La gran cuestión europea

La crisis catalana inquieta a las autoridades europeas que saben de las repercusiones mediáticas de Carles Puigdemont en Bruselas con manifestaciones casi diarias en contra del Gobierno Rajoy y también con mensajes erráticos contra la misma Unión Europea.

Pero la sesión plenaria de ayer y de hoy en el Parlamento Europeo tiene el siguiente orden del día: presupuesto de la UE para el 2018, estrategia europea sobre los discapacitados, lucha contra el fraude del IVA y la situación en Yemen.

Hay otra cuestión que preocupa más a los responsables de las instituciones ­europeas. Me refiero a la estabilidad política alemana después de las elecciones del pasado 24 de septiembre, en las que la gran coalición entre Merkel y los socialdemócratas de los últimos cuatro años perdió un 14 por ciento de los votos. Los intentos de la canciller para alcanzar una nueva coalición con los liberales y los verdes acabó en fracaso y ahora las presiones sobre Martin Schulz, líder de los socialdemócratas, son tan imponentes que ha abierto la puerta a negociar con Merkel para repetir la gran coalición.

Las dos familias políticas alemanas que han gobernado casi alternativamente desde Adenauer hasta Merkel pasando por Schmidt, Kohl, Schröder... tienen un alto grado de responsabilidad para no entrar en un periodo de inestabilidad que sería perjudicial para Alemania y para toda Europa.

En el pequeño y lúcido ensayo sobre la persuasión y el arte del liderazgo, la historiadora canadiense Margaret MacMillan, la gran especialista sobre la Gran Guerra, explica que debido a la perso­nalidad excéntrica y práctica del prusiano Bismarck, autor de la unidad ale­mana en 1871, “Europa ha sido siempre, de una manera o de otra, una cuestión ale­mana”.

Alemania ha roto muchos puentes desde las tres guerras que Bismarck ganó antes de la unificación alemana. En los dos conflictos provocados por Alemania en el siglo pasado se ha sumergido varias veces en el baño del realismo de sus propios errores y ha contribuido a construir la Europa que hoy tenemos.

Martin Schulz tenía que romper la coalición del SPD con Merkel. Los ­mediocres resultados electorales así lo aconsejaban. Pero los socialdemócratas saben que, sea cual fuere la decisión de Merkel para despejar la crisis para formar gobierno, ha entrado en el acto final de su recorrido como la líder más importante de Europa.

No quiere formar un gobierno en minoría ni abrir nuevas negociaciones con liberales y verdes. Ha amenazado con la celebración de nuevas elecciones y las alarmas se han disparado. Los socialistas pueden pensar que, en cualquier caso, Merkel va a entrar en un periodo de precariedad política. Y piensan en Willy Brandt cuando en 1966 aceptó la cartera de Exteriores para convertirse en canciller en las elecciones de 1969. Alemania no puede permitirse la inestabilidad porque afectaría a los alemanes y a todos los europeos.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...