La relación de la arquitectura y el entorno rural fue el eje temático sobre el que giró, ayer, la segunda edición de una serie de conferencias organizadas por la Fundación María Martínez Otero, de A Estrada que se celebraron en la sede de esta entidad, situada en la parroquia de Callobre. La sesión fue inaugurada con la intervención del fotógrafo Vari Caramés. Seguidamente, a lo largo de la mañana y la tarde, expusieron distintas impresiones sobre el sector de la arquitectura los expertos Carlos Puente, Manuel Gallego y el equipo integrado por Cristina Nieto y Luis Gil. Este último detalla, a continuación, cuál es la función social del arquitecto y el camino por el que avanza el oficio.

–Como participante en una jornada específicamente centrada en arquitectura y medio rural, ¿cuál es, en su caso, la vinculación de ambos conceptos?

–Somos (en referencia también a su compañera Cristina Nieto) arquitectos que hacemos arquitectura a pequeña escala casi siempre relacionada con arreglos y reparaciones de arquitectura tradicional.

–En el caso concreto entonces de su especialización, ¿puede afirmarse que la arquitectura tradicional gallega sigue unas pautas diferenciadas a la de otras zonas?

–Como toda arquitectura tradicional, no hay diferencias ni para la gallega ni para la de todo el mundo. La arquitectura vernácula es la de la actuación en el medio, la economía, la simpleza y la supervivencia. Eso es lo que hace que la arquitectura, al final, sea bella, extraordinaria, útil y que no tenga nada superfluo.

–Sin embargo, uno de los problemas que sigue muy presente en Galicia, en el ámbito urbano pero también en el rural, es el denominado feísmo urbanístico...

–Eso es solo el resultado de los nuevos usos y formas de vida que incorporan otras velocidades y lógicas contemporáneas que, al sobreponerse sobre la arquitectura tradicional crean conflicto. Pero no es una cuestión de incapacidad de la sociedad, sino que depende del mundo que habitamos hoy en día.

–El proyecto Entrelazados y superposiciones. La arquitectura dentro de la arquitectura y lo que no cabe que, hoy (por ayer), presentan, ¿parte de esta óptica tradicional?

–Siempre trabajamos, como la mayoría de los arquitectos en Galicia, sobre preexistencias. La sesión trata pues sobre edificios tradicionales o contemporáneos que necesitan ampliaciones o reformas y por eso aparece el nombre de superposiciones y tradicionales. Hay que saber convivir entre esa preexistencia y los nuevos usos, cuerpos o arquitecturas.

–A nivel gallego, ¿qué define el modo de entender la arquitectura?

–Nosotros siempre respetamos la identidad del original y después realizamos una interpretación de la modernidad cuando aparecen crecimientos o adosados si es necesario realizar una ampliación. Hay que tener clara cuál es la parte original, utilizando las técnicas de siempre, y que los nuevos cuerpos y acciones que se realizan sobre ello también se diferencien y marquen que pertenecen al tiempo de la contemporaneidad, no haciendo un edificio superfluo o falso en el tiempo.

–¿Qué aportan este tipo de jornadas a la divulgación de un saber tan específico como es su área de conocimiento?

–Son un punto de inflexión, crítica y reflexión fundamental, tanto de modernidad como de intensidad. Este tipo de acciones son importantísimas y además es un orgullo y un lujo que estas reuniones, al más alto nivel europeo, tengan lugar en un espacio rural como es Callobre, en A Estrada, como si estuviésemos en Dinamarca o Suecia.

–Le pido ahora unas pinceladas sobre el estado de salud del sector...

–La arquitectura está reflexionando sobre cuál era su papel y cómo el arquitecto se desvió de su función como hombre de vanguardia en la sociedad para poder retomarlo. Igual que la política es más necesaria que nunca, lo que necesitamos también es recuperar el oficio tradicional del arquitecto como persona que reflexiona lo social.

–En relación a esta labor, ¿qué aporta, para cualquier ciudadano que desee realizar un trabajo en una edificación, contar con el asesoramiento de un experto en la materia?

–Tanto a pequeña como a gran escala, el arquitecto siempre aporta lo mismo. La intensidad puede ser la misma para lo mínimo que para un gran equipamiento social. Nuestra labor es reflexionar sobre los problemas y conflictos de la sociedad y, a través de la arquitectura, apuntar soluciones lo más económicas y sinceras posible.