Tomo 20

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PERSONAL DEL MUSEO RICARDO E. LATCHAM C. . . .D irector. ENRIQUE E. G IG O Ü X .................... Je fe de la Sección Zoolcgia. MARCIAL R. ESPINOSA B. , . .J e fe de la Sección B o tán ica (C riptcigam la). HUMBERTO FUENZALIDA V. . .Je fe de la Sección Geología. EMILIO U R E T A .................................Jefe de la S ecclrá E ntom ología. RODULPO A. I^HILIPPI B............... Je fe de la Sección Aves ChUenas. CARLOS MUSOZ P ............................ Jefe de la Sección B o tán ic a (F anerogam ia). REBECA A. DE VARGAS . . . .A yudante de la. Sección B otánica. GUILLERMO MAiNN F ......................E ncargado de la Sección M am íferos Chilen'os. GRIíTE M O S T N Y ..............................E n ca rg ad a de la Sefccián Aiqueología. ALBERTO FRAGA G .........................Bitoliotecario. LUIS MOREIRA G ..............................T axiderm ista. ALBERTO MENDEZ P. . . . . .T axiderm ista.

Dirección: MUSEO NACIONAL DE mSTORIA NATURAL. (Quinta Normal de A sricoltura). Casula 787 — Teléfono 91206 — Santiago de ChUe.


B O L E T IN M USEO

N A C IO N A L

DE

DEL H IS T O R IA

NATURAL



BOLETIN DEL

MUSEO NACIONAL DE HISTORIA NATURAL Tomo XX

Santiago <¡e Chile

IM P. “EL ESFUERZO" Eyzaguirre

1942

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A N T R O P O G E O G R A F IA P R E H IS T O R IC A D E L N O R T E D E C H IL E P o r R IC A R D O E . L A T C H A M

Fuera del reducido círculo de los que se han preocupado de la «(rqueología del país, el tem a que presentam os es práctica­ m ente desconocido. La prehistoria chilena, hasta ahora, ha sido m u y p oco estudiada y, en general, ha despertado escaso interés. N uestros historiadores del sig lo pasado, propagaron una serie de errores respecto de los ind ios del país, los que quedaron arraigados de tal manera en la enseñanza que se creyó in ú til hacer m ayores investigaciones. ■Se su p on ía que desde C oq u im ­ b o al sur, la raza indígena había sido hom ogénea y de estir­ pe araucana. Se im aginaba que dicho pueblo v iv ía en estado de salvajism o y que só lo con la llegada de los incas se in tro ­ d u jo entre ellos los vestig io s de cultura m ás adelantada que en­ contraron los españoles a su arribo. E l territorio, que h o y fo r ­ m an las provincias septentrionales de C hile, era m uy poco co­ nocido durante los prim eros tiem pos de la , colonia y en todo caso form aba parte del virreinato del Perú. Se form ó la ide.^ de que esa región era poblada só lo en la costa por reducidas tribus de pescadores y qüe el interior era desierto y deshabi­ tado. T o d o s estos conceptos son erróneos, com o hem os dem os­ trado en num erosas publicaciones y conferencias, durante lo s ú ltim o s treinta años, aun cuando tod a v ía se repiten en los te x ­ tos de historia. E n el presente artículo no pensam os repetir lo s argu­ m entos que nos asisten para hacer sem ejantes declaraciones res­ pecto del centro y sur del país, concretándonos a exponer a l­ gunos datos referentes a la distribución geográfica de lo s an ti­ guos pobladores d e la s provincias del norte, en las diferentes épocas de su existencia.


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Antes de todo debemos advertir que la. prehistoria se des­ entiende de las fronteras políticas o nacionales de los países his­ tóricos. Los flujos y reflujos de las migraciones de los pueblos que tendremos ocasión de mencionar hacen variar, de tiempo en tiempo, los limites territoriales de dichas entidades. Por otra parte, precisa tomar en cuenta que no existían naciones en el sentido moderno de la palabra. Cada tribu y cada .agru­ pación se mantenía independiente de las demás, confede­ rándose solamente en ocasión de un peligro común. Por pueblos, entendemos el conjunto de aquellos grupos que ha­ blaban una misma lengua y practicaban una misma cultura. Los nombres que empleamos para denominar tales pueblos son los consagrados por la costumbre, pero en ningún caso corres­ ponden a los empleados por los indígenas mismos para nom­ brarse. De los más antiguos pobladores del norte de Chile sa­ bemos muy poco o nada. De vez en cuando se han encon­ trado, generalmente cerca de la costa, cráneos humanos o fragm«ntos de ellos, de un tipo distinto de los pertenecientes a épocas posteriores. Son ellos de paredes muy gruesas (un cen­ tímetro o m ás), pesados, angulosos, con los huesos de la cara macizos, frente estrecha y pómulos bastante salientes. El mis­ mo tipo se ha encontrado en otras partes del continente, casi siempre en la región costina. Algunos antropólogos han dado el nombre de “raza paleo-americana” al pueblo a qu£ pertene­ cían estos restos y suponen que puede haber formado la pri­ mera ola de los primitivos pobladores de Aimérica. Creen que sus posibles sobrevivientes, ya bastante mezclados,, serían los yahganes del extremo sur de Tierra del Fuego. T odo esto es, sin embargo, problemático. En diferentes partes de la costa se han encontrado otros vestigios humanos de gran antigüedad, sin que tampoco se pueda señalar para ellos una época aproximadamente segura. Dichos vestigios consisten en instrumentos de piedra, de tipo paleolítico, que sin duda datan de unos tres o cuatro mil años y quizá mucho más. Semejantes instrumentos se habían halla­ do esporádicamente en diversas localidades, pero en condiciones que hacían dudar de su antigüedad. El descubrimiento hecho en Taltal por el señor Augusto Capdeville, de grandes depósi­ tos de tales instrumentos, que ocupaban las capas inferiores de enormes cónchales, dejó sin lugar a duda, la existencia de un período en que la única cultura era paleolítiía, aun cuando, probablemente, no era contemporánea con el paleolítico de Europa.


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M uchos siglos después, nuevas m igraciones, avanzando p or la costa, trajeron consigo una cultura m ás adelantada, aun­ que tam bién pertenecía a la edad de piedra. Esta cultura, lla ­ m ada v“ n eo litica ” , bastante prim itiva en sus principios, siguió evolu cion an d o paulatinam ente durante largo tiem po, ocupan­ d o m uchas veces las m ism as localidades y aun lo s m ism os cón ­ chales que lo s anteriores pobladores, ■ya desaparecidos p o r ,m o ­ tiv o s desconocidos. E stud iand o los tipos a n trop ológicos de los restos h u m a­ nos prehistóricos disem inados p or el largo de la costa chilena, se llega a la conclusión de que fué poblada por ana serie de olas sucesivas, pero discontinuas, de norte a sur. Cada m i­ gración em pujaba m ás y más al sur a lo s pobladores llegados anteriorm ente, hasta que p oco a poco quedó habitado tod o el litoral, radicándose pequeños grupos en cada caleta abrigad?, donde había abundancia de m ariscos y facilidades de pesca. C uando llegaron los europeos, las tribus aue ocupaban las costas del norte del país, pertenecían a dos tipos étnicos distintos, cuyos caracteres físicos y cuyas lenguas se diferen­ ciaban esencialm ente u n os de otros. L os que m oraban en el litoral desde Arica hasta C ob iia. eran de extracción uro y h a ­ blaban la lengua puquina. M ás al sur. hasta lo s confines m e­ ridionales de la provincia de C oquim bo, habitaban los chan­ gos, p u eb lo que tenía lengua propia que n o se ha conservado. L leg ó a poblarse el interior del país só lo cuando, desde el norte, com enzaron a infiltrarse los conocim ientos de la agri­ cultura, del riego y de la vida sedentaria, al parecer m uy pocos . siglos antes de lo s com ien zos de la era cristiana. E n el tiem p o de la C onquista E spañola, las provincias septentrionales del país, al norte del D esierto de A tacam a, eran escasamente pobladas por un pueblo de agricultores que se ha llam ad o atacam eño, pero cu yo nom bre indígena era “L ikanantai” . La lengua hablada por esta gente se denom inaba ‘‘cunz a ” . Era distinta de la quechua, de la aymará,. de la puquina y de la diaguita o "kakaTi” usada por lo s pueblos de más al sur. E ste hecho nos ayuda a establecer en parte la extensión geográfica del territorio, en otros tiem pos ocupado por dicho pueblo. ■ N ada se puede asegurar respecto del origen de lo s atacam eños. Sin em bargo, hay indicios que hacen creer que antes que llegaran a las provincias septentrionales de C hile, ocuparon toda la parte sur del Perú,' com o igualm ente lo s contornos del L ago T iticaca, desde el C uzco hasta la actual ciudad de La P a z. Se llega a esta conclusión por encontrarse en diferentes


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sitios de la zona refírida, un sinnúmero de denominaciones geográficas derivadas de la lengua cunza, en medio de otras de origen quechua y aymará. ’ La ocupación del mencionado territorio por los atacameños sería en todo caso antes de la lle­ gada a la región de las grandes civilizaciones, cuyos restos, hoy exhibidos en diferentes museos del mundo, asombran por su desarrollo técnicp y artístico. De éstas, las que nos intere­ san por el momento, son las de Proto-Nazca en los valles cos­ tinos de lea y Nazca y de Tiahuanaco en el altiplano bolivia­ no, al extremo sur del lago Titicaca. . < Según la cronología establecida por el Prof. Max Uhle, para las antiguas civilizaciones peruanas, la cultura de ProtoNazca apareció en la costa a comienzos de la era cristiana y la de Tiahuanaco, algo más tarde, llegando a su apogeo entre, los años 600 y 900. La arqueología de las dos zonas ha sido bien estudiada y se ha podido reconocer las diferentes etapas de su desarrollo desde las fechas indicadas hasta la conquista española. Debido a estos conocimientos, se puede asegurar que des­ pués de la radicación de las civilizaciones mencionadas, en sus respectivas zonas, los atacameños no las han ocupado. N o obs­ tante, se hallaron en las regiones donde se establecieron aquellas dos culturas, numerosos nombres geográficos derivados de la lengua cunza o atacameña, lo que hace suponer que los ataca­ meños habitaban estos lugares antes que llegaron a ellos los pueblos más cultos. Uhle opina que el territorio original de los atacameños fuera la ÍJrovincia de Antofagasta y que sus antiguas migracio­ nes o conquistas se dirigían de sur a norte. Al respecto, escribe: “Como su territorio original por el lado de CÍhile, se puede considerar los alrededores del salar de Atacama, comprendida, además, la región del salar de Arizaro, y porque continuamen­ te traficaban en direccipn al mar. para ganar su subsistencia, también toda la zona hasta el río Loa inferior cerca de Tocopilla. Representaban por su cría de animales, con los que trafi­ caban a largas distancias, como también por su fomento agríco­ la, un elemento importante en la civilización de aquellas regio­ nes, y con tales cualidades habrán estado predestinados a lle­ var su tipo de cultura hasta otras regiones, que en un cierto pe­ ríodo no habían progresado todavía en la misma medida. “Parece que se explican así sus-migraciones a regiones: le.íanas del norte. Llenaron todas las provincias de los Chichas y de Lipez, la región entre los grandes salares del oeste de Bolivia y la cordillera del oeste, extendiéndose por toda la


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provin cia de Carangas y los distritos al oeste del río D esagua­ dero. Se posesionaron evidentem ente de una gran parte del lago T itica ca y las llanuras del norte. D en om in aran tod os los picos m ás altos del sur de B o liv ia y de la C ordillera del Oeste, com o el C horolque, T u lu m a , A sanaquc, T apaquilcha, O yagüe, Isluga, Tarapacá, A rintica, P uquintica, Sajama, T o m erape, C apurata, C huquian anta, T oapacá, T acora, T utupacá, y el cerro Capira quedando en duda si lo s nom bres de Illam pu e Illim a n i m uestran igualm ente las influencias de esta lengua. E xtendiéronse por toda la región de la costa, sin parar en T a c na o en Arica. Sus m igraciones los llevaron por M oquegua y la región de A requipa, por el norte hasta lea; de la m ism a manera se a'glomeraron en los valles del curso superior del rio A purim ac y sus afluentes en los departam entos de A purim ac _y A yacuch o,'.in cluyen d o algunas partes del valle de V ilcanota y la cabecera del río Paucartam bo. "E ncontram os sus nom bres geográficos en toda ía costa del sur del Perú, en lo s valles adyacentes y aun en las cabeceras de sus ríos. P'ocos valles del distrito de la sierra de éste que­ daron al parecer libres de nom bres im puestos por ellos a sus localidades, m ientras en varias otras form aron grupos exten ­ sos, con cierta condensación de sus nom bres geográficos en d is­ tritos pequeños. L o s nom bres de los nevados orientales: A u sangate y Sargantay marcan el fin de su extensión al E ste” (1 ) D a una lista de nom bres geográficos derivados del id io ­ ma cunza, que se h allan en estas localidades, lista que podría aum entarse considerablem ente, pero que sirve para confirm ar su tesis. M ás adelante agrega: “La denom inación atacameña de m uchos lugares de la h oya del lago T iticaca es, pues, an ­ terior a la civilización de T iah u a n a co ” . U n p u n to que n o está claram ente coniprobado es aquel de la dirección que llevaron las antiguas m igraciones de lo i atacam eños. N o se ha pod id o constatar si este pueblo se es­ tableciera prim ero en la actual provincia de A ntofagasta y después se extendiera hasta el norte, com o supone U h le, o bien, si el lugar de su origen se hallase en el norte y em igra­ ron hacia e l sur ante el avance de los pueblos más cultos que a com ien zos de la era cristiana llegaron a la costa y la sierra del Perú, com o nosotros creemos más probable. Sea com o fuere, durante la época de T iahuanaco, habían abandonado el litoral de lea, el departam ento de Arequipa y (1 )

U h le , M a x .. F u n d a m e n to s é tn ic o s y a rq u e o lo g ía de A n c ?

P P . 1 6 - 7 . Q u ito

1922.

y

T acna,


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los contornos -del. lago Titicaca, extendiéndose por las pro­ vincias de Moquegua, Tacna, Tarapacá y Antofagasta, ocu­ pando asimismo las punas de Atapm a y Jujuy. Sabemos que la cultura atacameña en todas estas provincias era contempo­ ránea con la civilización de Tiahuanaco, porque en numero­ sos cementerios antiguos de la zona se han encontrado en las mismas sepulturas artefactos de tipos tiahuanaqueños revuel­ tos con otros característicamente atacameños. La población de toda esta extensa región era poco densa. Las localidades habitables eran poco numerosos y muy separadas unas de otras. La mayor parte del territorio con­ sistía de enormes y áridos desiertos, llamados pampas, sin agua v sin vegetación o de montañas igualmente estériles. Muy pocos de los escasos ríos llevaban sus aguas hasta el mar. En la mayoría de los casos se resumían en las arenas a pocos ki­ lómetros de su nacimiento, como el Sama, el Chero, el Capli,na, el Azapá, el Vitor, el Camerones, todos en la antigua provincia de Tacna. Estos ríos nacen en la cordillera occi­ dental de los Andes y sus valles llegan hasta el mar, pero no así su caudal, que se utiliza totalmente ^n el riego de los ikrrenos cultivados hasta donde alcanzan las aguas. Igual co.sa pasaba en los tiem,pos prehistóricos y lá extensión de las siembras en aquellos lejanos tiempos debiera haber 'sido más o menos igual que hoy, pues los centros poblados seña­ lados por los descubrimientos arqueológicos ocupan las mis­ mas localidades que se habitan actualmente. Cada valle en las partes susceptibles al riego fué asiento de un aillo o pe­ queña comunidad de consanguíneos y éstos, muchas veces han conservado sus antiguas denominaciones, como Tomasire, Sama, Yaraguay, Yarastay, Sambalay, Pojsana, Conire, Socoroma, Putré, Humagata, Livilcar, Tampacá, Pumire, Aiatama, Anocarire. Tumaruguire, Humirpa, Cunanocsa, para nombrar algunos de ellos. Estos aillos son generalmente , agrupados, uno tras otro, en las partes altas de los ríos, apro­ vechándose para su ubicación cualquier trecho en que se en­ sanchan algo las quebradas, , dejando terrenos planos que pueden ser regados y cultivados. En la costa, por falta de agua, son muy pocos los puntos habitables y éstos en la ve­ cindad de alguna aguada o donde las corrientes subterráneas permiten extraer agua por medio de pozos. En la provincia de Tarapacá, las condiciones demográ­ ficas son muy parecidas a las de Tacna. La conformación geográfica de esta provincia se presenta, sin embargo, de


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O tra m an e ra , d iv id ié n d o se en cinco fa ja s lo n g itu d in a le s, ds d ife re n te s a ltu ra s so b re el m ar, a sab er: 1.'', las play as y c o r­ d ille ra de la co sta: Z / , las p a m p a s sa litre ra s; 3 .^ la p a m p a de T a m a r u g a l; 4.^, la z o n a su b -a n d in a o de las serranías, y 5 .^ la c o rd ille ra de los A ndes. Para nuestro objeto, só lo nos interesa la cuarta zona, la que hém os llam ad o de las serranías, que son cordones que arrancan del m acizo de los A ndes en sentido perpendicular a su eje, para term inar en la pam pa de T am arugal. Los cordones están separados por profun das quebradas que dansalida a las aguas que descienden, de los A ndes para resumirse en las arenas del T am aru gal. La m ayor parte-de las quebra­ das principales reciben otras en am bos lados de su curso y al­ gunas de estas secundarías tam bién llevan una reducida i..'rriente de agua, raras veces perm anente. L os principales de estos pequeños ríos son, por el ex trem o norte, los afluentes del C am arones (C biza, M iñem iiíe y S u sa ), el C am ina que llega hasta el mar, en Pisagua, el A rom a, el Tarapacá, el N oasa, el M am iña, el Y arvicoya u T asm a, el Q uism a, el Salado, el H uatacondo y más al sur, unas quebradas de poca im portancia que llevan m u y escaso caudal sólo en algunas épocas. Las quebradas de tod os los ríos nom brados se cultiva» en aquellas partes apropiadas y los aillos situados en ella*han existid o desde tiem pos m ilenarios. Sin embargo, m uv pocos de ello s fueron habitados por los atacameños. Con expansión del im perio de T iah uan aco, en el siglo V I o V II, la m ayor parte de las quebradas fueron colonizadas por gru­ p os de collas de h ab la aym ará, procedentes de los altiplan;’b olivian os. Sus descendientes continúan h o y habitando los m ism os lugares. E sto explica porque en dicha región p r e d o m inan lo s nom bres geográficos derivados del aymará, comt> casi la totalidad de las denom inaciones de las quebradas m is­ mas y de las pequeñas poblaciones disem inadas por sus cur­ sos. N ó obstante, los atacam eños no fueron desalojados del to d o p o r la colon ización colla, parece más bien, que hubí’ cierta am algam ación entre los do.-: pueblos y algunos de los aillos todavía conservan .sus nom bres atacameños, com o U sm agam a, Q uistagam a, Q uininta. C huquiananta, Pica, T a ra ­ pacá, A riquilda, T a lta p e y otros. N om bres atacam eños de cerros, quebradas y otros accidentes geográficos son tam bién frecuentes en la provincia. E n la costa de T arapacá encontram os un númexo de e s­ leías, ocupadas en tiem pos lejanos por grupos de pescadores


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de extracción uro y en algunas de ellas, como en Pisagua, Liguale, Chucumata y Chipana, se habían establecido colo­ nias de atacameños. Empero, es en la provincia de Antofagasta donde ha­ llamos el verdadero territorio de los atacameños. En ella loi aillos eran más numerosos y de población más densa, aunque generalmente separados unos de otros por grandes despo blados.. El río más importante y de mayor caudal de todo el norte, el Loa, se halla en esta provincia y a lo^ largo de su curso se había establecido una serie de pueblecitos, algunos de los cuales tenían un número considerable de habitantes,. Aduchos de ellos están todavía poblados por los descendien ­ tes de los antiguos atacameños, pero hay otros cuyas ruinas aun existen, que por varias causas han quedado abandonados desde hace siglos. El Loa, desde su nacimiento en los contrafuertes de los volcanes Miño y Aucanquilcha, corre de norte a sur en un» distancia de más o menos 130 kilómetros, donde se une con el Salado, cerca de Chiu-Chiu. En este curso, el valle, por lo general bastante encajonado, forma de trecho en trecho pequeñas abras susceptibles al riego y en ellas se establecie­ ron escasos grupos de indígenas dedicados al cultivo íel suelo. Los más importantes de estos caseríos eran, Chojo, Yurefata, Chala, Polapi, .Galana, Conchi, Paniri, Incaliri ‘hoy Santa BárlDara), Lasaña y Chiu-Chiu. En el valle del Salado, se establecieron aillos en Putaña, Caspana, Aiquina y Turi. En ambos valles se encuentran las ruinas de otra^ pequeñas poblaciones, cuyos nombres son hoy olvidados. A éstas se dan el nombre genérico de gentilares. A pocos kilómetros al sur de Chiu-Chiu y después de su unión con el Salado, el Loa tuerce su curso en arco al oeste y corre en esa dirección por más o menos 75 kilómetros, hasta el caserío de Miscanti. A poco menos de la mitad de esta distancia, se encuentran las vegas y el pueblo de Calama, siempre el punto de mayor población en todo el curso del río. Desde Miscanti, el Loa vuelve hacia el noroeste, par;i enderezarse directamente hacia el norte hasta Quillagua, a cien kilómetros de distancia, sin que en todo este trecho sus abrup­ tos barrancos formen ninguna abra de alguna importancia. En Quillagua el valle se ensancha en una extensión de cuatro kilómetros, dando lugar a una angosta faja de terrenos planos que han sido aprovechados para la agricultura. A diez ki-


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lóm etros más al norte, en un lugar llam ado A ncachi, el valle vuelve a form ar una pequeña abra, h o y deshabitada, pero en cuyp recinto se hallan las ruinas de un antiguo aillo, con un. gran cem enterio en sus inm ediaciones. A partir de.est« p u nto, el río com ienza una gran curva para correr en seguida hacia el oeste hasta desembocar en el m ar en más o m enos la m ism a latitud de su nacim iento. E n tod o este trecho (5 5 k m s.), los altos barrancos se abren solam ente en C aíate, donde se halla el único vado entre Q uiIlagua y el P acífico. L os centros de m ayor población en toda la h oya del Loa, se hallan en Calam a, en C h iu -C h iu y en Q uillagua, por la m ayor extensión de las vegas y terrenos de cu ltivo en estos puntos. E n tiem pos pretéritos. Lasaña y T u r i debían haber sido tam bién de m ucha im portancia, a ju zgar por sus exten ­ sas ruinas, aunque «n la actualidad abandonadas. (1 ) L as aguas del Loa tienen una fuerte proporción de sales, com o las de la m ayor parte de lo s ríos de la p ro ­ vincia, a lo m enos después de su u nión con el Salado, a pocos kilóm etros al sur de C h iu-C h iu . Este hecho in ­ flu y e considerablem ente en la producción agrícola de la zon a. E n el curso superior del río, hasta C hiu-C hiu, se cu l­ tiva toda clase de chacarería y en la§ antiguas sepulturas dp esa parte del valle se h a lla a ocasionalm ente sem illas de p o ­ rotos y de zapallos, signo que lo s .pobladores de aquellos tiem pos cultivaban dichas especies, co m o hacen sus descen­ dientes de h o y . Desde, la u n ión con el Salado, hasta la des­ embocadura, la única planta cultivada era el m aíz, el cual, a pesar de la salobridad del agua se produce bien y se cultiva hasta ahora. A dem ás de lo s terrenos de cultivo, en diversas partes del valle se h allan extensas vegas con pastos naturales, las que perm iten la crianza de grande tropas de llam as, anim al d o ­ m esticado por los atacam eños en tiem pos m uy rem otos y u ti­ liz a d o com o bestia d e carga, facilitando de esta manera sus migraciones. O tra región que tenía una población relativam ente densa era la h oya del río Atacam a, situada al -sureste de la del Loa. D ic h o río nace en varios brazos, en el ángulo fo r­ m ado .por la C ordillera O ccidental, con ■la Sierra de Barros (1 ) H e m o s d e sc rito estas a n tig u a » tiu d a d e s en u n a rtíc u lo titu la d o ‘ R u i ­ n as P rein c a ic as «n el n o rte de C h ile ” . B o le tín d « t M u se o iN aciona!. T o m o X V , 1936.


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Arana, que se desprende del macizo del volcán Tatio. Corre de norte a sur hasta llegar a las llanuras de San Pedro de Atacama, donde sus aguas se consumen totalmente en regar los predios de los numerosos aillos de esos contornos. A lo largo del curso del río se hallan varios .pequeños caseríos habitados desde antiguo, pero cuyos nombres indí­ genas se han perdido, para recibir otros de origen español, como Machuca, Envidia, Río Grande, San Bartolo, Finca, etc. Casi paralelo al iAtacama y originalmente afluente del mismo, corte el Vilama, que viene a desembocar igual a aquel en la llanura que se extiende al norte del Salar de Ata cama. Es evidente que ambos ríos tuvi«ron su desagüe natu­ ral en este salar, pero como atraviesan la llanura menciona­ da, cuyas tierras son aptas para el cultivo, sus aguas se u ti­ lizaban íntegramente para el riego. Esta llanura, de varios kijómetros cuadrados, ha sido siempre el punto más densa­ mente poblado de todo el territorio ocupado por los atacameños y antes de la Conquista lo era mucho más que ahora, por encontrarse más subdividida la propiedad. Allí se en­ contraban un gran número' de pequeños aillos o comunida­ des, muchos de los cuales continúan en la actualidad, espar­ cidos alrededor del pueblecito de Atacama, hoy llamado San Pedro de Atacama. Los principales de los antiguos aillos eran: Vilama, Sólcor y Tchekar, regados por el Vilama; Sólor, Beter, Túlar, Cúcuter, Catarpe, Cátur, Susques, Collor. Joste. Oloccaca, Yaye, Laracache, Pácsar, Séquitor, Coyo, Poconche, Tevinguiche, Silo, Cuchobrache y Quito, que uti­ lizaban las aguas del río Atacama. El rio Atacama entra en la llanura por una estrecha garganta cerrada por altos barrancos, casi perpendiculares. A la salida de este cañón se destaca un morro, desprendido d: los barrancones por quebradas de erosión. Por tres lados su-> costados caen casi a pique y ,p>or el otro baja en declive más suave hasta la llanura. El morro fué en otros tiempos el asiento de una ciudad fortificada, ahora abandonada, pero que todavía deja ver la importancia que tuvo para los indí­ genas, como defensa de uno de los principales caminos de acceso a la zona habitada, ^ o s Incas reconocieron la impor­ tancia de este punto estratégico y establecieron allí una guar nición y con gente traída de las mesetas del Ecuador, funda ron un nuevo aillo en la vecindad que todavía existe con el nombre de Quito. ' . Detrás del aillo de Vilama, existían otras fortificaciones que defendían la entrada a la llanura del único otro camino


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que , venía del norte. U n a tercera ciudad fortificadaj ■cuya» extensas ruinas tod avía se ven, se halla en las faldas de L icancaur, donde vigilaban el principal cam ino que bajaba de ia Pu na de Atacam a. A juzgar por la extensión de las ruinas de las ciudades y aillos h o y abandonados y de los, que todavía se conservan, se puede suponer que estas llanuras m antenían una población de seis a och o m il habitantes, aunque en la actualidad no pasan de m il quinientos. U n p o co al sur de la llanura, com ienza el enorm e salar de A tacam a. D esde su borde oriental, la P una sube con una relativam ente suave inclinación, cortada de trecho en trecho por profun das quebradas, donde corren un os riachuelos de escaso caudal, que a m enudo se secan durante los meses de calor y que raras veces alcanzan a desaguar en ;1 salar. E n la parte baja de algunas de las quebradas se han establecido pequeños aillos, cuyos pobladores se dedican al cu ltivo de los cortos terrenos regables. L os m ás im portantes de estos aillos son , de norte a sur: T a m b illo s, T o co n a o . Hécar, Sóncor, Cámar. Socaire, Quetana, Peine, T ilo m o n te y T ilo p o z o . Son distantes unos de otros, pero están com unicados por un ca­ m ino lon gitu d in a l, m ás tarde u tiliza d o por los Incas durante su in vasión. P o r este m o tiv o ha recibido el nom bre de “C a­ m in o del Inca” . M ás al sur se extiende el desierto despoblado, donde •son m u y raros los jagüeyes, puquios o aguadas. El C am ino del Inca une entre sí los principales de estos ojos de agua y al lad o de ellos se establecieron lo s tam bos o posadas. En todo' el trecho, hasta el lím ite de la actual provincia de Atacama, n o existía otro caserío que el pequeño aillo de Im ilat. al sur del salar de Atacam a, a l pie del cordón de D om eyko' y tuera del trayecto del cam ino longitu d in al. Bordea esta dilatada zona lá C ordillera Occidental, cuyob picos sobresalientes casi tod os llevan denom inaciones atacameñas, com o por ejem plo, T a tio , Putaña, Licancaur, T én a i. Putas, C olachi, Hécar, C hiliques, M iscanti, M iñiques. C ápui, C oranzoque. Pular, Socom pa y L lu llaillaco. E ntre las cordilleras O ccidental y Orienta! se extiende una vasta altiplanicie cruzada por algunos cordones de cerros que sobresalen de la superficie general unos centenares de m etros. La altiplanicie, cuya altura media sobre el nivel del m ar no baja de 3 ,5 0 0 m etros, se ha llam ado I ^ n a de A tacama. E n esta inm ensa región, ía población es m uy esparcí-


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RICARDO-E. LATCHAM___________________

íi 1 y muy poco numerosa, aunque hay indicios de que en tiempos lejanos era más densa, encontrándose de cuando en cuando restos de antiguas tierras de cultivo ya desiertas y abandonadas. Como en el desierto, casi la totalidad de los nombres geográficos, cuando no son españoles, se derivan de la lengua Atacameña. Dispersos por la Puna, se hallan un número de peque­ ñísimos caseríos, entre los cuales se pueden citar: Guaiyaques, Chojnantor, Sapaleri, Pairique Grande, Pairique Chico. Lina, Puripica, Olaroz Grande, Olaroz Chico, Susques, Chamaca, Loslo, Guaytiquina, Cátua, Umorchala, Cauchari, T ocomar, Quirón, Macón, Chachas, y en los contornos del Salar de Arizaro, Olajaca, Tolar, Socompa, Samenta, Cori y Cavi. La parte meridional de la Puna de Atacama, desde Aintofagasta de la Sierra al sur, no se incluye en el antiguo te­ rritorio habitado por los atacameños. Esta zona fue ocupa­ do por tribus de origen diaguita. Las denominaciones de dicha parte de la puna, las que no sean de origen español, son derivados deL “kakan”, idioma hablado por los diaguitas y muy distinto de la lengua “cunza” . Al noroeste de la Puna de Atacama continúa la misma altiplanicie con el nombre de Puna de Jujuy, por cuanto ocupa una gran parte de la provincia argentina de esa de­ nominación. Aunque los antiguos habitantes de dicha puna no eran de extracción atacameña, sino boliviana, las influen­ cias de la cultura atacameña se habían extendido, durante las últimas dos épocas preincaicas, por una gran parte de la re­ gión, modificando de una manera bien visible la antigua cul­ tura local. Las diferentes regiones del enorme territorio ocupado por los atacaméños se comunicaban entre sí por senderos o caminos de tropa que sorteando las dificultades y accidentes de las sierras y de los desiertos, llevando trazados que, por lo general, no se han podido mejorar hasta, ahora. La mayor parte de estos caminos milenarios son los mismos que hoy se emplean y formaban los itinerarios seguidos por los conquis tadores y los exploradores de los primeros tiempos de la co­ lonia. Fuera de los caminos que corrían por los valles, desde la cordillera hasta el mar y los que unían los diferentes valles, había dos caminos longitudinales, uno por las punas y por el desierto de Atacama y otro por el litoral. Estos caminos des­ viaban poco de la línea recta, cambiando un poco su direc­ ción, de vez en cuando, por la necesidad de buscar los esca­ sos ojos de agua que hacían posible poder traficar por ellos.


