La construcción de satélites y naves espaciales demandan generalmente mucho trabajo en tierra, su lanzamiento al espacio es caro, y probablemente sus componentes se vuelvan obsoletos en una década o menos. Además, algunos satélites usualmente terminan su vida útil flotando en órbita alrededor del planeta, lo que contribuye a la contaminación. Pero... ¿y si hubiera una alternativa?

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«Si somos capaces de traducir la habilidad de las células para agruparse y multiplicarse, podríamos crear organismos vivientes complejos que reemplazarían partes que tradicionalmente son de metal, y así daríamos origen a lo que sería la primera nave espacial viva», explica David Barnhart, director del Centro de Ingeniería Espacial de la Universidad del Sur de California.

«Las células son hermosas y sorprendentes. Tienen la habilidad de juntarse entre sí sin ninguna configuración estructural preconcebida, autoconglomerándose en sistemas complejos. ¿Cómo podemos transformar el material mecánico tosco de las naves espaciales en algo parecido a un célula que se expanda y contraiga continuamente para permitir que más células se añadan y crezcan a cualquier tamaño en el espacio?», se pregunta Barnhart.

Junto con su colega Nicole Livia Atudosiei, de la Universidad Bioterra de Bucarest, Barnhart ha escrito un artículo exponiendo alternativas para la manufactura de plataformas que puedan transportar alimento al espacio. Los investigadores llaman a esta tecnología «capacidad bioterrestre en el espacio» o «cultivar un ambiente».

«Si podemos clonar ovejas y llevar humanos a la Luna, entonces deberíamos ser capaces de resolver los desafíos que implica hacer crecer un árbol en el espacio», afirma el investigador estadounidense.

Pero, si bien por ahora es imposible hacer crecer material orgánico abiertamente en el vacío y a la temperatura del espacio exterior, los científicos han dado los primeros pasos para abrirse camino hacia ese objetivo. Una posibilidad podría ser cultivar especies existentes en el planeta Tierra encapsuladas en un material protector que soporte las condiciones extremas. Otra opción es la de crear especies completamente nuevas, fauna y flora genéticamente modificada para tener mejores chances de sobrevivir a las frígidas temperaturas.

De ser posible en el futuro, esto no solo minimizará los desechos en el espacio, sino que aportará elementos esenciales al cultivo de vegetación en condiciones extremas. De hecho, para el año 2050, muchos expertos advierten que la mayoría del mundo estará plagado por sequías, fortísimas tormentas y deslizamientos de tierras.

«La investigación podría ayudarnos a entender cómo cultivar en condiciones austeras, en terrenos áridos y secos que tradicionalmente no son tenidos en cuenta para los cultivos. Abriría un nuevo campo en la tecnología biológica extrema», concluye Barnhart.

Los investigadores han presentado su propuesta a la oficina de Conceptos Avanzados e Innovadores de la NASA con la esperanza de obtener el financiamiento para llevar el proyecto a cabo.

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