La triste historia del matemático que murió de hambre

Reconocimiento escaso

El investigador ruso Yakov Perelman, del que hoy se celebra el 75º aniversario de su muerte, ayudó a popularizar la ciencia

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Yakov Perelma y su contribución a la divulgación de la ciencia

Oktay Ortakcioglu / Getty

Hay personajes a los que la historia no ha tratado demasiado bien. Y no porque nos haya llegado de ellos una visión inexacta, sino porque casi no nos ha llegado nada. Es el caso del divulgador científico ruso Yakov Perelman, del que hoy se cumplen 75 años de su muerte. Es verdad que la figura de Perelman es conocida relativamente entre los miembros de la comunidad científica, pero poca gente de a pie ha escuchado siquiera alguna vez su nombre. Y lo peor de todo es que es precisamente a ellos a los que la obra de este divulgador iba dirigida.

Yakov Isidorovich Perelman nació un 4 de diciembre de 1882 en la ciudad de Grodno (provincia de Bialystok que por aquellos tiempos formaba parte del Imperio ruso y que ahora pertenece a Polonia). Su padre trabajaba como administrativo en una fábrica textil y su madre era profesora de educación primaria. Poco antes de cumplir un año, el pequeño Yakov se quedó sin su progenitor, lo que hizo que la educación de él y de su hermano recayera sobre los hombros de su madre.

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El divulgador científico, Yakov Perelman

Libros Maravillosos / Montaje: Mario Chaparro - LV

Cuando todavía no contaba con 13 años, entró en el primer curso de primaria de la escuela de oficios de Bialystok, donde tendría la suerte de tropezar con profesores que no sólo se limitaban a compartir sus conocimientos, sino que hacían todo lo posible para enseñar a sus alumnos a pensar por sí mismos (y a no abandonar ante la aparición del primer obstáculo).

Fue ahí precisamente donde el joven Yakov inició su vocación divulgadora. Con 16 años, publicó un ensayo en la Gaceta Provincial de Grodno -bajo el pseudónimo Y. P.- que rebatía las predicciones de los oráculos del momento. Éstos defendían que el fin del mundo estaba cerca y que sería una lluvia de estrellas la que daría la estocada final. Junto a sencillos cálculos fáciles de recordar, comparaciones acertadas y un tono desenfadado, Perelman se atrevió a cuestionar tales predicciones explicando a los lectores que el fenómeno en cuestión, la lluvia de asteroides de las Leónidas, más que una amenaza sería un magnífico espectáculo para la vista.

Su primer éxito, ‘Física Recreativa I’

Esa fue la antesala de todo lo que vendría después: libros de divulgación de matemática, física y astronomía recreativa. Sería en 1913 cuando Perelman publicaría la primera parte del libro que lo daría a conocer: Física Recreativa I. No sólo los lectores quedaron prendados con la obra, sino los mismos físicos.

En este sentido, el profesor de física de la Universidad de San Petersburgo, Opest Danilovich Xvolson, no dio crédito en su momento a que el autor del libro no fuera un físico de carrera (Perelman había estudiado silvicultura en el Instituto Forestal de San Petersburgo no por la disciplina en sí, sino porque en ese centro se impartía una excelente enseñanza superior en matemáticas y física). “Nosotros tenemos muchos silvicultores, pero hombres que puedan escribir libros de física como usted no hay ninguno”, escribió Xvolson.

“Nosotros tenemos muchos silvicultores, pero hombres que puedan escribir libros de física como usted no hay ninguno”

Opest Danilovich Xvolson
Profesor de física de la Universidad de San Petersburgo

A partir de ahí, Perelman se dedicó en cuerpo y alma a la divulgación. Tras Física recreativa I llegaría Astronomía Recreativa, Mecánica Recreativa, Aritmética Recreativa, Álgebra Recreativa, Geometría Recreativa, Matemáticas Recreativas… convirtiéndose así en una figura importante dentro de la divulgación científica. “Lo que hizo fue comunicar ciencia de forma popular”, explica a La Vanguardia Raúl Ibáñez, matemático y profesor de la Universidad del País Vasco. “Él escribía pequeños artículos divulgativos sobre, por ejemplo, cuestiones matemáticas (sistemas de numeración, números grandes, ecuaciones de segundo grado…) y a la vez lo compaginaba con problemas de ingenio, que es el objetivo de la matemática recreativa”, agrega.

Pero incluso iba un paso más allá. Y es que Perelman aprovechaba la resolución de los problemas de ingenio “para contar otras cosas”. “La propia solución te ponía encima de la mesa otras cuestiones que te hacían pensar, disfrutar”, relata Ibáñez. “Y lo hacía en ese estilo de la vieja escuela: no planteaba directamente un problema, sino que muchas veces lo que te contaba era una historia. Lo ponía en un cierto contexto realista”, agrega.