A N T R O P C K iE O G R A F IA

P R E H IS T O R IC A

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Para resumir, se puede decir que el litoral, desde el Perú m eridional hasta la provincia de A tacam a, fué habitado desde tiem p os m u y rem otos por tribus p rim itivas de pescadores, conocidas en la historia com o uros y changos. E l interior de esta vasta zona, por los valles de lo s es casos ríos y especialm ente en la región sub-andina, era la m orada de un p ueb lo de agricultores y ganaderos, de una cultura bastante adelantada, m odificada en distintas épocas por in fluencias llegadas de las antiguas civilizaciones perua" ñas: H istóricam ente, este p ueblo ha recibido el nom bre de atacam eño, aunque ellos m ism os se denom inaban “ likanantai” . La m ayor parte del territorio era inhabitable y los ata­ cam eños se concentraron principalm ente en los cursos de lo s ríos d onde p od ían regar lo s escasos terrenos de cu ltivo y es­ tablecer. cortas com unidades. E l pueblo atacam eño era de bastante antigüedad y desde el sig lo V I se puede seguir paso a p aso su evolu ción cultural por m edio de las investigaciones arqueológicas. Santiago, abril 18 de 1 9 3 7 . R . E. L .



A V E S D E L V A L L E D E C O P IA P O . D E M A R A C O R D IL L E R A , Y L U G A R E S A D Y A C E N T E S P o r E N R IQ U E - E R N E S T O

G IG O U X

Jcf« d-e U Sección Z o o ló g ic a .

— G allin a ciega. Systelluca longirostris (G o u ld .). E s­ pecie p oco com ún, residente. — P icaflor grande; P atagonas gigas gigas (V ie illo t..). Suele llegar a fines del invierno y permanece durante la p ri­ mavera. A veces anida. — P ica flo r de la cordillera. Oreocrochilus leuco pleurus (G o u ld .). Se le ve en invierno y prim avera. C uando un in ­ vierno es benigno, no baja al valle. — P icaflor com ún. Sepbancides sephanoides (L esson y G a r n o t.). E s residente y anida. — P ica flo r del norte. R h o d o p is vesper atacamensis (L e y b o ld .). Es un visitante de invierno, que llega hasta la costa. 4 — T ap acola. T o co co . Scelorcbilus albicollis atacamae íH e llm a y r .). N ò es m u y com ún, es residente. L o he- visto en la quebrada del L eón, en Caldera. — C anastero. A sthenes bum icula hum icula (K ittlitz .). N o es com ún. Se íe ve en las pequeñas quebradas con vegeta­ ción, de las faldas de lo s cerros y ju n to al mar. —rTijerita. Leptar.theinura aegithaloides grisescens (H ellm áyr. ). Es com ún y residente. — ^Changa. M olin ero grande. C inclodes n igro-fu m osus n igro-fu m osu s (L afr. y D ’O r b ig .). C om ún por parejas a orillas del mar. — C hangita. M olinero chico. C inelodes oustaleti oustaletL ^ S co tt.). ’ V iv e lo m ism o que la especie anterior y se encuentra en ios m ism os lugares.


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ENRIQUE E. GIGOUX

— Pachurrón. Ulpucerthia dum^caria hallinani (Cbapman). Esta especie llamada vulgarmente “Bandurrilla” en el centro y sur del país, no es común. Se le ye generalmente sola corriendo junto a las tapias de los potreros, y de los mato­ rrales. Es residente. — Pachurra. Gecsitta cunicularia fissirostris (K ittlitz.). No es muy común, y como todas las especies del género, se reúnen por parejas o pequeñas bandadas. — ^Pachurra. Caminero, nombre que también se le da a la especie anterior. Gecsitta cunicularia deserricolor (Hellmayr.). N o es ni muy común, ni abundant?. —Pachurra. Geosi'tta isabellina (Philippi y Landback.). Es un visitante ocasional. — Pachurrita. Gecsitta marisima (Lafres. y D ’Orbig.;. Es más común al interior que en la costa. Es escasa. — Pachurra. Agachadera. Gecsitta rufipennis fasciata. (Philippi y Landbeck.). N o es abundante. —jGaucho. Agriornis lívida lívida (K ittlitz.). Se le ve siempre solo o por parejas. — Gaucho. Agriornis montana marítima (1 a fres, y D'Orbig.). Como la especie anterior. — Diucón. Xolmis pyrope (K ittlitz.). Escaso. Se le ve siempre solo. — I^rm ilón. Muscisaxicola rufiversex rufivertex (Lafres. y D ’Orbig.). Llega en otoño y desaparece en primavera. — Frailecito. Muscisaxicola fíanimucha (Lafres.). D u­ rante el año se ven i>equeñas colonias residentes. — ^Dormilón. Muscisaxicola capistrafa (Burmeíster). Llega’algunos años en invierno. — ^Dormilón. Muscisaxicola frontalis (Burmeister) . Sue­ le verse durante algunos inviernos. cenicienta. Muscisaxicola alpina ciñera ‘.Philippi y Landbeck.). Llega algunos años en invierno. Dormilón de pico manchado. Muscisaxicola maculirostris matulirostris (Lafres. y D ’Orbig.). Es visitante d e .in-, vierno y llega a la costa. — Tontito. Muscisaxicola maclovjana mentalis (Lufres, y D O rbig). En Caldera he visto durante muchos años una pequeña colonia en forma residente. — Colegial. Lessonia rufa rufa (G m elin). N o es común, Solo y ,por parejas lo he visto hasta en la orilla del mar. — Torito. Spizítornis parulus parulus (K ittlitz). Es re­ sidente y no muy común, solo o por parejas.


A V E S D E L V A L 'bE D E C O P IA P O

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— Siete colores. T ach u ris rubrigastra rubrigastra (V ieil l o t . ) . E n las vegas y totorales. Es residente. — ^Silbador. Elaenia albiceps chilensis (H e llm a y r.). Llega a p rincip io de la prim avera, anida y se ve al term inar el v e ­ rano. — G olon drin a negra. P yg o ch elid o n pjatagonica p a tagón i­ ca (Lafres. y D ’O r b ig .). N o es m u y com ún. — G olon drina bermeja. H iru n d o rustica erythrogaster (B o d d a er.). V isita n te de invierno. — G olondrina. Iridcprocne leucopyga (M eyen) . P erm a­ nece m ucho tiem po y anida. — Z orzal. T u rd u s faikklandii m agállanicus (K in g ). Suele verse en inviern o y 'lle g a hasta la còsta. — T en ca. Mimur. tbcnca (M o lin a ). E s escasa. — Chircán. T r c g lo d y te s m usculus chdlensis (L esso n .). E s raro. Suele verse, a veces, en algunos inviernos. — Chircán. T h c g lo d y te s m usculus atacamensis (H e ll­ m a y r .). E s com ún, residente y anida. —^ lam in an te. A n th u s ccrrendera chilensis (L e sso n ). N o es m uy com ún. — Loica. P ezites m iljtaris m ilitaris (L in .). N o es abun­ dante. Residente. — T il o T ile . A gélaius tb iliu s th iliu s (M o lin a ) . C om ún } ;cs:donte. — Jilgu ero com ún. S pinus barbatus (M o lin a ). N o es ni com.ún ni abundante en 'ninguna época. — Jilguero de la C ordillera. Spinius uro pygialis (Schlat e r ) . V isita n te de inviern o y' llega hasta la costa en pequeña.s hrindad.is. — C hirigüe. Sicalis lu teola luteiventris (M e y e n ). Llega en invierno ¿n grandes bandadas. — C hipipe. C hirigüe cordillerano. Sicalis olivascens chloris T sch u d i. Llega por pequeñas bandadas en invierno. — ^Chingol. Z onotrichia capensis chilensis (M e y e n ). C om ún y re':!dente. — D iuca. D itíca diuca crassirosiris. A bundante y resi­ dente. — G orrión. Passer dom esticus dom esticus (L in .). C orrún y rfsidíTite dc.sde e\ año 1 9 1 9 . — Y a l. P b ry g ilu s fruticesi fruticeti (K ittlitz .). A b u n ­ dante y residente en los lla n o s y faldeos con vegetación. . — Y a l chico. Platero. Phrygillus alaudinus alaudinus (K ittlitz .). N o es m uy c o m ú n ). Llega hasta la costa siempre p o r parejas.


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A VES DEL V A LLE DE COPI APO '

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^Tucuquere. B u b o virginianus nacurutu (V iei'llot.) fcs com un, sin ser abundante. — N ü co. A sió flam m eus breviauris (S ch eiegei). M uy — ^Chancho. Q laucidium nanum ( K in ) . Raro. ^Pequen. Speoeyto cunicularia cuniculariaf (M o lin a ). C.om un. L echuza. T y t o alba tuidara (I. E. G r a y ). C om ún. -—Bandurria. T h eristicu s caudatus m elanopis (G m elin) . C om ún, en el valle y la costa. -—F lam enco. Parina. Phoenicopterus ruber chilensis (M o lin a ). C om ú n en la cordillera y salares, y e n -ocasiones llega a la costa. — Flam enco. Parina. Pboenicoparrus andinus (P h i­ lip p !) . L o m ism o que el anterior. — Garza grande. Casm erodius albuscgretta (G m e lin .). M ás com ún en la costa que en el valle. — Garza chica. Egretta thula thu la (M o lin a ). N o es com ún. — H uairavo. Nydtilcorax: nycticorax obscurus (B o n a ­ parte) . Se le encuentra en la costa. — P ilp ilen negro. H aem atopus ater (V ieillo t, y O udart.) . C om ún en la costa. — P ilp ilen 'overo. H aem atopus cstralegus pitanay (M urp h y ) . H abitante de la costa. — P o llo del cam po. O reophojus ru ficollis (W a g ler). C om ú n en prim avera en los llan os con vegetación. — P o llo de mar. Squatarola squatarola. cymo.surae (T h a y e r y B a n g s .). V isitan te de las playas. — Q ueltehue. B eloncp terus cayennensis occidentalis (H a r tin g ). Llega incidentalm ente. — ‘^ l l o negro. Zonibyx: m od cítu s (L ich ten atein ). V isitan te de invierno. — ^Pollo de mar. P lu v ia lis dom inícus (M ü lle r ). M uy raras veces se le ve durante el invierno. — ^Pollo de mar. Cbaradrius sem ipalm atus (B onapar­ te'). Suele vérsele en invierno. — P o llo llito . Cbaradrius falklandicus; (L a th a m .^ C o ­ m ún en tod o tiem po. — Z arapito. N u m en iu s borealis (P o ste r ). V isitante de invierno. . m ^ \ — ^Perdícilla. N u m en iu s hudsonicus ((Latham .). C o ­ m ún.


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— Avecasina de mar. Limosa haemasrica (L in.). Muy rara. Se le ha visto algunas veces en invierno. — ^Pitotoi chico. Totanus flayipes (G m elin.).. Llej^a en invierno. — Pitotoi chico. Totanus melanoleucus (Gmelin.). V i­ sitante de invierno. — ^Pollo de mar. Crocetcia ailba (Pallas). Llega en in­ vierno. Se le llama “Revuelve piedras” . — ^Pollo de mar. Arenaria interpres morinclla (L in.). Visitante de invierno. — ^Pollo de mar. Pisobia bairdii (C ous). Visitante de invierno. — Póllo de mar. Pisobia fuscicollis (V ieillot.). V isi­ tante de invierno. — Pollito negro. Pisobia melánotos (V ieillot.). V isi­ tante de invierno. — Porotero. Ca pella paraguaiae magellanica (Kin.). En invierno es común en el valle y en la costa. — Phegornis mitchelii (Fraser.) Visitante de invierno. — Avecasina pintada'. Nycticryphes semi-collaris (Viei­ llo t.). Llega durante algunos inviernos. — Phalaropus fulicarius (L in.). Es un raro visitante de invierno. — Steganopus tricolor (V ieillot.). Visitante de invier­ no muy raro. — Caiti. Recurvirbstra andina (Philippi y Landbeck..). Se le suele encontrar en las lagunas de la cordillera. •—^Pidén. Rallus sanguinolentus landbecki (Hellmayr. ). Común en las vegas, sin ser abundante. — Pidencito. Creciscus jamaicensis sialinasi (P hilippi). En las vegas. — Tagüita. Porphyriops melanops crassinostris (J. E. G ray). En las vegas, donde no es muy cómúii. -—Tagua. Fúlica leucopsera (V ieillot.). Común en las vegas. _— Piuquén. Chlcëphaga melanoptero (E yton.). Muy común en las lagunas de la cordillera. — ^Pato juarjual. Anas cristata alticcia (Mènègaux.). N o es común. — ^Pato jergón grande. Paecilonitta spinicauda (Viei­ llo t.). No es muy común. — Pato colorado. Querquedula cyanoptera cyanoptera (V ieillot.). Muy común en algunas épocas. — Erismatura ferrugenea (E yton.). N o es común.


A V E S D E L V A L ibE D E C O P IA P O

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— ^Pato de la cordillera. M erganetta armata armata (G o u ld .). Es raro. — A lcatraz. P elícano. Pelecanus thagus (M olin a ;. M u y abundante en la costa. ^— G uanay. Phalacrocorax b ou gain vilü (L e sso n .). En tn orm es bandadas en la costa, en algunas ocasiones. — P ato lile. Phalacrocorax gaim ardi (Less. y G a r n o t). . N o es m u y com ún. — P a to yeco. P h alacrcccrax olivaceus olivaceus (H u m ­ b o ld t). M u y com ún. — Piquero. Sula variegata (T s c h u d i). C om ún y en m mensas bandadas, en algunas ocasiones. — G olondrina de mar. Sterna trudeauí (A u d u b on .) N o es m u y com ún. Llega en invierno. — G olon drin a de mar. Sterna hirundinacea (L esson.) C om ú n en invierno. L os pescadores llam an “C hirro” a esta especie. — G olon drin a de mar. Sterna elegans elegans (Gam b e l.). L lega en invierno. — G olond rin a de mar. Sterna fuscata luc!tuosa (P h ilip pi y L a n d b e c k ). M u y rara. — G olond rin a de mar. Sterna paradisea (B rünnich.) M u y rara v e z llega en invierno. — M on jita. Larosterna inca (Lesson y G arnot'i. C o ­ m ún en invierno. — R ayador. R y n ch op s nigra interm edia. (R en d a h !.). ■ C om ú n en to d o tiem po. — G aviota com ún. Larus dom inicanus dom inicanus (L íc h te n ste in ). C om ún to d o el año. — Garum a. San Andrés. Larus m odestus (T sc h u d i.). C om ú n . -Q u illa. Larus serranus (T s c h u d i.). Es escasa. — ^Cáguil. L anus m íículipcnnis (L id h ten stein ). N o es m uy com ún. . — G aviota. Larus belchje.ri (V ig o r s.). N o es m uy co­ mún. — G aviota. Lai'us pipixcan (V agler.) . N o es com ún. -Salteador. M egalestris rkua chiler.sis (B o n a p a rte ). C om ún. — G olon d rin ita de mar. Oceánodrom a hornbye (G ray) . N o es m u y com ún en la costa, pero sí afuera. — Y egua. P u ffin u s griseus (G m e lin .). Suele ser com ún. — Fardela oscura. P u f f i n u s creajtopus '( C o u e s .) . N o es m u y com ún.


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ENRIQUE E. GIGOUX

— ^Fardela blanca. Priocella glacialoides (Sm itt.). N o es común. — Fardela grande. Ossifraga giganioea (Gmelin.). No es rara. — Tablerö de damas. Dapticn capfnsis (Lin.) . Suele ser común. “ — ^Pato yunque. Halodroma gameti (Lsss.). N o es muy común; — ^Pájaro carnero. Diomedea exulhns (L .). Llega cerca de la costa, en algunas ocasiones. — ^Pájaro carnero chico. Diomedea cauta salvini (Roths­ child) . N o es muy común. — Lagartón. Diomedea melanophrys (T em m .). Como el anterior. — Blanquillo. Colymbus occipitalis oecipirallis (Garn o t). Visitante incidental. — Pájaro niño. Spheniscus humboldti (M eyen.). Co­ mún y residente.


E S T U D I O S B O T A N IC O S P o r t i P r o f. M A R C IA L R . E S P IN O S A B.

I. — U n helccho n u ev o de la isla de Pascua. E n octubre de 1 9 3 4 . el D r. Israel D rapkin coleccionó plantas en la isla-occidental chilena de Pascua o de Rapa N u i y las en vió a la Sección Botánica de nuestro M useo N acional de H istoria N atural; en esa colección im portante vinieron 6 géneros de fílices con 7 especies y una variedad, esos helechos fueron los siguientes, con la localidad insular en que fueron colectados: iA\splenium obtusatum Forst. estéril. R ano Kao, fértil, la Perouse: A splen iu m adiantoídes (L .) C. Chr. var. squam ulosum C. Chr., fértil y estéril. R a n o Kao; D ood ia paschalis C. C hr., fértil y estéril, P oike; D ryopteris E spinosai H icken, fértil y estéril. R a n o A roi; D ryopteris parasítica (L .) O. K untze, fértil y estéril. R ano A roi; P o ly p o d iu m P h y m atodes L ., estéril. R an o A roi y plantitas nuevas, R ano R orako; M icrolepia strigosa (T h u n b .) Fres, fértil y estéril, Poike; fértil. R a n o R orako; fértil y estéril. R ano Kao; joven. La Perouse; V ittaria elongata. S w ., fértil y estéril. R ano K ao y La Perouse. ' E n noviem bre de 1 9 3 5 , el P rof. H um berto Fuenzalida. Jefe de la Sección G eológica y P aleon tológica del M useo ya nom brado, herborizó tam bién algunas plantas en la misma isla, colección que resultó interesante por una especie nueva de fílice que en ella v in o al M \iseo; las especies de helechos, recogidas en la falda sur del volcán. T erevaca, fueron 4 per­ tenecientes a 4 géneros; una de estas especies es la que con ­ sidero nueva para la ciencia y cuya descripción la d o y ahora, aom pañándola de fotografías y dibujos originales del autor; en los dibujos nos hem os ayudado con la cámara clara. I-as


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MARCIAL R. ESPINOSA B.

especies traídas fueron: Microlepia strigosa, fértil y estéril: Polypodium Phymatodes, fértil y estéril; D ryopteris parasíti­ ca, fértil y estéril y la especie nueva que llegó con un frag­ mento terminal del rizoma y una fronda estéril en él; otras frondas estériles, una fronda y dos láminas fértiles y plantitas nuevas del mismo helecho en musgo, entre las cuales en­ contré una pequeñísima con su resto de protalo; este es el material que me ha servido para el estudio de. esta planta que he denominado D iplazium Fuenzalidae nov. sp. Espsa. (Láms. I a VII) Rhizomate repente, nigrescente-subcastaneo, glabro, subtus applanatus, 8 mm. lato, longo? pars extremi adest 4,5 cm. longa basibus alternis stipitum emortuis ornata, radicibusque longis, gracilibus validisque. Fronde 24-33 cm. longa. Stipite 12-16,5 cm. longo, erecto, in sicco subochraceo vel nisgríscente, pilis paucis, glaiidulosis, minutulis sparse instructo, basi paleaceo, valido, curvato, crassioreque (5 mm., in aqua 8 m m .), sursum 2,5-3 mm. crasso, subpa' leaceo, superne bisulcato, subtus convexo; paleis ferrugineis ad 2 mm. longis 1 mm. latís, ovato-lanceolatis longe siibulatis vel lanceolato-subulatis in gianduia obovata ferruginea, unicellularique terminatis, basi interdum subauriclilatae, marginibus etiam nonnullis glandulis sessilibus pedicellatisve. Stipite juveni ochraceo-ferrugineo sed basim versus nigrescen­ te-subcastaneo. Lamina ovato-acuminata-, viridi (sicca). su­ pra subnitida, 12-16,5 cm. longa et usque 15 cm. lata (duabus fertilis sine stipite lectis, una 18 cm. alteraque 22 cm. lon gis), fertile subcoriacea, sterile herbacea (utraque, in parte, a desiccatione, leviter subcastaneis), versus basim bipinnatopinnatifida, e medio ad' apicenj pinnato-pinnatifida vel majore parte pinnato-pinnatifida, apicem versus serratum acumi­ natum sensim angustata, rhachide, costis costulisque supra pro­ funde canaliculatis, subtusque paleaceis pilisque glandulpsis sparsis, inconspicuis, teretibus, simplicibus (iis stipite aequalibus), in aqua 224-540/^ longis gianduia inclusa, pedicello 2-4-cellulari 24-68;» diam. in gianduia ferrugine.! obovata, unicellulari, 44-100^ longa 40-96^ lata terminato; paleae pàleis stipitis aequalibus glandulis 88-12Ò^i longis 56-88fi. latis. Pinnis alternis, recte obliqueve patentibus, apicem versus lami­ nae sensim minoribus confluentibusque, inferioribus 2-3 cm. inter se distantibus, majoribus 6-8 cm. longis 2,5-3 cm. latis, breve (1-1,5 mm.) petiolulatis, lanceolatis, basi truncatis, pin-


______________ E S T U D IO S B O T A N IC O S

n atifid is vel 4 -6 -ju g is p in n u lis d im idio infero, interdum subfalcatis et p lu s lon ge (7 m m .) pe'tiolulatis, basalibus interdum m inoribus. P in n u lis recte obliqueve patentibus, oblongis, apice ob tu sis rotun datisve subtruncatisve denticulatis, apicem versus serratura acum inatum pinnae gradatim m inoribus con flu en tibusque, m argine integra vel leviter serrata, subreflexa infim is oppositis, sequentis alternis sessilibusque, superioribus decurrentibus, suprem isque confluentibus, basalibus 17 m m . longis 6 -8 m m . latis basi subcuneatis, m ajoribus Yz viae ad costulam vel fere ad costulam oblique pinnatifidis* segm entis p lus m inusve 6-ju ga 2 -3 ,5 m m . latis (in fim is in te ^ u m fere orbicula tis), m argine integra, apiceque rotundato subtruncatove denticulato. V en is ob liq ue ascendentibus, ferrugineis, liberis, alternis, subtus p rom inentibus, versus lob os 1-3 furcatis m arginem attingentibus; costulis flex u o sis etiam que subtus prom inentibus. Soris d ip lazioid eis et asplenioideis copiosis, 2 -1 9 pro pínnula, costularum approxim atissim is, o b lon gis 1-3 m m . longis 0.5 m m . latis; indusiis um brinis, vel leviter fu lv is m argo lacerato. H abitat in declive australi vulcani M aunga Terevaca Pascuae insulae 2 0 0 - 4 0 0 m. alt. supra m aris aequor, ubi N o v e m ­ bri anni 1 9 3 5 a P rofessore H um berto F uenzalida, cui speciem dicata est, inventa fuit. Especie con rizom a rastrero, negruzco algo castaño g la ­ bro, debajo aplanado, de 8 m m . de ancho, largo? la parte del extrem o presente m ide 4 .5 cm. de lo n g itu d adornada con las bases alternas, m uertas de los estipes y con raíces largas, d el­ gadas y robustas. Fronda de 2 4 -3 3 cm . de largo. E stipe de 1 2 -1 6 ,5 cm. de largo, er«cto, en seco ocráceo o negruzco, espar­ cidam ente adornado con p ocos pelos glandulosos m uy peque­ ños, en la base paleáceo, robusto, encorvado y más grueso (5 m m ., en agua 8 m m .). hacia arriba de 2 .5 -3 mm. de grueso, a lgo paleáceo. encim a bisurcado, debajo convexo, con las páleas m ohosas de cerca de 2 m m . de largo por I m m . de ancho, • aovado-lanceoladas largam ente subuladas o lanceolado-subuladas term inadas en una glándula obovada m ohosa, algo auriculadas, a veces en la base, en las m árgenes tam bién con algunas glándulas sésiles o pediceladas; el estipe joven ocráceo-m ohoso, pero hacia la base negruzco algo castaño. Lám ina aovado-acum inada.'verde (seca), arriba algo lustrosa, de 1 2 -1 6 .5 cm. de largo y hasta 15 cm. de ancho (de d o s fértiles coleccionadas sin estipe, una m ide 18 cm. y la otra 2 2 cm. de la rg o ), fértil algo coriácea, «stéril herbácea (am bas, en parte, por la desecación, débilm ente a lg o casta ñ a s), hacia la base b ip inado-pinatífida.


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MARCIAL R. ESPINOSA B.

del medio al ápice pinado-pinatífida o en la mayor parte pinado-pinatífida, hacia el ápice aserrado acuminado, gradual' mente angostada, con raquis, costas y cóstulas profundaíñente canaliculadas arriba y por debajo pakáceas y con pelos glandulosos esparcidos, insconspicuos, cilindricos, sencillos (¡guales a los del estipe), en agua miden 224-590/* de largo con la glán­ dula, el pedicelo de 2-4 células mide 24-68/» de diám. termi­ nado en una glándula mohosa, obovada, unicelular, de 44lOO/i de largo por 40-96/» de ancho; las páleas iguales a las del estipe con las glándulas de 88-120/1. de largo f)or 56-88/» de ancho. Pinas alternas recta u oblicuamente extendidas, hacia el ápice de la lámina gradualmente menores y confluentes, las inferiores distantes entre sí 2-4 cm., las mayores de 6-8 cm. de largo por 2,5-3 cm. de ancho, brevemente (1-1,5 mm. ) pecioluladas, lanceoladas, truncadas en la basei pinatífidas o con 4-6 pares de pínulas en la mitad inferior, a veces algo fal­ cadas y más largamente (7 mm.) pecioluladas, las basales a veces menores. Pínulas recta u oblicuamente extendidas, oblongas, obtusas o redondeadas o algo truncadas denticula­ das en el ápice, hacia el ápice aserrado acuminado de la pina son gradualmente menores y confluentes, con !a margen en­ tera o débilmente aserrada algo refleja, las (Te más abajo son opuestas,' las siguientes alternas y sésiles, las superiores, decurrentes y las supremas confluentes, las basales de 17 mm. de largo por 6-8 mm. de ancho algo cuneadas en la base, las ma­ yores oblicuamente pinatífidas hasta la mitad de la distancia hacia «1 nervio medio o casi cerca de él, con más o menos 6 pares de segmentos de 2-3,5 mm. de ancho (ínfim os a veces casi orbiculares) con la margen entera y el ápice redondeado o algo truncado denticulado. Venas oblicuamente ascendentes, mohosas, libres, alternas, debajo prominentes, 1-3 veces bifurcadas-hacia los lobos, Uegando al margen; cóstulas flexuosas y también prominente«, por debajo. Soros diplazÍ9 Ídeos y asplenioídeos, copiosos, 2-19 por pínula, muy aproximados a las cóstulas, oblongos, de 1-3 mm. de largo y de 0,5 mm. de ancho; indusios de co­ lor de tierra de sombra o ligeramente acanelados con el mar­ gen lacerado. Habita en la falda austral del volcán Maunga Terevaca de la isla de Pascua de 200-400 m. sobre el nivel del mar, donde fué encontrada en noviembre del año 1935 jKir el Profesor Humberto Fuenzalida, a quien ha sido dedicada la especie.


E S T U D IO S B O T A N IC O S

,

31

O bservaciones: L os colores citados en esta descripción se refieren a la C .rom otaxia de P . A . Saccafdo, 1 9 1 2 . E l P rofesor F. Fuentes no encontró esta planta !en la isla en abril de 1911 ni tam poco el D r. C . Skottsberg en ju n io de 1 9 1 7 y el núm ero de especies .pascuenses que este ú ltim o indica en “T h e Ferns o f Easter Islan d ’’, 1 9 2 0 , es de 12, pero h ay que agregar ahora otras dos: P olystich u m Fuentesii Espsa, traída por Fuentes en 1911 y descrita en la R evista Chilena de H istoria N atural, año X X X V I I I ( 1 9 3 4 ) , pp. 1 5 3 -1 5 8 y la presente que aquí se describe, son, pues, 14 las especies de fílices halladas hasta ahora en Rapa N ui. E l g én ero , D ip ía z iu m fué, establecido por S w artz en Schrader’s Journal für die B otanik, 1 8 0 0 . 2. 61 ( 1 8 0 1 ) , cuyo nom bre la tin iza d o del griego significa, según L. P feiffer, “soy gem elo” , se refiere a los seros pareados que lleva y que se indican com o carácter dé él: es de vasta distribución por las regiones tropicales y subtropicales; de Pascua no se había indicado y de C h ile continental no se ha citado. P o r lo co­ m ún, son especies grandes las incluidas en este género. Y o había pensado colocar la especie en el género A th y rium R oth , pero los ú ltim os trabajos taxon óm icos del D r. C. Christensen me inclinaron pbr D ip la ziu m . pues, este ilustr.; p terid ólogo danés, m antiene dicho género que ha sido supri­ m ido por otros pteridólogos: en el últim o trabajo que y o co­ n ozco del citado doctor, titulado: “F ilicinae” y publicado en "M anual o f P te r id o lo g y ” , editado por Fr. V erdoorn, La H a ­ ya, 1 9 3 8 , indica los géneros D ip la ziu m . A thyrium , C vstopterís y Stenolepia del grupo A thyrieae de la subfam . A spleníoideae y de la fam . P olypodiaceae, haciendo notar que “D ip la z iu m es un género problem ático y que mientras al^iunos de sus grupos difícilm en te pueden ser separados de A spleníum . la gran m ayoría de las especies debe, quizás, unirse con A th yriu m , com o hicieron M ílde y C opeland". _ E n " T h e O riental Genera o f P olypodiaceae, 1 9 2 9 ” , C o ­ peland n o lo adm ite, pero E n gler-D íels, en “Syllabus der P flan zen fa m ilien , 1 9 3 6 ’, lo m antienen. V em os, pues, que no hay acuerdo» d efin itivo sobre la supresión del género D ip la ziu m . A grego a este trabajo otras fotografías de algunas de las esp>ecies coleccionadas por el D r. D rapkin. (Lám s. V III a XI">.


