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Matar a Aznar

Rajoy y Aznar conversan brevemente antes de la clausura del Campus FAES. / Efe

Antón Losada

Le guste o no a los populares, Rodrigo Rato continúa siendo su ejemplo de referencia. Resulta perfectamente inútil esta carrera de ratas entre quienes le cortejaban cuando parecía el sucesor in pectore y el padre del milagro económico español. Cuánto más se empeñen en distanciarse del ángel caído, más nos recordaran que era uno de los suyos y ahora le entregan, como Judas, por un puñado de monedas y votos.

Rato encarnó el ejemplo del capitalismo de amiguetes que nos ha traído hasta aquí. Fue el responsable económico de los Gobiernos de Aznar. Ambos trocearon y vendieron a sus amigos por la ridícula cifra de 30.000 millones de euros el patrimonio industrial y empresarial del Estado y los monopolios públicos estratégicos, les bajaron los impuestos, repartieron presupuestos y favores y a los demás nos condenaron a trabajos forzados en mercados donde somos rehenes de grandes oligopolios privados que imponen su propia ley. Pronto el milagro económico de la era Aznar figurará en los libros de historia como lo que realmente fue: un tocomocho histórico.

Ahora Rato encarna de manera igualmente ejemplar la evolución casi natural de aquel capitalismo de amiguetes a este capitalismo granuja que ya no crea ningún tipo de riqueza. Solo sabe arrebatársela a los demás. Sus beneficios provienen directamente de engañar y apropiarse de los bienes y derechos ajenos aprovechando sus ventajas de información, acceso al poder y recursos, forzando los límites y los vacíos de la ley. Toman la riqueza de los ciudadanos porque es su derecho y les pertenece como señores que son. Así funciona la España Neofeudal.

En el expediente Rato instruimos ahora dos blanqueos por el precio de uno. El que se investiga en el patrimonio del exvicepresidente y el que intenta hacer el Gobierno con su imagen ante un escándalo que no podía arriesgarse a no intentar parar. Rato ya estaba muerto y matándolo de nuevo, públicamente y con estruendo, Rajoy parece convencido de ser capaz de persuadir a los suyos de que los culpables serán castigados. Lo que pensemos los demás no le afecta. A Rajoy hasta ahora la corrupción no le importaba porque pensaba que tampoco le importaba a sus votantes. Ahora que sabe que sí que les preocupa e indigna, sacrificará a quien sea necesario para salvarse. Como siempre.

El relato del marianismo sobre la corrupción popular pretende convencernos de que todo lo 'black' proviene del pasado. Solo le vale un final para que tenga alguna posibilidad de funcionar. Antes o después alguien deberá matar al padre, al todopoderoso Aznar a cuya sombra medró este capitalismo granuja que ha hecho de España su único negocio.

Algo se huele el aznarismo económico y mediático. Por eso se han pasado en bloque a Ciudadanos. Nunca les ha gustado Rajoy. Pero ahora, además, le tienen miedo.

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