El calendario y Catalunya

Un ministro socialista defenderá los presupuestos que presentó Mariano Rajoy, que a su vez el PP intentará enmendar porque siendo suyos los va a gestionar el adversario. Pedro Sánchez ganó por sorpresa la moción de censura planteada a toda velocidad y desplazó a los populares de la Moncloa en 48 horas. Sánchez criticó los presupuestos de Rajoy y ahora no tiene otra opción que defenderlos, aunque no sean los suyos. No deja de ser anormal y patético.

Es evidente que las cosas se ven de muy diferente manera desde el poder y desde la oposición. Lo novedoso en este caso es que el criterio sobre un tema de tanta importancia haya dado un giro espectacular en sólo una semana. Tenia razón Jacques Delors cuando decía que “necesitamos líderes que no barran para casa, que tengan visión a largo plazo y defiendan los intereses comunes”. Los mismos presupuestos no pueden ser buenos hoy y malos mañana. Al revés, tampoco, claro.

Pedro Sánchez será presidente hasta que se convoquen nuevas elecciones, que pueden celebrarse en unos meses o al final de legislatura en el 2020. Los mecanismos que establece la Constitución han funcionado y son de agradecer las breves palabras finales de Mariano Rajoy en el Congreso felicitando al nuevo presidente y deseándole suerte. Su dimisión como presidente del PP la hizo ayer con elegancia y talante democrático, como hizo Cameron en el 2016 al perder el Brexit.

En este aspecto la democracia ha funcionado con normalidad. Otra cosa es cómo se llegó a un cambio radical sin que Rajoy advirtiera que una sentencia como la Gürtel podía promover un movimiento tectónico que aglutinaría a unas fuerzas que difícilmente se pondrán todas otra vez de acuerdo en lo que quede de legislatura. El concepto de salud pública ganó la batalla.

Las almas sencillas y astutas del PNV pasaron de ser héroes a traidores en cuestión de días para unos y para otros. La bisagra vasca abrió la puerta de la esperanza a Rajoy y se la cerró en una semana para ceder el paso a Pedro Sánchez.

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Es cierto que la moción no habría prosperado sin Podemos y el resto de partidos periféricos, nacionalistas o no, que sólo se pusieron de acuerdo en echar a Rajoy. La corrupción acaba pasando factura.

Se puede criticar cuanto se quiera el funcionamiento de la justicia pero el argumento según el cual los jueces responden a los intereses de los gobiernos de turno no se sostiene. El caso Gürtel y la prisión incondicional para Eduardo Zaplana indican que no es así, como no lo fue en las sentencias que afectaron a gobiernos socialistas en los años noventa.

Pedro Sánchez ha cambiado la atmósfera política desde una gran fragilidad. Sólo tiene 84 escaños y el Partido Popular y Ciudadanos van a ejercitar una dura oposición en el Congreso y en el universo mediático. La confrontación dialéctica está asegurada, incluso por aquellas fuerzas que le han prestado el apoyo para alcanzar la presidencia del gobierno. Cuando Rodríguez Zapatero acudió a Washington para participar en el ­Desayuno Nacional de Oración en el 2010 escuchó de Barack Obama que “a veces parece como si no quisiéramos escucharnos unos a los otros para poder tener de una vez por todas un debate serio i civilizado”.

A Pedro Sánchez le va a perseguir el calendario de las próximas elecciones y el conflicto catalán. Será un gobierno posibilista que tendrá que sustentarse sobre cuatro ministerios que no pueden mostrar fragilidad: Hacienda, Interior, Justicia y Exteriores, siguiendo la vieja recomendación de un profesor de derecho administrativo que nos decía que el Estado tiene que administrar justicia, recaudar impuestos y garantizar el orden público.

La cuestión catalana es de la máxima complejidad al encontrarnos en un empate no despejado en el que las dos partes no van a ceder en lo fundamental. El profesor Josep María Vallés decía el lunes que la ANC y Òmnium han adquirido un papel político inesperado porque ha habido un vacío dejado por la democracia representativa.

El nombramiento de Borrell como ministro de Exteriores, europeísta y antinacionalista, es una bofetada y una provocación al independentismo que ha reaccionado alarmado y combativo. Pedro Sánchez va a verse pronto con Quim Torra. El diálogo puede dar resultados en aquellas más de treinta peticiones presentadas por Artur Mas en su día, prácticamente todas desatendidas.

Pero, como manifestaba ayer Miquel Iceta a Jordi Basté, cabe todo el diálogo que se quiera dentro de la legalidad. No fuera de ella. El mundo de Puigdemont ha perdido fuerza tras la moción de censura y se ha quedado en minoría frente a Marta Pascal, Campuzano, Xuclà... y ERC que sigue las directrices de Junqueras desde la cárcel, que las ejecuta Joan Tardà con un discurso bien construido y realista.

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