J2

MARCIAL R. ESPINOSA B.

II. — Las flores femeninas del rauli. ( Nothcfagus procera (Poepp. et Endl.) .Oerst.) . ^ (Láms. XII a X V ) Las flores femeninas del rauli no se conocían; eñ sep­ tiembre de 1940 subí a Recinto en el bosque subandinq del departamento de Chillan, de la provincia del 5luble, donde recogí abundante material florido de esta valiosa planta. A contmuación doy la descripción de dichas flores femeninas, agregando algunos datos sobre las masculinas y sobre las hojas. Fotografías y dibujos originales acompañan a esta descripción: la cámara clara me ayudó en los dibujos. Los colores citados se refieren a la Cromotaxia de P. A". Saccardo, 1912. Infloresccntiae femineae subpyramidato-tetragonae 1,5 mm. longae 1,5 mm. latae et 1 mm. (a petiolo ad axi'm surculi) crassae, sessiles, triflorae, extremum versus ramunculorum novellorurh sitae, unaquaeque involucro externo 6-bracteato viridulo et involucro interno minor 4-bracteato circumdata. Involucrum externum 1 mm. longum, bracteis inaequalibus: quatuor fere circulares vel obovaiae et duas linearelanceolatae, vel lanceolatae, extus, pilosae, in tus puverulae: omnes base connatae et communiter marginibus appendicibus glanduliferis ornatae; stigmata exerta, lingulata, carnosa ex ­ tremo subattenuata, duobus floris centralis latiora; bracteae lineare-lanceolatae primo breviores deinde longiores bracteis ^ubcircularibus: bracteae involucri interni fere triangulares a.ppendicibus ramuloso-glanduliferis extus ornatae (hoc invo­ lucrum est quod posteriore crescentia cupula capsulaeformmia quadrivalva fructos includens íprmat) : flores 0,6-1 mm; longi et 0,4-0.9 mm. lati, laterales ovario alato-trigono, cen­ tralis ovario compresso alato-bicristato, margo perigonii dente glanduloso supra quaeque ala ovarii, inter alas leviter denti-, culata sinuatave. Stigmata subtiliter faveolata. Planta mense Septembri floret. Las inflorescencias femeninas son algo obpiramidalestetrágonas, de 1,5 mm. de largo por 1,5 mm. de ancho y 1 mm. (desde el pecíolo hasta el eje del renuevo) de espesor, .sésiles, trifloras, situadas hacia el extremo de las ramillas nuevas, cada una rodeada por un involucro externo, verdoso, de 6 brácteas y por un invòlucro interno menor de 4 brácteas. El involucro externo de 1 mm. de largo, con brácteas


E S T U D IO S B O T A N IC O S

33

desiguales: cuatro son casi circulares u ob ovad as y dos linearlanceoladas o lanceoladas, pilosas en el exterior, escasam entt en el interior, los' p elito s son m u y cortos, cónicos y unicelu­ lares, todas las brácteas v a n unidas en la base y com únm ente adornadas con apéndices glan du líferos en lo s bordes, las anchas poseen m uchas venas m ás o m enos paralelas y m ohosas en el interior, las angostas presentan una vena gruesa central lon gitu d in a l, de la cual salen algunas pequeñas ram ificacio­ nes; lo s estigm as sobresalen de la envoltura involucral, algo o com pletam ente extendidos, son lingüiform es, carnosos, algo atenuados en el extrem o, los de la flo r central m ás anchos; las brácteas linear-lanceoladas son prim ero m ás cortas y des­ pués m ás largas que las anchas; las brácteas del in vòlu cro in ­ terno so n casi triangulares y adornadas en el exterior con apéndices g lan d u líferos ram ificados (este invòlucro es e l que, p o r'crecim ien to posterior, form a la cúpula capsuliform e y cuadrivalva que encierra los fr u to s); las flores m iden 0 ,6 -1 m m . de largo y 0 ,4 - 0 ,9 m m . de ancho; estilo con estigm a m ás o m enos de 0 ,5 m m . a 0 ,8 m m . de largo, estilo de 2 0 0 3 6 0 /i de largo y de 1 6 0 -2 0 0 /i de ancho, estigm a de 2 2 0 -2 7 2 /¿ de ancho y de 3 6 0 ^ de largo en las flores de oyaxio trígon oalado y de 3 38-'360ít de ancho y 5 0 0 -5 4 0 /i de largo en las flores centrales con ova rio com prim ido y bicarinado-alado: el borde del p erigon io lleva, sobre cada ala del ovario, un diente elevado que com únm ente term ina en una glándula casi globosa que m ide 72/i p o r 6 0 ^ entre las alas ováricas este borde es m ás bajo que lo s dientes alares y débilm ente denticu­ lad o o sinuado. L os estigm as son finam ente faveolados. E l estilo presenta, a veces, algun os pelitos. La p lan ta florece en se tie m b r e . E l ovario y el perigonio pu«den tener un tinte m oh oso y llevar escasos pelitos. Las h ojas nuevas son peludas, con la làm ina glandulosa en las dos sup>erficies, estas glándulas son sésiles, lenticulares, m ohosas, pluricelulares y, por lo com ún, de 80/t de diám . ; las estíp u la s protegen lateralm ente a las inflorescencias fem e­ ninas, son papiráceas,^ o b lo n g o -e ^ a tu la d a s o lineal-oblongas o ligeram ente aovad o-ob lon gas, m ohosas, a veces, con una. z o n a crema transversal interm edia, m iden 8 a 12 m m . de largo p or 2 ,5 a 3 ,5 m m . d e ancho, poseen una cavidad o saco que se extien d e desde la base hasta la m itad estipular o h a s u cerca, del extrem o y se abre en el exterior de la base de la estí­ pula, el borde hacia la punta com únm ente es in flejo, tom an ­ d o a llí la. «stipula una form a tubulosa, son peludas en la


34________

MARCIAL R. ESPINOSA B.

parte basai externa, en los bordes y en el extremo y están reco­ rridas por venas mohosas longitudinales que no llegan a ios lx)rdes ni al extremo; en el lado interno de su base, sobre la inserción, llevan glándulas cónicas, sésiles o p>ediceladas, pri­ mero son cremas o amarillentas, después mohosas en el inte­ rior con "una capa delgada amarillenta externa, miden hasta 2,5 mm. de largo con el pedicelo que es cilindrico, la glán- . dula es a veces encorvada, mide más o menos 1,5 mm. de largp por 0,2 mm. en la base. Tales glándulas también las poseen las brácteas de las yemas florales, j>ero son muy pequeñas y sé­ siles o con un pedicelo rudimentario. Las flores masculinas son solitarias, situadas más abajo de las femeninas, con el pedúnculo isabelino de 8 mm. de largo por 1 mm. de ancho, .peludo, con los pelos dirigidos oblicuamente hacia e l , perigonio, éste es crema, de forma de copa ancha con vena<^n isabelina, peludo exteriormente con pelos aplicados sobre las venas mayores, es piloso también en el borde y «n el extremo de los dientes; hay 15 diente» perigoniales desiguales, estambres numerosos, hasta 70, exertos, con las anteras de 2,5 a 3,5 mm. de largo por 1 mm. de ancho, cremas, encorvadas hacia el interior de la flor, peludas por el dorso, vientre y punta^ glabras en los costa­ dos, los pelos del dorso y vientre son aplicados y dirigidos hacia el extremo de la antera que se acerca a agudo, filamen­ to de 1,5 mm. a 4 mm. de largo. Los granos de polen son amarillos, globosos, deprimidos en los polos, miden 36.« a 52^1, a veces 60/^ de diám. ecuatorial, con superficie finamen­ te muricada, llevan comúnmente 7 a 8 poros germinativos, equidistantes, en el ecuador.


E stu d io s B otánicos

LÁm. I

D ip la z iu m F u e n z a lid a e . Yl

F r o n d a s estériles, riz o m a y u n e je m p lar n uevo, -|- o— del ta m a ñ o n a tu ra l.


Estudios Botánicos

Lám. II

D iplazium Fuenzali-dac. U na fronda y dos láminas (ejcmp^larss «ilgo coriáceos), Y i + o— del tam año natural.


E stu d io s B otánicos

U m . líí

D ip la z iu m F u e n z a lid a e . a, superfici*: in fe rio r dé u n a fro n d a con so ro s, p o co m a y o r q u e el ta m a ñ o p * :u ra l: b, p in a s de ta m a ñ o n a tu ra l.


Estudios Botánicos

Lám. IV

DipUzium Fuenzalidae. Extremos de frondas: ar aum cSJoo: \>, ta-maño elgo reducido, , ^ . . . fniuxí,




Estudios Botánicos

Lám . V II

D ip la z iu m Fuenzalídae. a, aparte de una p in a con soros dobles y sim ples: b. pina conflucnt-e, con soros sim ples.

M u y aum entado.


Estudios Botánicos

D oodia paschalis C. Chr, (C okcción D ráp k in ), ^

Lám. VIII

dcl Mmaño n a tu u l.


E studios Botánicos

D ry o p tc ris E sp in o sa! H ic k en .

I.ám . IX

(C o lecció n D ra p k in )

-|- o—

del ta m . n a tu ra l.


Lám. X

Estudios Botánicos

V in aria elongata Sw. (Colección D ra p k in ). +

o—

H

del tam . natural.


Lnm . X I

E u u d io s b o tá n ic o s

A s p k n iu m

a d ia n to id «

( L .) C . C h r. v a r. s q u a m u lo su m D r a p k i n ) . 1 / 3 del •••..m. n a tu ra l.

C.

C h r.

(C olección


fistudios Botánicos

Lám. X lt

N othofagus procera (R a u lí). a, rama florífera; b, flores masculinas: c. estípulas; d. hojas nuevas. T o d o 1 /1 .


E itu d io s B otánicos

L ám . X III

N o th o fa g u s p ro c e ra , a, in flo rescen cia fe m e n in a : b", tres b rá c te as del in v o lu c ro e x te rn o ; c, d o s b rá c te as del i n ­ v o lu c ro e x te rn o y u n a v a lv a n u e v a d , del in v o lu c ro in te rn o co n g lá n d u la s d e su s apéndices d o rsales: u , z o n a de u n ió n co n el eje; a ’, a ’, g lá n d u la s de las b rá c te as lan ceo lad as d e l in v ò lu c ro e x te rn o T o d o m u y a u m e n ta d o .


Estudios Botánicos

Lám. X r /

N othofagus procera, a, inflorescencia femenina sin in* vólucros: a’; bráctea lineal-lanccolada del involucro externo; b, b, flores centrales; c, flo r lateral; d, gra­ nos de polen; e, estilo y estigma. T o d o muy aum en­ tado.

\


E stu d io s B otánicos

L ám . XV

N o th o fa g u s p ro c e ra , a, e s tip u la p o r su cara in te rn a ; b , g lá n d u la s b a s ^ l « e sti­ p u la re s; c, apéndices g la n d u la re s de las v a lv a s de la c ú p u la en o c tu b re . T o d o m u y a u m e n ta d o .



EL

VOLCAN

D ESCABEZADO

GRANDE

P o r H U M B E R T O F U E N Z A L I D A V IL L E G A S J e fe de la Sección d e G e o lo g ía .

E n uní estudio que publiqué anteriorm ente en este m is­ m o B o letín ( 1 ) , me referí al volcanism o de la Cordillera de T alca, y especialm ente a la distribución de los volcanes e n el G rupo de los D escabezados. P retendo com enzar ahora el es­ tu d io de las estructuras principales en form a de breves m o ­ nografías. ]^ ta prim era está destinada al estudio de la más im portante de ellas,- la correspondiente al D escabezado G ran­ de, que, entre todas las m encionadas es la m ás descollante por •su altura, la m ás im p o n en te p or su form idable masa y la más interesante desde el p u n to de vista científico, puesto que ha presentado últim am ente, fenóm enos correspondientes a un re­ n u evo de su actividad, com o el Cerro 'Azul en 1 8 4 6 , que for­ zosam en te deben retener nuestra atención con proyecciones h a ­ cia el fu tu ro ( 2 ) . D aré sin em bargo, antes de abordar brevem ente el estu­ d io del D escabezado Grande, algunas inforinaciones genera­ les sobre la geología de este 'sector cordillerano y sobre la sis­ tem ática que u tilizaré en las páginas siguientes: La C ordillera de los A ndes en esta latitud (35*^ 4 0 ’) . es­ tá constituida principalm ente, por las rocas de la form ación porfirítica, dotadas de un plegam iento m ás o m enos intenso. H acia el V a lle L on gitu d in al chileno, los afloram ientos de graTiodiorita se ordenan conform e a dos lín eas principales. U n a prim era todavía francam ente cordillerana, resulta al unir los a flo ra m ien to s que se presentan en el C ordón de las M uías pri(1 ) T o m o X I X , 1 9 4 1 , p á g in a s 19 a 3 0 . (2 ) iDesde lu e g o , m e p arece c o n v en ien te d e ja r en c la ro q u e el na.-:im iento del Q u íz a p u n o se re a liz ó « 1 2 6 de n o v ie m b re de 1 8 4 7 , c o m o equÍM pcadaimento j n o t a iD o m í^ k o , s in o d e 1 8 4 6 , c o m o te n d ré , o casió n de d e m o s tra rlo m á s ta rd e .


36

HUM BERTO FUENZALIDA

meramente, en la Laguna de Mondaca, después, y finalmen­ te en la Laguna de la Invernada, unos treinta kmts. más al sur del punto anterior. Entre estos tres afloramientos principales, la, granodiorita aparece recubierta por un espesor considera­ ble de lavas recientes, andesíticas, dispuestas en forma de una planicie sobre los relieves andinos^ Otra línea de afloramien­ tos granodioríticos, enteramente marginal a la Cordillera, ésta vez, aparece en el mismo borde del Valle Longitudinal, con­ forme a los relieves que en el Mapa de la Oficina de Mensura de Tierras figuran con los nombres de Cerro Colorado, Cerro Imposibles, Cerro Redondo y Morro El Fraile. Al sur de esce último y conforme a una faja que se ciñe a las aguas del río Claro Grande desbordan un poco las lavas del interior cordi­ llerano y esta línea, que es continua, a diferencia de la ante-, rior, se ve interrumpida en este sector, para reaparecer en el Cerro denominado "El Picaso” (1 ). Tanto las fajas granodioríticas, como los afloramientos de la formación porfirítica, están ocultos, pues, en el seno de este trozo cordillerano por recubrimientos volcánicos moder­ nos, que forman una gran mancha de lavas, sensiblemente inconmovidas, del terciario superior. Tieneri estos en ocasio­ nes hasta ochocientos metros de espesor. Este volcanismo del terciario se ha realizado en forma de emisiones bastante fluidas, las cuales se han dispuesto en mantos, empilados los unos sobre los otros, que recubren la topografía anterior con estructura de trapps. (2 ). La plani­ cie que ha resultado de este relleno volcánico, tiene en las ve­ cindades de "El A lto Pelado” , 2,500 mts. de altitud y hacia el interior aumenta paulatinamente hasta alcanzar valores ve­ cinos de los 3.000 mts., en las inmediaciones de la línea inter­ nacional. Los ríos corren a través de ella por valles profundos escarpados, cuyas vertientes son de muy difícil escalamiento. En todo el largo recorrido que va desde la confluencia del río Colorado con el río Lontué hasta la confluencia del río Valle Grande con el Colorado, en las vecindades de la línea diviso­ ria, Jiay Tin sólo camino tropero por el cual puede escalarse (1 ) E n el M apa de la O ficina de M ensura d i T ierras wcriben con! s. don •Luís RisonPatrón escribe con z. E s conveniente tener a -la m ano p a n • lc<¡tura Je este artícu lo el mapa m encionado. (2 ) 'B urckhardt en sus “ Profils géologiques transversaux...” (A nales del M useo de La P la ta ", Sección Geología y M ineralogia. L a P lata, 19l>0) fue el prim ero que representó e x recubrimiento volcánico m oderno. E n cs,a icprcjentacipn apareoen figurados algunos accidentes tectónicos, que a m i m odo de ver corresponden a los esfuerzos de las lavas para adaptarse a la topografía<>prc exis­ tente.


____________ E L V O L C A N D E S C A B E Z A D O G R A N D E

37

la vertiente m eridional del valle, lo cual se hace, p or lo demás, gracias a una cuesta m u y peligrosa y em pinada. La juventud d e estas em isiones tiene trascendencia tam bién en el trazado de la red hidrográfica. A l contem plar por ejem plo los tributarios del río C olorado, que corre p or el borde septentrional de la rnancha de lavas, se observa qu e por la ribera izquierda este río í ó l o viene a recibir afluentes de entidad m ás al Occidente de Las M uías, d o n d e vierte sus aguas el A rroyo de San Pedro, d éb il caudal sin em bargo, que realiza su confluencia, m edian­ te u n verdadero despeñam iento ya que n o ha logrado p ro fu n ­ dizar m uch o su v a lle todavía en el recubrim iento de layas re­ cientes. Hacia el interior n in gú n aflu en te de im portancia se observa p or esa ribera. P o r otra parte, tod o s lo s valles que se han lograd o conform ar sobre la planicie, se «levan rápida­ m ente aguas arriba. El, río P a lo s de San P edro presenta num e­ rosos rápidos y saltos de agua. E l A rroyo San- José, tributa­ rio de la L águna de M ondaca y verdadero nacim iento del L ontué, se despeña hacia ésta por una serie de rápidos y her­ m osos saltos de agua que le dan un extraordinario atracrivo ( 1 ). Y a P IS S IS h iz o notar en su G eografía Física de la, R e­ pública de C h ile” que los volcanes de la C ordillera del G rupo de los D escabezados, se levantan sobre la planicie m enciona­ da. Es evidente que el magm a, después de las grandes em isio­ nes por grietas, ha buscado salida por puntos localizados, co n s­ truyendo los aparatos volcán icos que actualm ente adornan esa cordillera. La ordenación de que hablam os en nuestro estu­ dio apterior. habla m uy expresivam ente en este sentido. T o d o s ellos tienen una aire de fam ilia, y su historia, de­ be haber sid o m u y sem ejante. C on dos excepciones (? ) el t i­ p o que dom ina es el de los volcanes estratificados y son estos también los que tienen una im portancia to p o g r á fip m ayor. Casi siempre, en estas estructuras principales, la actividad p o s­ tum a ha gener-ado en los flancos o en la vecindad inm ediata, num erosos conos de proyecciones que se disponen conform e a líneas radiantes, solidarias en cierto m odo, con las líneas de .ordenación de que hablam os oportunam ente. E n el terreno observam os; sin em bargo, formas un ,poco m ás variadas, debido a la acción erosiva que ha tenido tiem ­ p o para trabajar poderosam ente algunas estructuras; pero siem pre con un p o c o .d e paciencia se llega al volcán estratifi( I ) V éase a este rcspe,cto la lá m in a del A tla s de Pissis.- en el c u al se f ig u ­ ra este rin c ó n c o rd ille ra n o .


■¿¡,

HUM BERTO FUENZALIDA

cado. Tal sucede por lo menos con el “A lto Pelado” . Por otra parte, el volcanismo de esta cordillera, se ha manifestado a menudoi por conductos que no construyeron aparatos, y cuyo poder efusivo se limitó al derrame de una gran corriente de lava, sin manifestaciones posteriores de ninguna clase. A lgu­ nas veces estas corrientes pueden referirse a algún volcán ve­ cino, otras veces no y habrá que considerarlas como centros de actividad independientes. Es por eso necesario hacer un pequeño estudio de las ma­ nifestaciones volcánicas, analizando su carácter y sus formas, si hay lugar a ello. En general puede decirse que los volcanes que forman el conjunto'de L o s Descabezados, pueden agruparse conforme .il siguiente .esquema; I.— Estrato-volcanes (volcanes estratificados). fácil­ mente reconocibles, con estructura bien conservada v notable­ mente saliente en la topografía general; algunas veces prei.l;>minan en ellos las emisiones de lava, otras veces las proyectiones que corresponden; a fases de actividades explosiva. Son es­ tos los principales ■en nuestra cordillera y los que mantienen un papel predominante en el volcanismo actual, por medio de sus cráteres adventicios. II.— : Morros volcánicos, formadps principalmente por núcleos pétreos, desprovistos de revestimiento y sin forma peculiar, que se presentan en el terreno algunas veces con for­ mas redondeadas, otras en forma de agujas notablemente sa­ lientes del contorno. Algunas veces, en la vecindad de esos ac­ cidentes aparecen lavas estratificadas que atestiguan la existcn.cia de un cono destruido por la erosión. III.— Conos de proyecciones, formados casi exclusiva­ mente por productos emitidos p)or el volcán en ocasión de ^>us paroxismos. Algunas veces estos volcanes han tenido sin em­ bargo, y en el comienzo de su actividad, emisiones de lava quesuelen tener grandes dimensiones, ocupan el fqndo de un va­ lle pero no se han repetido y la estructura piroclástica sin mez­ cla de lavas se ha levantado sobre ellas. rV.— Centros efusivos, formados .por emisiones de lava de gram importancia, pero que no se han repetido, ni han con­ tinuado manifestándose con fases explosivas. La actividad de


EL V O L C A N DESCA BEZA D O G RA N D E

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estas bocas quedó lim itada ^ una sola m anifestación; la em i­ sión de una gran corriente de lava. V .— Cráteres de exp losión , generalm ente desprovistos de em isiones de lava. La actividad se ha lim itad o a una e x p lo ­ sión que abrió la boca, la cual m ás tarde, m uchas veces ha sido ocupada por las aguas (m a a res). Es conform e a esta sistem ática, com o abordam os el es­ tudio de los diferentes volcanes de esta cordillera. Las diferentes estructuras que consideram os en nuestro artículo anterior deben considerarse distribuidas dentro de las distintas categorías de la manera siguiente: V olcan es E stratificados: D escabezado Grande, Cerro A zu l, D escabezado C hico, V olcán Cerro C olorado, V olcán Cerro del M edio. T o t a l cinco. N ú cleos volcánicos: Cerro Rajaduras, Cerro A lto P ela ­ do. T o ta l dos. ^1

C on os de Proyecciones: L o s H ornos N orte, L o s H ornos Sur, Q uizápu, Cráter de la s Escorias, V olcán C hivato. D e es­ tos dos so n adventicios, Q uizap u y Cráter de las Escorias ( 1 ) , pero am bos acusan un fijam ien to p rolon gad o de la actividad volcánica en un m ism o sitio y merecen, m encionarse aparte por cuanto, p or lo m enos u n o de ellos ba tenido m anifestaciones recientes qu e lo hacen m ás conocido que el V olcán original m ism o. L o s otros son volcanes perfectam ente, independientes, que marcan sitios de actividad situados al m argen de los gran­ des centros eruptivos de la Cordillera. T o ta l 5. C entros E fu siv o s: C entro de L as M uías (D escabezado G ran d e), C entro de M ondaca, C entro de E l B lanquillo,' C en ­ tro de A rroyo Pacos. T o ta l cuatro. Cráteres de E x p lo sió n : V olcán de L os Q uillayes, V o l­ cán Sin N om b re. V o lcá n de la R esolana.

(1 )

A d v e n tic io del D c a s b e z o d o C h ic o .


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HUM BERTO FUiEíraALIDA

A.— Volcanes Ésínatificados EL

DESCABEZADO

GRANDE

La más imponente estructura de la región la constituye el Descabezado Grande. DOMEYKO, al hablar de él en uno de sus «scritos ( 1 ) , recordaba ya que “ninguno, tiene más fa­ ma, de ninguno hablan más los viajeros y ninguno tal vez merece más estudio que el Descabezado” . Agregaba: ‘‘en él el geólogo ve un grupo de volcanes recién apagados, muy inte­ resante bajo todo aspecto; el geógrafo halla en su derredor el nacimiento de las principales' vertientes del río Colorado, del Lontué, del Maulé y del río Grande; el hacendado, abundan­ tes pastos para su ganado;- y en general, los habitantes de los feraces campos de Talca, por el natural cariño a su tierra na­ tal lo consideran como el más alto, el más hermoso y el más imponente-del mundo” (sic.). Por el contexto de lo que se acaba de leer pareciera como si en su primera visiía a estas cordilleras Domeyko no hubie­ ra reparado en que existen dos Descabezados, porque todos estos atributos no son conciliables para el Descabezado Gran­ de. al cual se refiere en la última parte de su frase indudable­ mente. En'varias otras partes de este escrito ( 2 ), se advierten también contradicciones que dejan de serlo si nos percatamos de esta probable confusión en que se encontró el distinguido sabio polaco. Debo decir que esto es muy posible, p>orque con­ trariamente a lo que sucede con el Descabezado Grande, el Descabezado Chico es de muy difícil observación. ,Es necesa­ rio subir a las cumbres más allá del Descabezado Grande para adv^tirlo, pues, de lo contrario, queda cubierto por éste y por las otras formas del grupo. En realidad, esa ilusión regional que observaba Domeyko por el Descabezado Grande de parte de los talquinos, se exólica perfectamente. En efecto, él es el primer volcán que apa­ rece. viniendo de norte a sur, con toda su enorme masa v sus íormas elegantes, enteramente a la vista del viajero que se des­ plaza por el Valle Longitudinal. Su cono se desprende des­ de las cumbres mismás de la Cordillera y prácticamente, puelogía "pág V n (2 )

y

V iaje a laa C o r d ille ra s ... etc.

Obras com pktas, t. V . G eoGeología, p'ág. 321.


EL V O L C A N D ESC A BEZA D O G R A N D E

41

de

decirse que es visib le desde el v a lle a partir de su m ism a b a ­ se. E sto hace que, ante lo s o jo s del que lo mira desde lejos, , aparezca de una altura m ucho m ayor que la que en realidad tiene, y pocos, aparentem ente, le igualan, en masa e im p on en ­ cia. E l C erro A z u l, que le sigue inm ediatam ente al sur, a u n ­ que es casi de su m ism a estatura, aparece desm edrado y en^ clenque. Su altura, determ inada p or la C om isión C hil. de L ím i­ tes, es de 3 .8 3 3 m ts. sobre el n ivél del mar, y su posición se­ gún lo s levantam ientos de la m ism a 3 5 “^ 3 5 ’ 3 0 ” de Lar. S. con 70^ 4 6 ’ de lon g. W . R iso -P a tró n en su D iccionario ( 1 ) da las siguientes coordenadas: 3 5 ° 3 5 ’ de lat. y 70^ 4 5 ’ de long. W . D ice adem ás en su breve descripción: “E s de fig u ­ ra piram idal, y truncada en su cùspide por- un corte rectamen­ te p lano, en d ond e se contiene su v asto cráter, que aparece, del E. com o una cúpula cubierta de nieve: m ás abajo se des­ cubren fajas de rocas estratificadas, porfíricas, de color gris claro, que bajan por sus costados. Se levanta a 3 .8 3 0 m ts. de altitud hacia el SW . del D escabezado C hico con el cual , está u n id o por un lla n o de nieves perpetuas...”’ Ei> realidad entre am bas cumbres se m iden 14 a 15 km s. y en esta distancia h ay lugar para varios accidentes, entre los cuales descuellan el C e. R ajaduras y el C o. C olorado, am bos volcanes. E n su base se m iden cinco a seis kilóm etros, conform e una línea orientada norte-sur, y su. cráter presenta un diám e­ tro de 2 km s. en ese m ism o sentido. Es visible del V a lle Central, desde C him barongo hasta poco m ás allá de Linares, pero la m ejor vista se obtiene des­ de el puente del ferrocarril sobre el. río L ontué. Su form a es característica y se le reconoce fácilm ente gracias a la gran truncatura que afecta al cono y que le ha merecido el nombre. E s­ ta truncatura que antes de 1 9 3 2 estaba perm anentem ente cu­ bierta por nieves eternas, desde ese año sólo almacena nieves frescas que ya avanzada la estación estival, desaparecen de­ bid o a la ablación correspondiente, y al cálor procurado por la actividad de un nuevo cráter abierto en su cuadrante N E . en 1 9 3 2 , y activo desde entonces. D o n H eriberto T rew h ela , que h iz o una ascensión hasta su cum bre en 1 9 2 9 , dice que el cráter estaba ocupado por hie­ lo s eternos, de entre los-cu ales sobresalían grandes peñascos negros. (1 )

L u is R is o - P a tr ó n :

D ic c io n á rió

G e o g rá fic o de C h ile . S á n iia g o ,

1924.


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HUIMBiglRTO FIUCNZALIDA

La estructura del cono es sencilla. En su base encontra­ mos numerosos emisiones de lavas delgadas y regulares, que se estratifican sin ’ntermediarios formando un fócalo bastan­ te dilatado. Estas lavas están constituidas por una roca por­ fídica, negra, opaca, con algunos feldespastos plajioclasas irregularme'nte dispersos en la masa. A diferencia de otras rocas seme jantes que se encuentran en la región esta no aparece contraída en prismas (pórfidos columnarios de Domeyko) sino regular­ mente desparramada con una débil inclinación radial, for­ mando mantos de gran regularidad y extensión. Este zócalo csposíble observarlo particularmente bien en todo su frente oc­ cidental, en donde avanza en forma de una especie de terraza, que ha sido fuertímente atacada por la erosión (fig. N.^ l ). Un problema a considerar es el de si estas lavas pertene­ cen a la planicie o forman parte ya de la estructura del Des­ cabezado. Es muy difícil establecer una diferencia a base del estudio de las rocas, por cuanto existe un seguro parentesco entre las andesitas columnares que forman la planicie como elemento más característico, y las emisiones primeras del vol­ cán. Se trata en este caso tambiém de andesitas, pero de un ca­ rácter más ácido sin retracción propiamente dicha. Creo que la fig. N .’ 1 muestra clarameste, en-cambio, de qué modo son ellas solidarias de la estructura del volcán y como presentan también una inclinación correspondiente a un primer esbozo de cono. Incuestionablemente estas lavas sobrecubren las es­ tratificadas que forman la planicie. Sobre este sócalo de lava se edifica el estrato volcán pro­ piamente dicho, o cono. Las pendientes de éste son mucho más acentuadas (20 grados más o menos). En él encontramos co­ mo material dominante un conglomerado rojo-gris compues­ to por trozos de lava,, ceniza y lapillis que el volcán ha pro­ yectado al exterior durante sus paroxismos (fig. N.'’’ 2 ). E s­ te color rojizo que le da la tonalidad general sólo se debe a la meteorización. Radialmente y en todos sentidos se obseryan a trechos grandes corridas acantiladas que constituyen el fren­ te denudado de coladas potentes, emitidas por el volcán y con­ tra cuyos frentes deben luchar los ascensionistas. Estos acan­ tilados corren hacia abajo, según un plano ligeramente má». inclinado que el general de las pendientes del volcán. En la fig. N .’’ 3 se ha representado esquemáticamente su estructura, con los diferentes materiales que intervienen en su composición. Las lavas solidarias del cono son de dos clases, desde el punto de vista petrográfico: una clara, gris, vacuolar que co­


EJL V O L C A N D E S C A B E Z A D O G R A N D E

4J

rresponde a una .traquita, otra obscura, form ada p rin cip a l­ m ente por obsidiana dispuesta en lechos de fluidalidad, alter­ nando con o tro s en lo s cuales la obsidiana no se advierte. Estas lavas tienen ábundantes m inerales de sanidina. C orresponde­ rían pues, a otra manera de presentarse la m ism a roca. M ien ­ tras las prim eras son las que intervienen en el cono, las ú lt i­ mas aparecen en el cráter, según puede desprenderse de las p o ­ tas observaciones que se han p o d id o hacer en el aparato m is­ m o.

