recordaba ms bien como pesadillas sufridas durante la noche. Frecuentes en los aos pasados como soldado, slo despus de haber conocido a Aristine desaparecieron, en otro momento le hubiese preocupado, sin embargo tena que buscarla, eso era lo importante ahora. Esta vez no se molest en seguir el camino del pueblo, las continuas visitas al templo haban sido tema de juegos y carreras entre los dos para ver quin llegaba antes a casa y conoca caminos entre la maleza que le permitiran llegar en pocos minutos. Se adentr en los campos detrs de la casa, corriendo rpido y agachado, con cuidado de no tropezar con nada. En un momento dado se dio cuenta de que algo ms faltaba. Los pjaros no haba escuchado ninguno desde que se haba despertado bajo el puente. han huido, se gir en redondo, espada en mano y permaneci callado un momento. No pero crea no poda ser. Con una ltima mirada de desconfianza a su espalda reanudo el camino haca el templo. Se irgui para atisbar por encima de las plantas que lo rodeaban, entre el verde interminable debera verse el templo, pero la espesa niebla le impeda ver ms all de unos pocos metros. Continu avanzando y cuando consider que ya se encontraba lo suficientemente cerca para escuchar baj el ritmo para aproximarse en sigilo. Aguz el odo. Nada. El silencio continuaba dominando el pueblo. No, espera ah. Un murmullo bajo, que podra confundirse con el viento. Provena de la direccin donde se encontraba el templo. Esperanzado, pero an con cautela, sigui acercndose a la construccin. Sus columnas de mrmol blanco se le antojaron de un gris sucio cuando consigui verlas entre la niebla. La maleza le ocultaba del camino y observ las puertas del templo abiertas de par en par como las fauces de una gran bestia, el interior estaba oscuro, sin ninguna luz que iluminase sus entraas. El murmullo se volvi un poco ms audible, indudablemente provena del interior de la construccin, pero no consegua entender que decan. De lo nico que estaba seguro era de que no eran las oraciones que se solan recitar en los oficios que presida Aristine. Pues l, pese a no ser muy devoto, asista con asiduidad slo para verla all arriba, vestida con sus ropas blancas. Examin los alrededores en busca de alguna amenaza pero no hall nada inusual ms all de la fantasmagrica atmsfera que dominaba el pueblo desde que

se haba despertado. Decidido a averiguar de una vez por todas lo que ocurra se desliz fuera de la maleza, espada en mano, en direccin a la entrada del templo. Sin saber por qu su corazn comenz a latir cada vez ms deprisa conforme suba los peldaos del templo que, estaba seguro, haban sido blancos el da anterior. Ahora mostraban un aspecto sucio y carcomido, como si los hubiesen rociado con algn tipo de cido. Los murmullos se convirtieron entonces en una letana lenta y montona cuando lleg al prtico del santuario. Las palabras eran claramente distinguibles ahora, sin embargo poda afirmar con toda seguridad de que estaban expresadas en un idioma que l no conociera y que le revolva el estmago. La cadencia y sucesin de las distintas vocales y consonantes eran demasiado extraas para que procediesen de una voz humana. Simplemente, las personas no estaban hechas para hablar de ese modo. Con el corazn martillendole en el pecho desenfund su pistola y con la eficacia que da la prctica la carg con la plvora, un proyectil y el correspondiente taco de papel. Durante todo el proceso los murmullos le pusieron los pelos de punta. Ya sintindose todo lo preparado que consideraba que poda estar se adentr en la oscuridad del templo. En cuanto cruz el dintel del santuario le asalt un dolor ardiente en el pecho, acorde al siseo de la carne siendo achicharrada. Solt un grito involuntario ante el repentino tormento que sufra y en los recovecos de su mente otro grito, cruel e inhumano, despertaba en consonancia al suyo. El dolor comenz a remitir tan rpidamente como haba aparecido. Medan, sudando y respirando con dificultad, agarr la camisa manchada de sangre seca para comprobar qu diablos haba sido aquello. En su pecho, como grabado a fuego, haba un crculo y en su interior complejas formas geomtricas. Runas horribles y sanguinolentas, brillantes an por el intenso calor, recorran el crculo. -Pero qu? -Albarak hkiozar, du molarek! grit alguien. Sudando y an con el estigma de su pecho brillando en la oscuridad aprest la armas, girando en busca de la posible amenaza. -Dejate ver! respondi Medan. -Kioh valarak? pregunt la voz. -Qu dices? No entiendo esa lengua. respondi Medan todava buscando a su interlocutor. -Preguntaba si podas entenderme, obviamente no es as. contest la voz. Un escalofro recorri la espalda de Medan, esa maldita voz no sonaba mejor en la lengua del Creador. -Quin eres? Dnde ests? Medan apunt con su pistola haca la oscuridad pues ya no conceba que pudiese venir de otro sitio.

-Debes de estar bromeando no recuerdas nada? -No s de qu hablas, sabes dnde est la gente del pueblo? Por qu no te dejas ver? As podremos hablar ms tranquilamente. inst Medan al desconocido. -No me digas que has vuelto al templo, maldito humanoes que quieres que nos maten? la voz posea ahora un deje de furia mal contenida que ofusc la mente de Medan por un momento. Espera pens Medan, cmo que maldito humano? humano, mono, estpido, elige t mismo le respondi una voz en su cabeza. -Cmo? estoy en tu cuerpo le interrumpi la voz de nuevo. -Qu-qu eres? tartamude Medan, haciendo un visible esfuerzo para que las armas no cayeran de sus manos temblorosas. -Ah, es cierto no nos presentaron adecuadamente. Encantado de conocerte Medan, no creo que pudieses pronunciar mi nombre aunque yo estuviese dispuesto a decirte el verdadero. As pues, llmame Keltzar y s, soy un demonio.

También podría gustarte