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Perelman dedicó su vida a la divulgación

shinki_chen / Getty

Los libros de Perelman han tenido más de 300 ediciones solamente en Rusia, con una tirada de 15 millones de ejemplares. Además, sus obras han sido traducidas al alemán, al francés, al italiano, al checo, al portugués, al búlgaro, al finlandés, al inglés y a otras muchas lenguas. Pero a pesar de ello, Perelman sigue siendo un desconocido para muchos.

“Estuvo en un lugar que no fue muy adecuado para tener una difusión a nivel mundial”, esgrime Ibánez. “Venía de Rusia, y sus libros fueron publicados por una editorial pequeña [Mir, ya desaparecida]”, subraya.

Cierto auge

Pero la figura de Perelman ha experimentado un cierto resurgir en los últimos años. Y todo gracias a la tarea de dos personas, ninguna de ellas científico, que quedaron impresionadas por la obra del divulgador ruso. El chileno Patricio Barros se topó en 1967 con el libro que puso en el escaparate en su momento a Perelman (Física recreativa I) cuando cursaba su segundo año de la carrera de ingeniero civil en la Universidad de Chile. Un libro que, años más tarde, Barros acabaría subiendo a la red y con el que se tropezaría el español Antonio Bravo, que trabaja en el mundo de la comunicación.

Barros y Bravo entendieron que los escritos de Perelman no podían caer en el olvido, y por eso decidieron recopilar todas la obras del autor y subirlas a internet. “Hubo un libro que no estaba en español y lo compré en ruso”, explica Bravo a La Vanguardia. “Y su biografía me la facilitó una persona de Rusia que tenía mucha información sobre él. Pero, claro, me la pasó en ruso y la tuvimos que traducir. También tradujimos el libro ‘Geometría recreativa’”, recuerda.

“La ciencia no tiene por qué ser aburrida. Todo se basa en cómo lo expliques”

Antonio Bravo
Libros Maravillosos

Ambos se muestran orgullosos de que Perelman “sea ahora conocido también en el mundo hispano”. Hay escuelas en Sudamérica, que participan en olimpiadas matemáticas, que usan para prepararse el material sobre el investigador ruso que Barros y Bravo colgaron en su portal Libros Maravillosos. “¡Hemos resucitado a Perelman!”, exclama Bravo, quien destaca “la forma divertida y entendible” que tenía el científico nacido en Grodno para explicar disciplinas tan, en principio, arduas como las matemáticas. “La ciencia no tiene por qué ser aburrida. Todo se basa en cómo lo expliques”, señala.

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Yakov Perelman, como su mujer, pereció de hambre

Nastasic / Getty

La figura de Perelman queda incluida dentro de la terna de divulgadores de prestigio que conforman nombres como, entre otros, Édourd Lucas o Sam Loyd. “Para mí Martin Gardner es el gran divulgador, pero creo que casi todas las personas que nos hemos preocupado alguna vez por las matemáticas recreativas o por la divulgación matemática conocemos el nombre de Yakov Perelman”, defiende Ibáñez.

Este matemático, sin embargo, apunta a que la figura del divulgador ruso ha quedado “algo anticuada”. “Hoy, a lo que hacía él, le añadiríamos muchas ilustraciones, incluso un diseño más bello. Las publicaciones de Mir eran austeras, de mucho texto”.

Trágico final

Ni siquiera su trágica muerte ayudó a que Perelman ocupara un lugar más prominente en la historia. El bloqueo nazi de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial fue mermando poco a poco las energías del divulgador científico, quien movido por los sentimientos patrióticos colaboró con el ejército soviético. Entre otras iniciativas, elaboró algunos manuales de orientación que serían de utilidad en operaciones militares. Incluso una década antes, había jugado un papel decisivo en el proyecto del primer cohete soviético.

En enero de 1942 llegó el primer revés: su mujer, la doctora Anna Davidovna Kaminskaya, moría por desnutrición mientras hacía guardia en un hospital. Se había casado con ella 27 años antes. Dos meses después fallecía él por el mismo motivo. “Saber que murió de hambre me impresionó y me dolió”, recuerda Bravo.

Es verdad, Perelman no es el autor de ningún descubrimiento científico. Tampoco hilvanó ninguna teoría que representara un antes y un después en el mundo de la investigación. Pero fue fiel a la ciencia y durante cuarenta y tres años intentó hacer llegar el conocimiento de la manera más ingeniosa y didáctica de la que fue capaz a todo aquel que quisiera. Y eso, sin duda, bien merece un cierto reconocimiento.

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