El. volcán ha sid o m uy desigualm ente atacado por las ac­ ciones denudadoras. M ientras el zó ca lo aparece m uy articula­ d o debido a la existencia de quebradas y vailecitos. hasta tal p u n to que el arroyo de "El V old án ” , que corre hacia la L a ­ guna de M ondaca, se form a p or la confluencia en el seno del »ócalo de un arroyo proveniente de su frente occidental y otro del oriente, el con o m ism o presenta solam ente el com ienzo de barranco en su frente poniente, donde funcionaron durante algún tiem p o a partir de m a y o de 1 9 3 2 dos fum arolas c o n ti­ nuas. Fuera de este accidente, hacia el N E . existía antes de 1 9 3 2 una fuerte escotadura del cráter por donde tam bién se despeñaban aguas en ocasión de los derretim ientos estivales, j al pare'cer desde a llí bajaba una poderosa corriente de lava. P or lo m enos así lo hace suponer un croquis del grupo de los D e s­ cabezados publicad o jjor K ühn y tom ad o desde el Cerro del M edio. E s en esta parte donde se ha abierto el nuevo crá-

1

ter ( ).

^

S i las acciones externas n o han sido capaces de labrar más fKxlerosamente el cono, la acción de la energía interna que ( 1 ) R e p r o d u jim o s ts te c ro q u is «n n u e s tro a rtíc u lo a n te rio r.


«

HUM BERTO FUENZALIDA

actualmente se observa en forma de un renuevo de la activi­ dad, ha sido capaz de averiar mucho más seriamente la estruc­ tura. En efecto, encontramos «n ella, dos embudos crateiformes, uno directamente al norte, inactivo actualmente y otro de grandes dimensiones que ocupa casi todo su cuadrante nor• este, constituyendo el actual cráter en funciones, con actividad intermitente y fase stromboliana durante los períodos de ac­ ción. Fuera de estos accidentes contemporáneos, se encontra. ba en su parte sur posiblemente un embudo semejante que se transformó en laguna, por acumulación de las aguas pluvia­ les, el cual, al romperse en el mes de julio de 1932, prodiijo una gran avalancha de barro que,-de contragolpe, ocasionó la ruptura del dique que estancaba la Laguria del Blanquillo, situada a sus pies, ea su lado suroccidental. Actividiad.— N o poseemos informaciones sobre la acti­ vidad del Descabezado Grande a través de su cráter primitivo. Desde que llegaron los españoles a establecerse en el Valla Longitudinal había sido considerado como un volcán apaga­ do y és muy difícil suponer, dada su situación, que el volcán haya tenido alguna manifestación de actividad por su cráter principal sin que los habitantes de las regiones vecinas se die­ ran cuenta de ellas. El hecho de que no hayan existido manifestaciones por . ese cráter, no implica, por cierto, la inactividad del centro co­ rrespondiente. Por desgracia ninguno de los viejos viajeros dejo constancia meticulosa de los accidentes que presenta el Cono, para juzgar de las modificaciones que se producen oca­ sionadas por la actividad interna. Sin embargo, los visitantes de esas regiones Siempre han dejado constancia del hecho de contornos septentrionales estaban cubiertos por lapilhs, piedra pómez y arenas volcánicas. Es posible, y tal vez es lo más seguro, que estas explosiones provinieran del Quizapu, pero es posible también que fueran originadas por fases explosivas breves, semejantes a las que dieron origen a los dos cráteres abiertos en la actualidad en su cuadrante noreste uno de los cuales solamente conservó su actividad En v,r tiente sur se conoce otro cráter de este tipo que nc> sabemos' le n t f .u S

debe"^ser^relatfvam enteT

termuente y que por lo mismo ha- resultado e n m a sc IíS l


_________________ E L V O L C A N D E S C A B E Z A D O G R A N D E

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H istoria: La historia que se desprende de los hechos a n o ­ tados anteriorm ente es bastante sencilla hasta el m om ento. Es evidente que la actividad de esta boca com enzó con emisiones . de gran área, tranquilas, liquidas, que salieron tal v ez por una grieta orientada longitu din alm en te. S ólo cuando el e n fr ia ­ m iento del centro m agm àtico correspondiente o la ' evolución m agm àtica hul^o avan zado lo bastante, se conform ó ya un cráter, en el cual el m aterial debió presentarse bajo el aspecto de un lago de lava. Las em isiones fueron siendo cada vez más difíciles, tal v e z debido a la acidificación progresiva del m ag­ ma y el vojcán com enzó su fase exp losiva. Es a esta fase de actividad vulcaniana a la que se debe principalm ente la e d ifi­ cación del cono. Sü m ejor testim onio es la brecha rojiza com ­ puesta de bloques arrojados por el volcán, con arenas lapillis y cenizas. A l m ism o tiem po que se producían estas fases de .ac­ tividad exp losiva, en. o c a sió n , de los grandes paroxism os la presión interna lograba vom itar por la boca del cráter co ­ rrientes de lava que se intercalan con los niateriales de proyec­ ción y que aparecen en forma, de corridas pétreas orientadas radialm ente. N aturalm ente las em isiones durante el perícvlo dz construcción del cono, se hicieron principalm ente por el crá­ ter principal, aunque debem os aceptar la suposición de que algunas de ellas ya tuvieron lugar por grietas laterales del apa­ rato. Esta fase debe haber tenido una larga duración si juzga-; m os por las dim ensiones de la estructura ( 1 .3 0 0 mts. sobre su b 's'e). F inalm ente se so lid ificó la lava contenida en la chim e­ nea y en el cráter y el D escabezado em pezó períodos da inac­ tividad prolongados. U n o de éstos es el transcurrido desd» la llegada de lo s españoles hasta nuestros días. E l carácter de la."; emir.ÍGnes ha sido siempre v itrofíd ico. predom inando los vidrics, por lo cual posteriorm ente presentaremos un estudio petrográfico y q uím ico de entos materiales. Las num erosas m anifestaciones de actividad pòstum a que Ge observan en los alredcdorc; del volcán es lo que^ nos hace aceptar el D escabezado com o una estructura que siempre ha conservado su carácter de volcán activo. Y a hem os hecho an- • leriorm ente algunas observaciones a' este respecto. Eton Heri'berto -Trewhela, por ejem plo, en una conferencia dictada en ci teatro de C uricó poco despuéj de la gran erupción del Q uizapu de 1 9 3 2 , llam a la atención sobre la gran cantidad de proyecciones que se observan en su oarte norte y ya él m ism o se pone en la p osibilidad de que el Descabezado conservaba su actividad. A .partir de b : :r.::r'.-:;intes observaciones realizada.s


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HUM BERTO FfJ'ENZi.\LipA

por don Mauricio 2,’’ Vogel sabemos que existe una corriente de lava que se desprende de su cuadrante noroccidental y que se dilata por unos dos o tres kilómetros. El señor Vogel seña­ la esta corriente como el producto de un Volcán independiente que denomina Volcán del Alto de las Muías. En todo caso éste no ha tenido ninguna conformación especial, y tal vez sea más correcto interpretarla como una corriente basal del Descabezado. Esta corrienta conserva todas las características de una dolada no más vieja de un siglo: sus hornitos todivía se mantienen y todas las articulaciones superiores correspon­ dientes a una incipiente lava de bloques son perfectamente re­ conocibles. Vemos, pues, que existín razones bastante satis­ factorias para estimar que la inactividad del Descabezado no na sido nunca lo suficientemente prolongada como para con­ siderarlo alguna vez como volcán apagado. La actividad actual: El renuevo definitivo de la -ictivídad del Descabezado Grande se produjo en 1932 y como.con■ tragolpe de la formidable erupción del Quizapu del 10 de abril de 1932. El día 28 de abril dé ese mismo año, se observaron en su flanco occidental dos hermosas fumarolas que continuarcin en actividad hasta 1936. Estas fumarolas se encontraban unes trescientos metros debajo de ku cumbre,^ separadas por una grieta correspondiente a un barranco (fig. N.'^ 4 ). Ese i-!í.t >me encontraba yo en la Cordillera y pude ver como al amane­ cer de ese día ya las fumarolas estaban en franca actividad. Recuerdo que durante los días anteriores'hubo bastante mal tiempo, de tal manta que ellas pudieron abrirse antes sin que nos fuera posible percatarnos de pilo, A este respecto, poseemos un valioso, informe. Ese mi.smo día se encontraba en la Cordillera el señor Erwin Koehler, quien pudo observar este fenómeno de Curillinque. Dice: ‘E n nues­ tro primer yiaje, el 28 de abril de 1932, subiendo los cerros en frente de Curillinque, vimos que en la parte noroeste de ese volcán (Descabezado) se habían abierto cuatro orificios, iinos 300 mrtroc por debajo de la cumbre” . Es evidente que el señor Koehler sz refiere en parte a las fumarolas que ss ob ­ servaron en su frente occident:!.' Pero ya también se refiere a los cráteres que ca observaron más tarde; puesto que habla de cuatro orificios. Más adelante, en'su mismo escrito U'),

(1 ) E n «1 folleto, in titu h d o "V o l-á n Q u izap u ". Exped, C ii.’ r, -id O b­ servatorio El Salto. T::.-aliuano. 1934. pp. 33 y 34.


E L V O LC A N D ESC A BEZA D O GRA NDE

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agrega: C o n los an teojos (estuvim os unos siete kilóm etros •en la anea recta del v o lcá n ) v im o s perfectam ente que el cráter tam bién arrojaba piedras candentes; m uchas de estas piedras rodaron en su falda noroeste abajo y algunas bailaban encima del cráter, fenóm en o que m e exp lico p or la constante proyec•cjón de nubes exp losivas que m antenían en suspensión esas piedras. C reo que el despertar del D escabezado haya ocurrido •el día 2 6 de abril entre las cuatro y seis de la mañana, cuando .sentíam os un os tem blores bastante fuertes en nuestro a lo ja ­ m ien to en C urillinq u e. D e l día 2 5 al 2 7 de abril llo v ía t o ­ rrencialm ente” . D eb o decir que to d o esto es m u y posible. E l señor K oehler cree, según el co n tex to anterior, que el cráter central estuvo en activid ad esa vez. E n realidad, estaba situado al sur •del volcán y su con fu sión es com prensible. N o fué ese cráter el que estuvo activo, sin o lo s dos que hem os descrito en la parte norte y noreste del cono. Esta m ism a observación la h iz o en C uricó el señor H eriberto T rew h ela, quien aun dibujó • un croquis del aspecto del D escabezado en esa oportunidad, con las dos fum arolas y las dos colum nas de em isión correspon<lientes a los dos cráteres. C o m o dije, m e encontraba en la Cordillera ese m ism o día y durante un m om ento pude ob-^ervar el volcán desde las cumbres de L os T reiles (al norte del L o n tu é ). V i perfectam ente las fum arolas, pero n o v i las co­ lum nas correspondientes a lo s cráteres, porque esa parte del volcán m e quedaba oculta. Recuerdo, €so. sí. que me llam ó poderosam ente la atención la gran cantidad de gases que s? observaban por encinvi del cerro que se interponía p a n la observación del D escabezado; entonces interpreté esos gases com o proveniente del Q uizapu, que me quedaba ocu lto por el D escabezado. T rew h ela n o an otó fecha, pero en su C o n fe­ rencia dice que ellos entraron en actividad 15 ó 2 0 días des­ pués de la erupción del Q uizapu, es decir, el 2 5 a 30 de abril. Es m u y posible, pues, que los cráteres que pudim os r-bservar más tarde ya hubieran m anifestado su actividad en el cono d el D escabezado. E n to d o caso, estos • cráteres permanecieron in activos durante to d o el mes de m ayo y así se explica que se haya estim ad o com o fecha de su nacim iento el mes de junio, en que el del cuadrante noreste entra en una actividad pro­ longada. P o r eso puede decirse que el renuevo total se realiza con la regularización de la actividad d^ un gran cráter (fig. 5 ) , cuyo diám etro debe ser vecin o de los 2 . 0 0 0 m e­


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HOMBiBRTO FUENZALIDA

tros en su cuadrante noreste. Por una curiosa coincidencia, dispongo de una fotografía, tomada por don Heriberto Trewhela, de la part« del cono que actualmente c cupa el cráter, en 1929. N o se advierte en ella ninguna particularidad y es evidente, que fuera de la escotadura que señala el croquis de Kühn, no existía allí ningún otro accidente. £1 cráter se reabrió con un paroxismo de gran violencia, que produjo una segunda caída de ceniza en todo Chile Central, en los prime­ ros días de junio de 1932. Este fenómeno, pasó enteramente inapercibido, pues, en esos meses de invierno, es muy difícil tener visibilidad sobre la Cordillera. La caída de ceniza se le atribuyó entonces al Quizápu. El cráter que se ha demostrado muy activo desde el momento dé su formación, comienza en la misma cumbre y llega hasta unos trescientos metros de su base. En un principio, la actividad era continua y con frecuen(•ias que iban desd« 1 minuto hasta 2 0 de intervalo se pro­ ducían las hermosas explosiones (fase estromboliana-). El as­ censo de los gases al ser observado desde el exterior procuraba las siguientes observaciones: Primero aparecen como una coliflor que llena comple­ tamente la oquedad del cráter, a partir de donde, se elevan lentamente' en el aire aumentando paulatinamnte el tamaño de sus volAitas hasta que ya un tanto imprecisas, son desma­ dejadas por el viento SW. dominante en la región. Rara vez. durante los períodos de actividad normal, sobrepasaban la altu­ ra del cono, pero en ocasiones excepcionales,' se elevaron con­ siderablemente en la atmósfera. Una porción de los gases, la más densa, se adhería al talud extírno del cráter y se desliza­ ba hacia abajo con gran velocidad, trayendo al espíritu, el re­ cuerdo de las famosas nubes ardientes. La otra parte se eleva­ ba en el aire y poco a poco se producía un desdoblamiento en. ella. Mientras los gases livianos principalmente vapor de agua, continuaban ascendiendo, la ceniza, lapillis, y piedras acarrea­ dos, empezaban a caer luego, y poco a poco de la primitiva explosión se separaban dos nubes, una que continuaba deri­ vando acarreada p>or el viento, y otra que se apegaba a la tie­ rra y descendía cada vez más. Las bombas caíam ínmediajamente, y era muy peculiar que apenas empezaba a surgir la coliflor se percibiera el ruido de las piedras de gran tamjiño al caer de nuevo en el mismo, cráter, donde debían producir derrumbes, o «n el contorno inmediato. Lo frecuente era sin embargo, que no se observara caída de piedras hacia el exte-


E L V O L C A N D E SC A B E Z A E ÍO G R A N D E

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rior, sin o en el m ism o cráter com o si la energía dé las e x p lo ­ siones n o lo perm itiera. Estas observaciones corresponden a la actividad dur?nte los períodos noirmales y durante u n o de ellos fué cuando reali­ zam os nuestra visita a esos lugares. N o se conserva ella tod o el tiem po igual. H a tenido períodos de m ayor energía sin a l­ canzar nunca el grado de la que conocim os para el Q uizapu, V otras ha desaoarecido com pletam ente. E n la actualidad el volcán está en un período de reposo. E l n u evo cráter, hasta la fe¿ha de nuestra visita, no había jogrado acum ular m ateriales com o para que pudiera hablarse de un esbozo de cono. A lo m ás era posible hablar de taludes de proyección. N o había em itido tam poco ninguna corriente de lava. N aturalm ente toda la región vecina ha recibido una gran cantidad de ceniza, la p illis y arena volcánica. Las ceni­ zas.- eran m ás negras que las arrojadas .por el volcán Q uizapu de tal manera que era m u y fácil señalar en el terreno, hasta donde alcanzaba el área afectada por lo s productos sueltos del nuevo volcán. A l norte del cono, e inm ediatam ente al lad o del .cráter que hem os_ descrito anteriorm ente, existe otro cráter que es­ taba in activo en el m om ento de nuestra visita. A unque no estoy seguro, me parece que esta boca em pezó a funcionar ju n (I) B n el B o le tín del S e rv ic io S ism o ló g ic o de la U n iv . de C h ile . O b se r­ vaciones d e 1 9 3 2 . N .’ X X IV .- p á g . 1 6 , el s e ñ o r E n r iq u e D o n o s o fija el a p a re ­ c im ie n to d e fin itiv o del c rá te r el 2 de ju n io . D e ta lla a c o n tin u a c ió n la activi-* d a d o b se rv a d a d u ra n te ere a ñ o . D ice a sí: “ D u ra n te lo s p rim e ro s m eses había, u n a e m is ió n c o n s ta n te d e h u m o p o r su e n o rm e c rá te r n u e v o , q u e tie n e tz l cerca"de 1.000 m e tro s d e d iá m e tro ; e íte h u m o salía en fo rm a d e p e q u e ñ a s e x p lo ­ siones. sucesivas y c o n sta n te s, y n o se e le v ab a a m ás de 200 a 3Q 0 m c iro e so b re é l; ad em ás de esto, se p ro d u c ía n d e v ez en c u a n d o e x p lo sio n e s m u y f u e r­ tes q u e la n z a b a n a la a tm ó rf A a c o lu m n a s de h u m o y c en iza s q,uc a lc a n z a b a n c u n a a ltu r a de 7 a 8 m il m e tro s so b re el co n o . " E n lo s ú ltim o s d ía s de n o v ie m b re d e 1 9 3 2 . la s p e q u eñ a s e x p lo sio n es sv- ^ g u ie ro n en la m ism a fo rm a , p e ro la s g ra n d e s se h ic ie ro n m á.j seguidas, p u e s su in te ’rv a lo , q u e e ra de m u c h a s h o ra s e n tre u n a y o tea, se 'h |r% ro d de u n a h o r a o m en o s. L a a ltu r a de las c o lu m n a s de c en iza n o fu e e n to n c e^ ta n c o nsídcrabjc co m o c u a n d o las g ra n d e s e x p lo sio n e s se p ro d u c ía n a la rg o s in te rv a lo s , lle­ g a n d o sólo, en ocasiones, a s o b re p a s a r lo s 5 añil m e tro s sobne el dono. “ H a y <}ue a d v e r tir q u e lo s in te rv a lo s e n tre las e x p lo sio n e? n o eran regulares y q u e la in te n s id a d d e la e ru p c ió n s u fría a u m e n to s y d is m in u c io n e s qu>e d u r a ­ b a n p o r e sp acio de v a rio s d ías. , “ D esd e el 15 de d iciem b re. la fo rm a , p rim itiv a tu y o u n a m o d ifica c ió n c o n ­ siderable. p u e s las p e q u eñ a s eru p c io n e s d c ra p arec ie ro n , q u e d a n d o só lo las cra n ~ des, q u e se su o ed ían a c o rto s in te rv a lo s ” .


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HUM BERTO PUBNZALIDA

to con la formación de las fumarolas, esto es en los últimos días de abril de .1932 o los primeros de mayo. En todo caso es un accidente reciente porque ni el señor Trewhela que su­ bió al Descabezado Grande en 1929, ni ningún otro visitante lo mencionan. Como el es muy visible es justo suponer que no ha existido. Según este mismo señor, atento c incompara­ ble observador que vive en Curicó, este cráter en un principio habría sido doble, de tal manera que en los días siguiente? a su observación— , en esta parte d Sr. Trewhda se refiere al cráter de que hemos hablado en el párrafo anterior— , se obser­ varon dos columnas de humo, una situada inmediatamente al norte del cono (cráter 2 ) y otra en la posición del cráter acti­ vo de que hemos hablado hace un instante. Es posible, pues, que durante un cierto tiempo haya coexistido la actividad de los dos cráteres y solamente des,pués de un tiempo y pt>r cap­ tación, la actividad se concentra en uno sólo, en el cual ha per­ sistido .posteriormente (cráter 3 ). (1)

(]) La fecha de nuestra visita ú nuevo cráter del Descabezado, fujé en el mes de enero de 1933.


El D escatezado G rande ■ Lám. I

F ig . N ."

1.— (Lavas de la P la n (c ie recu b iertas p o r lav as dcl z ó ca lo .

F ig . N ."

2 .— C o n g lo m e ra d o

p iro c là stico

d ii

Descab.ízi:<io G ran d e. ( F o to H . T r e w h e la ) .


Lám. II

El Descíibczado Grande

Fig. N /‘ 4.— V ista frontal del Descabezado G rande con su drátcr activo y las fum-arolas.

Enero de 1932.

Fig. N .’ 5.— E l Descabezado Grande visto derde el norte. y cráter activo en esa vertiente.

C ráter

inac*tivi:>


n i Descabezado G rande

F ig . N .^

6 .—

i..ím . r n

E l D e sc a b ez a d o G ra n d e y el C e rro A z u l, desde E l A lto P e l : i i c .

F ig . N .’ 7 .— C rá te r p rim itiv o

y

fu m a ro la s .

V -1 9 3 2 . ( F o to E . D o n o s o ) .


El Descabezado G:andc

Fig. N."

8.— La

U m . IV

Laguna de Mondaca y las lavas de la Planicie.


R E V IS IO N D E L A S E SP E C IE S C H IL E N A S D E L G E N E R O A U T O M E R IS H b n. (Saturniidae) ■ •

P o r el D r .

E M IL IO

URETA

R.

J e fe de la Sección de E n to m o lo g ía .

D esde largo tiem po teníam os el. deseo de revisar* este intrincado género de heteróceros, que en nuestro país cuenta con varias especies y form as. H o y podem os hacerlo, gracias a que hem os conseguido reunir para nuestro estudio un abundante m aterial, colectado desde Aconcagua hasta M aga­ llanes y observado, p or el norte, desde C oquim bo. H em os revisado las colecciones de nuestro M useo, del M useo del C o leg io San P edro N olasco, cuyo Director es el R. H . F la m in io R u iz; del M useo de los R R . P P . franceses y las colecciones particulares del D r. V icente Izquierdo, fe liz ­ m ente bien conservada por su fam ilia; de don José T . M e­ dina; del señor Fernando Paulsen (estas dos últim as legadas y conservadas en nuestro M useo) ; del D r. sefíor E d w y n Reed, en V alparaíso; del D irector del’ Jardín Z oológipo N a ­ cional, señor Carlos Reed; del señor Juan B etzh old P ., en V iñ a del M ar; del señor A rnaldo D roste, adquirida por ?1 M useo; del señor D illm a n B ullock, de A n g o l; del señor A r ­ turo Herreros, en V iñ a del Mar, y nuestra colección p arti­ cular. E n el ú ltim o m om ento, hem os recibido un im portante m aterial argentino, gracias al alto espíritu de colaboración del d istin gu id o lep id op terólogo y poseedor de la m ayor colección, de lepidópteros de la R epública A rgentina, don A lberto Brey'er, para quien destacam os en estas líneas ^nuestro reconoci­ m iento. ^ Lás fotografías que ilustran el trabajo fueron tom adas ,por el P ro f. señor H um berto Fuenzalida, las plantas que se citan las-determ inó el P rof. señ of M arcial E spinosa B. y nos ayu d ó eñ las traducciones el D r. señor R o d u lfo A . P h ilip p i B.


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EMILIO URETA R.

Para todas las personas citadas vaya nuestro mejor agra ■ decimiento, así como para aquéllos que de una manera u otra han facilitado nuestra labor. En las formas nuevas que se describen en este trabajo se encontrarán, al lado de los colores enunciados, números entre paréntesis, que corresponden al “Code universel des couleurs”, de E. Séguy, edición'de 1936, facilitada por el Director del Museo Pedagógico, Prof. señor Carlos Stuardo, a quien agradecemos su colaboración. La dificultad en la ordenación sistemática de las espe­ cies y formas de nuestras Automeris es enorme y ello expli­ ca la gran cantidad de errores cometidos por casi todos los autores que de ellas se han ocupado. Nosotros no pretende­ mos de ninguna manera decir la última palabra, él mejor es­ tudio y la observación biológica podrán darnos lu#es más claras en este asunto. Séanos ,por ello excusadas las faltas en que podamos caer en nuestra difícil tarea. Automeris Hbn. "Es un género extraordinariamente grande y de un tipc' bastante uniforme. Sus especies habían sido, hasta ahora, bastante mal diferenciadas y, por lo tanto, han producido numerosas dificultades, ya que también •en su determinación reina mucha falta de claridad y hay confusión. General­ mente, se trata de mariposas grandes y bellas, con alas pos­ teriores de colores vivos y con gran ojo discal. Las antenas del macho son anchas, con doble escobilla, en las hembras diferentes, generalmente filiforrnes o débilmente aserradas. Palpos muy bien desarrollados, que alcanzan o aun sobre­ pasan la frente; ojos-extraordinariamente grandes; trompa, ;i veces, visible como un débil hilito. La forma de las alas ge­ neralmente ancha, el ápice de las anteriores más o menos puntiagudo. Ala anterior con tres troncos subcostales, la VII y VIII sobre un pedúnculo largo, la X es corta, la V está retrocedida casi hasta el centro de la vena transversa: también en las alas posteriores la V sale de abajo del ángulo de la célula superior;- la VI está casi a la misma distancia de la V y VII, la vena costal desemboca en el ápice o por de­ lante, la VII en el borde externo o inmediatamente por deba ­ jo del ápice. Las orugas están provistas de cerdas en form.-i de estrellas o de pezones espinudos. Las espinas tienen un fuerte poder urticante, a pesar de lo cual parecen estar espe-


E L G E N E R O A U T O M 'E R IS

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■cialmente expuestas a los ataques de los ichneum ónidos. E l capullo se hace en grandes m allas. T ip o : A . jan u s C r .’" ( 1 ) . Este género está representado en América por 2 1 9 espe­ cies y form as. E n nuestro país, las especies de A utom eris han ¿ido colocadas prim ero en el género jto (1 8 5 2 , blanchard, -en G ay, Z o o l. V II, p. 5 8 ) , luego en H yperchiria por Butler (1 8 8 2 . T ran s. E nt. Soc. part. I ) . Izquierdo en 1895 (A n. U n iv . C hile, p. 7 9 0 ) las m antiene en este género. E n nuestra literatura entom ológica son por primera vez citadas com o A uccm eris por el señor D illm a n S. B ullock (R ev. C h il. H ist. N at. 1 9 3 4 . p. 4 7 ) . Las autom eris chilenas constituyen un herm oso grupo de satúrnidos, los más variables de los nuestros, hasta, tal p u n to que puede decirse que no se encuentran dos ejemplares exactam ente iguales. E sto ha llevad o a num erosos auWres a describir nuevas especies y form as, m uchas de las cuales caen en sinonim ia en este trabajo. Las autom eris v iven en C hile' desde" la provincia ds C oq u im b o (G ay; W agenknecht ha v isto en Salamanca, lat. 3 1 ° 4 7 ’, a 5 1 0 m. sobre el m a r), hasta M agallanes (lat. 5 3 '’! O’, Herrera) y desde'el n ivel del mar hasta 1 ,4 0 0 m .' sobre él (Q ueltehues, valle del Maipc), U r e ta ). _La m ayor altura antes catada era de^950 m. (cam ino a los baños de C h illán. Izq uierd o) y la m ayor latitud E l C hubut. 5 1"’ (B erg ). La variación en 'este género es m uy grande bastante más acentuada en los m achos. Las hem bras son más h o m o ­ géneas, aun éntre las de diferentes especies. E n las autom eris, el d ib ujo varía m enos que el colorido, si bien es cierto que las líneas transversales de las alas p oste­ riores principalm ente, adoptan muchas formas. Estas líneas transversales, de las cuatro alas, rnantienen ci-ertas carac.teristicas en cada especie, lo cual les confiere carácter específico, pero en ciertos casos, felizm ente no m uy abundantes, la inter­ pretación de ésta# requiere cierto entrenam iento. T ranscribim os a continuación algunas observaciones del D r. Izquierd¿ (A n al. U n iv . C hile, 1 8 9 5 ) sobre estas m a­ riposas: , , •‘D a n una sola generación al año; las hem bras ponen sus huevos a m ediados o fines del verano; las orugas aparecen en (1 )

D ia g n o s is d ad a p o r D r a u d t

u ' S c h w a rm , t. V I , p . 7 2 7

(e n S e itz ) . G ro ss. S ch m . d . E rd e. S p in .


