Élites intranquilas en Davos

Los asistentes al foro de Davos exhiben poder, inteligencia, grandes fortunas y estrategias para los problemas que vive el mundo, muy lejos del frío y la nieve que inmortalizó Thomas Mann en el balneario de La montaña mágica. Más de tres mil personas desfilan por esa ciudad alpina en la que se detectan las grandes tendencias que afectarán al mundo.

Fue en Davos donde se teorizó sobre la globalización cuando ya estaba en marcha en buena parte del planeta. En los primeros días han hablado el primer ministro canadiense, Justin Trudeau; el primer ministro indio, Narendra Modi, y también el rey Felipe VI, que ha expuesto los atractivos para invertir en España y, de pasada, se ha referido al conflicto de Catalunya con la idea de que las leyes hay que cumplirlas, como se encarga de repetir cada día el Gobierno Rajoy. Catalunya como síntoma del secesionismo ha salido en varias sesiones.

El primer ministro indio ha denunciado que cada vez son más los países ensimismados y que la globalización está en retroceso por los egoísmos nacionales. La solución, dijo Modi, es el entendimiento entre los pueblos y aceptar los cambios derivados de la globalización. India está en la línea del crecimiento inclusivo abierto a todos. Lo dice Modi, un político muy nacionalista.

Trudeau es un joven liberal canadiense que está llevando a su país a una apertura social, económica e inmigratoria que le convierten en el líder que supone el contrapunto más notable al populismo y al nacionalismo retórico de Donald Trump.

En Davos se está debatiendo sobre las desigualdades, la inmigración y las corrientes populistas que frenan el progreso y entorpecen la libertad en países de larga tradición democrática.

El año pasado, el presidente Xi Jinping se convirtió en el portavoz mundial de la globalización y del libre comercio presentando a China como seria aspirante a liderar el mundo desde el punto de vista económico y político.

Un profesor de la Universidad de Princeton, Jean-Werner Müller, trató del populismo con claridad diciendo que nadie se cree populista pero todos los políticos se apoyan en el pueblo para proclamar políticas identitarias y excluyentes. Citó a Hungría y a Polonia.

Mañana llega Donald Trump, el primer presidente estadounidense que acude a Davos en los últimos dieciocho años. Trump no es Woodrow Wilson, ni Kennedy ni Reagan. Ha dimitido de los compromisos con el cambio climático, cierra fronteras, desprecia a minorías y exhibe retóricamente un supremacismo que rompe con la tradición social de su país.

La cita de las élites mundiales en Davos no es sólo una reunión de poderosos sino el encuentro en el que se detectan las corrientes de fondo del mundo actual, sus problemas, sus frustraciones y sus posibles soluciones. La globalización está encogiendo el mundo en vez de expandirlo. El Brexit es el precedente más inquietante. Y la retórica aislacionista de Trump es igualmente peligrosa y puede ser expansiva.

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