Otra vuelta de tuerka

15-S: El Partido del Pueblo frente al Partido de Wall Street

Poco después de s15-S: El Partido del Pueblo frente al Partido de Wall Streeter elegido presidente de los EEUU, Bill Clinton declaró irónicamente: "¿Pretenden decirme que el éxito del programa económico y de mi reelección dependen de la Reserva Federal y de un puñado de mercaderes de bonos?". Viniendo de alguien que se jugó su carrera política dejándose hacer (o exigiendo que le hicieran) una mamada en el despacho oval, no deberíamos restarle valor a lo que dijo el más seductor de los presidentes norteamericanos desde Kennedy. Clinton, sin duda, le echó agallas al reconocer que en los Estados Unidos, al menos desde que saltara por los aires el sistema de Bretton Woods con el abandono del patrón oro, manda un solo partido, el Partido de Wall Street.

Pero si algo hemos aprendido desde la quiebra de Lehman Brothers es que el de Wall Street es el más leninista de los partidos; no sólo manda en Estados Unidos, es un partido de clase con vocación internacional.

El Partido de Wall Street representa a aquellos que viven hoy en el ático del sistema económico. Es el que favoreció las hipotecas subprime en los Estados Unidos que sirvieron para desahuciar a millones de estadounidenses pobres primero (afroamericanos, latinos y mujeres separadas con hijos) y de clase media después. El Partido de Wall Street, encabezado por el secretario del Tesoro y ex director ejecutivo de Goldman Sachs Henry Paulson, fue el que dio un golpe de Estado en Washington obligando al gobierno norteamericano a inyectar setecientos mil millones de dólares en el sistema bancario. Es el mismo partido en el que milita Merkel, el que ayer fijaba planes de ajuste estructural en países periféricos y hoy programas de recortes en Europa.

Este partido lleva activo desde mucho antes de que estallara esta crisis y ha mantenido siempre una línea política precisa: proteger a las instituciones financieras. El Partido de Wall Street fue el que obligó a México a rescatar a sus bancos en 1982 aplicando una máxima que los europeos del sur conocemos hoy muy bien "privatizar los beneficios y socializar los riesgos" y el que hizo secretario general de su sección en aquel país a Carlos Slim (el hombre más rico del mundo) que a principios de los noventa pudo privatizar el sistema mexicano de telecomunicaciones. Entre los ilustres funcionarios del Partido de Wall Street en las últimas décadas destacan Margaret Thatcher, que aplastó al movimiento obrero en Reino Unido, Augusto Pinochet que hizo lo propio con el Gobierno de la Unidad Popular a costa de miles de muertos, o Ronald Reagan que diseñó un sistema fiscal que concentraba toda la presión sobre las familias pobres y de clase media al tiempo que libraba a los ricos de pagar impuestos. Este partido fue el que favoreció la deslocalización de la producción industrial para aumentar los beneficios a costa de mano de obra barata y sin derechos. El Partido de Wall Street también tiene funcionarios en España, entre los que destacan prominentes gobernantes (algunos con carnet del PSOE y otros con carnet del PP) que pasan de los consejos de administración de las grandes empresas a los consejos de ministros y viceversa. Una de las más destacas funcionarias de este partido en las últimas semanas es Esperanza Aguirre que ha logrado finalmente convencer a su camarada Adelson de hacer negocios juntos en Madrid (yo haré que te forres y tú me financiarás la campaña como has hecho en EEUU).

Pero entonces ¿Qué significa lo que hemos visto este 15 de septiembre en las calles? Quizá estemos ante lo más parecido en España a la militancia del partido de los que no viven en el ático del sistema económico; trabajadores sindicados, ciudadanos indignados, grupos de izquierdas, migrantes, movimientos sociales, gente normal, mucha gente que ha vuelto a confluir en un clamor contra los recortes.

Sin embargo, los dirigentes del Partido de Wall Street tienen mucha más conciencia de sí mismos, de sus intereses, de su proyecto político y de no tener más patria que su dinero y sus privilegios, que la gente normal que no vive en el ático.

Está claro que la pregunta política crucial a responder en estos momentos es quien está llamado a asumir el papel de contención a la lógica del capital que, en los siglos XIX y XX, correspondió al movimiento obrero y a los movimientos de liberación nacional.

Habrá quien quiera responder que precisamente eso es lo que hay que hacer: recuperar las banderas y los símbolos de un glorioso pasado. Pero la historia sólo se repite como farsa y la política no permite el atajo de sustituir las horas grises de estudio que requieren los diagnósticos y los análisis por cuadros de santos en la pared y fraseologías repetidas. Es indudable que el marxismo tiene más vigencia que nunca para explicar el funcionamiento histórico de la economía, pero la política, aunque nunca haya sido autónoma ni independiente de la economía, tiene su propia lógica (de esto se dieron cuenta los mejores marxistas), como hemos comprobado con la inmensa demostración popular catalana el martes en la Diada.

Por eso la izquierda no debería olvidar que el único partido que podrá enfrentarse al Partido de Wall Street será el Partido del Pueblo, cualquiera que sea su forma o el color de sus banderas.

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