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EMILIO U'RETA R.

septiembre, !se transforman en crisálidas a fines de diciembre y enero. Los imagos aparecen en marzo y abril y vuelan so­ lamente de noche; se las colecta alrededor de las lámparas, siendo los machos mucho más comunes que las hembras. El huevo: Es de forma elíptica, de 1 3|4 de milímetro de largo y 1 1|4 de ancho; color verde limón, brillante, algo transparente, de superficie lisa. Las hembras lo depositan en grupos. La membrana externa es bastante gruesa, estudiada con el microscopio a un aumento de 2 0 0 diámetros, ofrece algunas particularidades interesantes; en su espesor se ven conductitos muy finos que van de la superficie externa a la interna, en dirección oblicua. Empiezan por fuera de una fositá redondeada, de la cual parte un canalículo cilindrico,, el cual se adelgaza a medida que atraviesa la membrana y termina en punta afilada. Créemos que no atraviesin todo el espesor de la membrana, sino que terminan dentro de ella. Estos conductillos están orientados en el mismo sentido, es decir, son oblicuos y las fositas están dirigidas todas hacía el mismo lado; no son rectilíneos sino ligeramente ondulados. Observados en seco, los canalículos se presentan conjispecto oscuro en el fondo transparente homogéneo de la membra­ na, como si estuvieran llenos de aire, para la transmisión del cual están, sin duda, destinados. Orugjia: ViveiT sobre varios vegetales, han sido encon­ tradas sobre Maitén, cardón o chagual, zarzamora y niñe (Fagus pumilío Poep.). Recién salvias del huevo son de color gris verdoso, eri­ zadas de espinitas muy finas; están reunidas en-colonias o so­ ciedades durante la juventud; más tarde, la familia se dis­ persa y cuando están crecidas se las encuentra solitarias. Ehirante el día se ocultan entre las hojas, basuras o troncos caí­ dos. Las que viven sobre el chagual se guardan entre la. base de las hojas y el tronco, de donde no es fácil extraerlas. Cpmen sólo durante la noche. - Las orugas de las diversas, especies se asemejan tanto entre sí que se podría du%r que pertenezcan a èspecies distintas. Nacidas en septiembre, crecen con bas­ tante lentitud (orugas encontradas en septiembre de 1886 .sobre el Maitén en el cerro de la Cám,pana en Quíllota) y so­ lamente están adultas en diciembre. Reúnen, por medio de «scasos hilos de seda, hojas o cuerpos extraños y se consr truyen una especie de cavidad, que no puede llamarse capu­ llo, dentro de la cual permanecen hasta más de 15 días sin transformarse en crisálidas. Las orugas crecidas ortigan -cuando se les toca y son todas de color' oscuro, con la piel


E L G E N E R O A U T O M E R IS

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cubierta de espinas sim ples, im plantadas en m anojos sim ém cam en te colocados y dispuestas com o las espinas de los Cactus. Las espm as son interesantes por su estructura y ofre­ cen caracteres que son genéricos de este grupo de bom bicídeos; a lo m enos, en C hile. T o d a s ellas son sim ples, sin ram ifica­ ción, pero no iguales unas con otras. E n un m ism o m anojo, hay tres variedades diferentes; en el centro se encuentran cuatro o cinco grandes espinas, m ucho m ás largas que las otras, con una extrem idad flexib le y filiform e; alrededor de éstas h a y treinta o cuarenta m ás cortas, sin prolongación f i ­ liform e y p or fin, hay, además; en cada m anojo algunas m u y finas, flex ib les y parecidas a pelos. V eam os cual es la estructura de cada una de estas variedades. Las espinas grandes tienen de lon gitu d de 1 a 3 m ilí­ metros, se com ponen de d os segm entos igualm ente largos; el uno que llam arem os segm ento basilar, está im plantado, por una base ancha sobre la piel, es cilindrico, de 96 a 128 m icrom ilím etros de grosor y term inado por una exnem idad redondeada, en la cúsoide de la cual hay una fosíta o cavi­ dad articular. E l o tr o segm ento es m ucho más delgado, de 16 a 3 2 m icrom ilím etros, flex ib le y filiform e; term ina en punta afilada y está articulado en la fosita del extrem o del segm ento basilar. Esta articulación perm ite m ovim ien tos de iateralidad al segundo segm ento sobre el prim ero. E l trozo filiform e está, además» erizado en toda su lon gitu d de pe­ queños pelos rígidos. E s casi seguro que son las extrem ida­ des de estas grandes espinas las que ortigan cuando se toca al anim al. _ La segunda variedad com prende espinas m ucho más *-:ortas, de base ensanchada, m uy tiesas, duras, cilindricas y term inadas en punta fuerte y afilada, y provistas de un canal al parecer cerrado en el extrem o. Su lon gitu d es de 1 a 2 m ilím etros, su grosor de 1 centesim o de m ilím etro. La tercera clase com prende apéndices m uy delgados, de 3 i 4 m ilím etros de largo y 16 m icrom ilím etros de grosor. Se asemejan, a pelos, son m u y flexibles, term inan en punta afilada y su superficie está provista de pequeños pelos late­ rales. en toda su lon gitu d . I.a crisálidla n o tiene nada de particular, es com o la de m uchos otros B o m b ix , a lg o gruesa y de color castaño. Im ago: L as antenas de los m achos son fuertem ente pecti­ nadas y estas pectinaciones son dob les a partir desde el cuarto artículo (con tand o desde la ex trem id a d ). E l tercer segm en­ to tiene, a veces, un rudim ento de doble rama. Esta últim a va


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EMILIO U R E JA R.

haciéndose más y más larga, hasta llegar a la parte media de la antena, donde'tiene su mayor longitud y disminuye en se­ guida hacia atrás. Tiene, pues, cada segmento cuatro ramas, dos a cada lado, de éstas una es larga y la otra es corta: todas son cilindricas, están cubiertas de pelos simples muy numerosos y terminan en un pelo más fuerte y agudo. Las antenas de las hembras son dentadas, con excepción <i€ los 5 u 8 artículos de la punta. En cada dentadura existen uno o dos pelos tiesos y fuertes, bien visibles con el lente. La cara externa de los segmentos está provista de escamas cónicas, bastante largas, las cuales existen en número de una en los seg­ mentos de la punta. Los que siguen tienen 2, 3, 4, sucesiva­ mente, hasta que los de la parte media, diez o más, y los de la base, un número mucho mayor. N o conocemos otro género de Bómbix en Chile, en el cual las antenas de las hembras estén provistas de- escamas como en el presente. Cada antpna consta de 40 artículos y su color en ambos sexos es amarillo rojizo” . Para nuestro presente trabajo hemos logrado revisar 358 ejemplares de Alutomeris y después de hacer una síntesis de los conocimientos hasta hoy existentes, de nuestras propias obser­ vaciones y de un prolijo examen de todos los ejemplares, ho­ rnos llegado a la conclusión que en nuestro país existen sólo tres especies, a saber: erytbrops (B l.), erythraiea (Ph,) y microphtalma (P h .). Las dos primeras son muy afines y aun hay formas de éstas, v. gr.; olivacea (Btlr.), que es difícil p o ­ derla colocar a ciencia cierta en una de ellas; la tercera, microphthalma, es ya muy diferente y forma un grupo aparte. El material revisado por nosotros se descompone en la siguiente forma; f 194 machos A. erytbrops (Bl.) -{ I 33 hembras — Total: 227 í 108 machos A. erytbfaea (Ph.) I í A. microphthalma (Ph.) ■{ i

13 hembras — Total: 121 6

machos

4 hembras — Total: 10

Naturalmente, en cada especie hemos incluido todas sus formas.


I

____________________________ E L Q E iN E R O A U T O M E R I S

'

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Salta a la vista el m ayor núm ero de m achos, 3 0 8 , con ­ tra 50 hembras, es decir, 6 m achos por cada 1 hembra colec­ tada. B uscando una explicación a este fenóm eno, no debemos olvid ar que frecuentem ente en los insectos son m ás ab u n d an ­ tes los m achos, pero es posible que en A utom eris la despro­ porción real n o sea tan exagerada. D ebe haber, pues, uno o más factores que actúen sobre el núm ero de ejemplares co­ lectados. A este r e sp e to , el señor Carlos Reed nos ha in si­ nuado la idea, por cierto m uy aceptable, de que las hembras, p or su enorm e abdom en grávido, sean m enos voladoras y que, a su vez, los m achos, más esbeltos y activos, lleguen a la lu z y vuelen por todas partes en busca de las hembras. A utom eris erythrops y sus form as habita la zona cen tral de C hile y dom ina en el valle central y en los precordilleianos, desde C oq u im b o a C h illán; A . erytbraea prefiere la cordillera de la costa y vuela desde V alparaíso hasta M aga­ llanes; A . m icrophthalm a v iv e reducida entre las p ro v in ­ cias de C autín y V ald ivia. Es m u y posible que^ erytliraca derive de ery th ro p s. Sería una especie adaptada a la hum edad y a la baja altura, su habitat ap oya nuestra idea, además, hem os podido c o m ­ probar que las form as de erycbrops que habitan la cordille­ ra de la costa tienden a erythraearse, si se nos permite la e x ­ presión, V. g r .: olivaicea (B tlr .), t^ tz h o ld i y fusca ( P h .) . E l dib ujo general de las alas de las autom eris cbilcnas puede resumirse de la siguiente manera: A la s anteriores por encima: Presentan dos_ líneas que corren desde la costa hasta el borde anal, dividiendo el ala en tres segm entos (excepción hecha de m ic r ^ h th a lm a que tan só lo presenta dos segm entos, pues tiene únicam ente una lín e a ). L a T ín ea interna se denom ina transversa interna; la externa, transversa externa. A m bas son rojas, acarminadas o m orenas y entr,e ellas se encuentra el ^dibujo discoidal que afecta varias form as: un punto, una vírgula, dos puntos, etc. P o r debajo generalm ente falta la transversa interna o es m enos m anifiesta y el dibujo discoidal es más grande que por encima y se presenta com o un punto rojo carmín, con pupila blanca o sin ella, y bordeado de negro. Este color puede desparramarse hacia lo s costados. A las posteriores por encima. Presentan tam bién dos lín eas transversas, interna y e x ­ terna, am bas son negras o m oreno-oscuras u x c e p io en m i< ro p h th a lm a ). La interna es. en la m ayoría de los cas s.


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BM E.IO U RETA R,

tangente al disco o interrum,pida p>or él y tiene la forma de arco 4e concavidad externa. La transversa externa tiene tam ­ bién la forma de arco, pero de coníavidad interna. Empieza paralela a la costa y luego se dirige hacia atrás, describiendo un- arco, subparalelo al borde externo del ala, distanciándo­ se de éste a medida que se acerca al borde anal en cuyo tercio c cuarto posterior termina. Por encima del disco o a nivel

En raya n€gra, e! drbujo característico de las especies. En raya de puntos, las variaciones que adoptan estas lineas.

del borde superior de éste, ambas transversas se confunden en una. Las dos transversas forman entre ellas un espacio ovalado, aguzado hacia abajo. La mayoría de las veces se juntan completamente para terminar en. punta sobrs el borde anal o antes de él. En otros casos, sólo una llega ,a él, ge­ neralmente la «xterna, la interna termina separada a alguna distancia. Entre ambas transversas y razando a la interna, está el dibujo discoidal. Este afecta la forma de, un ojo redondo, Mrmín. con una pupila, blanca central y rodeado de un ani. lio' negro. Esta pupila blanca puede faltar. En A. microphtbalma falta el color carmín, el ojo es negro con centro blanco.


E L G BN EiRO A U T O M E R IS

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P o r debajo falta la transversa interna. La externa es rocorta, al m ism o tiem po, que m enos incurvada y en la parte anterior o costal n o coincide con la correspon mi superior. E l dibujo discal es m ucho más pequeno que el de la cara superior, es generalm ente blanco bordeado de rojo.

Automeris Hbn.

de U reta '9i*2.

Las transversas m antienen una disposición constante en cada especie, lo que les da el valor de carácter específico. Puede decirse que son só lo ellas las que identifican las especies. E l esquema (fig . 1) nos muestra la disposición de las transversas en las diferentes especies. Las líneas de p untos corresponden a las variaciones m ás com unes en el dibujo. C o m o puede verse, en erytbrops queda un ancho mar gen p or fuera de la transversa externa, en ambas alas. E n crythráea este m argen es más estrecho y en m icrophthalm a existe una sola transversa, la externa, que en el ala superior al­ canza al ápice y en la posterior se acerca m ucho al margen, cerca del án gu lo externo, para alejarse del borde a medida que se dirige hacia el borde anal.


'6 0

EMILIO URETA R.

Antes de iniciar la descripción de las especies y formas, damos un cuadro genealógico de éstas, formado a base de las series de ejemplares que sirvieron a nuestro estudio. Puede verse que las formas que se desvían hacia la derecha, en er^'throps, se acercan a erythraea y que este acercamiento corres­ ponde, en la naturaleza, a un habitat más semejante en altura y humedad. (Véase el esquema de la pág. 59). Las automeris vuelan durante los meses calurosos del ve­ rano. Las fechas extremas son XII (micróphtbalma : Philippi y Montero; erytbraca f. olívacea: Bullock) y 25-V I (ery­ thraea: Bullock).. . 1. — Alutomeris erythrops erythrops (Bl.) . 1852. 1859. ,1882. 1882. 1886. 18S6. 1886. 1886. 1895. 1895. 1895. 1 895. 1924. 1924.

J^o erythrops. Blanchard. Hist. Chil. Zool. VII, p. 59; atlas, Lep. 1. 4, fig. 2. erythrops. Philippi. An. Univ. Ch., p, 1098. Hyperchiria erythrops. Butler. Trans. Ent. Sofc. Lond. p. 105, n. 35; p. 22, n. 35. Hyperchiria acharon var. debilis. Butler. Trans. Ent. Soc. part. I, p. 21. e H. erythrops. Bart.-Calv. An. Univ. Ch., p. 323. n. 132. H. acharon var. debilis. Bart.-Calv. An. Univ. Ch.. p. 323. n. 130. H. erythrops. Bart.-Calv. Cat. Lep. Ch. (apartado), p. 15. n. 132. H. acharon var. debilis. Bart.-Calv. Cat. Lep. Ch (apart.). p. 15. n. 130. H. erythrops. Izquierdo. An. Univ. Ch.. p. 794. H. acharon var. debilis. Izq. An. Univ. Ch., p. 801. H. erythrops. Izq. An. Univ. Ch. (apartado), p. 12. H. acharon var. debilis. Izq. An. Univ. Ch. (apart.). p. 19. . ■ Automeris erythrops. Draudt (en Seitz). GrossSchmett. d. Erde. Amer. S.' u. Schw., 6 , p. 744. A. griseoflava f. debilis. Draudt (en Seitz). GrossSchmeth. d. Erde. Amer. S. u. Schw., 6 , p. 745.

“Alis flavo-aurantiacis; supra, anticis puncto discoidali lineaque transversa rubrescentibus; posticis, macula ocellari rubra, nigro-cincta, medio albida, lineaque transversa fuscoviolacea. Exp. alar., 28 lin.” .


E L G E N E R O A U T O M E R IS

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. ‘‘C uerpo cubierto de pelos lanudos, de un am arillo casi naranjado. A las de este m ism o color: las anteriores no s.inuadas en su extrem idad provistas al fin de la celdilla discoidal de una m anchita rojita y hacia la extrem idad una liiiea trans­ versal del m ism o color; las posteriores tienen en su m edio una ancha m ancha redondeada, de un rojo v iv o , sólo b la n ­ quizca en el m edio, con un circulo negro, una fajita en su lado interno de pelos violados, y hacia el borde, una línea an­ gosta, arqueada de un m oreno violad o; por debajo, las a n ­ teriores tienen la m ancha roja más grande y bordad.i de ne­ gro, y la línea transversal más distinta; en las posteriores, la m ancha roja es m uy pequeña y la- lín«a transversal apenai distinta. Esta especie fué hallada en C oquim bo". Esta diagnosis de Blanchard corresponde ál r ^ ch o . La lám ina muestra m u y bien a éste. N ada dice acerca la h em ­ bra, pero B utler ( 1 8 8 2 ) , dice lo siguiente; “es mVs pálida que ninguna de las otras, pero se acerca más a la hembra de H ypercbiria acbaron var. debilis, exceptuando en el ancho del borde externo de las alas posteriores que es un tercio más angosto” . Izquierdo dice que “-es efectivo lo que hace notar el autor inglés, pero es indudable que algunos ejemplares hem bras de la H . gríseoflava P h. se asemejan m ucho a la hembra d^ E rythrops, siendo, sin embargo, esta últim a m u ­ cho m ás v o lu m in osa y de colorido aún m enos intenso” . Esta especie es bastante variable en colorido y dibujos, debido a lo cual se han descrito varias form as de ella, todas com o 'especies. L os lím ites entre estas- form as son poco netos, sin embargo, los ejem plares típicos de cada una de ellas se diferencian claram ente de los ejem plares de transición, por lo cual se podría dar am p lio margen a la variación, pero creemos que la m antención de estas form as y aun la descripción a>í nuevas, ayuda al aficionado y evita que entom ólogos, a base de pocos ejemplares, caigan en el error de crear nuevas especies. H ay herm osos ejemplares azafranados, am arillos, ana­ ranjados, etc. La m ancha discoidal roja del ala anterior, por encima, puede ser única o doble. La transversa externa puede ser casi-recta o suavem ente arqueada, de convexidad interna, puede llegar a la costa o desaparecer antes de ella. La trans­ versa interna generalm ente falta, pero puede existir y. a veces, ancham ente negruzca, sobre la costa. E l o jo rojo de las alas posteriores es generalm ente grande, bordado de negro y pu-


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EiMIlLlO URETA R.

pilado de blanco. En algunos ejemplares, esta pupila, blanca es tan grande, que el rojo queda reducido a un anillo delga­ do, dentro del anillo negro superficial. Una característica que distingue claramente a esta espe­ cie y sus formas, de erytbraea, es el amplio margen situado en ambas alas, por fuera de la transversa externa. En algunos ejemplares, ésta se exterioriza más, con lo cual angosta dicho margen, pero esto constituye Ta excepción y no la regla como lo afirma Butler, quien sostiene que erythrops tiene esté mar­ gen aun más estrecho que erythraca. En erythrops erythrops vi borde externo en ambas alas es amarillo, del color del fondo del ala y este carácter la diferenciará de sus numerosas formas. Expansión aiar del macho; 55 a 69 mm. Expansión alar de la hembra: 6 6 milímetros. Epoca de vuelo: Febrero a abril. Larva (Édmonds, en Butler. Trans. Ent. Soc. Lond. Part. 1, p. 105, n. 3 5 ): “Color moreno opaco, cubierta de cerdas que ortigan; la cabeza moreno-oscura y con brillo; el cuerpo de un moreno gris opaco, con líneas laterales y subdorsales de un blanco sucio, no muy pronunciadas, y líneas irregulares de un color anaranjado opacó, inmediatamente en­ cima y debajo de los estígmatas; estos últimos de un color na­ ranja orillado de negro; el vientre y las patas falsas de un, gris verdoso; las patas verdaderas morenas: cada segmento ar­ mado con seis manojos de cerdas puntiagudas de un moreno claro, siendo las puntas moreno-oscuras; estas cerdas ortigan terriblemente cuando se las toca; dos manojos son subdorsales, dos laterales y dos estigmatales. Se alimenta del maitén, chagual, zarzamora, etc.; andan siempre juntas cuando jóve­ nes; comen de noche, se esconden de día, entre las hojas muer­ tas y basuras, cerca de las raíces de la planta que ks sirve de alimento. Se halla bien alimentada a principios de d i­ ciembre” . Las .plantas citadas por Edmonds son las siguientes; Maitén (Maytenus Bcaria M ol.) ; zarzamora (Rubus ulmifolius Schottfil). Distribución geográfica: Chile. Coquimbo (Gay) ; Sala­ manca (Prov. de Coquimbo. Wagenknecht) ; San Felipe (Iz­ quierdo) ; Santiago: Maipú (II, Ureta) ; Termas de Cauquenes (Ureta); Hacienda de Aguila en Rancagua (Izquierdo); Maulé, a 7 kms. al sur de Talca (III. 41, señor 'Arturo He­ rreros) .


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la . — A utonicris erythrops acharon (B tlr ). 1882. J

8 8 6

.

1886. 1895. 1895. .1 9 2 4 .

H yperchiria acharon. B utler. T rans. E nt. Soc. L ond. I>art. I, p. 21, n. 33 . H . acharon. B art.-C alv. Ain. U n iv . C hile, p. 3 2 3 , n. 130. H . acharon. B art.-C alv. Cat. Lep. C hile (apart. A n .) , p. 15. n. 130. H . acharon. Izquierdo. A n. U n iv . C hile, p. 8 0 0 . H . acharon. Izquierdo. A n . U n iv . C hile (ap a rt.), p. 18. Aucom eris griseofllava f. acharon. D raudt (en S e it z ) . Gross. Schm . d. Erde. S. u. S chw ., p. 7-45.

"Alas anteriores'del m acho, giris verdoso con un tinte rojizo p o c o m arcado; costa y franjas anaranjadas; líneas n e­ gras más cercanas entre sí que en crychraea: p untos carmín al fin de la célula, iguales a lo s de las otras especies. L a hembra m enos verdosa y por lo tanto, m ás rojiza; la costa,- franjas y venas color naranja rojizo; las líneas negras mucho, más cercanas que en erythraea, la interna profundam ente sinuada; p u n tos ro jizo s com o en « 1 m acho; am bos sexos con las pos­ teriores rosado claro, pero m ezclado o lavado con negruzco desde el terjcio basal hasta el margen externo. La faja negra colocada m ás lejos del m argen externo que en Eryí^raea, pero el o jo carm ín igual; franjas anaranjadas más rojizas en la hem bra que en el m acho. Cuerpo del m acho ócreo; los tégulos de un gris verdoso pálido, casi blanco; antenas testáceas. cuerpo de la hem bra m oreno rosado con los tégulos grii verdoso, tórax y cabeza algo más m ohosas en color que el ab ­ d om en ” . E xp an sión alar: M acho, 4 3 a 61 m m .; Hembra, 63 a 6 8 mm. _ , D istrib ución geográfica: C hile. Q u illota, V alparaíso (Reed, E .) , M aipú ( U r e t a ) , T alca (III-4 1 . A . H erreros). Ccm entr.rio: Esta form a es extraordinariam ente varia­ ble. E l color de las alas anteriores va desde un herm oso gris verdoso hasta el gris rosado, acarm inado o azafranado, con una o dos transversas, interna y externa, o sólo una de estas, com pletas o parciales, o sin ninguna de ellas. Estas líneas son acarm inadas o negruzcas. E n las alas posteriores, la variación principal se m ani­ fiesta entre la transversa externa y el margen externo, este es-


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EMLLIO U R E T A R,

pacio se presenta ocupado por una banda de color’ vinoso o negruzca, es pareja o interrumpidas en un éjemplar que tene­ mos a la vista, esta banda presenta su borde externo festonea­ do, con las convexidades hacia afuera, colocadas entre las venas. Este ejemplar aislado constituiría una forma rarísirna y caprichosa, pero poseemos individuos que hacen transición con los de banda homogénea. Esta banda se inicia cerca del ángulo externo o sobre él, pero respeta siempre el borde anal, que se presenta de un hermoso color amarillo o anaranjado. Ib. — Automeris erythrops f. reedi. nov. f. Macho. Esta linda forma tiene las alas anteriores de un hermoso color ocre de Algeria (193) vivo. La transversa externa acarminada y ligeramente torcida en S; por fuera de ésta, más oscuras. La transversa interna poco distinta, el tercio basai más oscuro (1 9 2 ). La costa color púrpura, más intensa en el tercio interno; en el punto de unión entre éste y el medio, una mancha negra. Dos pequeños puntos acarminados en la célula discoidal, más grande el posterior. Alas posteriores anaranjadas en la base y muy oscuras por fuera de la transversa externa, dejando una pequeña faja clara entre ésta y el borde externo oscurecido. Franjas de las cuatro alas, ocres. Por abajo, las alas son ocres, con la costa de las anteriores carmín y el borde externo, por fuera de la transversa externa, negruzco. Las posteriores, más amarillentas hacia la base y con la transversa externa ondulada y de color carmín pálido. Expansión alar: 57 mm. Alotipo macho de Santiago (11-41, C. S. Reed), en la Col. Ureta. Dedicamos esta bonita forma a su descubridor, el D i­ rector del Jardín Zoológico Nacional, señor Carlos S. Reed. le. — Autcmeris erythrops f. izquierdoi (D raudt). 1924.

Automeris griseoflava f. izquierdoi. Draudt (en Seitz). Gross.- Schm. d. Erde. S. u. Schwärm, 6 , p. 745.

“Se presentan también ejemplares totalmente rojo-car­ mín, con baño negruzco y sin todo el dibujo de líneas trans­ versales: izquierdoi nov.’’.


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Esta diagnosis indirecta, sin tener tipos a la vista, hecha por D raudt, quien la dedica al D r. Izquierdo, nos parece in ­ com pleta. La referencia que Izquierdo hace sobre esta variedad (A n n . U n iv . C hile, p. 8 0 2 , 1 8 9 5 ) nos parece mejor, ella se refiere únicam ente a ejem plares hembras. N osotros te­ nem os la suerte, en nuestro M useo, de poseer 2 m achos y 1 hem bra que encuadran en form a absoluta en esta variedad y 2 m achos y 5 hem bras que presentan leve variación, además tenem os a la vista 2 hem bras de la C ol. Izquierdo y I macho de la C ol. de don C arlos Reed. Erj tótal, 13 ejemplares, can­ tidad que n os autoriza seguram ente para dar m ayor am p li­ tud a esta form a y a describir, además, su macho: Hem bra (Izq uierdo) : “Entre los ind ividuos de esta v a ­ riedad ( 1 ) hay algunos ejem plares (hem bras) pequeños, de un color ro jizo (lavad o con negruzco) uniform e, casi igual en las anteriores y posteriores, siendo estas últim as un poco más rosadas y con su tercio basal am arilloso. E n estos ejem ­ plares faltan por com pleto las líneas transversales en las cuatro alas: la superficie inferior carece tam bién de fajas o a lo más, hay ind icios de ellas en las anteriores. N o so tro s añadim os: A lg u n o s in d ivid uos presentan en las alas anteriores la transversa externa, roja, m orena o ne­ gruzca y en las posteriores, ambas transversas. T am bién hay ejemplares con un m arcado tinte ocráceo, e a vez de rojizo (2 ejem plares en nuestro M u seo ). E xp an sión alar: 4 0 - 5 6 m m . M acho: A las anteriores am arillo-ferrugineo (1 9 3 - 195 2 4 9 ) , con las franjas am arillas. D o s pequeños p u n tos rojos en la célula discoidal. Base del ala, acarminada sobre la costa. 'Alas posteriores anaranjado débil (2 1 3 - 2 1 5 ) , eri al­ gunos ejem plares hom ogéneo, en otros oscurecidas en rojo ce­ niza (1 6 3 - 1 7 8 ) hacia el borde externo. O jo rojo discoidal, con pupila blanca y bordeado de negro. La transversa exter­ na m u y reducida y cercana a este ojo, lo cual deja un ancho cam po entre ésta y el m argen externo. E x p a n sió n alar: 4 2 a 5 4 mm. C o m o D r a u d t.n o m enciona tip os y parece fundar su fo r ­ ma sobre la descripción de Izquierdo, nosotros fundam os los tipos en la siguiente form a: A lo tip o hem bra en la C olección Izquierdo: 7 paratipos: 1 en la m ism a colección y 6 en el M useo N acional, los n ú ­ meros 1 1 0 8 . 1 1 0 9 , 1 1 1 0 . 1 1 1 1 , 1 1 1 2 y 10 9 1.


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Holotipo macho en la Colección del Museo Nacional, N."’ 1105; 4 paratipos: 3 en el Museo, N .os 1106, 1106 A, 1104; 1 en la colección del señor Carlos S. Reed. Distribución geográfica: Chile. Valparaiso, Santiago y Curicó. , Todos los ejemplares.que posee el Museo proceden de Calvert, quien crió las larvas recogidas sobre el cardón. Esta forma ,es, pues, nacida en cautividad. ¿No será que las mon dificaciortes sufridas en la crianza: ambiente, alimentación, movimientos, etc., hayan dado lugar a esta forma, esencial­ mente pequeña y curiosa? Pero tenemos ante nosotros. el macho más pequeño de esta forma, es bastante rosado y pre­ senta alrededor del ojo discoidal del ala posterior y por fuera del anillo negro, un verdadero halo negruzco, más ancho hacia afuera y abajo, qúe reemplaza a las dos transversas. Este ejem­ plar llegó a là luz en enero de 1941, al Jardín Zoológico N a­ cional y nos fué facilitado para su estudio por su Director, el señor Carlos S. Reed. Además, existe una hembra de 40 mm. de expansión, colectada por el Dr. Izquierdo en Curicó. Id. — Automeris erythrops griseo-flava (P h .). 1859. 1860, 1882. 1886. 1886. • 1886. 1895. 1924.

griseo-flava. Philippi. An. Univ. Chile, t, X VI, n 12, Die., p. 1097, n. 14. Ao griseo-flava. Ph. Linn, Ent. p. 276, n. 14. Hyperchiria griseoflava. Butler. Trans Ent Soc. Lond. p. 21, n. 34. H. griseo-flava. Berg. Lep. Patag. p. 19. H. griseoflava. Bart.-Calv. Ann. Univ. Chile, p. 323, n. 131. H. griseoflava. Bart.-Calv. Cat. Lep. Chile, p. 15, n. 131. H. griseoflava. Izquierdo. An. Univ. Chile, p. 799. Automeris griseoflava, Draudt (en S eitz). Gross. Schm. d. Erde, S. u. Schwärm, t. 6 , p. 745; atlas 1. I l l B a.

“Mas alis cinereo-flavis, supra anticis puncto discoidali ■gemino lineaque transversa rubra: posticis fascia angusta trans­ versa nigra et macula ocellati rubra, albo pupillata, nigro •cincta ornatis; spatio inter ocellum et fasciam luteo; subtus magis aurantiacis, praesertim posticis; anticis macula ocellati .rubra, nigro cincta, centro albida et linea transversa fusca, (1 )

Se refiere a H . acharon var. dcbilis.


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p osticis pun cto alb o rubrocincto signatis. L ongit. corp. 1 0 ' S Jm., extens, alarum 29 lin .” . 5 v. T?

bonita m ariposa en V alparaíso, en m ayo. cuerpo es cubierto de pelos m uy largos, de color am arillo tirante un p oco al gris, sólo, los que rodean los OJOS son de un berm ejo v iv o . Las antenas son amarillas, pero las puntas de los dientes del peine son negras. Las alas a n ten o tes son p or encima de un am arillo que tira m ucho al ^ris, tienen en el centro dos p untos purpúreos, y una línea negruzca o purpúrea arqueada con la convexidad dirigida haCía el interior, que principia del últim o cuarto del borde p oste­ rior se dirige hacia la punta del ala sin alcanzarla, dism inuyendo siempre de anchura. Las j^steriores muestran en l.i p rolon gación de esta línea una faja angosta, bien deslindada, del m ism o color, paralela al borde; el espacio entre ésta y el borde es de color ceniza, a excepción del ángulo anterior que «s am arillo. La parte interior del ala es de un color m ucho más v iv o , principalm ente entre la faja y una mancha en form a de o jo que h ay en «1 centro. Esta es de un color r.ojo de púrpura, tiene una niña blanca y afuera un ancho anillo negro. U n a tira gris corre de aquí hacia el borde posterior y €s m al deslindada en su lado interior. La fa z inferior de Ijs alas muestra un color am arillo más v iv o , pero que tira siem ­ pre al gris, y la base de las anteriores es casi m orena. A l punto d o b le del lado superior corresponde un pequeño ojo purpú­ reo cercado de un an illo negro, a la línea arqueada de' aquélU una faja m ás ancha, más pálida y rectilínea. A las alas p o s­ teriores falta cualquier vestigio de faja, y tienen en v ez del o j o de la faz superior, un p u n to pequeño am arillo, encerrado en un an illo purpúreo. L os m uslos llevan pelos am arillos m u y largos, las piernas y los tarsos pelos cortos del m i s m o color. . Esta especie se diferencia del Y . erythrops B lanch (G ay V n , p.- 5 6 ) , que se dice de C oquim bo, y que conozco solam.enté por la figura y descripción, por las notas siguientes: Las alas anteriores son por encima de un gris am arillo, y n o da ■uii herm oso color anaranjado; las posteriores son casi entera­ m ente cenicientas entre la faja y el borde, en la fa z inferior la faja oblicua de las alas anteriores es m uy poco distinta, m ientras se dice del Y . erythrops, que es más m anifiesta que por encima; y las alas posteriores tienen, en vez de la mancha grande roja, bordada de negro, que se atribuye a esa especie solam ente, un p u n to pequeño blanco rodeado de un anillcv purpúreo, y carecen, además, de faja” .


