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Paisajes sonoros III

Pensando la ciudad, herramientas para una experiencia urbana (1 de 4)

Por Cristina Palmese y Ricardo Atienza

Resumen

La ciudad, en tanto que tejido vivo complejo, no puede ser abarcada desde las herramientas clásicas de las disciplinas espaciales. Es necesario buscar nuevas perspectivas capaces de integrar la experiencia cotidiana de sus habitantes, experiencia en inmersión, dinámica, temporal. Dentro de este contexto, el siguiente artículo explora el interés que presentan los modos de expresión sonoros y audiovisuales para el análisis y la intervención urbana.

Este tema de reflexión fue propuesto en el marco del Taller de Paisaje Sonoro incluido en esta edición.

Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: de memoria, de deseos, de signos de un lenguaje; las ciudades son lugares de intercambios, como dicen todos los libros de historia de la economía, pero estos intercambios no son solamente intercambios de mercancías, son intercambios de palabras, deseos, recuerdos. Mi libro se abre y se cierra sobre imágenes de ciudades felices que continuamente toman forma y desaparecen, escondidas en las ciudades infelices.

Italo Calvino, Lezioni Americane

Introducción: la ciudad fragmentada

Los cambios que nuestras ciudades han experimentado en los últimos decenios están ligados a múltiples factores, tantos como múltiples son los ojos que las miran. Todo tipo de disciplinas se ocupan hoy de la ciudad, observándola cada una a través de su particular prisma: la arquitectura, el urbanismo, el arte urbano, la sociología, las diversas ingenierías, etc. Pero cada uno de estos puntos de vista tiende a seccionar la ciudad y a mantener separados los distintos fragmentos resultantes.

En cuántas ocasiones las conclusiones de diversos estudios y análisis sobre el fenómeno urbano son parecidas o complementarias, señalando incluso los mismos problemas y necesidades. Sin embargo, las respuestas ofrecidas son con frecuencia incompletas, pues no tienen en cuenta la complejidad que caracteriza nuestro entorno y nuestra percepción. Y todo ello a pesar de que el concepto mismo de «espacio urbano» imperante en las disciplinas espaciales y sociales ha evolucionado de manera drástica en los últimos cincuenta años ensanchando su perspectiva.

François Ascher, desde el punto de vista de la sociología, comenta al observar los cambios de la ciudad: «Los vínculos sociales se han multiplicado, pues, extraordinariamente. Su naturaleza se ha diversificado y se apoyan en formas de comunicación múltiples: el intercambio de mensajes por Internet y una reunión en un café son, claramente, interacciones cualitativamente distintas. Los vínculos son mucho más “débiles” que antes y también más frágiles. En cambio resulta más fácil establecer otros nuevos. Se trata de “la fuerza de los vínculos débiles”. El tejido social constituido por los vínculos sociales contemporáneos cambia de textura. Está compuesto por múltiples “hilos”, muy finos, de todo tipo, que no le restan solidez sino que le confieren mucha más finura y elasticidad. Este tejido de fibras diversas es además socialmente y culturalmente heterogéneo».1

Escuchando ahora otra reflexión que se nos ofrece desde el terreno de la arquitectura: «Uno de ellos (de los componentes de la experiencia del espacio, N. del T.) concierne lo que podemos llamar el movimiento, o incluso las secuencias, los recorridos. Otro estaría vinculado a la materia, a lo pictórico, incluyendo nociones que van de la opacidad a la transparencia… Entre estos registros, la cuestión del movimiento, del recorrido, es para mí muy importante. Percibimos rara vez los objetos en el espacio en una situación fija. Incluso cuando no nos desplazamos, recomponemos mentalmente secuencias, encadenamientos: tal objeto, tal situación existen después de otra, antes de una tercera… Por otra parte, esto implica entender las obras arquitectónicas no como cortadas, como espectáculos aislados, sino como encadenamientos de situaciones que van de lo banal a lo excepcional, y que constituyen ampliamente nuestra consciencia perceptiva continua».2

Este tipo de reflexiones se repite en cada una de las disciplinas que se ocupan de describir el fenómeno urbano e intervenir en él. Todas ellas admiten la creciente complejidad de nuestro entorno y el hecho de que no existe una teoría capaz de explicarlo todo, pero continúan su camino por separado sin buscar un terreno común de entendimiento en el que poder experimentar nuevos modelos de análisis y descripción de esta complejidad urbana.

La pregunta que surge entonces de manera inevitable es la siguiente: ¿cómo abordar de forma adecuada esta ciudad compleja?, o formulado desde una perspectiva más concreta y de práctica urbana, ¿de qué manera podemos introducir la dimensión sensible de la experiencia urbana en la concepción de la ciudad contemporánea?, ¿cómo pensar un espacio urbano capaz de convocar a los diferentes sentidos?

Esta naturaleza sensible de la experiencia urbana impone una primera condición a quienes queremos pensar la ciudad: es fundamental que tomemos plena conciencia del hecho de que nuestras ciudades no son «escenarios» fijos en los que actuar, de igual manera que sus habitantes no pueden ser reducidos a meros maniquís inertes, a meros espectadores sin derecho a intervención. En tanto que habitantes del espacio urbano, nuestra experiencia cotidiana nos impone continuamente nuevas situaciones perceptivas y de intervención en nuestro entorno que muy poco tienen que ver con este modelo cerrado.

Es por ello de gran importancia coordinar los esfuerzos de cada una de las diversas disciplinas urbanas, explorando de manera compartida herramientas transversales capaces de pasar por encima de las barricadas erigidas entre estas disciplinas.

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Notas

  • (1) Ascher, François (2004): Los nuevos principios de Urbanismo, Alianza ensayo, Madrid, pág. 41. volver
  • (2) Traducción de los autores.

    L’un concernerait ce que l’on peut appeler le mouvement, ou encore les séquences, les parcours. Un autre relèverait des matières, de la picturalité, incluant des notions allant de l’opacité à la transparence… Parmi ces registres, la question du mouvement du parcours est pour moi très importante. On perçoit rarement les choses de l’espace dans une situation fixe. Même si l’on ne se déplace pas, on le recompose mentalement en une séquence, un enchaînement: tel objet, telle situation existent après un autre, avant un troisième… D’ailleurs, c’est reconnaître non plus les œuvres architecturales comme coupées, comme des spectacles isolés, mais comme enchaînement de situations allant du banal à l’exceptionnel, et constituant largement notre conscience perceptive continue.

    Portzamparc, Christian (1994): Registres de l’architecture, en ESPACES, Les cahiers de L’IRCAM n. 5, Editions Ircam — Centre Georges-Pompidou, Paris. volver

III Encuentro Iberoamericano sobre Paisajes Sonoros. Madrid, 2009
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