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Hembra (Butler, Trans. Ent. Soc. Lond., part. I, p. 21^ : “La hembra es más gri.-i que el macho, con el área externa de las alas posteriores y el cuerpo más rosado; exceptuando en su colorido airiarilloso, se acerca njucho a la hembra de H. erythraca, pero las hembras de todas estas especies sos más parecidas que los machos” . Larva (Calvert, en Izquierdo, An. Univ. Chile, p. 801. 1895). Se refiere a ejemplares colectados en los cerros de Valparaíso, sobre el chagual, a principios de noviembre: “La cabeza es color moreno osciiro, relumbrosa, con una mancha más clara en forma de'X sobre la boca y enteramente cubierta de pelos muy finos. Cuerpo color sepia por encima y de un verde muy claro .por debajo. Dos fajas amarillo pálido, so­ bre el dorso, desde el segmento hasta el 1 2 .'’ y otra del mismo color subdorsal. Dos líneas irregulares de un, amarillo ana­ ranjado, entre las cuales se encuentran los estígmatas, existen en las partes laterales del cuerpo. Los estígmatas son color naranja opaco, y están rodeados de un anillo negro. Sobre cada segmento hay ' 6 manojos de cerdas amari­ llentas, cuyas puntas son negras y ortigan fuertemente. Hay dos dorsales, entre las cuales se encuentran las dos fajas ama­ rillas; dos subdorsales y los otros, entre la líneas de los estígmatas. Las patas delanteras son rojizas, algo morenas; las demás son de un blanco sucio, con las extremidades moreno oscuro. Concluyeron de alimentarse como a niediádos de no­ viembre. Hicieron un capullo muy imperfecto sobre el suelo de la caja, desde el 15 de noviembre hasta principios de d i-' ciembre. Se transformairon en crisálidas desde el 24 de no­ viembre hasta febrero y los imagos aparecieron desde enero hasta abril de 1891” . T ipo en el Museo Nacional. Expansión alar: Macho. 44 a 5 8 mm.; hembra. 60 a 70 mm. Distribución geográfica: Chile y Argentina. En nuestro país: San Felipe (Izquierdo), Quillota, Perales, Marga-Marga (26-'IV, Jaffuel y P irión), Viña del Mar (III, B etzhold), Valparaíso (E. R eed), Santiago (I-II, C. Reed; III, Ruiz y Ureta), Queltehues (III-33, O. Palma y Ureta), Termas de Cauquenes (V. Ureta), Chillán (11-93, Izquierdo). Argentina: El Chubut (M oyano). Esta cita la hace Berg, pero nosotros dudamos que la especie encontrada haya sido griseo-flavte, pues, por el lado chileno ésta vuela sólo hasta Chillán, en cambio, erythraea llega hasta Magallanes.


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le . — A utom eris erythrops f. jaffu eli, n ov. f. M acho; A la s anteriores con las dos transversas m uy Ju n ­ tas, rojo m orenas, y estrechadas hacia el centro del ala; p j r dentro de la transversa interna y por fuera de la externa.- hasta ei m argen,^de un herm oso color rojo ( 1 6 1 ) ; entre ambas transversas'verde gris (cercano a 3 0 5 ) , con dos pequeños p u n ­ tos rojos discoidales. A las posteriores con el m argen rojo externo m ás oscuro y con la base más clara. E l o jo discal está situado entre am ­ bas transversas, en un espacio am arillo sombra, más claro hacia el borde anal. A las por debajo, rojizas por fuera de ambas transversas: M argen anterior del ala anterior, am arillo, pero teñido de rojo hacia la costa, en cuya báse este color se hace más ancho. Costa del ala posterior anaranjada. T o d a s las venas amarillas. E xp an sión alar: 5 4 m m . Hem bra: P o r encima con los m ism os dibujos y colores que el m acho, pero con « 1 borde anterior rojizo, de manera que el color verdoso del centro del ala no alcanza la costa. P o r abajo, las alas son m enos rojas y con las venas del m ism o color que el fon do, n o am arillas com o en el m acho. E x p a n ­ sión alar: 58 m m . .A lo tip o m acho de Perales (I V -1 9 3 4 , F. J a f fu e l), en la C ol. U reta. H o lo tip o -h em b ra de V alparaíso (1 -1 8 9 1 ) en la C ol. Izquierdo. D edicam os esta form a al R. P . F élix Jaffu el. reciente­ m ente fallecido,' quien nos obsequió el ejem plar macho. Esta form a de erythrops es seguramente la más diferen­ ciada y herm osa, por el contraste de colores que presenta. P or éstos correspondería a la form a contulm a de D raudt, quien la coloca com o form a de gríseo-flaVa, pero nosotros •creemos que coritulm a es un m acho de erythraea. ya descrito com o Lucasi por B oisdu val ( 1 8 7 5 ) , por lo cual debe pasar a sinonim ia de ésta. F undam entam os nuestro criterio en los siguientes puntos: I. — ■ La lám ina de D raudt (en Seitz, 111 B b ) muestra m uy separadas ambas transversas, en consecuencia, el centro del ala es ancho. La transversa externa es casi recta o ligeram ente convexa hacia afuera, lo contrario de erythrops y sus form as que tienen la convexidad hacia adentro. II. La transversa externa del ala posterior esta^ m u y cerca del borde externo, por lo cual el m argen entre éste y


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aquélla es muy estrecho (característico de erythraea). En erythrops y sus formas, este margen es muy ancho, pues la transversa externa corre muy cerca del ojo discoidal. Iir. — Erychrops y sus formas (griseo-flava) no alcan­ zan tan al sur, donde existe erytbcaea en abundancia. El lí­ mite más austral de griseo-flava es Chillán (1 hembra, en la Col. Izquierdo), si bien es cierto que Berg cita a fsta forma como existente en el Chubut (Argentina), pero debido a la confusión existente nos permitimos dudar de esta referencí.'i, ya que las automeris chilenas son muy variables en dibujo y colorido y si no se tienen series de ellas o algún entrenamien­ to en su determinación es fácil caer en error. If. — Aut»meris erythrops f. fusca (Ph.) nov. f. El dibujo es como en erythrops. Color de las alas,, tierra tostada (176) o moreno leonado (1 6 2 ), más oscuro hacia la base y los bordes de las alas. El ojo discoidal da lasi pos­ teriores rodeado de amarillo débil. Franjas anaranjadas. Expansión alar; 47 a 54 mm. Alotipo macho de Algarrobo (Phil.) en la Col. del Museo Nacional (n. 1085). Paratipws 7 machos; 6 de Pe­ rales, Marga-Marga (IV -34, P. F. Jaffuel) y 1 .macho de Viña del Mar (III-42, B etzhold). Aunque está forma no es tan típica como otras, la lla­ mamos fusca, debido a que don R. A. Philippi !a dejó eti­ quetada como “')to fusca Ph., Algarrobo” . Además, en la Col. Medina hay una etiqueta que dice “Y o fusca. P h.” , pero parece que nunca el señor Medina tuvo un ejemplar. Ig- — Automeris erythrops f. betzholdi, nov. f. El dibujo general es como en erythrops. Macho; Alas anteriores por encima negro-verdosas. Las transversas nítidas, por dentro de la interna y por fuera de la externa más oscuras. Dos pequeños puntos discoidales acar­ minados. Alas.posteriores negras, amarillentas hacia la base y al­ rededor del ojo discoidal. Por abajo, las 4 alas son amarillentas, muy ennegrecidas. En el ala anterior, la transversa externa muy negra y algo on­ dulada entre las venas. Base de las posteriores, amarilla. E x­ pansión alar; 53 mm.


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H em bra: C olor de fo n d o igual que el /nacho. E l color naranja peridiscoidal del ala posterior algo m ás v iv o . P or de­ bajo las alas son negruzcas, pero presentan un to n o rojizo, que reem plaza el color am arillento del m acho en estas alas. E x p a n sió n alar: 6 4 m m . A lo tip o m acho y H o lo tip o hembra de V iñ a del M ar (111-42, B e t^ h o ld ), en C ol. U reta. D edicam os esta herm osa form a a su descubridor, el jo v en y entusiasta en tom ólogo señor Juan B etzh old P. Esta fornia tiene una im portancia enorme, pues repre­ senta el eslabón perdid o entre erythrops griseo-flava y ery­ thraea. C reem os que un m ayor núm ero de ejem plares nos au­ torizaría a hacer de las d os especies una sola, p o i ahora las dejam os aún separadas, pues la variación en automcris es tan grande que n os lleva frecuentem ente a encontrar form as d i­ fíciles de determ inar, pero ésta nos lleva a dudar a qué espe­ cie peítenece. 2. — A utom eris erythraeae erythiíaea ( P h .) . 1859. . 1860. 1875. 1886. 1886. 1895. 1895. 1924. 1924.

1935.

'fo

erythraea. P h ilip p i. A n . U n iv . C hile, p. 1 0 9 8 , n. 15. y © «rythraea. P h ilip p i. Linn. E nt. X IV , 2 7 7 , n. 1 5 . y o lucasii. B oisd uval. A n n. Soc. E nt. Belg. 18, p . 2 2 2 , m acho. H yperchiria erythrea. B aert-C alv. A n . U n iv . Chile,. p. 3 2 3 , n. 129. \ H . erythrea. B art.-C alv. Cat. L ep .'C h ile (a p a rta d o ),.' p. 15, n. 129. H . erythrea. Izquierdo. A n . U n iv . C hile, p. 7 95. H . erythrea. Izq. N o ta s Lep. C hile (apartado U n iv .),. p. 17. A utom eris erythrea. D raudt (en S e itz ). G ross.Schm.. d. Erde, S. u. Schw ., p. 7 4 5 ; atlas 1. 111 Ba. A . gríseoflava f. contulm a, m acho. D raudt (en S eitz).. G rosl. Schm . d. Erde, S. u. Schw ., p. 7 4 5 ; atlas L 111 Bb. ' H yperchiria erythroos. U reta. B ol. M us. Nac. Santt. X lV , p. 94 , n. 196.

"R ubro cinnam om ea, supra alis anticis macula discoidali purpurea centro alba, lineaque transversa nigra; posticis fascia, angusta transversa nigra, macula ocellari solita, plagaque lutea.


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EM ILIO U R E T A R.

Ínter ocellum et fasciam nigram; subtus anticis ocello rubro nigro-cincto, netnon fascia transversa nigricante; posticis oce­ llo rubro, albo pupillato fasciaque nigricante minus distincta ornatis. Longit. corp. in femina 12 Un.,- extens, alarum 32 lin .”. “Traje esta especie de Valdivia, donde no es muy rara, según parece. Los tres ejemplares que tengo son hembras. Todo el cuer­ po es cubierto de pelos largos bermejos. Las antenas .son del mismo color. La faz superior de las alas tiene un matiz: entre color de canela y de púrpura, pero el borde anterior de las alas anteriores es más bermejo, y su parte exterior tira al gris. Se ve, como en la especie que antecede (griseo-flava), una línea negruzca, en general paralela al borde, pero conve­ xa hacia la base del ala, y en su centro de ésta un ojo purpú-» reo con la niña blanquizca y el borde negruzco que sale poco a la vista. Las alas posteriores muestran la faja negruzca pa­ ralela al borde exterior, y el ojo purpúreo con la niña blanca y el borde ancho y negro como en el Y . grisieo-flava, y la re­ gión entre el ojo y la faja es igualmente amarilla. La faz in­ ferior de las alas tiene su fondo del mismo color como la faz superior, las anteriores tienen una faja ancha negruzca, en vez de la línea angosta de la cara superior y una mancha ocu­ lar semejante, pero más grande y de matices más vivos. En las alas posterioires, al contrario el ojo es más pequeño que en la faz superjor y aun que el ojo de las alas anteriores, sin ani­ llo negro, pero con la niña blanca más grande, la faja trans­ versal es más angosta y más pálida, y falta el matiz amari- lio en el centro. Los muslos son cubiertos de un vello denso bermejo; las piernas y los tarsos son negros. El color rojo distingue a primera vista esta especie del Y . erythrops y gríseo-flava” . El macho de esta especie fué descrito como Y o lucasii por Boisdruval (1 8 7 5 ), pero esta descripción es más completa en Izquierdo (An. Univ. Chile, 1895, p. 7 9 6 ), por lo cual transcribimos su diagnosis: ■‘Expansión de las alas anteriores: 52 milímetros. Lon­ gitud del cuerpo: 20 milímetros. Por encima, el color gene­ ral es más oscuro que en la hembra. Alas anteriores: el tercio interno o base es de color rojo purpúreo más o m ien cs puro e intenso, según, los ejemplares; en algunos, bastante mezcla­ do con color cáscara oscuro: todo el disco es de color cáscara amarilloso, en algunos más oscuro que en otros, la mancha


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color carm ín bien, desarrollada, de 3 m ilím etros de largo: la línea transversa externa atraviesa toda el ala de adelante atrás; es ondulada y oblicua de atrás adelante y de dentro fuera y es d e color púrpura oscuro, bastante recta; el tercio externo o m argen de color r o jizo oscuro, opaco. A la s posteriores: el o jo con la p u p ila blanca más grande y m ás v isib le que en la hembra, la faja negra es en general m ás ancha que en el otro sexo: la área que está por fuera de esta faja es de color ro jizo m ezclado con negro. Superficie inferior: anteriores; tercio interno color negruzco ahum ado (en o tros ejem plares am ari­ llo so ) , este color negro se extiende en form a de faja paralela con la costa hasta n o lejos de la faja transversal externa; ojo carmín co n p u p ila blanca poco marcada y contorno negro; el tercio m edio es en tod o s lo s ejemplares am arillo; la faja es negra, ancha de 2 m ilím etros y el tercio externo es rojo ne­ gruzco ahum ado. Posteriores: tercio interno y m edio am a­ rillo, con el o jo m u y pequeño, blanco, rodeado de rojo; la faja negra es p oco marcada y el tercio externo, fuera de la faja es r o jizo o m ás o m enos oscuro. Franjas anaranjadas". Larva; desconocida. E l D r. Izquierdo la describe, pero hem os exam inado el im ago que o b tu v o de ella y hem os cons­ tatado que se trata de una hembra de erythrops. ,La descrip­ ción general corresponde, más o m enos, a la larva de erythrops (E dm onds, 1 8 8 2 ) y de la form a griseo-flava (C alvert. en Izq ., p. 8 0 1 ) , só lo llam a la atención que el E>r. Izquierdo, refiriéndose a los penachos, dice lo siguiente; “E n cada seg­ m ento h ay och o penachos, de los cuales seis son grandes y dos pequeños; estos últim os, que parecen ser propios a esta especie, se encuentran colocados en la región dorsal detrás de los c o ­ rrespondientes prim eros penachos grandes cada segm ento. En las larvas de E rythrops (B u tl) y de G riseoflava (C alvert) n o parece existir este m an ojo suplem entario de pequeñas es­ pinas, a , lo m enos, los autores que las describen, no hacen m ención de su presencia” . N o so tro s creemos más bien que se trata de esto ú ltim o, es decir, que los autores citados por Izquierdo n o m encionaron estos pequeños pen'achos. N o s induce a pensar esto la coincidencia de los caracteres de las larvas de E d m on d s y C alvert con la de Izquierdo y el hecho que el im ago ob ten id o por este ú ltim o autor corresponde a erythrops. L o s tres tipos, hembras, de V aldivia, en el M useo N a ­ cional. E>istribución geográfica y época de vuelo: C hile y A r ­ gentina. E n nuestro país: V alparaíso (E dm onds y B etz-


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BMlLlO URETA R.

hold, II-III), Contulmo (Draudt), Angol (30-1 a 25-VI, Bullock), Galvarino (V, B ullock), Araucania (San IgaaciO' de Pemehue, Izquierdo). Valdivia (P hilippi), Aysén (Coyhaique, 1-1934, Ureta). Argentina: Es muy posible que esta especie correspon­ da a la H. griseo-flava de Berg, encontrada en El Chubut por el marino señor Moyano. Rio Negro, Corren toso (Nahitelhuapí, Breyer). Estos ejemplares son muy parecidos a los colectados p>or nosotros en Aysén. Fundo Los Andes (Neuquén, Breyer). 2a. — Automeris erythraea f. olivacea (B tlr). 1882. 1886. 1886. 1895. 1895. 1924. 1934.

Hyperchiria erythraea var. olivacea. Butler. Trans. Ent. Soc. Lond., part. I, p. 20. H. erythrea var. olivacea. Bart.-Calv. An. Univ. Chile, p. 323, n. 129. ^ t H. erythrea var. olivacea. Bart.-Calv. Cat. Lep. Chile (apartado A n .), p. 15, n. 129. H. erythrea var. olivacea. Izquierdo. An. Univ.. Chile, p. 797. H. erythrea var. olivacea. Izq. (apartado A n .), p. 15. Automeris erythrea f. olivacea. Draudt (en Seitz). Gross. Schm. d. Erde, S. u. Schw. 6, p. 745; atlas1. 111 Ba, macho, Automeris olivacea. Bullock. Rev. Chil. Hist. Nat., t. X X X V III, p. 47.

"Difiere de la forma típica en el tinte Oliváceo de las anteriores, la área color naranja, en las posteriores es mucho más ancha y la área externa de estas alas es casi negra. Hemosrecibido de Valparaíso las dos formas o variedades de esta especie, por esto creo que el tipo olíviaceo no es sino una va­ riedad insignificante” . Distribución geográfica: Chile. Valparaíso (Edmonds), Viña del Mar (III, Betzhold), Isla Mocha (XII, Bullock). Valdivia (Edmonds). Es indiscutible que es esta una linda forma y que debe mantenerse, a lo menos, hasta que no haya más pruebas para lo contrario, como forma de erythraae. El ejemplar que nos­ otros tenemos es bien característico y el dibujo general corres­ ponde a esta especie, el margen deí ala posterior es estrecho^


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Se aproxim a m ucho a b ctzh óld i, cuyo dibu jo es característico de eryrbrops, a lo m enos, en la hembra, pero está m ás cercana aún a la f. ruizi, que describim os a continuación. E l d ib u jo que da D raudt. en S eitz (1. 111 B a ) . no co­ rresponde ni lejanam ente a esta form a; se trata con seguri­ dad de un m acho de erythrops f. acharen. 2b. — A utom eris erythraea f. ruizi, nov. f. Sem ejante a la form a anterior, pero con el centro del ala más claro, com o en erythraea y por dentro de la transver­ sa interna y por fuera de la externa, de un rojo m oreno, m uy oscuro. La transversa externa m ás recta. A las posteriores com o en la form a anterior, pero d om inando en el margen e x ­ terno el color rojizo. P or abajo, am arillo sucio, som breado hacia los bordes. E xp an sión alar: 5 0 mm. A lo tip o m acho de V iñ a del M ar (III-4 2 , B e tz h o ld ), en C ol. U reta. Se .puede decir que esta form a está situada entre olivace.i y erythraea, acercándose más a la primera. D edicam os esta form a al R vd o. H . F lam in io R u iz Pereira, u n o de los hom bres a quien más debe la entom ología chilena contem poránea. 2c. — A utom eris erythraea f. gayi (L u c .). 1875. 1924.

Y o gayi. Lucas. A n n . Soc. E nt. Belg. 18, p. 2 2 2 . A utom eris gayi. D raud t (en S e itz ). Gross. Schm. d. Erde. S. u. Schw ärm . 6, p. 7 4 5 ; atlas 1. 111 Ba. m acho.

‘‘Se parece m ucho a la especie siguiente (griseo-flava) y probablem ente n o se diferencia de ella específicam ente; por encima, am arillo anaranjado con pequeña raya discal roja y la postm ediana m u y débil y algo paralela al borde. A m bas m u y débiles. A la s posteriores iguales a griseo-flavta, sólo que la postm ediana es m ás fina, negra y algo ondulada. E n la lám ina que da B oisduval, están las siglas de G ayi y Lucasii cambiadas. Este error pasó tam bién a las lám inas de Contes. C hile*. . Esta diagnosis de D raudt nos parece .poco com pleta y bien se puede ver, al decir que se parece a gríseoflava, que no tu vo


EMILIO U R E T A R.

ejemplares de ga¡yi a la vista, pues si la lámina es exacta, el ejemplar corresponde a una variedad relativamente coníún de erythraea que de no ser i>or la descripción de Lucas estaría sin clasificación. Nosotros completamos la descripción, a la vista de una docena de ejemplares, todos hembras: El dibujo general es como en la forma genuina, erythraea, pero las cuatro alas son por encima y debajo de un hermoso color naranja neutro (2 1 1 ). El tercio basai de .las alas muy velludo y, como el cuerpo, de un naranja _ algo más intenso (1 9 6 ). Las transversas de las alas anteriores de color car­ mín, a veces falta la interna o es poco distinta, entre ambas dos puntos discoidales carmín vivo, el anterior más haciaadentro que el posterior. Expansión alar: 46 a 52 mm. EHstribución geográfica y época, de vuelo: Chile. Angol (III, Bullock). 2d. — lAutomeris erythraea f. bullocki, nov. f. Muy semejante a la forma anterior, con la cual existe una verdadera transición en ciertos ejemplares, pero separan­ do los tipos extremos de la serie, se ve que son completamen­ te diferentes. ^ El color de fondo de las cuatro alas es de un hermoso amarillo naranja neutro (2 1 1 ), pero por dentro de la trans­ versa interna y por fuera de la externa^de un color acarmina­ do más o menos intenso (laque brulée,' 8 1 ). En algunos ejemplares, las venas son anaranjadas por fuera de la trans­ versa externa, la faja externa del ala anterior, a veces con pe­ queños arcos, cóncavos hacia dentro, entre las venas. Alas por abajo ,con las venas amarillas y entre éstas, es­ camas acarminadas. Cuerpo y franjas anaranjados. Expan­ sión alar: 47 a 55 mm. Distribución geográfica y época de vuelo. Chile: Angol (III, Bullock). Alotipo macho de Angol (18-III-1941, Bullock), en la Col. del Museo Nacional. 9 paratipos machos. Dedicamos esta vistosa forma al generoso e infatigable naturalista señor Dillman S. Bullock. La diferencia entre esta forma y la anterior está en que en ésta, los.tercios internos y externos de las alas están te­ ñidos de acarminado.


E L G E N E R O A U T O iM E R IS

2e. —

-jV

A u tom eris e r y th r a ^ herrerai, n o v . ísp . hembra.

E sta form a en el d ib ujo es tan' diferente a todas las au­ tom eris hasta aquí descritas en el presente trabajo, que bien p od ría clasificársela com o especie nueva, pero com o tenem os u n so lo ejem plar, hem bra, preferim os dejarla com o raza geográfica, m ientras un m ayor núm ero de ejem plares nos aclare las dudas. A la s p o r encim a de c o lo r rojo som bra ( 1 7 7 - 1 9 2 ) , franjas ocráceas. A la s anteriores: la transversa externa es n e­ gra, ancha y parte un p oco por fuera del centro del borde anal, se dirige hacia arriba y afuera, pero a n ivel de la segun ­ da m ediana se dobla hacia adentro, yen d o a term inar algo en­ sanchada en la costa, en el p u n to de u n ió n del tercio m edio con el externo. La transversa interna es tam bién negra, m ás delgada y describe dos arcos de convexid ad externa, el prim e­ ro toca el o jo discoidal, que es m u y grande y ovalado, m ide 4 m m . de a lto y 3 de ancho, es ro jo carm ín, con una línea . blanca transversa en el centro y rodeada de un a n illo negro. A la s posteriores con la transversa externa m uy ancha, sobre to d o en la porción paralela al borde anterior. La trans­ versa interna m ás angosta y entre am bas el fo n d o del ala de color ocre oscuro ( 2 1 5 ) . E n la parte sùpero interna de este espacio está el ojo discoidal, que. es m u y grande, de 4 Vi por 5 m ilím etros, rojo, con una pequeña pup ila blanca y rodeado de un a n illo negro. P o r abajo l^s alas son a lg o m ás claras que por encima, el d ib u jo negro m enos acentuado, pero m ás ensanchado, a tal p u n to que la transversa externa llega a tener un grueso de 2 y í m ilím etros. E n las cuatro alas falta la transversa interna. E x p a n sió n alar: 5 2 m m . ’ A lo tiix ) hem bra de M agallanes, en la C olección del M u ­ seo N a cio n a l, colectada en el verano de 1 9 4 0 , por el P ro f. señor José Herrera, a quien n os com placem os en dedicarle esta rara sub-especie. C om entario: E ntre todas las autom eris chilenas que h em os revisado, 3 5 2 ejem plares en colecciones, h ay sólo dos m achos que presentan en el ala anterior, p or 'encima, m an ­ cha discoidal con pup ila blanca: un m acho de erythraeh en el M useo N acion al, n. 1 0 8 4 , de V a ld iv ia y un m acho de la m ism a especie, sin localidad, en el M u seo del C olegio San P ed ro N o la sc o de Santiago, pero am bos presentan el dibujo caraaerístico de la especie genuina.


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EMILIO U R E T A R.

Esta es la primera hembra que presenta este fenómeno y el ojo discoidal es más grande que en todas, además, pro­ viene de Magallanes, marcando con ello el límite más austral conocido para una especie del genero Automeris. Latitud de Magallanes: 55'^ 11'. Límite austral anterior para autome­ ris: El Chubut, Argentina: 5 P (Berg). 3. — Auitomeris microphthsalma (P h .). 1895. 1895. 1924.

Hyperchiria mícrophthallrna. (P h .). Hembra. Iz­ quierdo. An. Univ. Chile, p. 798. H. microphthalma- (P h .). Izq. (Apartado A n .), p. 16. Automeris microphthalma. Draudt (en Seitz). Gross. Schm. d. Erde. S. u. Schwärm. 6, p. 745, macho y hembra: atlas 1. 111 Bb.

La descripción de la hembra fué hecha por don Rodulfo Al Philippi y publicada, con el consentimiento suyo, ,por el Dr. Izquierdo en los Anales de la Universidad de Chile y es la siguiente: “Alis supra e fuscescente flavis, anticis linea purpureofusca transversa punctoque. discoidali: posticis macula ocella-. ri parva nigra, albo pupillata, linea transversa purpureofusca, aliaque linea margine anticis approximata. Hembra longit. corp. 10 lin., extensio alarum 26 lin. U n ejemplar de Valdivia. El cuerpo está cubierto de pelos color amarillo sucio, el tórax de pelos largos y blandos color amarillo dorado. La cabeza enteramente recogida debajo del tórax. Antenas del­ gadas a ambos lados. Los palpos prominentes como en el género. Las alas anteriores tienen los dibujos ordinarios,' co­ mo los muestra el Y o erythrops de Gay. Las posteriores tie­ nen la misma faja paralela al borde externo. El ojo es. sin embargo, más pequeño, “todo negro y con mancha blanca en el centro. N i indicios de faja que vaya del ojo al borde in ­ terno, pero en el medio, entre el -borde anterior y el ojo, hay una línea pálida púrpura moreno, la cual se une a la faja transversa. La cara inferior de las alas, más oscura, amarillo mohoso; en las anteriores la misma línea o faja púrpura mo­ reno como en la cara superior. La mancha central más gran­ de con pupila blanca. Las posteriores tienen el centro blanco de la mancha, más grande, rodeado de una línea negra muy


E L G E N E R O A U T O M E R IS

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delgada y una faja transversal púrpura m oreno, que va -del á n g u lo anterior extern o hasta la parte m edia del borde in te rn o ” . Izq u ierd o añade lo siguiente: "Esta especie se distingu e con la m a y o r facilidad de todas las dem ás del género; el tinte general.- am arillo bajo, su cio y el o jo de las alas posteriores, qu e es m u y pequeño y sin color carm ín bastan para diferenciarla. A dem ás, podem os agregar que las antenas de la hem bra ofrecen de particular <jue lo s segm entos de' la parte m edia, sien d o bastante denta■dos. tienen sus escamas colocadas no só lo en la superficie externa, com o en las otras es,pecies. sin o sobre to d o en el borde superior d ond e están agrupadas en pequeños penachos, v isi­ bles aún con un sim p le len tf. L os segm entos de la extrem i­ dad de la antena son tam bién diferentes de lo s de las otras es­ pecies. com o se verá com parando las figuras. S ó lo conocem os la hem bra de e s te , lepidóptero. E n el M useo N a cio n a l existen tres ejem plares de V a ld iv ia y en nuestra colección u n o só lo cogido en el puerto de C orral. P axece ser m u y escasa. N o sabem os nada sobre su oruga” . M acho (D raud t, en S eitz, p . 7 4 5 ) ; ‘‘E s de un co­ lor a m a rillo m u ch o más claro, con un to n o sucio, el ápice de las alas anteriores es m u y pu ntiagudo, falta la línea transversa interna.' Lá transversa externa y los d os p u n tos discoidales son grises. C om ien za por delante del ápice a 2 nim . A la posterior en el disco es algo am arillo rojiza, con un o jo m u y pequeño, negro, de núcleo blanco, sin rojo; las líneas delgadas son de igu al form a qu e en el ala anterior, rojo gris . E n ciertos, t e m p la r e s la transversa externa llega .1 ápice m ism o y por fuera de esta transversa es som breada, el ala,- en fdrm a decreciente hacia el margen. T ip o hem bra, de V a ld iv ia , en el M useo N acional. ^ E x p a n sió n alar del m acho; 31 a 5 2 m m .; de la neruD istrib u ció n geográfica y época de v u e lo : C hile U n eiem p lar del M useo N acion al dice en su etiqueta. h u T Sept. a D ic . 1 8 9 6 ” .. T e m u c o (X I ■ M ontero los li-DOS en el M useo N acion al. R o s 1 1 1 4 , 1 1 1 4 A y (V a ld iv ia P h . 1 8 6 0 ) , C orral (III-8 9 , Iz q u ier d o ), San Ig ­ n a cio de Pem edue (11-9 6 , Izq uierd o) . E n resumen, tenem os en C hile subespecies y form as;

las

siguientes

especies,


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EM ILIO UR'ETA R.

1. .

Automeris erythrops erythrops (B l.). a) A. erythrops acbaron (Btlr.)b) A. erythrops f. reedi, nov. f. c) A. erythrops f. izquierdoi (D raudt). d) A. erythrops griseo-flava (Ph.)e) A. erythrops f. jaffueli, nov. f. f) A. erythrops f. fuaca (Ph.) nov. f. g) A. erythrops f. beczholdi, nov. f.

2.

Automeris erythraea erytbraea (P d.). a) A. erythraea f. olivácea (Btlr.). b)' A. erythraea f. ruizi, nov. f. c) A. erythraea; f. gayi (Luc.). d) A. erythraea f. bdllocki, nov. f. e) A. erythraea herrerai, nov. ssp.

3.

Automeris microphtíialma (P hil.).

Hay, pues, 3 subespecies y 9 formas. Se describen en este trabajo, 1 subespecie y 6 formas nuevas y pasan a sino­ nimia la especie lucasii de Boisduval y las formas debilis da Butler y contulma de Draudt. Santiago de Chile, octubre de 1942.






NOTAS

SO BR E

AVES

C H IL E N A S

P o r «I D r. R O D U U F O A . P H IL IP P I B.

E stas n ota s resumen las principales observaciones hechas jx)r n o so tro s en el ú ltim o, año. C on ello deseam os con trib u ir al estu d io de la distribución geográfica de nuestras aves, p ro­ blem a en el que hay aún m ucho p or investigar. L o s petreles p alom a del género . P ach yp tila. — Estos, p eq u eñ o s P rotelárid os de los mares australes son bastante poco conocidos en nuestro país. P o r este ® o tiv o n os extenderem os en alg u n o s d etalles sobre su clasificación y distribución. Para e llo n o s basam os principalm ente en la m on um ental obra de M u rp h y , de la que tom am os m uchos datos. E lla nos sir v ió tam bién para la clasificación de lo s ejem plares chilenos. L o s petreles palom a o petreles azules habían sido antes in clu id o s en el género Prioini, posteriorm ente se les separó en diferentes géneros. S igu ien d o a M urp hy, estas aves con stitu ­ yen un s o lo género representado p or cuatro grupos específicos fácilm en te diferenciables el u n o del otro. E n el orden de lo s P rocellariiform es h ay pocas esptcies que h a yan sid o tan confu n d id as com o éstas en la literatura. P o r esta razón, m uch os de lo s datos publicados nos merecen poca fe. P o r otra parte, estos petreles son im posibles de d e­ term inar a sim ple vista en el océano y aun pueden ser con ­ fu n d id o s con o tro petrel a zu la d o m u y d istin to, que es H a lo baena caerulea. L as cuatro especies de este grupo ^ n fácilm ente diferen ­ ciables. E lla s m uestran, en la m ayoría de sus dim ensiones, un orden de sucesión bastante regular. E n el tam año y en la form a d el pico, cada especie se com porta com o una entidad diferente, sin m ostrar grados de variación que puedan hacer


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RODULFO A. PHILIPPI B.

suponer una intergradación. Por otra parte, estas diferen­ cias tan netas explican el por qué algunos las han separado también genéricamente. En la Argentina, son llamados petreles paloma, proba­ blemente porque andan en bandadas, siendo blancos por de­ bajo y gris azulado .por encima. Los marinos ingleses los llaman ‘‘whale-birds” , sin duda por las características del pico de estas aves, que está provisto de lamelas que asemejan las barbas de una ballena. En Australia son llamados “snowbirds” , porque en ocasiones parecen copos de nieve. En Chile no tienen nombre vulgar. Estos petreles son propios de los mares australes y andan generalmente en bandadas. Vuelan con rapidez, mostrando alternativamente la parte blanca ventral y la parte gris azu­ lada del dorso. Este último colon, es de gran parecido con el color del mar, por lo que hay momentos en que se hacen casi invisibles al observador. Pueden distinguirse de' Hialobaena caerulea' (el petrel azul), por su cola en forma de cuña y con pintas negras en las plumas centrales. Nidifican en barrancos de las costas, y construyen gale­ rías de casi un metro de largo, a unos 20 a 30 cms. de la superficie, las que conducen a una pequeña cámara, donde es depositado el único huevo. Este es blanco, deslustrado y de dimensiones variables (R. Dabbene). A las islas donde ani­ dan, se acercan sólo de noche, pues en el día son perseguidos por las gaviotas salteadoras. Peters y Murphy colocan todo el grupo en el género Pachyptila, y distinguen' cuatro especies: 1. Pachyptila forsteri (Latham ). — Es la especie más grande del género, con alas que no bajan de 200 mm. El pico es muy ancho, alcanzando a 21 y 23 mm.. y nunca menor de 18 mm. Distribución: Sus sitios de nidificación están confinados a las latitudes bajas de la zona' Subantàrtica de aguas superficiáks. Con seguridad se sabe que nidifica en las islas del Estrecho de Poveaux y del Golfo de Hauraki, en. Nueva Ze­ landa: en las Islas Auckland y Chatham; Islas Tristáñ de Acuña y Gough en el Atlántico Sui;; e Islas St. Paul y pro­ bablemente Amsterdam en el Océano Indice. Su límite Sur de nidificación está en Lat. SO'^S. en Nueva Zelanda.' En Chile no ha sido señalado. 2. Pachyptila desolata (G m elin). — Es una especie más chica que P. forsteri, pero más grande que las dos especie.s restantes: P. belcheri y P. turtur. El pico es francamente más


N O rA <S S O B R E A V E S . C H IL E N A S

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a n g o st» que en la especie anterior y más ancho que las otras d o s especies (P . bdlchcri y P . tu r tu r ). La coloración es m uy parecida. D istrib u ció n : La zon a de nidificación está reducida a la z o n a antàrtica, o a islas m u y cercanas a la convergencia de las aguas antárticas y subantárticas. E n el cuadrante antàrtico sudam ericano nid ifica en las Islas G eorgia del Sur, Oreadas d d Sur y probablem ente en las S an dw ich del Sur. E s bas­ tan te prob able que n id ifiqu e en Jas Islas B ouvet, Prince Edvsrard, C rozet, Kerguelen, Heard, M acquarie y A ucklands. E n C h ile esta especi« no había sid o señalada. , E l señor R o la n d Peters encontró en P laya Blanca, L ota, una cantidad de petreles palom a m uertos. E stos habían sido arrojados a la costa por el fortísim o tem poral que a zo tó esa región el 2 6 y 2 7 de ju lio de 1 9 4 2 . E l ob servó ese m ism o día m uch os ejem plares que volaban en la bahía y que era im p osib le cazarlos p o r el tem poral. P la y a Blanca está situ a­ do en L at. 3 7 ‘-'03’ S. y L on g. 73'=’0 9 ’ W . ■ A lrededor de la m ism a fecha, el D r. Francisco B ehn en­ contró gran cantidad de estos petreles m uertos en la p la y a ’ de P enco. E l señor Peters nos obsequió dos pieles que están con ­ servadas en la colección. L os ejem plares del D r. B ehn los estudiam os en C oncepción y corresponden a la m ism a espe­ cia de lo s o b ten id os en P laya Blanca. L o s dos ejem plares que poseem os, tienen las , siguientes m edidas: N .’ 1379 m . a<3.

........................ ............................. 1 9 4 ■Ala C ola ................................................................... ....^ 5 . C ulm en exp u esto ........... .......................... .... 2 7 ,5 Anchura m áxim a del pico, 14 D istan cia del unguis a nostrils ................ 11 T a r so ................... _ .......................................... ....3 4 .5 D ed o m edio y una ........................................Jo,D

N .' 1380 h. ad.

183 .9 0 26 13 1 1.8 31 J/

T o d a s las m edidas corresponden a P achyptila desolata (G m e lin ) . . , t, ' E stas observaciones las com unicam os al U r. M urpíiy, quien por carta del 2 0 de octubre de 1 9 4 1 , nos contestó lo si­ guiente: "C on respecto a sus consultas sobre los petreles p a ­ lom a o P rions, no dudo que la m ayoría de las especies se van


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RODULFO A. PHILIPPI B.

a probar como visitantes regulares en latitudes apropiadas d«l litoral chileno, particularmente durante o después de tem­ porales del W. Sus notas y medidas prueban que Ud. posee ejemplares de Pacbyptiia desolata. Esta es la especie de la zona antàrtica de aguas oceánicas. Es la especie común que nidifica eri la Georgia del Sur, y en resumen, es probable que esta ave nidifique, por ejemplo, en Peter Island u otros sitios antárticos nò lejanos del territorio chileno” . De modo que Pacbyptiia desolata (Gmelin) hay que. agregarlo a lista de aves de Chile. 3. Pacbyptiia bcicheri (M athews). — Es muy pareci­ da en su aspecto a las especies anteriores, pero es más chica, ¡alvo en la longitud de tarsos y patas, los que son casi iguales a los de P. desolata. El pico es muy delgado con respecto a esta última. , Distribución: Es una especie de las partes frías de la Kona .subantàrtica. Nidifica probablemente en las islas M al­ vinas, por el lado del Atlántico llega hasta el Río de la Plata. Tamljién ha sido señalada en la costa occidental del S. de, ■Sudamérica. En Chile ha sido señalada por R. Paessler, en los si­ guientes puntos: Lat. 36” S., Long. 73'^ W.; Lat. 4 4 ’ S.. Long. 75‘?45‘ W . y frente a la entrada occidental del Estrecho de Magalla­ nes. R. H. Beck lo observó frente a la Isla Deceit, Cabo de Hornos en enero de 1915. En 1902, R. A. Philippi (Anal. Mus. Nac. Chile, H g. y Descripc. de Av¿s Chilenas, p. 94, Lám. 43) describe esta misma ave con el nombre de Puffinus turtur. Por desgracia, no se sabe la localidad de su captura. La etiqueta sólo dice: “Mares de Chile” . El T IPO está conservado en el Museo da Santiago y tiene las siguientes medidas: Ala .............. .................................. Cola ............................................... Culmen ........................................ Anchura máxima del pico .... Distancia unguis-nostrils ........ Tarso ........................ ................. Dedo medio y uña ...................

186 8() 25 11 0,83 31,5 35,5

Estas medidas corresponden a Pacbyptiia belcberi (M a­ thews) . La obra de Murphy también asimila Puffinus turtur .l P. belcberi, considerándolos sinónimos.


'________________ N O T A S SO B R E A V E S C H IL E N A S

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4. P a ch y p tila turtur ( K u h l) . — Es el representante m ás chico del género. E l pico es corto, y la distancia entre el un gu icorn io y lo s nostrils es poco m ás de la m itad de la que 5e encuentra en las dem ás especies. D istrib u ció n : N id ifica en zon a s subantárticas de A u stra­ lasia y del O céano Indico. Se conocen colonias de. nidificac ió n en las Islas C hatham , B o u n ty , lAintípodas, Islas del Estre­ c h o de Bass y Kerguelen. N o ha sido señalado en aguas americanas. C aptura del petrel de dorso gris, P u ffin u s bulleri (S a l­ v ia ) en la costa chilenia. — Este petrel, que es uno de lo s más raros en las colecciones, fué observado por primera v e z en C h ile p or M r. Beck de la E xp ed ición B rew ster-Sanford. C a p ­ turó n um erosos ejem plares entre el 2 4 de febrero y el 12 de m a rzo de 1 9 1 4 . Fueron ob ten id os en alta mar, frente a V a l­ paraiso. D esde entonces no se han conocido otros records de C h ile. A fin es de abril de 1 9 4 1 , el señor J. C arpeneto capturó un ejem plar de «sta especie frente a la desem bocadura del rio A concagua. E l ejem plar está en poder nuestro y fué determ i­ n ad o por nosotros gracias a la enorm e claridad de la obra del D r. M u rp h y. , L o s caracteres del ejem plar son los siguientes: N.® 1 3 6 5 : H em bra adulta con ovarios pequeños en repo so. C azada el 2 2 de abril de 1 9 4 1 . A ndaba ju n to a una gran •rantidad de P u ffin u s griseus. P ico: azulejo, negro en el e x ­ trem o. Pata: D ed o externo y parte externa del tarso color café n egru zco. R esto del tarso, dedos y mem brana de color carne. M edidas: A la .............................................................. C ola .............................................. ........... C ulm en ................................................... T a r s o ....................................................... D ed o m edio y uña ......... ^ .............

295 125 45 50 62

E l ejem plar está m udando las rectrices y algunas priínarias. Este petrel nidifica en islotes de N o rth Island, N ueva Z elanda. E s un petrel p ro p io de las aguas de la zon a su b tro ­ pical. P o r el oriente llega a la costa occidental de Sudam éri-


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RODULFO A. PHILIPIPI B.

ca y pwr el N. hasta California. Se supone que emigran desde Nueva Zelanda hasta la parte occidental de América. El Tiránido Myiodinastes solitarius (V ieillot), nuevo para Chile. — En marzo de 1942 obtuvimos un ejemplar de este Tiránido que nos fué enviado por el señor Guillermo Millie de Vállenar. La determinación del ejemplar fué hecha por el Prof. A. R. Zotta, del Museo de Buenos Aires. Dicho ejemplar había sido capturado con honda en el jardín de una casa de la Hacienda "Centinela” , punto que está situado en el valle del Huasco, entre Vallenar .y la costa. Lo cazaron el 9 de marzo de 1942. Dudamos mucho que pueda tratarse de un ave escapada de alguna jaula, ya que estos tiránidos no son tenidos en cauti­ vidad. ' Además, fué encontrado en un sitio bastante alejado de ciudades donde se comercie con aves. Myiodinastes solitarius (Vieillot) tiene la siguiente dis tribución geográfca; Guayanas Inglesa y Francesa , Este del Ecuador, Perú, Bolivia oriental, todo el Brasil y en Argentina. En este último país ha sido encontrado en las siguientes pro­ vincias: Misiones, Salta, Jujuy, Tucumán, La Rioja, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires y la Pampa. En la República Argentina lo llaman "benteveo chico” . Presencia en Chile del zarapito Limosa ha£mastica (L .). — A fines de abril y .principios de mayo de 1941 aparecieron numerosos ejemplares de este raro chorlo. Estos fueron ob­ servados en vegas y potreros de Curacaví y Batuco (prov. Santiago). En la misma época también se vieron en las pro­ vincias de O’Higgins y Cokhagua. Andaban en bandaditas de 6 a 12 ejemplares y se observaron alrededor de 300 aves. A l­ rededor de una docena fueron cápturados y están en la colec­ ción particular del Prof. Carlos S. Reed, que es a quien se debe esta interesante observación. Todos los' ejemplares cap­ turados estaban con el bello color rufo castaño de la parte in­ ferior del cuerpo y poco les faltaba para adquirir el plumaje nupcial completo. Por esta razón hay que suponer que iban en viaje de regreso a la América del Norte. Limosa haemastica es un visitante muy raro de verano. Sólo es más constante en la Tierra del Fuego. Esto se expli­ caría por ser un chorlo que seguiría la ruta oriental de migra-’ ción y regresaría por la misma.


n o ta s

so bre

aves

c h il e n a s

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N o ta ; V er artículo; D r. jR od u lfo A . P h ilip p i B .. Ave:, m igratorias norteam ericanas que visitan C hile. B ol. M us. Nac. H ist. N a t. C hile. T o m o X V I I I , p. 74, N u e v o s d atos sobre la distribución de M im us triurus ( V ie illo t ) , — E n la revista ‘'El H orn ero” , V o l. V III, p. 2 0 , p u b licam os un resumen de la distribución de esta ave en C hile, A lo p u b licad o hay que agregar ahora dos nuevos records-. U n ejem plar capturado en los alrededores de V ald ivia, existente en la valiosa colección ornitológica del In stitu to A le ­ m án “C arlos A n w a n d ter” de esa ciudad. O tro ejem plar adulto capturado el 25 de abril de 1 9 4 2 en el tu n d o "Iinperial A lt o ” , situado al oriente de V allenar, D ic h o ejem plar nos fue enviado ,por nuestro colega señor W illia m R , M illie. Sobre algunas aves obtenicJas en P ica (P rov, T a rap acá), — E n ju n io de 1 9 4 2 recibim os del señor L u is R obles, tres pieles obtenid as por dicho señor en esa localidad. 1. U n ejem plar adulto de garza chica, Egretta th u U th u la (M o lin a ), 'Fué cazado el 16 de noviem bre de 1 9 4 1 , en la chacra Jesús M aría, de Pica, que tiene una pequeña represa de agua. N o había sido observada antes en ese oasis, A . Lañe le había capturado antes en Sacaya, alta cordillera de T a r a ­ pacá. 2. U n m acho ad u lto del “C hate” , P ezitcs m ilitaris belicoca ( F ilip p i) , cazado en Pica el 2 8 de febrero de .1942. A ndaban tres ejemplares. N o había sido observado antes. Este h a lla zg o extiende la dispersión geográfica en C hile de este Icteridae. Se le conocía sólo com o ^residente en los valles de ■A zap a y L luta (A rica ), 3. U n adulto, sin sexo del petrel Oceanodrom a ,markb am i (S a lv in ). Fué capturado el 3 de m ayo de 1 9 4 2 en la pam pa, entre lo s oasis de Pica y de M atilla, Esta observación e s del m ayor interés, ya que es probable que esta ave nidifique <»n la pam pa, tal com o lo hacen Larus m odestus y Oceanodrom a h orn b y. Sobre relaciones subespecíficas entre P h rygilu s gayi gayi (G ervais) y P h rygilu s gayi a'triceps (L afresnaye et D ’O rbign v ) , __ H asta ahora se había considerado que P h, gayi gayi v iv e en la zo n a com prendida entre A tacam a y C olchagua. P o r el norte, llegaría hasta B años del T o r o (C ordillera de C o ­ q u im b o ) y Caldera (C osta de A ta c a m a ), P o r otra parte, P h,


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RODULFO A. PH ILIPPI B.

gayi atriceps vive desde el S. W. del Perú, N. W. y región central de Bolivia, N. W. de Argentina (Jujuy, Los Andes y N. W ..de Catamarca) y en Chile, desde la Cordillera de Ari­ ca hasta Puquios en A.tacama. El fenómeno interesante que hemos observado es que Ph. g. gayi y Pb. g. atriceps conviven en la alta cordillera de Coquimbo (Baños del Toro, 3,340 m .). En febrero de 1938 vimos ajnbas aves juntas en esa lo ­ calidad. Posteriormente, en noviembre del mismo año, el Prof. Reed envió un cazador a ese mismo sitio. El día 30 de no­ viembre, dicho señor obtuvo un m. ad. de Pb. g. atriceps y 2 m. ad. de Ph. g. gavi. Los tres ejemplares fuei-on capturados en el mismo .sitio. A .principios de 1939, los señores Johnson y Goodall visitaron Baños del Toro y pudieron observar igual conviven­ cia. Incluso lograron conseguir una nidada de Pb. g. atricepsEstos hechos anotados hablan francamente en contra de relaciones subespecíficas entre ambas aves y apoyan la teoría de Dabbene (Anal. Soc Cient. Arg. 115, p. 192. 19 3 3 ). quien asocia Pbrygilus atriceps a Ph. patagonicus. considerando a ambos específicamente distintos del ?rupo Pb. gayi. El dis­ tingue Pb. acriceps atricej« del N. y Pb. atriceps patagonicus del S. La opinión de Dabbene no es aceptada por Hellmayr (Carb. Birds Americas, XI, p. 3 4 0 ). Creemos que las observaciones que anotamos, nos obli­ gan a separar específicamente a atriceps de gayi. Las relacio­ nes de estos con Ph. paiagonicus tienen que ser objeto de ma­ yores estudios y de una revisión de todo el grupo. Sobre visitas del ág u ila pescadora, Pandion h a lia e tu s ca^ T clinansis a Chile. — Este rapaz es un rarísimo visitante en nuestro ,país. Hasta la fecha se conocía un ejemplar captura­ do en 1885 en Paine, algo al sur de Santiago. Este ejemplar se conserva embalsamado en el Museo de Santiago. En septiembre de 1942 tuvimos la suerte de visitar la colección ornitológica que posee el Instituto Alemán de V al­ divia. Allí, no sin sorpresa, vimos dos ejemplares embalsama­ dos provenientes de la región de Valdivia. Ambos fueron co­ lectados y preparados i» r el señor Fernando Ohde, cuya co­ lección está hoy día en dicho colegio. (


N O T A S S O B R E A V E S C H IL EN iA S

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Gracias al entusiasm o del director señor H erm ann S ew in g se ob tu v iero n del libro de n otas del señor O hde los siguientes •datos sobre estos éjem piares; 5. a. ¿M acho? ¿Joven? C apturado el 7 de noviem bre de 1 8 9 7 , en. Ensenada, bahía de Corral. N .^ 5. b. H em bra. C apturado el 3 0 de ju n io de 1 9 1 7 -en el río N a g u ilá n , afluente de V ald ivia. A dem ás, las N o ta s de O hde citan otros dos ejem plares capturados en la región; 1 ej. hem bra, cazado el 25 de febrero de 1 9 1 4 . ¿Loca­ lidad exacta? 1 ej. sin sexo, cazado el 2 7 de febrero de 1 9 0 9 por el íe ñ o r V íc to r Eisendecher M ., en el río N agu ilán . E stos datos lo s consideram os de enorm e interés, ya que prueban en form a indudable que esta ave llega en sus m igra­ cio n es hasta la .provincia de V ald ivia.



¿UN NUEVO ESTILO ARQUELOGICO? *

Por G R E T A M O STN Y

Se conoce una serie de piezas, excavadas en su m ayoría en lo s alrededores de La Serena, que a primera vista dan la im presión de algo com pletam ente diferente del estilo, de la región y, producidas por influencias extranjeras, o im porta­ das. N o es la primera v e z que la región del V a lle de E lqui ha preparado una sorpresa para la investigación arqueológica; C uand o el Sr. C orn ely encontró, hace jkjcos años, el cem ente­ rio de "El M o lle ’ (pub licad o en el B o letín del M useo N a c io ­ nal, to m o X V I I I . 1 9 4 0 ) , fué destruida la creencia de la h o ­ m ogeneidad cultural de esta zona, m ostrando que en varios p u n to s del valle del río, había centros de civilización de un p u eb lo desconocido y diferente de los D iagu itas-chilenos. 'La insuficiencia de excavaciones en otras regiones im pide todavia form arse una idea de la distribución del p u eblo sepultado en “E l M o lle ” . L o m ism o sucede con el «stilo que describo más adelante y que lla m o provisoriam ente “C uarto E stilo ” (siendo los es­ tilo s D ia g u ita arcaico, transición y C hincha-diaguita los p ri­ m eros tr e s ). D ig o provisoriam ente, porque sería todavía pre­ m aturo darle un nom bre que le relaciona con un pueblo o una cultura antes de explorarlo bien. lx )s d ib u jos que acom pañan este artículo, com prenden to d as las piezas que con o zco hasta la- fecha. Se encuentran en su m ayoría, en posesión de particulares en C hile (L ám . I, figs. I, 2, 3, 5, 9; II, 1 y 3; III, 4 ) ; una que otra pieza fué m an­ dada ultram ar (III, 1 y 3 ) . varias piezas se encuentran en ios m useos c h ik n o s ( í, 4, 6, 7; II, 2; IV , 7, 8 y 9 ) o argentinps (IV . I y 5 ) .


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GRETA MOSTNY

Los vasos, en su mayoría, vienen de los alrededores y del valle de Elqui, de Ovalle, Combarbalá, p>ero también de T ac­ na y, al íado argentino, de la isla de Tilcara. Las láminas, con excepción de la IV, se han arreglado según la forma de los vascJs y se ve que hay tazas y boles subglobulares y globulaives, de paredes curvas y rectas, jarros de boca ancha con y sin asa, urnas y un jarro pato. Todos los vasos tienen en común: 1) El fondo rojo: 2) El dibujo negro circundado de una delgada línea blanca: , 3) Los motivos, compuestos de a) ^triángulos; b) trián­ gulos con un lado escalonado; c) rayas que salen de una faja horizontal; d) combinaciones de a, b y c; 4) La ejecución de las piezas es mucho más esmerada, el pulimento es mejor y las. paredes más delgadas que en piezas de otras culturas chilenas. Una excepción es solamente la ta­ za I. 9, de la cual no es seguro tampoco si pertenece a este grupo. El tamaño de los vasos varía; los boles ticn«n una altura entre 5 1|2 y 15 cm. y un diámetro máximo entre 10 y 22 lj2 cm .: las urnas, una altura de 14 a 39 cm. y un diámetro máximo de 20 a 44 cm .; los jarros una altura de 12 a 14 cm. y un diámetro máximo de 10 1]2 a 17 cm. (faltan las medidas de 2 jarros). El porcentaje de piezas del Cuarto Estilo recogidas en un grupo es muy pequeño, comparado con la cantidad de pie­ zas típicas diaguitas, extraídos al mismo tiempo. Para dar un ejemplo; La colección dé la Municipalidad de La Serena, que está constituida con el contenido de las sepulturas del grupo Q. del cementerio de Compañía Baja, comprende más o mcsos 80 piezas y solamente dos de ellas (I. 7 y 8) pertenecen al Cuarto Estilo. N o conozco todavía, ninguna pieza de este estilo qu: pueda considerarse como arcaico o de transición. Donde se encuentra esta alfarería siempre presenta tipos de esmerada elaboración. Esta misma consideración deja supongr que flo se trata de meras influencias culturales, sino de piezas impor­ tadas o bien confeccionadas por artistas extranjeros. Las piezas del Cuarto Estilo fueron siempre encontradas, o en tumbas que no contenían cerámica de ninguna otra ría­ se, o con las del estilo chincha-diaguita. Que el artista extranjero fué influenciado st su vez por el arte diaguita, lo demuestran las pocas piezas de decoración


¿ U N N U E V O E S T I L O A R Q U E O L O G IC O ?

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m ix ta : II 4 , 5 y 6 y en la taza I. 2 es posible que las cuatro OTejas del v a so pertenecen al tr o z o cultural de lo s D iaguitas. D e to d o s m o d o s es éste el único v a so que las tiene. La urna representada en II. 5, está por su decoración dividida en cua­ tro partes: la m itad superior, de un lad o está decorado con m o tiv o s típ icos chincha-diaguitas, m ientras que la m itad in ­ ferior está decorado con el C uarto E stilo. E l o tro lado m ues­ tra el orden in vertido. La urna II. 4, tiene la decoración u n i­ form e en el C u arto E stilo y únicam ente una cara hum ana con ojos, n ariz y barba en relieve, evoca el estilo chincha-diaguita. E l jarro p a to II. 6, tam bién tiene una cara d e ave o ánim.al típ ico ch incha-diaguita y el resto de la decoración, una faja ancha alrededor del perím etro m á x im o del vaso, en el C uar­ to E stilo . S i es p erm itid o concluir a lg o de los pocos ejem plares c o ­ nocidos, resultaría que el C uarto E stilo es contem poráneo con la E poca del Im p erio de lo s C hinchas en C h ile ( 1 1 0 0 - 1 3 0 0 , según M a x U h le ) . T a rrb ién en A rgentina fueron encontrada piezas que m uestran las características del C uarto E stilo, tal com o se pre­ senta en C hile. E l D r. Salvad or D ebenedetti les dedica un ca­ p ítu lo en su obra isobre la “Excavación arqueológica de los ce­ m enterios prehistóricos de la Isla de T ilcará" (B u en os Aires. 1 9 1 0 , pág. 2 1 3 s s .). H abla de una “ serie de 16 piezas, que p o r lo s caracteres que presentan, nos vem os ob ligad os a estu­ diarla p or separado” . E n seguida dice, referiéndose al porcen­ taje b a jo de esta clase de alfarería: “E n prim er lugar, el n ú ­ m ero d e ejem plares exhum ados n o está en relación con el to ­ tal y casi to d o s ellos provienen de tres o cuatro sepulcros del cem enterio que conocem os b ajo el nom bre d« “M orro” . E sto establece p or lo p ronto, un m om ento determ inado en la m ar­ cha de la cultura de aquella región, m om en to que .puede ser considerado com o el com ienzo de in flu en cia s.d e una cultura que n o tu v o tiem p o de desarrollarse, com o podría indicar tam ­ bién la llegada de estos ejem plares p or conductos extraños, fe­ n ó m en o que n o v o lv ió a repetirse, pues de lo contrario, m a­ y o r habría sid o su núm ero” . La elaboración es m ejor que en las piezas locales: “ I^as arcillas elegidas para su confección son de m ejor calidad, lo cual indica ya u n m ayor progreso en la selección de aquel m a ­ terial. Casi en su totalidad esta alfarería ostenta un p u lim en ­ to m ás fin o que el que hem os p o d id o notar en el m aterial an­ teriorm ente descrito” .


¡J4

' GRETA MOSTNY

La decoración se distingue de las piezas encontradas cer­ ca: "en las piezas que vamos a describir, el elemento decora­ tivo predominante consiste en un triángulo, uno de cuyos la­ dos, en vez de estar formado por una línea recta, lo está por una línea quebrada, formando lo que se ha llamado ‘‘la es­ calera” en la decoración calchaquí” . Como Sí ve, las observaciones, hechas por el Dr. Debcnedetti, corresponden con las que hemos podido hacer en los hallazgos en suelo chileno. T ab. IV. fig. 1 - 5 son reproduc­ ciones de los dibujos de la obra que hemos citado i(fig. 155, 157, 158, 159 y 170). Para las otras piezas que el Dr. Debenedetti describe en el mismo grupo no' conozco todavía ningunas correspondientes encontradas en Chile. El interés se concentra ahora en la investigación del ori­ gen de la civilización o de las influencias que forman e\ Cuar­ to Estilo. A este fin reproduzco tres vasos que se encuentran en el Museo Histórico Nacional de Chile. (Tab. IV. 6, 7 y 8 nos. 13424, 10690, 10707 de las colecciones de dicho Museo). .Proceden los tres de Tacna. IV. 6, es una taza que presenta una mezcla del Cuarto Estilo con el atacameño. El fondo es rojo, de- arcilla fina y bien pulida. Los cuatro motivos con­ sisten de tres triángulos cada uno, combinados con medio círculo rojo y blanco en el centro. Los motivos son negros con margen blanco y blanco con margen negro alternando. El mar­ gen del vaso es negro con rayitas blancas. IV, 6 y 8 fueron clasificados por Max Uhle como ‘‘Tiahuanaco epigonal” . El primero de los dos representa la decoración típica del Cuarta Estilo, pero la elaboración es inferior a la de. los demás: Lasparedes son gruesas, la arcilla no es fina y el fondo rojo con­ siste de una faja sobre la cual están pintados los triángulos, y el resto del vaso tiene el color natural de la arcilla. El margen está decorado con rayitas negras y blancas alternando. El se­ gundo vaso(*) (IV. 8 ), a su vez, tiene le elaboración fina de les otros, las líneas negras están acompañadas de líneas blan­ cas y con excepción de los círculos y cruces blancas, los moti­ vos consisten en triángulos y escaleíras como los descritos an­ teriormente. Si una comparación del así llamado Cuarto Er­ tilo es posible, tendría que hacérsela con el de Tiahuanaco. Otra vez cito al Dr. Debenetti (op. cit.) que llegó a la mis­ ma conclusión, estudiando la serie de 16 piezas exóticas de la (*) No describo l3s otras piezas del c.^ilo Tiahuanaco epigonal, conserv«das en el Musco Histórico 'Nacional; pues tienen todas los mismos caracteres.


¿ U N N U E V O E S T IL O A R Q U E O L O G IC O ?

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Isla de T ilca ra : “Si querem os buscar un verdadero v in cu lo entre la alfarería de “La Isla” que tales caracteres tiene, ten­ drem os que hacerlo con la Antiquísim a de T iah u an aco, con q uien parece haber estado em parentada, a lo menos, pertene­ cer am bos a un tron co com ú n ” .

TABLA DE DATOS SOBRE LAS PIEZAS DEL CÜARTO ESTILO fN.’

1,1 2 3 4 ■ 5 6 7 8 9 II. 1 2 3 4 5 6 III, 1 2 3 4 IV , 1 2 3 4 5 6 7 8

A ltu ra

D iám etro boca

Diáimetro m axim al

6 5 /2 7

17 11

17

7Yi Wz

llK z 15 16 11 5 /2 ,6

13 15 21Í/Í 22H 10 ¡4 17

15 15J/2 6i/z «

.

F rag m en to 20 14 13K. 40 20 26 44 33 39 ¡/, 23 13 20 N o h ay anotaciones 17 14 1214 N o hay anotaciones 8 12

Véase D cbenedctti, op. cit.

7 8 8J/2

13 18 15K-

13 18 15U

Paradero

La Serena, C ol. C arahuantes L a Serena, C ol. Arco L a Serena. C o l. Schw enn C oncepción, M useo L a Serena. C o l. Schw enn Concepción, Museo L a Serena. M unicipalidad L a Serena, M unicipslidad L a Serena, Schwenn S antiago, M usco N acional La Serena, C ol. C arahuantes Santiago.' C ol. P ro f. L ipschutz Santiago, C ol. Schw enn Santiago. M useo N acional E x tran jero Santiago. M useo N acionalA m . M useum o f N at. H ist., N Y . La Serena. C ol. Arco

A rgentina

Santiago, M useo H istórico Santiago, M useo H istórico Santiago, M useo Hi.stórico


L谩m. IUn nuevo estilo arqueol贸gico


U n n u ev o estilo arqueológico

L ám . l í


V n nuevo 芦trio arqocol贸gko

UUn. i t :


U n n u ev o estilo arqueol贸gico

L 谩m . IV



E n -íl tiem po transcurrido entre «1 p rincipio d'i oc­ tubre del lañio pasado y la m itad de m arzo del año en curso, se efectuaron excavaciones arqueológicas «en I.í costa de C hile, para estudiar los cónchales de k parte n o rte de n uestro territorio, A este fin fué enviado el arqueólogo norteam ericano señor J u n iu s Bird, dei A m erican M useum o f N atu ral H istory de N ueva Y ork, con fondos puestos a su disposición p o r la AndcMn Research Society, y lo arqueóloga D ra. G reta M ostny. p o r el M usco N acional de H istoria N atu ral de S an­ tiago.

IN F O R M E P R E L IM IN IA R S O B R E L A S E X C A V A C IO ­ N E S E F E C T U A D A S E N L A C O S T A C H IL E N A E N T R E P IS A G U A Y C O Q U IM B O D E L 8 D E O C T U B R E D E 1 9 4 1 A L 15 D E M A R Z O D E 1 9 4 2 P o r G R E T A M O ST N Y

E l prim er paradero prehistórico e x p lo ra d o se encontró en F^inta P ich alo, 3 km . al sur del pu«rto de Pisagua. A d em ás de ser esta localidad una de las m ás ricas esta­ cion es arqueológicas, com o ya lo constató el ieñ or M ax U h le , hace m ás de 3 0 años, era m u y urgente salvar el m ate­ rial prehistórico que a llí pudiera encontrarse, porque trabaja en P u n ta P ich a lo una C om pañía ex,plotadora de gu ano que rápidam ente está transform ando la form ación superficial de la p en ínsu la. Se excavó una área de 9 ,2 por 8,1 m. de superficie y de 4 ,8 de profu n d id ad . La tierra fu é sacada en 19 capas h o r iz o n ­ tales, sigu ien d o la form ación natural, siem pre cuando fuera posible. E l m aterial sacado del conchai fu é llevad o a un h ar­ nero para elim inar la tierra en una criva de m etal, colectán­ d o se lo s ob jeto s de fabricación o uso hum ano y. además, los restos vegetales y anim ales que se encontraron. C on tal p r o ­ ced im ien to rindió el tercio superior del conchal (capas A -C in c l.) L495 astillas de calcedonia, el segundo tercio (D,-I in c l.) 7 2 8 astillas de calcedonia y basalto, y la últim a parte (J -O in cl.) 1 2 1 1 astillas. Se encontraron, además, la cantidad de 2 6 8 raspadores. 3 0 0 p u n ta s de flecha de varios tam años y form as, 9 bolas, 6 m orteros de piedra, y un núm ero pequeño de piedras m arti­ llo s, piedras trabajadas de uso no conocido, taladros, etc.


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GRETA MOSTNY

Los fragmentos de alfarería recogidos se concíntraron todos en el tercio superior del conchai, alcanzándose la can­ tidad de 876 fragmentos de alfarería no pintada. Una parte de éstos permitirán reconstruir la forma original del vaso. Utiles de hueso de lobo de mar y de vicuña se encontra­ ban repartidos en todas las capas. Se contaron 11 Formo­ nes, 66 arpones y barbas de arpones, 32 bastoncitos peque­ ños de hueso, puntiagudos en ambos extremos, de uso desco­ nocido, y 42 fragmentos de objetos de hueso. Espinas de quisco y objetos fabricados de ellos se encon­ traron en gran cantidad, desde la superficie hasta el fondo del conchai: 771 espinas enteras y fragmentados sin elabora­ ción alguna, 57 barbas de arpón, 4 agujas, 269 anzuelas. Además, rindió el último tercio 205 anzuelas de concha completos y 10 y medio terminados: un anzuela de cobre fué encontrada a poca hondura ,de la superficie. , 175 pesas para la línea fueron encontradas, uno de los cuales era de arcilla (un fragmento de un vaso quebrado) y uno de concha. Los restantes eran de piedra; además se saca­ ron 15 anzuelas compuestas. Los hallazgos de tejidos estuvieron limitados al tercio superior del conchal. El número de fragmentos de tejidos en sólo un color alcanzó 22, mientras 5 fragmentos eran listadas. Además fué hallado un cinturón tejido. La misma distribu­ ción como los tejidos demuestran las redes de los cuales se en­ contraron 48 fragmento». En cantidad abundantísima se hallaron cordeles, espe­ cialmente en el tercio superior. Aumentando la profundidad disminuye su número y diversidad, hasta de faltar por com­ pleto en el último tercio. Él total alcanza 1218 piezas de lana, algodón, pelo humano y hebra vegetal, siendo estos últimos los más frecuentes (1010 del total). Otro producto importante en el tercio superior eran los fragmentos de canastos (coiled baskets). Se encontraron 40; y 24 delantales de hebra vegetal (totora macerada). Se sacó un total de 119 fragmentos de madera, en su mayoría de algarrobo, distribuidos sobre todo el conchal. Además se encontraron bolsitas y, correas de cuero, pedacitos de piel de lobo marino y vicuña, cuentas de concha y hueso, la mayoría de ellos en el tercio superior del conchal. Al sacar la capa G (lo que porresponde aproximadamen­ te a la mitad del conchal) se descubrieron varios esqueletos. Se encontraron en posición extendida, sin ajuar funerario. Quizás habían sido envueltos en pieles de animales.

\1. V


E X C A V A C IO N E S E N L A C O S T A C H IL E N A

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M ientras que el color de ;este concha! era un ocre am arilento, d ebido al gran porcentaje de m ezcla con el guano fó sil. en otro s p u n to s de la p en ín su la el suelo estaba cubierto de cónchales de colo r gris oscuro, com o ceniza. A dem ás se d istin ­ gue este con chal p o r la poca consistencia que tiene, com para­ d o con el prim ero. M ientras había que sacar la tierra de éste a veces con picotas, en el segundo (negro) conchai era d if í­ cil evitar lo s derrum bes de las paredes. Parece que el concha! negro representa la continuación del concha! am arillo. La cerámica, lo s tejidos, las puntas de rlecha, presentan tip o s m ás recientes que lo s encontrados en el to n ch a l am arillo. C om paran do el núm ero d e . fragm entos de alfarería re­ sulta que el conchai negro con su m etraje cúbico de 10,5 rin ­ d ió 5.46, m ientras el conchai am arillo con el metraje cúbico de 3 5 0 ,2 4 daba 8 7 6 fragm entos. E l núm ero de tejid os era 4 9 (contra 2 9 en el conchai a m a r illo ). U n a novedad eran los canastos de 3 bastones cruzados y entretejidos con cordeles de lana y hebra vegetal. .Adem ás se encontraron dos m azorcas de m aíz, que fal-' taban en el conchai am arillo. A l m ism o tiem p o con la excavación en lo s cónchales^ se efectuaron excavaciones en lo s cem enterios prehistóricos de la penín sula de P ichalo. L a m ayoría de las sepulturas habían sido descubiertas y saqueadas anteriorm ente p o r curiosos y buscadores de antigüe­ dades y no era dem asiado tem prano exp lorarlos científica­ m ente y salvar su -contenido para lo s museos. U n cem enterio a lo largo de la costa m u y inclinada en ­ tre P ic h a lo y P isagua había sido com ,pletam ente saqueado, con excepción de unas pocas sepulturas, que tam bién habían sido abiertas previam ente; pero com o n o contenían objetos " b on i­ to s” o de m etal precioso, lo s saqueadores n o se dieron el tra­ bajo de llevar el m u y pobre ajuar. L o m ism o sucedió con o tro cem enterio, situado en la falda de xin cerro a la entrada de la península. Se encontró un grupo de sepulturas, que n o habían sido abiertas en su m a­ yoría. E n un área de m ás o m enos 1 0 0 m 2 . se racontraron 3 7 sepulturas con cadáveres, 3 2 en cuclillas y cubiertos con este­ ras y canastos, 2 en canastos grandes de casi un m etro de d iá­ m etro, y tres extend idos. D o s de lo s extend idos eran encon­ trados b a jo la sepultura de otros en cuclillas lo que ya de­ muestra de p or sí su m ayor antigüedad. E s posible que co­ rrespondan a las sepulturas en el conchai am arillo, mientras 11


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G RETA MOSTNY

las sepulturas con cadáveres en cuclillas contienen la misma clase de ajuar que se halló en un conchai negro. Otra característica de una parte de «stas sepulturas con cadáveres en cuclillas es un palo de madera puesto verticalmente en la tierra para indicar el lugar de la tumba. El cementerio contiene momias de adultos, como tam­ bién de niños y guaguas. Otro grupo de 15 sepulturas fué explorado en la Caleta de Junin, en dirección sur de Fíchalo. El contenido corres­ pondió al del grupo de iSinta Fíchalo. Se terminaron las excavaciones en Punta Fíchalo en los últimos días del mes de noviembre. En Taltal Jas excavaciones fueron hethas en dos difi>xenres puntos; la primera en el Morro Colorado, cerca del Muelle de Piedra, a 4 km. al norte del Puerto de Taltal, y otra en el Morro Morado, a 1,7 km. al norte todavía. En am­ bos lugares habían sido efectuadas excavaciones anteriormente por Uhle, Latcham y Capdeville y' era difícil encontrar una área no tocada previamente. En el Morro Colorado fué descu­ bierto finalmente un bloqu« de 4,5 por 3,5 metros. La pro­ fundidad máxima alcanzó 1,5 m. En el Morro Morado se trabajó en un .sector de 3,5 por 3 metros que tenía aproxima­ damente la misma profundidad que el primero. El material encontrado correq)onde en su mayor parte al material de Punta Fíchalo en el conchai amarillo, pero la variedad y ef número de objetos era mucho mayor en Taltal, y comparándole con el conchai de Fíchalo, faltan las últimas capas que daban tejidos y alfarería. (En ambos cónchales de Taltal se encontraron 9 fragmentos de cerámica y ésos en la superficie o muy cerca de ella). Se encontraron en el basural del Morro Colorado 3785 astillas de calcedonia y en el del Morro Morado 11.603. Además se encontró gran número de astillas y piedras trabajadas de porfiros y otras .piedras volcánicas. N o se. lim i­ tan a cierta porción del conchai, pero ocurren en toda parte y profundidad. El grado del trabajo varía de unas pocas as­ tillas sacadas de una piedra alisada por el agua hasta una ela­ boración por percusión de toda la superficie. Su uso es en gran parte desconocido; igualmente no se sabe cual era la formo ideada por el manufactor y cuales son las piezas eliminadas por el mismo. Muchas de esas piedras recuerdan por su forma los útiles paleolíticos de Europa. Las conchas más comunes que se hallan son Concholeoaí Fissurella. Aprestadores, mytilas y erizos; además, se encontra­


E X C A V A C IO N E S E N L A C O S T A C H IL E N A

lo i

ron h uesos de guanaco, lo b o , m arsopa, aves, pescado v to rtu F u e hecho tam bién una excursión al sitio de L as C onchas (a la entreda de A gu a D u lc e ) , d onde se encuentran có n ­ chales y d onde había m uchas sepulturas, pero todas ya abier­ tas previam ente. L o s h alla zg o s, colectados en la superficie fueron 5 4 fragm en tos d e ,vasos p in tad os (estilo chincha-ata•cam en o), 12 raspadores, 13 p untas de flecha, 3 cuchillos, 4 form o n es y un gran núm ero de útiles de piedra porfirica. E l 12 ,de febrero de 1 9 4 2 T a lta l f u é . abandonado y ú 15 em pezaron lo s trabajos prelim inares en la región de C o<ju¡mbo. Se encontró un sitio idon eo para excavaciones en un lu ­ gar. lla m a d o M iram ar, cerca d« C oqu im b o, en el fu n d o del señor M e A u líffe . auien daba con m ucha am abilidad el p er­ m iso para excavar en su terreno. E l sector excavado m id ió 2 por 3 m . y su profundidad alca n zó á 3 .8 3 m ., pero el ú ltim o vestigio de ocupación h u m a­ na se encon tró a 3 .1 8 m. E l conchai había sido abandonado várias veces sin ninguna m ezcla de objetos. E l núm ero de astillas de cal cedonia alcanza 6 6 : los m elefiros, 3 7 9 . E n todas las capas se encontraron ob jeto s de piedra v o l­ cánica com o en T a lta l. E l resto de" lo s objetos, 7 p untas de flecha, 2 raspadores, 2 piedras m artillos, estaban distribuidas •en todas las capas del conchal. L o s restos de alfarería ocupan únicam ente las piim eras -6 capas del conchai (de un total de 15 c a p a s). D e interés es­ pecial era u n fragm ento de cerámica negra, delgada, m u y bien pu lid a, con incisiones encontrado en la quinta capa a cpntar •de la su p e r fic ie ). O tros iguales fueron hallados en la superfi­ cie en varias partes de la r?gión sin que fuera jx>sible estable­ cer el tiem po de su aparición y m anufactura. C om p aran d o este conchai con lo s qtros previam ente e x ­ cavadas h a y que decir que era el m enos satisfactorio p o r la poca cantidad de ob jetos encontrados. O tra excavación 1,1 por 1,7 m. y con 1 ,5 5 'de p r o fu n ­ didad fu é hecha en P u n ta T ea tin o s, 13 km . al norte de La Serena, que ante tod o daba gran núm ero de fragm entos de a l­ farería. U n o encontrado a más o m enos 1.2 m. de p ro fu n d i­ dad pertenece al P eríodo de T ran sición de los D iaguitas. La últim a excavación fué hecha en un pequeño p rom on ­ torio, al sur de C oquim bo, llam ad o P unta T a ch o . E n oczsión •de la marea alta queda com pletaniente separada del con tin en ­ te, una isla chica, m uy rocosa, absolutam ente inapta para


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GRiETA MOSTNY

ocupación por largo tiempo o numerosa tribu, pero un refu­ gio ideal en tiempos de peligro, porque es accesible de un solo lado' por tierra e inabordable para los que vienen del inar. Una pequeña terraza, de 14 por 4 m., más o menos, esta­ ba cubierta de tierra y en ella se encontraron numerosos fragmentos de alfarería pintada, perteneciendo a la última época del arte Diaguita. Es notable que se encontraron los fragmen­ tos de dos urnas pintadas en un espacio tan limitado, dado la escasez ,de este tipo de alfarería. La capa de humus que cubre la superficie rocosa, alcanza en la parte más gruesa a 0,5 m. La mayor parte había sido revuelta por buscadores de teso­ ros. Una parte pequeña no tocada, reveló una sepultura con un esqueleto al cual faltaba una pierna. Las excavaciones se terminaron a mitad del mes de matzo y todo el material encontrado en los diferentes paraderos fué enviado, a fines de cada excavación .parcial a Santiago-, al Museo Nacional de Historia Natural, donde c^uedará hasta haber sido estudiado en sus detalles y determinado su futuro destino. Los_ resultados dentíficos serán publicados por el señor Junius Bird en los “Anthropological Papers o f the American Museum of Natural History” .


In fo rm e íobr« excavaciones

T a lta l.

L ám . I

C onchai del M orro C olorado. E l sector que será excavado, fué se p jrado del total.

T a lta l: C onchai del M orro C olorado. E l sector que s^rá « c a v a d o , fué separ.:do p o r fosas del total.


Informe iobrc excavaciones

Lám. II

Punta Pichalo. Sector del Cementerio. En el primer plano una scpultuib en canasto.

Punta Pichalo. Ccment;no. Una sepultura, después de haber sacado las csts:r.ii •1 ' d e totora.


M APA

A R Q U E O L O G IC O D E L V A L L E Y ADYACENTES

DE

ELQUI

P o t F. L . C O R N E L Y

Este m apa es naturalm ente m uy im perfecto, ya que los estudios arqueológicos en esta región n o están term inados, p ero puede servir de base a futuras exploraciones y para ser . com pletado con el tiem po. Q uizás su principal m érito consiste en que tod os los datos que contiene son com probados por su autor. E n las referencias que siguen se indica la ubicación del cem enterio y en lo posib le las clases de sepulturas (llam o se­ pulturas clásicas de lo s diaguitas, las sepulturas con piedras lajas que he descrito en el B o l. M . N . 1 9 3 6 ) . H em os clasificado la alfarería dibujada o pintada en 3 épocas que se distinguen fácilm ente: la primera o arcaica con d ib u jos toscos y en .la que se usaba al principio el am arillo en v e z del blanco, las fuentes son sem iglobulares; , la segunda época con p latos m ás p lan os pero siempre redondeados, con m ayo r núm ero de temas y dib ujos ya m ás finos, p eríod o que llam am os de “ transición” y p or fin la tercera o últim a época que duró hasta la conquista y se distingue por la aparición de las paredes rectas en lo s platos, m ayor variación de tem as y d ib u jo s finos. E n las referencias in d ico en lo p osib le a qué épocas pertenecen la alfarería encontrada en los cementerios: 1.— Este cem enterio diaguita está ubicado entre La Se­ rena y C om pañ ía B aja a am bos lad os del cam ino L ongitudinal, a só lo T-Yi km s. de La Serena. H em os descubierto hasta la fe­ cha 16 grupos con alfarería de lo s 3 períodos, sepulturas clá­ sicas y en tierra.


.frl

F. L. CORNBLY

2.— En la Plaza de La Serena se descubrió un cemente­ rio diaguita al hacer el alcantarillado, también en otros puntos de la ciudad se encontraron objetos de alfarería y osamentos y es probable que existan varios grupos. 3.— Este cementerio diaguita se encuentra al lado de las casas del balneario Punta Teatinos, y consta de 4 grupos de se­ pulturas clásicas y en tierra; alfarería pintada de las 3 épocas. 4.— Peñuelas. Cementerio ubicado casi frente al balnea­ rio en el primer plan que se eleva sobre las v^gas, con un al­ to porcentaje de sepulturas clásicas v alfarería de las 2 últimas épocas. 5.— A unos 3 1|2 km. al oriente de la Estación del Fe­ rrocarril Altovalsol, en un .potrero del fundo de, don Ernesto Munizaga, se encuentra un grupo de cementerios diaguitas, con alfarería de la segunda época o de transición. Las sepulturas contienen generalmente una piedra laja parada al lado ori?nte del osamento, la alfarería encontrada en este grupo se en­ cuentra en el M. N. S. de H. N. 6.— Frente al cementerio anterior, pero al lado sur del río Elqui, en la ladera oriente de’la Quebrada de Las Animas, encontramos en el año 1934 un cementerio que es el más an­ tiguo de la cultura diaguita conocido hasta ahora, su alfare­ ría con dibujos grandes pertenecen a la primera etapa de la alfarería pintada; los huesos, en su mayor parte, se habían vuelto tierra. Las 22 piezas que componen este hallazgo, se encuentran en el M. N. S. de H. N. 7.— A poca distancia del anterior, en el fundo Quilacan, cerca de Punta de Piedra conocemos 3 grupos de un ce­ menterio diaguita con sepulturas clásicas y en tierra y alfare­ ría de las dos últimas épocas, tenemos conocimiento que se en­ contraron otros grupos cuando se hicieron las excavaciones para el conducto de agua potable. , 8.— En el extremo poniente del fundo Titán, al borde de la quebrada de Talca, hay un cementerio diaguita con se­ pulturas clásicas y en tierra, alfarería de las dos últimas épocas. En la vecindad existen según nuestras averiguaciones a lo menos dos grupos más. 9.— Frente a Pelicana, en la margen sur del río Elqui, en la hacienda de La Calera existen varios cementerios. Al oriente del callejón que conduce a la hacienda de la Estación Pelicana, en un potrero largo, hay 5 grupos, cuatro de ellos destruidos por las aguas de riego que se escurren'por el ba­ rranco que da al lecho del río y uno más al interior del po­ trero. Había alfarería principalmente de las dos últimas épo­ cas y fragmentos de la primera. Sep, clásicas y en tierra.


____________M A P A A R Q U E O L O G IC O D E L V A lLLE D E ELQ iU I

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■Ail la d o pon ien te del callejón y casi al p ie de las casas de la hacienda está el cerro La P o y a , que da casi exactam ente frente a la estación Pelicana. E ste cerro es p or tres lados m uy parado, pero hacia las casas de la hacienda, term ina en u n suave fald eo; en este fald eo se encuentran restos de un cem en­ terio de 7 0 sep. en 7 hileras de a diez, un os 5 m. una ¡de otra. Q uedan só lo las bases circulares hechas de grandes piedras de río, parece que se trata de sep. tu m u los ya destruidos, n o se encuentran ya huesos ni otro s in d icios sin o pequeños fragm en­ tos de alfarería diaguita de la últim a «.poca. E n la cúspjde del cerro y en toda la cuesta h ay restos de otras 9 sep. túm ulo. 1 0 .— M arquesa. H abía 3 grupos de cem enterios d iaguitas, cerca de las casas, u n o de ellos con sep. clásicas y en tierra, los otros d o s con sep. en tierra, con alfarería pintada de las dos ú ltim a s épocas. E>os grupos m ás se encuentran en el m ism o p lan o, u n o s 8 0 0 m. m ás al p onien te con alfarería p rincipal­ m ente de la ú ltim a época, sin sepulturas clásicas sino en tierra y a m ás d e 2 m. de profun did ad . II y 12 .— C em enterios de la C ultura “ E l M o lle ”' des­ cubierto ,por el autor el año 1 9 3 8 (v . B o l. M . N . 1 9 4 0 ) . 1 3 .— Puclaro. C em enterio d€ 3 grupos, sep. clásicas v en tierra, 5 0 0 ni. al oriente de las casas de la ‘hacienda. A lfarería princip alm en te de la ú ltim a época, a lg o de ,1a segunda. 1 4 .— F ortaleza de la cultura de E l M o lle en la cim ¿ de un cerro frente a la hacienda M aitén, entre A lm endral y E l M olle. 1 5 .— H acienda San C arlos, fr«nte a la quebrada de Y u n g a y , al lad o sur del río E lq u i. C em enterio diaguita des­ truido p or algún alu vión . 1 6 .— San Isidro al la d o de V icuña, varios grupos de ce­ m enterios diaguitas destruidos o em bancados por el río. ( E x ­ cavam os en un o d ond e las sepulturas se encuentran a 3 m e­ tros b a jo el s u e lo ). 1 7 .— P aih uan o. K ilóm etro y m edio de las casas de la h a ­ cienda P aih u an o, al oriente hay o tro s grupos de cementerios diaguitas con sepulturas clásicas y en tierra, alfarería p rin ­ cipalm ente de las d os ú ltim as épocas. 1 8 .— E l Sanjeado en el río C ochihuas. V arios pequeños gru p os de cem enterios diaguitas. A l pie de una roca con d i­ b u jos ind ígenas encontram os osam entas hum anas y la m itad de un p la to pintado, de la primera época; en otras sepulturas se encontraron piezas m ás m odernas. 19 . E n el v a lle de E l P in g o quedó descubierto con e ■aluvión de Í 9 3 4 , un cem enterio diaguita con sepulturas clási-


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F, L. CORNBLY

cas y en tierra, cuando lo vimos ya estaba saqueado y éncon-tramos sólo fragmentos de alfarería pintada, sempjante a que encontramos en Marquesa. Más o menos 1 kilómetro al poniente hay restos de un lambería indígena. 20.— En la Caleta Arrayán, a orillas del mar, hay un cementerio diaguita, casi todo de sepulturas clásicJs. ■»icaba destruido cuando lo vimos. Por fragmentos de alfarería pa­ rece que abarca las dos últimas épocas. 21.— Guanaqueros, a unos 3 kms. del actual villorio de pescadores hacia el poniente en un lugar llamado La H i­ guera y a orillas del mar hay un cementerio, al parecer de la culturá diaguita, por los artefactos encontrados, aunque no encontramos alfarería, sólo fragmentos de las 3 épocas. 22.— Camino desde Chañar (por la quebrada de la Marquesa) al Pingo se atraviesan dos llanos, el Llano de Pa­ tricio y el Llano de Pivra, donde se encuentran muchos petroglifos de todos tamaños. No muy lejos ^ de allí se encuentra en rodado de las Pintadas, donde también hay una gran cantidad de estas piedras. (Esto último no lo hemos visto personalmente). 23.— Desde la hacienda Calvario, unos 4 kilómetros al oriente, hay un grupo de pocas sepulturas diaguitas. 24.— En Chapilca se encontraron algunas sepulturas diaguitas con alfarería de la última época. 25.— En una gran llanura a más de 3.000 metros de altura cerca de Vallecito, se encontraron varias sepulturas in ­ dígenas, sin alfarería. 26.— Rivadavia a pocas cuadras del pueblo de este nombre, en la base de un cerro por su lado oriente hay va­ rios petroglifos. 2 7 ----- . Diaguitas en una quebrada que sale cerca de °ste pueblo hacia, el sur hay un petroglifo. 28.— En San Pedro, al interior de Islon, hay' restos de un cementerio indígena de 9 sepulturas. 29.— Chañar, casi al principio de la quebrada Marquesa, en el lugar denominado Chañar, había un pequeño cémejiterio diaguita. , , • 30.— Guayacán. En los arenales se encontraron sepul­ turas aisladas de indios diaguitas con alfarería pintada.



DON

CARLOS

E. PO R T E R

E l sabio Porter ha m uerto. E l hom bre dinám ico, el gran c u lto í de las Ciencias N a ­ turales descansa de su vida activa en la p a z de su tum ba, pero s in m orir, porque sus obras, toda su vida laboriosa, el cariño de su fam ilia y el de sus am igos, lo seguirán haciendo v iv ir d en tro y fuera de los corazones. F u é u n o de esos hom bres que n o pueden desaparecer sin o m aterialm ente, y esto, es seguir vivien d o , en sus obras y el recuerdo de cuantos lo conocieron. N a ció en V alparaíso, en 1 8 6 8 , heredando de su padre el talen to y la hidalguía, y de su madre la bondad y la abnega­ ción, d erivándose de estas cualidades ese gran cerebro y esa alm a in fa n til. D esde sus prim eras inclinaciones, se m an ifestó el natura­ lista, dedicándose toda su vida particularm ente al estudio de lo s insectos, de lo s crustáceos y a la b ib liografía científica. Fué un m od elo de actividad y de com pañerism o, y un m isio­ nero de su ciencia. A llá en su infancia, se le veía correr eri los arenales m arí­ tim os de Caldera, donde estaba radicada su fam ilia, cazando insectos durante las espléndidas prim averas de esa zon a. "Y un tiem p o después ya había form ad o sus prim eras colecciones. Y refiriéndom e a esa época, tu ve una v e z que decir: ‘‘E l era casi un n iñ o -y y o era casi un jo v e n ” , y p o r una circunstancia cs-< p e d a l que he consignado, “le di el espaldarazo que lo armaba caballero del saber” , echán dolo a la senda del estudio y la •observación” .


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DON CARLOS E. PO R TB R

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El y yo alternamos cariñosamente toda la vida, hacien­ do una amalgama curiosa de mucha afinidad, ya que él tenía la movilidad del azogue y yo la estabilidad del plomo. Hoy esa mezcla se ha separado, dejándome un mundo de recuer­ dos de mí gran amigo. Fué Jefe de Sección de este Museo, ocupando la vacante, dejada por Mr. F. Germain. Director del Museo de Valpa­ raíso, Profesor de la Escuela Naval, de la .Universidad Cató­ lica y de la Escuela de Veterinaria, Conocido en todos los centros científicos del mundo, muchos de los cuales visitó durante su viaje a Europa en 1911, y mediante su obra predilecta, su “Revísta Chilena d e Historia Natural’’, Carlos E. Porter no podrá ser olvidado y seguirá viviendo con los Gay y los Philippi. Enrique Ernesto Gigoux. Santiago, 16 de diciembre de 1942.


IN D IC E

DEL

TOM O

XX

Pág. Antropogeografía prehistórica del Norte de Chile, por Ricar­ do E. Latcham .....................

5

Aves del Valle de Copiapó, de mar a c o r d e r a y lugares ad­ yacentes, por Enrique E. Gigoux ............ ..........................

19

Estudios Botánicos: 1. Un helecho nuevo de la Isla de Pascua. 2. Las flores femeninas del Rauli, por Marcial R. Espinosa B. ........................................................................................

„ 2 ^ ^ '—

El Volcán Descabezado Grande, por Humberto Fuenzalida V.

35

Revisión de las especies chilenas del Género Automeris, por Emilio Ureta R. ..........................................................................

51

Notas sobre aves chH^ias, por Rodulfo A. Philippi B. .................

81

¿Un nuevo estilo arqueológico?, por Greta Mostny ..................

91

Informe preliminar sobre las excavaciones eüectuadas en l a costa Norte de Chile, por Greta Mostny ...............................

97

Mapa arqueológico del Valle de Elqui y adyacentes, por F. L. Cornely .........................................................................................

103

Don Carlos E. Porter, por Enrique E. Gigoux ...............................

107

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